REFLEXIÓN DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ
REFLEXIÓN DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ

REFLEXIÓN DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ

REFLEXIÓN DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 13 de abril 2025
DOMINGO DE RAMOS

¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Lucas 19, 38

Hermanos,

Hemos estado cuarenta días en que la liturgia de la iglesia nos ha llamado a acompañar a Jesús en esa subida a Jerusalén.

Él había estado predicando las aldeas, los barrios, aldeas, Galilea, había ido a Jerusalén varias veces, pero llegaba el momento que Él sabía que esa sería su última vez, y es la subida a Jerusalén.

Y la Cuaresma desde el Miércoles de Ceniza que nos recordaba, que nosotros no podemos creernos mejores que nadie, ni creernos imprescindibles, no. Nosotros somos hijos de Dios, criaturas de Dios y por lo tanto tenemos un valor inmenso. Pero precisamente nuestro valor se acrecienta cuando sabemos que somos hijos de Dios.

Si no creyéramos esto, ¿en qué creeríamos? ¿En que nosotros somos un producto más de la evolución de naturaleza esa cosa informe que nadie sabe? ¿Qué sentido tiene? No hermanos, nosotros somos hijos de Dios y por lo tanto somos herederos. Por lo tanto, el Señor tiene un designio para nosotros que es la salvación.

Ya Jesús está al final. Ya la gente había visto, como dice el texto, los milagros que Él hacía, y no solo los milagros, sino lo que decía, la manera de comportarse, la manera de discernir, de ayudar, de dar ánimo, de consolar. Ellos veían la misericordia de alguien de Dios. Decía que venía en nombre de su Padre, muchos le criticaban. Eso es lo que estamos leyendo en estos días en la misa.

Cuando Él decía, “Crean que yo soy el Hijo de Dios”. Entonces, por eso que la gente sale, muchos milagros, mucha llamativa. El Señor ha venido a salvarnos. Vamos a darle la bienvenida a Jerusalén. Y cogen los mantos los tiran, los ponen, se lo ponen al borrico, sacan los ramos y empiezan a corear, “Bendito el que viene en nombre del Señor, bendito el que viene en como hijo de David.” El hijo de David sería Aquel, el Mesías que salvaría el pueblo de Israel. Y así lo recibieron.

Ellos venían de su vida diaria, cotidiana, que era una vida llena de bastantes dolores y de incertidumbres. Era una vida de lucha. Pero ellos veían en Él. el Salvador. Debían encontrar el sentido a su vida. Toda esta vida complicada muchas veces, otras veces menos complicada, ¿qué sentido tiene? Solamente tiene sentido en Dios, si todo eso se vive para algún día estar junto a Él. Para eso él nos llama, para eso es nuestro Padre.

Nosotros también hemos venido hoy con esa actitud. Sabemos ya que el que Cristo es el Señor. Que aquel que muere en la cruz y que vamos a leer la Pasión hoy, ése es el Hijo de Dios, y ése nos va a alcanzar la vida eterna con la resurrección. Por eso, hermano, tenemos que acoger a Jesús en nuestra casa, nuestra casa y nuestro corazón. Tenemos que acogerlo.

Acojámoslo hermanos, no solamente de palabra, sino diciendo, “Tú eres el que le das sentido a mi existencia. Tú eres el que le das cumplimiento a las promesas de Dios. Tú eres que nos lleva a la vida eterna, a la salvación”.

Hermanos, continuemos la santa Misa dando la gracia a Dios por esto, pero sí con el espíritu de saber que nosotros queremos recibir al Señor en nuestro corazón, y cada ramo que nosotros llevemos a nuestra casa será recordarnos de eso. Quiero que Jesús vive en mi casa. Quiero que Jesús vive en mi familia. Quiero que Jesús vive en mi corazón. Y ampliando, quiero que Jesús viva en nuestro pueblo, en nuestros pueblos, que tanta falta hace en medio de tantas situaciones difíciles y confusas.

Por eso, hermano, vamos a continuar la Santa Misa, ofreciendo a Jesucristo en el altar, sabiendo que su presencia se hará bajo la forma del pan y el vino, y escuchando su Palabra que siempre es una palabra salvadora. Continuemos la santa misa.

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