Irradia, emisión del 12 de julio de 2020

Irradia, emisión del 12 de julio de 2020

Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XIV del Tiempo Ordinario

Escuchar Aquí:

(Música, El sembrador)
“Salió el sembrador a sembrar (…) otras semillas cayeron en tierra buena y dieron fruto”

– Buenos días queridos radioyentes, este domingo tenemos el placer de compartir nuestro espacio con el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba. Les dejo en su compañía.

Querido amigos,

Gracias por acompañarme en este momento. Gracias a los que me han invitado para compartir con ustedes esta reflexión acerca del Evangelio del domingo, el evangelio del Sembrador. Pero mirando ahora para tener esta reflexión, me doy cuenta que el domingo se celebra la memoria de Luis y Celia Martín, los padres de Santa Teresita del Niño Jesús.

Y pensando en los sembradores, Celia y Luis fueron sembradores, que sembraron la palabra de Dios en el corazón de sus hijas. Y fue una semilla que germinó, que floreció, esa rosa que fue Teresita del Niño Jesús, esa lluvia de rosas que ella prometió que iba a enviar constantemente sobre aquellos que acudieran a ella.

Entonces, Luis y Celia fueron sembradores.

 (Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 13, 1-23)

A veces nos preocupa pensar el resultado. Nos esforzamos en la misión de la Iglesia, nos esforzamos en buscar medios para llevar el evangelio, el anuncio a todos aquellos que encontramos en nuestro camino; a nuestros jóvenes, a nuestros niños, a nuestros adultos, a los ancianos, a los enfermos. Pero nos preocupa sobre todo el resultado, cuál es el resultado de esto que hacemos; de este plan que hicimos, de esta decisión que tomamos, de este camino que seguimos. ¿Cuál es el resultado? Y cuando el resultado no corresponde con lo que pensábamos, con lo que aspirábamos, y creo que es bueno, tenemos que aspirar, tenemos que pensar qué vamos a obtener. Pero cuando esto no ocurre, nos desalentamos algunas veces, nos desanimamos, pensamos que hemos fracasado.

Sin embargo, yo tengo un amigo que me decía siempre: Cuando yo me acuesto cada noche yo me pregunto, ¿he sembrado?, y si me respondo que sí, que he tratado de sembrar en la medida de las posibilidades, entonces duermo tranquilo”. Por qué, porque el evangelio de hoy nos dice que nosotros somos sembradores, el evangelio no nos dice, el Señor no nos dice en el evangelio que somos cosechadores. A nosotros nos toca lanzar la semilla de la Palabra de Dios, y lanzarla dondequiera, por eso el Señor es tan explícito.

La semilla que cae al borde del camino y vienen los pájaros y se la comen. La semilla que cae en medio de las piedras, y aparentemente germina, pero como no tiene raíces profundas cuando sale el sol se seca. La que cae entre zarzas, entre mala hierba, y aunque quiere crecer no puede, porque las malas hierbas la ahogan. Pero está la semilla que cae en el terreno bueno, y dice el Señor, da el treinta, el sesenta y el ciento por uno.

Nosotros somos sembradores, y tenemos que sembrar donde quiera, no podemos escoger: vamos a sembrar aquí, vamos a sembrar allá, este sí, el otro no. Tenemos que lanzar la Palabra de Dios, sólo el Señor conoce el corazón de las personas; sólo el Señor sabe si el corazón es el borde del camino, si el corazón está lleno de piedras, si el corazón tiene malas hierbas, o si el corazón es terreno fértil y bueno. Sólo Él lo sabe. Nosotros no lo sabemos, por eso no podemos escoger dónde vamos a sembrar, a quién le vamos a predicar. No podemos ser selectivos, tenemos que lanzar la Palabra de Dios, y el Señor entonces se ocupará, de darle las condiciones para que germine, crezca, para que vayan saliendo poco a poco las hojas, las flores, los frutos, y dé el treinta, el sesenta, y el ciento por uno.

Por eso, ante este Evangelio tenemos que preguntarnos, ¿Yo soy sembrador? ¿Cada día yo soy sembrador? ¿Cada día cuando yo salgo a la calle y me encuentro con las personas, con mis amigos, con mis conocidos, con los desconocidos, con los que me caen bien, con los que me caen mal, con los que abren el corazón y con los que lo cierran, yo experimento como sembrador? Con la palabra por supuesto, la palabra es importante, pero la palabra tiene que ir acompañada de la vida.

No podemos sembrar sino sembramos con la palabra y con la vida, porque no podremos pedirle a los demás que hagan, lo que nosotros no somos capaces de hacer. No podemos pedirle a los demás que abran el corazón a la Palabra de Dios, que se dejen iluminar por ella, que se dejen fortalecer por ella, que se dejen guiar por ella, si nosotros no nos esforzamos por permitirlo en nuestra propia vida. Esforzarnos, con la Gracia de Dios, con la fuerza de Dios, el Señor no nos pide más. El Señor pide que hagamos lo posible, que pongamos de nuestra parte los dones que Él nos ha dado, para hacer germinar esa Palabra de Dios en nosotros, para que pueda dar frutos, y que entonces podamos sembrar en el corazón de los demás.

Miremos con cuánta dificultad la Palabra de Dios a veces crece en nuestros propios corazones, entonces no nos podemos asombrar cuando la Palabra de Dios encuentra dificultades para crecer en el corazón de los demás. No nos podemos desalentar, ni desanimar, porque Dios no se desalienta ni se desanima con nosotros. El Señor insiste cada día, y hace llover sobre justos y sobre injustos, hace llover sobre santos y sobre pecadores, cada día el Señor se ocupa y se preocupa de nosotros, permanece, está ahí a nuestro lado, caminando, teniendo paciencia para con nosotros.

Entonces, nosotros somos sembradores, no olvidemos eso, nosotros tenemos que sembrar la Palabra de Dios en nosotros y en los demás. Cada día, en cada instante, como decía Pablo, a tiempo y a destiempo, gastarnos y desgastarnos, no podemos desalentarnos. Somos sembradores.

Como decía mi amigo, a la noche al acostarnos preguntarnos: “¿Sembré la Palabra de Dios hoy? ¿La sembré en mí, la sembré en los demás? Y si puedo decir, pues sí, a pesar de mis fragilidades, de mis debilidades, de las dificultades, he tratado de hacerlo. Pues entonces, dormir en paz, y dejar lo demás en las manos del Señor, Él se ocupará. Pero lo que tenemos que hacer nosotros, eso sí no podemos dejárselo a Él. Nosotros tenemos que ser sembradores, y sembrar en todos los corazones, porque los corazones sólo los conoce el Señor.

Como los padres de Santa Teresita, que sembraron en el corazón de sus hijas y cada una dio una respuesta distinta, pero todas dieron una respuesta de fe, tuvieron que hacer un camino, pero la semilla germinó, creció, y dio frutos, y frutos abundantes. Entonces, hagamos nosotros lo mismo, sembremos. Quizás no recojamos nosotros, pero los que vengan después recogerán; como los que están ahora recogieron lo que sembraron los que vinieron antes de nosotros.

Entonces ánimo, sembremos con alegría y con gozo. Que así el Señor nos lo conceda.

 (Música, Amor mío, Tony Rubí)

Hermanos les invito a hacer un momento de silencio para ponernos en oración. Juntos presentemos a Dios nuestras peticiones.

Después de cada petición oramos diciendo: Te lo pedimos, Señor

Por la Iglesia universal, para que fiel a las enseñanzas de Jesús, esté siempre atenta a las necesidades y los retos que impone cada momento, oremos: Te lo pedimos, Señor

Por los que son servidores del pueblo, los que gobiernan, los que dirigen, los que distribuyen recursos, para que nunca olviden que la razón de ser de su servicio son sus propios hermanos, oremos: Te lo pedimos, Señor

Por los enfermos y sus familias, en especial los contagiados con el virus, y los que aún están en cuarentena, para que no decaigan en su ánimo y luchen con todas sus fuerzas por la vida, oremos: Te lo pedimos, Señor

Cercana ya la fecha de los 505 años de fundación de esta ciudad de Santiago de Cuba, el próximo 25 de julio, pidamos a Dios, por intercesión de Santiago Apóstol, nuestro patrono, por todos los santiagueros para que, con su alegría, su fuerza y su fe, trabajen responsablemente en la construcción de una ciudad que sea orgullo y ejemplo para todos, oremos: Te lo pedimos, Señor

Para que no pasemos de largo ante una persona que sufre por alguna discapacidad física o mental, y como pueblo, fomentemos una actitud de cercanía y solidaridad con nuestros semejantes, en especial con los que más nos necesitan, oremos: Te lo pedimos, Señor

Por los médicos, enfermeras y enfermeros, auxiliares, investigadores, trabajadores de la salud, para que continúen en su empeño de trabajar por el bien y la salud de todos, oremos: Te lo pedimos, Señor

Por todos nuestros difuntos, para que estén gozando de la paz junto a Dios, oremos: Te lo pedimos, Señor

Señor te presentamos todas estas súplicas, y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces, por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, Amén.

Muchas gracias por habernos acompañado, espero que nos volvamos a encontrar pronto.

Ahora hermanos juntos, oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal. Amén 

Hermanos, vamos a disponernos para recibir la bendición de Dios.

Que Dios todo poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros, sobre nuestros familiares y amigos, y nos acompañe siempre. Amén

Les habla el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Catedral de Santiago de Cuba. 

(Música, Como la hierba que se renueva cada mañana, Tony Rubí)

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