TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA
AUTOBIOGRAFIA DE SAN ANTONIO MARIA CLARET
Capítulo VII
De varias disposiciones que dimos para el bien de la diócesis
550. Si bien es verdad que los dos años primeros se visitó y misionó en todas las parroquias, pero siempre se continuó misionando y visitando. Como manda el sagrado Concilio de Trento que cada año o cada dos años se ha de hacer la visita, yo en seis años y dos meses hice cuatro veces la visita en cada parroquia.
551. En mi tiempo se hizo el arreglo y aumento de la dotación del clero, tanto de la Catedral como del parroquial; aquella se aumentó y la mía se disminuyó; antes, el Arzobispo de Cuba tenía 30.000 duros y la cuarta parroquial, que le valdría 6.000 duros, y a mi tiempo se puso a 18.000, sin cuarta ninguna.
552. Los curas tenían una mezquindad: los cuatro de Santiago tenían 33 duros y el pie de altar, que la mitad tenían que dar al Prelado y a uno que llamaban sacristán, que nada hacía. A mi tiempo se puso que los curatos de ingreso tuviesen 700 duros; los de ascenso, 1.200, y los de término, 2.000 duros; para los gastos del culto, 200 duros a los de ingreso, 400 duros a los de ascenso y 700 a los de término. A los canónigos también se les aumentó la dotación. Se arregló una capilla muy bien dotada y muy bien montada: hacía venir de la Península buenos músicos y organistas, y se hacían unas funciones lucidísimas.
553. Tanto a los canónigos como a los párrocos y demás sacerdotes, cada año les hacía hacer ejercicios espirituales por diez días. Les hice vestir siempre hábitos talares, mandándolo por edicto, con la pena de diez duros al que faltase. Sólo uno faltó. Yo le hice comparecer vestido de seglar, le hice pagar la multa, y, como fue cogido en una casa sospechosa de mujeres, le recogí las licencias y le metí en reclusión. A un canónigo y racionero que se le probó que había pecado después de haberle yo avisado, le quité parte de sus rentas, según lo dispuesto por el Concilio de Trento.
Cuando algún cura había caído en alguna fragilidad, le hacía hacer ejercicios, y, si veía que de veras se había enmendado, le sacaba y le enviaba a otro punto bien distante a fin de apartarle del peligro.
554. Puse las conferencias en todas las poblaciones, tres cada semana, una de rúbricas y dos de moral; yo siempre las presidía. La primera de cada mes era conferencia de día de retiro, que consistía en un rato de lectura, oración y plática.
555. Reparé el Seminario Conciliar. Más de treinta años habían pasado sin que seminarista interno se
hubiese ordenado. Todos empezaban la carrera diciendo que tenían vocación, se instruían a expensas del Seminario, y, al último, decían que no querían ser curas, y se graduaban y se recibían de abogados. Así es que en Santiago hay un enjambre de abogados criados e instruidos a expensas del Seminario, y los pocos curas eran externos.
556. Dios mediante, se cambió completamente. Puse por Rector de dicho Seminario a D. Antonio Barjau, sacerdote dotado del celo para educar niños y jóvenes, y este buen eclesiástico, con sus buenas maneras, fue como les iba metiendo en carrera y les hacía practicar la Religión y aplicar a las ciencias. Así es que últimamente estaban muy adelantados tanto en la virtud como en las ciencias, y muchos de ellos ya se han ordenado y otros se van ordenando.
557. Como necesitaba de pronto sacerdotes y el Seminario no me los podía dar sino después de mucho tiempo, me valí de este medio: convidé a estudiantes de Cataluña que estuviesen concluyendo la carrera, y en Santiago la terminaban en el Seminario y se ordenaban con el título de una sacristía, y después hacían oposición a Curatos. Ordené a treinta y seis.
558. También con el Señor Provisor quitamos los muchos y gravísimos abusos que había en las Capellanías. Y procuraba que las Capellanías que eran de derecho devoluto, que podía dar, siempre las daba a los hijos del país que eran buenos, que eran seminaristas internos y daban esperanzas de que con el tiempo serían buenos curas.
559. Aumenté el número de parroquias y dispuse que los curas enseñasen la doctrina cristiana y que en todos los domingos predicasen o leyesen al pueblo.
560. Puse la Hermandad de la Doctrina Cristiana, y en un principio que nos hallarnos en la Isla, todos
los Estudiantes tenían que enseñar la doctrina distribuidos en todas las Iglesias. En los domingos hacíamos procesiones de niños, y en los atrios o plazas de las Iglesias se paraba la procesión y se colocaban dos mesas, y encima de ellas subían dos niños y en alta y clara voz se preguntaban mutuamente. Y así los demás, y el pueblo, que se agrupaba con esta novedad, aprendía la doctrina cristiana, que tanto necesitaba. Visitaba siempre y en todas las poblaciones las escuelas de niños y de niñas y platicaba en ellas a los Maestros y Maestras y a los discípulos y discípulas.
561. Puse un convento de monjas de la Enseñanza para las niñas y les compré una casa que me costó cerca de doce mil duros.87
87. Aquí nació el Instituto Apostólico de la Inmaculada Concepción de María Santísima (hoy Religiosas de María Inmaculada Misioneras Claretianas), con esta primera comunidad erigida en Santiago de Cuba el 27 de agosto de 1855. La fundadora fue la M. María Antonia París i Riera de San Pedro. Nacida en Vallmoll (Tarragona) el 28 de junio de 1813, en octubre de 1841 entró en el convento de la Compañía de María, de Tarragona. En 1850 recibió el hábito y tras un período de incertidumbre, decidió salir de la Compañía de María el 28 de enero de 1851. Con el santo arzobispo Claret fundó en Santiago de Cuba el Instituto de las Misioneras Claretianas. Falleció santamente en Reus (Tarragona) el 17 de enero de 1885.
562. Con la ayuda del Señor cuidé de los pobres. Todos los lunes del año, durante el tiempo de mi permanencia en aquella Isla, reunía a todos los pobres de la población en que me hallaba, y, como a veces son más pobres de alma que de cuerpo, les daba a cada uno una peseta, pero antes yo mismo les enseñaba la doctrina cristiana. Siempre, y después de enseñado el Catecismo, les hacía una plática y les exhortaba a recibir los santos sacramentos de la penitencia y comunión y muchísimos se confesaban conmigo, porque conocían el grande amor que les tenía, y a la verdad, el Señor me ha dado un amor entrañable a los pobres.
563. Para los pobres compré una hacienda en la Ciudad de Puerto Príncipe. Cuando salí de la Isla llevaba gastados de mis ahorros veinticinco mil duros. El presbítero D. Paladio Currius dirigía la obra en la construcción de la casa, a quien el Señor le había dotado de especial inteligencia para esto; él comía y dormía en la misma hacienda con los trabajadores a fin de vigilarlos y dirigirlos.
564. El Plan de esta obra era recoger a los Niños y Niñas pobres, que muchos de ellos se pierden por las calles pidiendo limosna. Y allí se les había de mantener de comida y vestido y se les había de enseñar la Religión, leer, escribir, etc., y después arte u oficio, el que quisiesen; y una hora no más cada día, los niños habían de trabajar en la hacienda, y con esto ya se les podía mantener con las viandas que producía la misma hacienda; y todo lo demás que ganasen se había de echar en la caja de ahorros. Por manera que cuando saliesen de dicha casa habían de tener instrucción y además habían de haber aprendido algún arte u oficio, y se les había de entregar lo que ellos hubiesen ganado.
565. La casa estaba distribuida en dos grandes secciones, una para los niños y otra para las niñas; la
Iglesia en medio, y en las funciones religiosas el lugar de los niños era el centro de la Iglesia, y el de las niñas, las tribunas de la parte de su sección, por manera que estarían completamente incomunicados. La casa tenía dos pisos; en el primero habían de estar los talleres y en el segundo los dormitorios, etc.
566. Al frontis del establecimiento o casa, o la parte de los niños, había de haber un gabinete de física y aparatos de agricultura, un laboratorio de química y una biblioteca. A la biblioteca se había de dar entrada a todo el mundo, dos horas por la mañana y dos por la tarde; a la clase de agricultura, tres días a la semana, a todos los que quisiesen asistir; lo demás era para los internos.
567. Toda la extensión de la finca yo la había hecho amurallar y cercar, y después había dividido todo
el terreno en diferentes cuadros, y tanto alrededor como en las líneas de los cuadros hacía plantar el terreno de árboles de la Isla y de afuera, que allá se podían aclimatar y utilizar, como un jardín botánico, enumerando a todos los árboles, y por números puestos en un libro en que se explicase la naturaleza de cada árbol, su procedencia, su utilidad, el modo de propagarse y mejorarse, etc., etc. Al efecto, yo, por mis propias manos, había ya sembrado más de cuatrocientos naranjos, y crecían admirablemente. También había de haber en la misma finca una parte para los animales de la Isla y de fuera de ella de forma que se podían utilizar y mejorar las razas.88
88. El ambicioso proyecto claretiano –obra pionera en su época– se realizó sólo materialmente. Cuando ya el edificio
estaba prácticamente terminado, el episodio de Holguín y la posterior llamada a España impidieron su funcionamiento.
568. Mientras que esta casa se iba adelantando escribí una obrita que se titula Delicias del campo, cuya obra encierra en embrión la Casa de Beneficencia comenzada. Esta obrita Delicias del Campo ha sido de grande utilidad en aquella Isla, de modo que los dueños de las haciendas se la entregaban a los mayorales y les decían que por ella se llevaran. Los Generales de La Habana y de Santiago, proveedores de la prosperidad del país, eran los que más hacían conocer esta obra, y actualmente el General Vargas, que entonces estaba en Santiago de Cuba y en el día de hoy en Puerto Rico, la hace reimprimir allá para Puerto Rico y para Santo Domingo.
569. También puse en la Diócesis La Caja de ahorros cuyo Reglamento y aprobación está en la misma obra, para utilidad y morigeración de los pobres, porque vi que los pobres, si se les dirige bien y se les proporciona un modo decente de ganarse la vida, son honrados y virtuosos; de otra manera se envilecen, y por esto era mi afán en lo espiritual y corporal. Y así, con la ayuda del Señor, me salió muy bien. Sea todo para gloria de Dios.
570. También visitaba a los presos de las cárceles; les catequizaba y predicaba con mucha frecuencia, y les daba después una peseta a cada uno, y así me oían con gusto y aplicación.
571. Visitaba con la misma frecuencia a los pobres del hospital, y también les daba algún socorro, singularmente cuando salían convalecientes. Era presidente de la Junta de los amigos del país; nos reuníamos en el Palacio y nos ocupábamos todos de los adelantos de la Isla; procurábamos oficio a los muchachos pobres. Cuidábamos de que en la cárcel los presos aprendieran a leer, escribir, la Religión y algún oficio. Así es que en la cárcel teníamos una porción de talleres, porque la experiencia enseñaba que muchos se echaban al crimen porque no tenían oficio ni sabían cómo procurarse el sustento honradamente.
572. Facilité los matrimonios a los pobres y a los que no hallaban la partida de bautismo, a fin de quitar amancebamientos. Me opuse a los raptos y a los matrimonios entre parientes; y sólo lo concedía y los dispensaba cuando no podía por menos, porque veía el mal resultado que daban semejantes enlaces