Irradia emisión del 7 de marzo de 2021
“Derribad este templo y en tres días lo reconstruiré…
Se refería al templo de su cuerpo”. Juan 2, 13-25
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
III Domingo de CUARESMA
(Música, Tú eres todopoderoso, DR)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Tú eres todopoderoso, DR)
Para la reflexión de hoy nos acompaña la hermana María Soledad Galerón, Misionera Claretiana.
Me da alegría encontrarnos, de nuevo, un domingo más. Reciban mi saludo cariñoso y la invitación a abrir nuestro oído y corazón a la Palabra que, a través de la Iglesia, Dios, quiere comunicarnos este III Domingo de Cuaresma.
La Palabra de Dios, siempre nos trae un mensaje de esperanza y liberación. Y, hoy, necesitamos, más que nunca, esta Palabra que nos ilumine y sostenga en este tiempo de pandemia, que, por la distancia social, el confinamiento, el cuidado de los niños y ancianos y la lucha por la sobrevivencia, tan larga y dura se nos está haciendo.
En este III domingo de Cuaresma vamos a reflexionar el texto del Evangelio de Juan, de “la purificación del templo”. Texto que, con diferentes matices y subrayados, también presentan los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. Cuando los cuatro evangelios narran un mismo hecho o dicho de Jesús, nos encontramos ante algo de significado importante para la comunidad cristiana.
Antes de escuchar el evangelio, me gustaría, recordar, brevemente, que el evangelio de Juan tiene unas características diferentes a los otros. Es el último de los evangelios escrito y es fruto de la reflexión y profundización que la Iglesia ha hecho sobre la experiencia y el hondo sentido de Jesús de Nazaret, y su Resurrección. Es importante tener en cuenta que Juan, en sus escritos, va mucho más allá de los acontecimientos que narra, quiere llevarnos a lo profundo del sentido que tienen, los hechos y palabras de Jesús, tanto para las primeras comunidades, como, para las nuestras, hoy.
Su Evangelio es como un pozo, en el que cuanto más se desciende, más se percibe su profundidad. En pequeños acontecimientos de la vida cotidiana, como una boda, un encuentro casual con una mujer, con un ciego, un lavatorio de pies, Juan, nos introduce en la hondura de un verdadero acontecimiento teológico, una manifestación de Dios, que interpela nuestra vida.
En sus escritos encontramos un primer nivel, “de superficie”, el más inmediato, el nivel de la experiencia humana: agua, vino, pan, pozo, la expulsión del templo, una conversación… lo que nuestros sentidos perciben. Pero no quiere que nos quedemos ahí, sino, que, la palabra o frase de Jesús, nos haga caer en la cuenta de que hay algo más de lo que se ve… Es el nivel de la contemplación del Misterio de Dios. Y, finalmente Juan, explica el sentido profundo de lo narrado, nos “revela ese misterio”, para que creamos en Él.
Nosotros también en la vida cotidiana estamos llenos de signos, de símbolos, de iconos… Son formas de lenguaje, de comunicación que van más allá de las palabras habladas o escritas, y nos ayuda a percibir y a comunicar realidades que no es posible expresar o captar con otros medios. Frecuentemente, Juan, nos habla por medio de “signos”, con los que nos sitúa ante la Palabra, para que la escuchemos y acojamos. Así nos abrimos a la dinámica del encuentro con el Señor Resucitado que nos transforma y, hace de nosotros los testigos gozosos que el mundo necesita…
Los signos aparecen frecuentemente en el Evangelio de Juan. En el capítulo 20 explica su sentido: “Jesús, dice, realizó otros muchos signos… han sido para que crean que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios y para que creyendo tengan vida en su nombre” (20,30-31). Los signos que Jesús realiza, nos orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza salvadora. Ante esos signos, sólo cabe el reconocimiento de Jesús como el Hijo de Dios, el Mesías, el Revelador del Padre.
Ahora vamos a escuchar el evangelio de Juan, en el capítulo 2, los versículos del 13 al 25. Les animo a tener a mano la Biblia, para que podamos más fácilmente seguir el texto que vamos a reflexionar.
(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 2, 13-25)
El primer versículo nos sitúa en el tiempo y el espacio: está cercana la fiesta de la Pascua, la más grande del pueblo judío. En ella celebran la liberación de Egipto y la alianza que el Señor, su Dios, ha hecho con ellos. Jesús, como buen judío, sube al templo con sus discípulos. El versículo 14, describe el espectáculo que Jesús encuentra en los atrios del templo. Notemos que, el templo, no es para Jesús, solo “casa de oración”, como describen los otros evangelios, sino la “Casa de su Padre” y la han convertida en “un mercado”. Marcos, Mateo y Lucas dicen en “cueva de ladrones”.
Los versículos 15 y 16, refieren la reacción de Jesús; hace un látigo y arremete contra comerciantes, animales, los bancos de los que cambian monedas, etc… Este gesto nos dice el papa Francisco que no fue “una acción violenta, tanto es verdad que, no provocó la intervención de los vigilantes del orden público, la policía. ¡No! Sino que, fue entendido como una acción típica de los profetas, los cuales a menudo denunciaban, en nombre de Dios, abusos y excesos”. Jesús está haciendo realidad la profecía de Malaquías: “De pronto entrará en el santuario el Señor que buscan, el mensajero de la alianza que desean, mírenlo entrar… ¿quién resistirá cuando él llegue?”. Jesús aparece con poderes divinos para purificar la casa de Dios. A los apóstoles este gesto, les recuerda el salmo 69 “me devora el celo de tu templo y, las afrentas con que te afrentan, caen sobre mí”.
Pero, la “revelación” más importante, la hace Jesús en los versículos siguientes… “Derriben este templo y en tres días lo reconstruiré… se refería al templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de la muerte los discípulos recordaron que había dicho eso y creyeron”. Estamos pues ante un texto que anuncia de la Pascua de Cristo.
Los judíos, no entienden esas misteriosas palabras; están, como nosotros tantas veces, en un nivel superficial. Jesús va a entregar voluntariamente su cuerpo a la tortura y a la muerte, pero a los tres días, el Padre se lo devolverá glorioso. Jesús está “revelando” el misterio de su muerte y resurrección, y con ello que, la Pascua de Jesús inicia un nuevo culto y un nuevo templo, el culto del amor, y el templo de Cristo resucitado.
Estamos invitados a ir más allá de los templos de piedra y, entender cómo, el cuerpo de Jesús, muerto y resucitado, se convierte en el lugar donde Dios se manifiesta, verdadero templo en el que nos ponemos en contacto con Dios. Para Jesús ya no hay lugares profanos. Cuando habla del “templo como su cuerpo” habla de que las más pequeña de las criaturas alberga, de alguna manera, al Creador del universo. Respetar cada cuerpo, cuidarlo, honrarlo, amarlo. Es el culto que le agrada…
Los últimos versículos son una clara alusión a la presencia del Espíritu, que recibimos por la fe y el bautismo y, que, nos hace a todos, templos de Dios. Lo veremos muy claro si leemos el capítulo 8 de la carta a los Romanos, anímense a leer.
En las últimas líneas, Jesús dice que “sabe lo que hay dentro de cada corazón”; estas palabras son un consuelo, porque: Dios conoce nuestras luchas, dudas, los buenos deseos, búsquedas, miedo, fragilidad… La presencia de su Espíritu en nuestro corazón nos da luz, fortaleza, ánimo y la capacidad, para hacer de nuestra vida un verdadero culto a Dios y un sincero servicio al hermano. Que es lo que realmente da gloria a Dios, y nos hace, en nuestro ambiente, testigos de un camino de humanización verdadera…
(Música, Oración Apostólica de Claret, DR)
Conscientes de los buenos deseos y, de la fragilidad de nuestra fe, acudamos confiadamente a nuestro Padre diciendo: Padre ¡escucha nuestra oración!
Que la Iglesia, “cuerpo de Cristo”, se entregue con corazón generoso a la evangelización y el servicio de todos los pueblos. TE PEDIMOS: Padre ¡escucha nuestra oración!
Por el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes, diáconos, animadores de comunidades, catequistas, para que sean testigos de tu amor misericordioso para con todos. TE PEDIMOS: Padre ¡escucha nuestra oración!
Que la luz y la fuerza de tu Espíritu se derrame sobre los políticos, científicos, economistas, personal de la salud, y los mueva a la verdad, la justicia, y la solidaridad. TE PEDIMOS: Padre ¡escucha nuestra oración!
Para que se sientan en tus manos de Padre los que sufren, injusticia, violencia, enfermedad, falta de medios, las consecuencias de la pandemia, y nos concedas, que encontremos soluciones a la compleja situación de nuestro mundo. TE LO PEDIMOS: Padre ¡escucha nuestra oración!
Tú que habitas nuestros corazones, concédenos reconocer tu presencia en cada ser que vive en nuestro universo y cuidarlo con ternura. TE LO PEDIMOS: Padre ¡escucha nuestra oración!
Acoge a todos los difuntos en tu corazón misericordioso y dales la gloria eterna. TE LO PEDIMOS: Padre ¡escucha nuestra oración!
Con las palabras que Jesús nos enseñó, pidamos, especialmente, que sepamos santificar su nombre con nuestra vida cotidiana entregada al servicio de quien nos necesite:
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
Y líbranos del mal. Amén
Al despedirme les quiero comentar lo que imagino ya saben, que el día 3 de marzo, comenzamos el “año claretiano”, en memoria del 170 aniversario de la llegada de Claret como Arzobispo de esta Arquidiócesis. Como hija de San Antonio María Claret, deseo y pido al Señor, que el año sea una oportunidad para conocerle y, sobre todo, para dejarnos inspirar por su gran espíritu misionero, su trabajo incansable, su fortaleza ante la adversidad, su ternura para con los pobres, enfermos, presos; su preocupación y trabajo para mejorar las extensas zonas rurales de su inmensa diócesis… que en aquel tiempo desde Morón a punta de Maisi… y la recorrió toda casi 4 veces, en misiones y visitas pastorales…
No tenemos más tiempo en este programa, solo les animo a participar en las distintas actividades, que en el año se vayan organizando, en la medida que la pandemia nos deje… estén al tanto porque, sobre él, irán apareciendo textos, comentarios, reflexiones en los medios de comunicación de la Arquidiócesis…
Soy María Soledad Galerón, y me despido animándoles a llevar, como Claret, la Palabra en el corazón y fue siempre la luz de su caminar, el sentido de sus decisiones y la inspiración de sus proyectos apostólicos… les dejo escuchando el Himno a Claret… Deseo a todos un bueno domingo, esperando que sigan sintonizando con nosotros, domingo tras domingo, para dejarnos “irradiar” por la Palabra de Dios…
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Es la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Himno a Claret, DR)