Irradia, emisión del 6 de abril de 2025
Irradia, emisión del 6 de abril de 2025
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
V Domingo de Cuaresma
“¿Nadie te ha condenado mujer? Nadie, Señor. Yo tampoco te condeno. Ya no vuelvas a pecar” Juan 8, 10-11
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(Música, Quien libre esté de pecado, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los 3que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Quien libre esté de pecado, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
“Señor, hazme justicia, defiende mi causa contra la gente sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado, tú que eres mi Dios y mi defensa. Te rogamos, Señor, Dios nuestro, que con tu auxilio avancemos animosamente hacia aquel grado de amor con el que tu Hijo por la salvación del mundo se entregó a la muerte. El que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.”
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren, siempre es una alegría, y un placer, y un gozo poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo, y sobre todo poder compartir la palabra de Dios que nos ha animado, que nos ha consolado, que nos ha fortalecido en esta semana que recién termina, y que nos fortalecerá, nos consolará, nos animará en esta semana que recién comienza.
Estamos ya en el quinto domingo de Cuaresma, lo cual quiere decir que estamos en el último domingo de Cuaresma. Entonces tenemos que hacernos una pregunta, cómo estoy viviendo, cómo he vivido, cómo he aprovechado este tiempo que la liturgia de la iglesia me proporciona para prepararme a la Semana Santa, a la Pasión, la Muerte y la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, para que no sea solo una celebración más que pasamos por ella. La disfrutamos, sí, la vivimos, claro, pero que no deje esa onda huella que tiene que dejar en nosotros para todo el año.
Cristo que murió por nosotros, Cristo que resucitó por nosotros y nos abrió las puertas de la vida eterna. Oración, ayuno, limosna, cómo lo hemos vivido en este tiempo. Todavía nos queda esta semana antes del domingo de Ramos, que será el domingo próximo 13 de abril. Así que aprovechemos. No lo dejemos para mañana, porque mañana no existe, lo que existe es el ahora.
En este quinto domingo de Cuaresma el profeta Isaías nos anuncia el gran proyecto de Dios, que consiste en renovar todas las cosas. Así nos lo dice en la primera lectura, tomada del libro del profeta Isaías, capítulo 43, versículo del 16 al 21.
Por medio de Cristo se realiza esta renovación, y como dice San Pablo en su carta a los Filipenses, capítulo 3, versículos del 7 al 14, la segunda lectura, por la muerte y resurrección de Cristo tenemos la esperanza de alcanzar la meta del cielo.
San Juan nos muestra la escena de la mujer adúltera que fue perdonada en el Evangelio de hoy, para enseñarnos que Cristo sabe perdonar cualquier infidelidad para con Dios, y por eso Él es la fuente inagotable de toda renovación.
El Evangelio de hoy está tomado del evangelista San Juan, capítulo 8, versículo del 1 al 11.
(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 8, 1-11)
Tratando de probar a Jesús le llevan una mujer sorprendida en adulterio. Y nos dice el evangelista que poniéndola frente a Él le dijeron, “Maestro esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?” Es ponerlo en un compromiso. Si dice que no hay que apedrearla, aparentemente está yendo en contra de la ley de Moisés. Si dice que sí hay que apedrearla, entonces dónde queda el amor y la misericordia del que el Señor está dando constantes muestras, que nos anuncia con la palabra, con la vida, con sus obras, con sus hechos.
Entonces no es que ellos estén escandalizados por el pecado de esta mujer, sino que quieren coger a Jesús en falta porque ya no saben cómo lo van a callar, cómo lo van a silenciar, cómo van a impedir que su palabra llegue a todos aquellos que se reúnen para escucharla. Esa palabra que los ilumina, que los consuela, que los fortalece y de manera particular a los pecadores. Porque se reúne con pecadores y publicanos, le echan en cara los escribas y los fariseos. El Señor no tiene a menos reunirse con ellos.
Entonces, pero nos dice el evangelista que Jesús se agachó y se puso a escribir vivir en el suelo con el dedo. Me imagino que se preguntarían los que estaban alrededor y qué está haciendo. No les responde, se pone a escribir en el suelo. Y seguían insistiendo con sus preguntas.
Y el Señor se levanta y les dice lo que ellos no hubieran imaginado ni hubieran querido escuchar. “El que esté libre de pecados, aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Y se agachó de nuevo. Y nos dice el evangelista San Juan, con un toque de humor también, ¿por qué no? El humor no puede estar ajeno al Evangelio. Que se comenzaron a escabullir. Utiliza la palabra escabullir. No dice se fueron, se apartaron, se alejaron, se escabulleron como hacen las ratas cuando necesitan huir de un lugar. Se escabulleron uno tras otro, y agrega algo más que tenemos que tener en cuenta, empezando por los más viejos.
Cómo nos gusta a los más viejos enjuiciar a los demás, a los más jóvenes, sobre todo, a señalarlos con el dedo, a emplazarlos, a sentirnos que siempre estamos por encima. Pero ante esta palabra de Jesús, el que esté libre de pecado, ¿quién iba a atreverse a decir que estaba libre de pecado? ¿Quién está libre de pecado? Nadie, solo la Virgen Santísima que fue concebida sin mancha de pecado original, que no conoció el pecado, porque fue escogida por Dios para ser la madre de su hijo, el Justo entre los justos, el Cordero Inmaculado. Fuera de eso, todos tenemos pecados. Más grandes, más pequeños, de un tipo, de otro, pero todos tenemos pecados.
¿Quién puede ser tan arrogante de decir, yo voy a lanzar la primera piedra? Y por eso se escurrieron, se escabulleron. Uno a uno. ¿Y qué hace Jesús? Le pregunta a la mujer, “Mujer, ¿dónde están los que te acusan? Nadie te ha condenado”. Ella le contestó, “Nadie, Señor.” Y Jesús le dijo, “Tampoco yo te condeno.” Pero añade algo que tenemos que tener en cuenta, “Vete y no vuelvas a pecar”, no es que Jesús va a perdonar así simplemente.
El Señor Jesús perdona, pero te abre a una vida nueva, a una conversión, a cambiar tu vida, comenzar de nuevo. Porque a veces queremos jugar con Él y pensamos, si el Señor es misericordioso, si el Señor siempre me va a perdonar, yo me convierto mañana, pasado, otro día, no importa. Y nos dejamos llevar por nuestras tentaciones, cualesquiera que sean, cada uno sabe las suyas, porque en definitiva el Señor me va a perdonar.
Con el Señor no se puede jugar. No podemos tentarlo. Cuando el demonio en el evangelio de las tentaciones lo sube al pináculo del templo y le dice, “Tírate de aquí abajo, porque se ha dicho, los ángeles te sostendrán para que no tropiece tu pie.” ¿Y qué le responde Jesús? “No tentarás al Señor tu Dios”.
Podemos tentar a Dios dejando para mañana la conversión, no hay mañana. Existe el ahora, este momento, el momento en que me encuentro. Por eso le dice a la mujer, “No peques más, te perdono, pero no peques más.” Nos enseña eso el Señor.
El Antiguo Testamento también dice, “No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. He venido a buscar lo que está perdido en el pueblo de Israel”, y nos da esas maravillosas enseñanzas de la parábola del hijo pródigo, de la parábola de la oveja perdida, de la dracma perdida.
El Señor siempre dispuesto a perdonarnos, pero tenemos que abrir el corazón a la misericordia y al perdón de Dios, y proponernos con su gracia y con su fuerza, porque sabemos que con la nuestra no basta, con los medios que Él nos ha dejado, con la oración, con el ayuno, con la generosidad, con los sacramentos, de manera particular la Eucaristía, alimentándonos y fortaleciéndonos con su cuerpo y con su sangre, el sacramento de la reconciliación, del amor misericordioso de Dios.
Ahí están nuestros confesonarios, que no estén vacío, que nos acerquemos tantas veces como sean necesarias, no vamos a escuchar condenación, el Señor quiere que el pecador se convierta y viva, pero tenemos que acercarnos, tenemos que hacer como el hijo pródigo. Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, no merezco llamarme hijo tuyo, y vamos a sentir los brazos de Dios en nuestro en nuestro cuello, vamos a sentir el amor de Dios en nuestro corazón que va a decir, “Hagamos una gran fiesta porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo he encontrado”. Experimentemos ese amor de Dios.
Entonces, pidámoslo así en este último domingo de Cuaresma, Señor, que no deje para mañana esa alegría y ese gozo de encontrarme con tu amor, con tu perdón y con tu misericordia, y dame un corazón misericordioso como el tuyo para no señalar con el dedo, sino para acoger, para consolar, para orientar, para ayudar a mis hermanos que no te han conocido o se han apartado de ti por cualquier razón, al volver al camino a encontrarse contigo.
Que así Tú nos lo concedas.
(Música, Vete no peques más, Dumas y Mary)
Hermanos, renovemos nuestra profesión de fe, como siempre les digo, pidiéndole, Señor, que no sólo profesemos nuestra fe con los labios, sino con nuestra vida, que vivamos conforme a la fe que profesamos.
Creen en Dios Padre todopoderoso creador del cielo y de la tierra. Sí, creo.
Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó y está sentado a la derecha del Padre. Sí, creo.
Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Sí, creo.
Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús nuestro Señor. Amén.
Con la alegría de saber que siempre el Señor nos escucha y nos responde, le presentamos nuestras súplicas.
En primer lugar, por la iglesia de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que tengamos un corazón misericordioso como el del Señor para ayudar a nuestros hermanos a encontrarse con Él. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.,
Por todos los difuntos de manera particular aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conoces te las presentamos. Por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor. Amén.
Hermanos, oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Hermanos, todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado pueden hacer la comunión espiritual rezando la siguiente oración.
Creo, Señor mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón, y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a Ti. Oh, Señor no permitas que me separe de ti. Amén.
Hermanos, que tengan todos, un feliz domingo, que lo puedan disfrutar con su familia, con sus amigos, como siempre les digo, de manera especial aquellos amigos que están lejos de sus familiares y que necesitan ese calor de la familia y que nosotros podemos darles. Quizás otras cosas no podamos darle, pero si tenemos una familia y lo podemos acoger en ella, seguramente podremos darle ese calor que ansía.
Y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.
Antes de terminar, les dejo la cita bíblica para esta semana, para que la lean, para que la mediten, para que la oren, si es en familia mejor, la familia que reza unida permanece unida. Está tomada del Evangelio de San Juan, capítulo 8, versículos del 10 al 11. “¿Nadie te ha condenado mujer? Nadie, Señor. Yo tampoco te condeno. Ya no vuelvas a pecar”.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima, si Dios quiere.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…
(Música, Que no te olvide, Tony Rubí)