Irradia

5 de junio de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba

Solemnidad de Pentecostés

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra” Salmo 103

 (Música, Es Pentecostés, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Es Pentecostés, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba

 Dios nuestro, que por el misterio de la solemnidad de Pentecostés que hoy celebramos, santificas a tu Iglesia extendida por todas las naciones, concede al mundo entero los dones del Espíritu Santo, continúa obrando en el corazón de tus fieles las maravillas que dignaste a realizar en los comienzos de la predicación evangélica. 

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, dondequiera que se encuentren. Como siempre una alegría, un gozo poder compartir con ustedes la Palabra de Dios en este domingo, particularmente domingo de Pentecostés. Les habla el P. Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba.

Las lecturas de hoy, nos invitan a reflexionar sobre este misterio, la venida del Espíritu Santo. En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que vamos a escuchar, en el capítulo 2, versículos del 1 al 11, se nos describe en detalle el acontecimiento del día de Pentecostés. Aquel día, en que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles reunidos con María, para que pudieran cumplir con la misión que les había sido encomendada. En la segunda lectura, tomada de la carta del apóstol San Pablo a los Corintios, en capítulo 12, versículos del 3 al 13, el apóstol se refiere también a la venida del Espíritu Santo como principio de la unidad de la Iglesia en la diversidad de sus ministerios.

En el evangelio de hoy, que está tomado del evangelista san Juan, en el capítulo 20, versículos del 19 al 23, nos narra como el Señor, en su primera aparición resucitado, sopla sobre sus apóstoles el Espíritu Santo.

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 20, 19-23)

La lectura evangélica de este domingo, nos vuelve a repetir la narración de la primera aparición de Jesús a sus apóstoles y a sus discípulos después de resucitar. Ellos están encerrados, nos dice el evangelio, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Allí, en medio de ellos se presenta el Señor y les dice primero que todo, la paz a ustedes. Y dicho esto, primero que todo, les muestra las manos y el costado. Y por supuesto cuando los discípulos cayeron en la cuenta de que era el Señor Resucitado, se llenaron de alegría; recuperaron la alegría junto con la paz, porque si no tenemos paz no podemos tener alegría.

Por eso el Señor no les dice, alégrense. Les dice, la paz a ustedes. Y al recibir la paz, acoger la paz, al encontrar la paz, que es Cristo, encuentran la alegría. Esa alegría profunda que viene de la presencia del Señor en medio de su pueblo, en medio de sus discípulos, en medio de nosotros. Cuando sabemos que Él está ahí, entonces no hay nada que nos pueda arrebatar la paz, ni arrebatarnos la alegría.

Y les vuelve a repetir, la paz con ustedes. Y entonces los envía. Jesús ha venido a este mundo a anunciar el Reino de Dios. El Reino de Dios está cerca, conviértanse. Y ésa, es la misión que va a dejar a sus apóstoles y a sus discípulos, continuar anunciando el Reino de Dios, continuar llamando a la conversión para que todos aquellos que abran el corazón, puedan recibir ese Reino de paz, Reino de justicia, Reino de amor, y puedan ser ellos mismos a su vez, anunciadores del Reino, predicadores del Reino, puedan seguir llevando el mensaje del Reino de Dios que está cerca y para el cual, hay que convertirse.

Como el Padre me ha enviado, así también, les envío yo. Inmediatamente sopla sobre ellos, nos dice el evangelista san Juan. ¿Qué les dice? Reciban el Espíritu Santo. El Espíritu Santo que va a acompañarlos para que puedan cumplir la misión de anunciar el Reino, de dar testimonio del Reino de la justicia, de la paz y del amor, con la palabra y con la vida. El Espíritu consolador, el Espíritu de luz, el Espíritu de fuerza, el Espíritu que los ayudará a salir.

La lectura de los Hechos de los Apóstoles nos narra cómo, una vez que los apóstoles reciben el Espíritu Santo abren las puertas y salen a la calle a predicar la buena nueva, allí en medio de aquellas callea y en medio de aquella gente que había condenado a Jesús a la cruz, a la muerte, aparentemente al fracaso. Aquellos hombres que estaban hasta hace un momento, llenos de temor, se llenan del Espíritu Santo y en Él encuentran la luz para descubrir el camino; en Él encuentran la fuerza para salir de sí mismos y ponerse en camino e ir a sus hermanos a cumplir la misión que el Señor les ha dejado. A quién le perdonen los pecados le quedan perdonados, y a quienes se los retengan les quedarán retenidos. Van a perdonar, a llevar el perdón de Dios, a invitar a participar en el Reino de Dios, en la construcción del Reino de Dios, pero hay que convertirse. Y una vez convertidos, reconocer delante del Señor que hemos sido pecadores que, por su infinita misericordia, reconociendo nuestros pecados nos hemos arrepentido para comenzar una vida nueva, un camino nuevo.

Los apóstoles, y aquellos que vendrán después de ellos, tendrán el poder, no por sí mismos, sino porque el Señor se los ha dado, para que perdonen los pecados, para que queden purificados, para que puedan comenzar ellos también una vida nueva, un camino nuevo al que invitar a sus hermanos. Para decirles, nosotros éramos pecadores, pero también hemos recibido el perdón de Dios, la misericordia de Dios que se ha derramado sobre nosotros. Nosotros hemos podido, ustedes también podrán. No tengan miedo, no tengan temor, la paz sea con ustedes, el Señor está en medio de nosotros.

Nosotros cristianos, hoy, dos y un tantos años después seguimos celebrando Pentecostés, recordando ese momento. Ese momento extraordinario, en que el Espíritu que el Señor había prometido se ha derramado sobre su Iglesia que comienza a caminar. Se sigue derramando cada día sobre la Iglesia, sobre los cristianos, los que se bautizan, los que reciben la confirmación, los que salen al mundo a anunciar la Buena Nueva, los que tratan de vivir su vida cristiana a pesar de todas las dificultades cada día en medio de sus hermanos, para ayudarlos a encontrarse con quien es el Camino, la Verdad y la Vida.

Celebramos la fiesta del Espíritu Santo, el Señor nos ha cumplido una vez más su promesa. Es necesario que yo me vaya para que les envíe el Espíritu Consolador. Y el Señor lo ha enviado, y el Señor lo envía cada día. Pero tenemos que abrirnos a la Gracia, a la luz, a la fuerza del Espíritu Santo, tenemos que recibirlo, tenemos que acogerlo. No basta que el Señor lo envíe, no basta que el Señor nos envíe el Espíritu Santo si nosotros no nos abrimos a su Gracia; sino nos dejamos guiar por Él. Él pone en nuestros corazones el deseo del bien, y nos da la fuerza para ponerlo por obra, pero tenemos que acogerlo, tenemos que recibirlo.

El Espíritu Santo nos señala y nos ilumina el camino, pero tenemos que estar dispuestos a seguir este camino con todas las gracias, con todos los dones que el Espíritu Santo derrama sobre nosotros. Pidámoslo así, hermanos míos al Señor en esta mañana de Pentecostés. Que sintamos ese viento recio, que sintamos esas llamas de fuego que descienden sobre nosotros para fortalecernos, para purificarnos. Que abramos las puertas para que el Espíritu Santo entre en nuestros corazones, que abramos las puertas para salir de nosotros a predicar, a anunciar a Cristo muerto y resucitado en medio de nuestros hermanos que necesitan de su fuerza, de su gracia para seguir adelante, para levantarse, para encontrar la fuerza que necesitan para construir los cielos nuevos y la tierra nueva.

Feliz día de Pentecostés para todos. Que el Señor nos lo conceda acoger ese regalo y esa Gracia. 

(Música, Ven Santo Espíritu, Claudia Rodríguez)

Hermanos, renovemos nuestra profesión de fe, pidiendo al Señor que nos ayude a vivir cada día conforme a la fe que profesamos.

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra? R/ Sí creo.

¿Creen en Jesucristo su Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó, y estás entado a la derecha del Padre? R/ Sí creo.

¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? R/ Sí creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús, nuestro Señor. R/ Amén.

Ahora hermanos, confiados en el Señor, siempre nos escucha y siempre nos responde, le presentamos nuestras súplicas. A cada petición responderemos, Que tu Santo Espíritu renueva la faz de la tierra.

Sobre las iglesias locales esparcidas sobre la faz de la tierra, sobre las comunidades con mil rostros, sobre los cristianos diseminados por todo el mundo, Señor derrama tu Espíritu. Que tu Santo Espíritu renueva la faz de la tierra.

Sobre el Papa y los demás líderes de las iglesias, sobre los obispos y sobre los pastores; sobre todos aquellos que tienen un ministerio de servicio, Señor derrama tu Espíritu. Que tu Santo Espíritu renueva la faz de la tierra.

Sobre los cristianos perseguidos por su fe, sobre los que dudan, vacilan o flaquean, sobre todos los que buscan a Dios y esperan al Espíritu Consolador, Señor derrama tu Espíritu. Que tu Santo Espíritu renueva la faz de la tierra.

Sobre los que extienden y proclaman el evangelio, sobre aquellos cuya misión es perdonar pecados, sobre aquellos atrapados por los cepos de sus vicios y pasiones, Señor derrama tu Espíritu. Que tu Santo Espíritu renueva la faz de la tierra.

Sobre todos los que estamos unidos en esta mañana en torno a la palabra del Señor, sobre los nuevos bautizados en estos días de Pascua, sobre los que recibirán el Espíritu Santo en el sacramento de la confirmación, Señor derrama tu Espíritu. Que tu Santo Espíritu renueva la faz de la tierra.

Por todos aquellos te rogamos Señor nuestro, envía tu Espíritu a cada uno de nosotros. Que Él nos inflame con su amor siempre, todos los días de nuestra vida, y por los siglos de los siglos. Amén

Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó. 

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

 Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don, en tus dones espléndido,
luz que penetra las almas,
fuente del mayor consuelo.

 Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

 Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

 Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Amén.

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración. 

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén. 

Hermanos, como siempre, una alegría poder compartir con ustedes la palabra de Dios. Este rato que pasamos junto al Señor, de manera particular hoy, pidiéndole al Señor que nos envíe su Espíritu Santo, y que nosotros abramos el corazón para recibirlo.

Por eso pedimos que su bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo derrame sobre todos y cada uno de nosotros, familiares y amigos y nos acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el P. Rafael Ángel de la comunidad de la Catedral. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, Espíritu Santo, Athenas)

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