TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

AUTOBIOGRAFIA DE SAN ANTONIO MARIA CLARET
Capítulo IX
De cómo fui llamado para pasar a Madrid

585. A los que iban a prender a Jesús en el huerto les dijo: Haec est hora vestra et potestas tenebrarum.89

Lo propio debía decir yo: que aquella era la hora en que Dios daba permiso a los malos y a los demonios para que me hiriesen; pues que, cuando el asesino me hirió, yo vi al mismo demonio cómo le ayudaba y daba fuerza para descargar el golpe, y se me ocurrió la idea sobre aquellas palabras que dicen los Cánones: Si quis suadente diabolo… Pensé: este infeliz hombre, cooperante diabolo, cooperando el diablo, pone sus manos violentas sobre tu miserable persona, que, si bien es verdad que eres un pobre pecador, un indigno sacerdote, con todo, eres sacerdote, eres un Prelado de la Iglesia, eres un ministro de Jesucristo. ¡Padre mío!, perdonadle, que no sabe lo que hace.

89. Lc 22,53: Esta es la hora vuestra y el poder de las tinieblas.

586. Restablecido, fui a la Iglesia a dar gracias a Dios; administré el sacramento de la Confirmación a todos los que estaban para confirmar y después me dirigí a Santiago de Cuba, administrando la confirmación por todas las parroquias que hallábamos por el camino. Hicimos noche en una hacienda que se llama Santo Domingo, y, creyendo los enemigos que pararíamos en otra hacienda llamada Altagracia, por la noche la incendiaron. Por el anochecer del día inmediato llegamos a Santiago, y toda la ciudad nos salió a recibir con grandes muestras de alegría al verme, pues ya me creían muerto. El día siguiente a mi llegada era el viernes de Dolores; fui a la Iglesia de la Virgen de Dolores a darle gracias, celebré la santa misa y di la sagrada comunión a mucha gente, y asistí a la misa solemne y sermón. Hice después la bendición en el Domingo de ramos y todas las funciones de semana santa y Pascua.

587. De resultas de la herida de la cara quedé bastante desfigurado, y con la voz no muy clara y torpe en el articular; así es que en aquellos primeros meses de vuelta a Santiago no podía predicar como acostumbraba; pero me dedicaba a pláticas privadas el tiempo que me dejaba libre el confesonario y demás ocupaciones del ministerio. Mas, al cabo de algunos meses, ya me ejercitaba como antes, y por la Cuaresma del año inmediato empecé una misión en la Iglesia de San Francisco, de Cuba. Ya tenía unos cuantos días de misión, cuando recibí una Real Orden para que pasara a Madrid, pues que había muerto el Arzobispo de Toledo, confesor que era de S. M., y me había elegido a mí.

588. El día 18 de marzo recibí la Real Orden, y el día 20 del mismo mes salí de Cuba para La Habana y tomé allí el vapor correo que salía para Cádiz. Toda la gente me salió a despedir al puerto, manifestando la mayor pena y sentimiento. Con mi salida, todos mis familiares quedaron dispersos. Sin embargo, supliqué a D. Dionisio González, a quien dejé por gobernador, que continuase hasta que fuese avisado y a D. Antonio Barjau y al P. Galdácano que continuaran al frente del Seminario hasta que fuera mi sucesor, a fin de no abandonar el Campo.

589. Desde el día que llegué a La Habana hasta que salí, que fue el día 12 de marzo, todos los días prediqué y oí en confesión a las personas más principales de aquella Ciudad; di la primera comunión a la hija del Capitán general y a su esposa en el mismo acto.

590. En el camino tuvimos grandes peligros de perdernos, pero el Señor nos sacó en bien de todos.
Tocamos a las Islas llamadas Terceras, que son portuguesas, y nos trataron muy bien; pero tuvimos el disgusto de que, contestando al saludo que nos hizo la Ciudad del Fayal, dos artilleros murieron, y les hicimos las exequias, y al efecto todos saltamos en tierra. Y continuamos nuestro viaje, y a últimos de mayo llegamos a Cádiz.

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