Irradia

3 de abril de 2022
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
5to Domingo de Cuaresma

 “Ni yo te condeno, vete y no peques más”. Juan 8, 11

(Música, Quien libre esté de pecado, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Quien libre esté de pecado, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

Te rogamos Señor, Dios nuestro que con tu auxilio avancemos animosamente hacia aquel grado de amor con el que tu Hijo, por la salvación del mundo, se entregó a la muerte.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, de nuevo como siempre un placer, un gusto, poder compartir con ustedes la Palabra de Dios de este domingo. Les habla el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba.

La liturgia de este quinto domingo de Cuaresma, nos propone como lectura evangélica un fragmento del evangelio de san Juan, capítulo 8, versículos del 1 al 11.

Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 8, 1-11

Estamos ya en el último domingo de Cuaresma, hemos recorrido la Cuaresma. Insisto en que es tiempo de preguntarnos, cómo la hemos recorrido. La hemos recorrido sin otra intención que cumplir un tiempo que la iglesia nos propone para reflexionar, para meditar, o lo hemos recorrido tratando de hacer el camino del hijo pródigo.

El domingo pasado fue el evangelio del Hijo Pródigo, domingo cuarto de Cuaresma. ¿Hemos hecho el recorrido del Hijo Pródigo? ¿Hemos reconocido que a veces nos apartamos del camino del Señor, que malgastamos los dones y las gracias que el Señor nos da, nuestro Padre? ¿Hemos hecho la experiencia de la necesidad de volver? ¿Hemos tenido la humildad de reconocer nuestros pecados y decir, he pecado contra el cielo y contra Ti, no merezco llamarme hijo tuyo? Y al mismo tiempo ¿Hemos experimentado la alegría y el gozo de la misericordia de Dios nuestro Padre, que cuando vamos llegando nos sale al encuentro nos echa los brazos al cuello, nos llena de abrazos y de besos, y nos dice hagamos una gran fiesta porque este hijo mío que estaba perdido ha sido encontrado, que estaba muerto y ha vuelto a la vida? ¿Hemos hecho ésa experiencia? La experiencia de la misericordia de Dios, la misericordia gratuita de Dios que está en el camino esperando que regresemos, que apenas nos deja decirle, he pecado contra el cielo y contra Ti, para decir hagamos una gran fiesta; esa misericordia que se derrama sobre nosotros una vez que nos hemos puesto en camino, en el camino de regreso a la casa del Padre.

El evangelio de hoy también es manifestación de la misericordia de Dios como toda la Sagrada Escritura. Cuando leemos con detenimiento la Sagrada Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, éste de manera especial pero también el Antiguo Testamento son manifestación de la misericordia y del amor de Dios, que se revela, que se nos da a conocer. ¿Qué Dios hace esto? Cuando estudiamos o leemos las mitologías antiguas, vemos como los grandes dioses, los dioses principales, no se dan a conocer, se mantienen en el misterio, escondidos, ajenos, de espaldas. Nuestro Dios no es un Dios escondido. Es un Dios que se manifiesta, es un Dios que quiere que lo conozcamos; porque sólo conociéndolo podemos amarlo, y sólo amando podemos seguirlo, y siguiéndolo podemos encontrar la vida eterna que Él ha reservado para cada uno de nosotros, el lugar que Él ha preparado para cada uno de nosotros. Toda la Sagrada Escritura es una manifestación de la misericordia de Dios, de un Dios que quiere dársenos a conocer, porque de otra manera no podríamos encontrarnos con Él, no encontraríamos el camino. Él nos facilita el camino, Él nos ilumina el camino para podernos encontrar con Él.

El evangelio de hoy es el de la mujer adúltera. Encuentra una mujer, como dice el Evangelio, en flagrante adulterio y se la llevan a Jesús, no porque se la hayan escandalizado lo que le llevan a esta mujer a Jesús, sino para ponerlo a prueba. ¿Qué tenemos que hacer con ella? ¿Qué manda la ley? Que la apedreemos hasta morir. Por supuesto, pensaban que habían puesto a Jesús en tres y dos. Si decía que la apedrearan, entonces donde queda el amor y la misericordia de la que tanto ha predicado y llamado, si dice que no apedreen entonces podrán acusarlo de no querer seguir la ley de Moisés, de despreciar la ley de Moisés. Como quiera que se pusiera perdería. Pero Jesús lo que hizo fue agacharse y comenzar a escribir en el polvo del piso, de la tierra donde estaban.

Recuerdo haber leído un libro, que quizás se refería a los evangelios apócrifos, no recuerdo exactamente porque hace mucho tiempo que lo leí. Hacía una explicación de este momento que no es una parábola, es una experiencia vital en la vida de Jesús, es algo que le ha acontecido, no es una historia edificante que Él saca de una experiencia con la que se ha encontrado. Es una experiencia propia la que nos narra el evangelista san Juan, una experiencia de Jesús. Entonces, decía ese autor en ese libro, que cuando Jesús se agacha y empieza a escribir en la tierra, en el piso, lo que estaba escribiendo era los nombres de los que estaban a su alrededor, junto con los pecados que habían cometido.

Sería verdad o no, sería una interpretación, no sé, pero de hecho Jesús se para, porque estos hombres tratan de hacerlo pronunciarse, ¿qué hacemos? Entonces Jesús les responde, el que esté libre de pecado que lance la primera piedra. El que no tenga pecado, el que nunca haya pecado, el que nunca se haya apartado del camino de Dios, el que nunca haya tenido necesidad del perdón y de la misericordia de Dios, que lance la primera piedra. Se vuelve a agachar y continúa escribiendo. Nunca sabremos qué escribió exactamente, pero continúa escribiendo y nos dice el evangelio que aquellos hombres que habían llegado con furia comienzan a retirarse uno a uno, sin decir nada comenzando por los más viejos. Y no creo que diga esto gratuitamente. A veces pensamos que son los más jóvenes los que pecan, los que se apartan, los que se olvidan, los que se alejan, los que piden la herencia y se van; sino que también los más viejos tenemos necesidad del perdón y la misericordia de Dios porque nos apartamos del camino del Señor, aunque estemos al final de nuestro camino en este mundo. Hasta que llega el momento en que no queda nadie.

Entonces, Jesús se levanta y led ice a esta mujer, ¿dónde están los que te acusaban, nadie te ha condenado?, y ella le contestó, nadie Señor; entonces Él le dice algo que el padre del hijo pródigo no le dijo a su hijo, que podría estar implícito, pero aquí esta explícitamente dicho: tampoco yo te condeno, vete y no vuelvas a pecar. La misericordia de Dios que es más grande que nuestros pecados, aunque tus pecados sean rojos como la grana, yo los volveré blancos como la nieve. El Señor dispuesto a perdonarnos, pero nosotros tenemos que estar dispuestos a comenzar de nuevo, a comenzar una vida nueva.

El propósito de enmienda que olvidamos al momento de la confesión. Este es tiempo de volver al sacramento de la confesión, al sacramento de la penitencia, al sacramento de la misericordia de Dios. El sacramento en el que nos encontramos con el Padre, nosotros los hijos pródigos. Es el momento de regresar para decirle, Padre he pecado contar el cielo y contra Ti. Pero no basta reconocer que hemos pecado, no basta reconocer que somos pecadores, no basta sentir el dolor de haber pecado y ofendido a alguien que nos ama tanto. Hace falta hacernos el firme propósito de enmienda. ¿Qué no vamos a volver a caer? Claro que volveremos a caer porque somos débiles, frágiles y pecadores, y el Señor los abe. Pero tenemos que tener esa opción fundamental de seguir siempre el camino del Señor, de luchar, de evitar las ocasiones de pecado. Eso que se nos decía tanto antes y que ya no se dice prácticamente nunca. Evitar las ocasiones de pecado porque si me pongo en ocasión de pecado pecaré, sino me alejo de aquello que yo sé que puede llevarme a alejarme del Señor, me alejaré del Señor. Evitar las ocasiones de pecado para que ese deseo de conversión, ese deseo de evitar el alejarme de Él, ese deseo de realmente seguir su camino, se haga una realidad poco a poco en mi vida, porque tengo que estar siempre alerta. El propósito de enmienda, anda y no peques más. No podemos jugar con el Señor, no podemos utilizar la misericordia de Dios pensando en definitiva el Señor siempre nos va a perdonar.

No, el Señor nos va a perdonar cuando le dejemos perdonarlo, porque a veces no nos perdona no porque no quiera, sino porque nosotros no se lo permitimos; porque nos confesamos, y confesamos nuestros pecados, y nos confesamos a veces excelentemente bien, y hacemos unos profundos exámenes de conciencia, pero en el fondo… ¿Realmente queremos convertirnos de esos pecados? ¿Realmente tenemos ese propósito de enmendarnos, de ir quitando de nuestra vida aquellas cosas que nos duele quitar? Porque cuántas cosas que sabemos que nos apartan del camino del Señor están tan arraigadas en nuestra vida, cuántas personas están tan arraigadas en nuestra vida, cuántas costumbres están tan arraigadas en nuestra vida que nos parece que sin ellas no podemos vivir; que cuando las arrancamos se llevan pedazos de nuestro corazón, pero que es la única manera de ser consecuentes yd e ser fieles.

Este es el día del Señor, este es el tiempo de la misericordia, cantamos en este tiempo de Cuaresma. Sí, este es el tiempo del Señor, este es el tiempo de la misericordia de Dios, del perdón de Dios, de la paciencia de Dios, éste, no mañana porque no sabemos si llegará. Este es el tiempo, aprovechémoslo, pongámonos en pie y regresemos, oigamos al Señor que nos dice, yo tampoco te condeno. Pero también escuchemos que nos dice anda y no peques más.

Que, con la gracia de Dios, que, con la fuerza de Dios, en este tiempo de Cuaresma que hemos vivido y que aún seguiremos viviendo hasta que comencemos la Semana Santa el próximo Domingo de Ramos, realmente en nuestro corazón exista ese deseo de no pecar más. Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Escucha mi oración, Rocío Crooke)

Hermanos presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre recordando que siempre nos escucha y siempre nos responde, no siempre nos da lo que pedimos, pero siempre nos da lo que más nos conviene.

Pidamos por la iglesia, para que podamos ser siempre signos de ese amor misericordioso de Dios en medio de este mundo que tanto lo necesita. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para podamos encontrar en Cristo, consuelo, fuerza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el fin de la pandemia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los enfermos, para que el Señor les conceda la salud del alma y del cuerpo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Para que en este tiempo final de la Cuaresma nos preparemos profundamente para vivir con frutos la Semana Santa. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera especial aquellos por los que nadie pide, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que tengamos un corazón misericordioso como el de nuestra Padre Dios. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora hermanos, recemos la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración.

 Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén. 

Una alegría compartir con ustedes esta mañana del quinto domingo de Cuaresma, aprovecemos el tiempo que nos queda para que el domingo que viene Domingo de Ramos, recibamos coa alegría a Jesús, que entra en Jerusalén. Permitámosle que entre en nuestro corazón, para poderlo acompañar en estos días de subida al Vía Crucis, hasta el Calvario, hasta la Pasión, hasta la Muerte, pero también hasta la Resurrección. Que podamos morir con Él, y resucitar con Él.

También durante este tiempo recuerden cuidarse y cuidarnos.

Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y los acompañe siempre. Amén.

Que tengan un feliz domingo y una muy buena semana.

Les ha hablado el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA 

(Música, Has sido Tú, Marcos López)

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