Irradia, emisión del 23 de febrero de 2025
Irradia, emisión del 23 de febrero de 2025
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
VII Domingo del Tiempo Ordinario
“Tres cosas hay que son permanentes, la fe, la esperanza y el amor. Pero la más importante de las tres es el amor” 1ra Corintios 13, 13
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(Música, Nada especial, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los 3que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Nada especial, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
“Confío, Señor, en tu misericordia, se alegra mi corazón con tu auxilio, cantaré al Señor por el bien que me ha hecho. Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tus misterios nos impulse a decir y a ser siempre lo que sea de tu agrado. Por Jesucristo nuestro Señor”. Amén.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre una alegría, un gozo poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo y sobre todo poder compartir la palabra de Dios. Esa palabra que nos ilumina, que nos fortalece, que nos ayuda a seguir adelante cada día, que nos ha ayudado en esta semana que recién termina y que nos ayudará, por supuesto, en esta semana que recién comienza.
El sermón del monte según San Lucas, con el cual Jesús comienza su predicación insiste sobre la ley del amor a los enemigos, mutua ayuda, perdón. Así nos lo presenta el evangelio de hoy. Nuestro Señor plantea como una ley la virtud que habían practicado los mejores hombres del Antiguo Testamento. Por ejemplo, David, quien no se quiso vengar de Saúl que pretendía matarlo.
Así nos lo narra la primera lectura tomada del Antiguo Testamento, del primer libro de Samuel, en el capítulo 26, versículo del 2 al 23. San Pablo en su primera carta a los Corintios sigue adelante con su predicación de la resurrección de todos los hombres en Cristo. Nos presenta a Jesús como el Señor de una nueva humanidad que vive para Dios.
El Evangelio de este séptimo domingo del Tiempo Ordinario, está tomado del evangelista San Lucas, en el capítulo 6, versículos del 27 al 38.
(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 6, 27-38)
Si nos fijamos bien, el resumen del mensaje de las lecturas de este domingo podemos encontrarlo en la oración del Padre Nuestro. El Padre Nuestro, que de tan repetido casi no nos damos cuenta a veces lo que decimos al rezar, Padre Nuestro que estás en el cielo. Más aún, me parece que no penetramos su profundo significado. O a lo mejor soy yo el que no soy capaz de penetrarlo.
Los apóstoles le pidieron a Jesús que los enseñara a orar como hacían otros maestros con sus discípulos. Él les dijo, “Cuando ustedes oren, digan así, Padre nuestro.” Jesús tenía la experiencia de la paternidad de Dios para con Él. ¿Cuántas veces los evangelios nos hablan de la voz de Dios diciendo, “Este es mi hijo muy amado”? Y cuántas otras escuchamos a Jesús llamarlo Padre, hasta en la cruz, “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”. Los discípulos van descubriendo poco a poco que Jesús es el Hijo de Dios.
Y quizás van descubriendo también, aunque más lentamente, que Ellos son hijos de Dios. Y alguno, ¿por qué no?, en lo íntimo de su corazón lo irá llamando sin sobresaltos, Padre mío, con esa necesidad que tenemos los humanos de apropiarnos de lo que vamos amando. Pero Jesús, al enseñarles a orar, les abre un horizonte nuevo e inesperado.
Dios no es solo Padre mío, sino que es fundamentalmente Padre nuestro, Padre de todos, incluso de los que no abren su vida a esa paternidad, de los que no quieren reconocerlo como Padre suyo. A partir de ese momento ya no hay derecho de apropiación, de posesión. No es solo mío, es de todos y todos somos sus hijos con los mismos derechos, coherederos, dirá Pablo, pero también con los mismos deberes.
Sean santos como su Padre celestial es Santo. Pudiéramos quedarnos ahí y sería bastante, pero no suficiente. Porque llamar a Dios Padre nuestro significa mucho más. Implica que a partir de ese momento nunca más el que está a mi lado, el que encuentro en la calle, el que vive a miles de kilómetros de distancia de mí, el que no piensa como yo, el que no reza como yo, puede serme indiferente, ni puedo sentirme hostil hacia él. Y esto por una razón indiscutible y que está en la raíz de lo que nos muestra Jesús al enseñarnos al rezar el Padre Nuestro.
Y es que, si Dios es Padre de todos, entonces todo hombre sin distinciones ni exclusiones es mi hermano. Y entre hermanos, aunque no compartamos los mismos puntos de vista sobre muchas cosas, algunas tal vez fundamentales, la única actitud posible es la que nos enseñó el Señor en la última cena. Ser capaces de lavarnos los pies los unos a los otros. Ahí está la raíz más profunda, el cimiento más sólido de la fraternidad, de la solidaridad, del ser capaces de trabajar juntos para lograr un mundo mejor.
De lo contrario, esas palabras se quedarán solo en eso, en palabras para ser usadas en bonitos discursos o en consignas pegajosas, pero vacía de todo significado. Como cascarón del cual han sacado el huevo y solo nos sirve para ser tirado en la basura. El Padre Nuestro es la oración del cristiano.
En las primeras comunidades cristianas solo podían rezarlo los que habían recibido el bautismo y que a lo largo de su catecumenado habían aprendido a apreciarlo y a vivirlo. Ahora lo rezamos todos. Es más, queremos que todos lo aprendan a rezar. Pero cuidado, no hagamos del Padre Nuestro un cascarón vacío, sino que al contrario, cada vez que lo oremos nos una en un abrazo más y más apretado con cada hombre, con cada mujer, con cada niño o niña, en fin, con cada ser humano donde quiera que se encuentre, física o espiritualmente, y que ese abrazo nos abra las puertas de un cielo nuevo y de una tierra nueva.
Acabamos de celebrar el día del amor y la amistad. Un día que todos celebramos, no importa las dificultades que podamos tener, siempre tratamos de encontrar algo que poder compartir que haga distinto ese día. Pero es que todos los días es el día del amor y de la amistad. Porque si realmente tenemos a Dios como Padre, si realmente descubrimos en el otro un hermano, entonces todos los días tiene que haber amor. Todos los días tenemos que sentirnos amigos los unos de los otros, dispuestos por encima de nuestras diferencias, a luchar y a trabajar para vivir en un mundo mejor, empezando por vivir en un hogar mejor. El hogar es la fuente de todo lo que después haremos en este mundo. En el hogar se aprende a amar, se aprende a perdonar, se aprende a comprender, se aprende a convivir, se aprende a respetar.
Entonces, hermanos, pidámoslo así de manera particular, que ese hablar, hablar tanto del amor sea una realidad en nuestra propia vida, no solo palabras, sino que estemos dispuestos a ponerlo por obra, como las lecturas de hoy, como David que fue incapaz de vengarse y aprovecharse de la fragilidad en ese momento de Saúl, que seamos capaces de tendernos la mano.
Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Misericordiosos como el Padre, Dumas y Mary)
Ahora, hermanos, renovemos nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que encontremos siempre en nuestra fe, la fuerza para amarnos los unos a los otros como Él nos ama.
Creen en Dios Padre todopoderoso creador del cielo y de la tierra. Sí, creo.
Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó y está sentado a la derecha del Padre. Sí, creo.
Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Sí, creo.
Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús nuestro Señor. Amén.
Y ahora, hermanos, confiados en que el Señor siempre nos escucha, le presentamos nuestras súplicas.
Pedimos en primer lugar por la iglesia, para que seamos capaces de ser testigos, signos de ese amor y de esa misericordia de Dios en medio de este mundo que tanto lo necesita. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que estemos siempre dispuestos a tenderles la mano y ayudarles a encontrarse con Cristo, que es camino, verdad y vida. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que encontremos el camino de Dios para nosotros. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, particularmente aquellos que nadie recuerda en sus oraciones, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que cuando recemos el Padre Nuestro seamos capaces de tender la mano para abrazarnos en esa realidad que es Dios Padre y los demás hermanos los unos de los otros. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conoces te las presentamos. Por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor. Amén.
Oremos, hermanos, con la oración que el mismo Señor nos enseñó y cuando digamos, “Padre Nuestro”, pensemos profundamente lo que esto significa.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Hermanos, todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado pueden hacer la comunión espiritual rezando la siguiente oración.
Creo, Señor mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón, y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a Ti. Oh, Señor no permitas que me separe de ti. Amén.
La cita bíblica para esta semana, para leerla para reflexionarla, para orarla cada uno y también en familia, está tomada de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios, en el capítulo 13, versículo 13. “Tres cosas hay que son permanentes, la fe, la esperanza y el amor. Pero la más importante de las tres es el amor”.
Que tengan todos, un feliz domingo, que lo puedan disfrutar, que puedan descansar. Es importante descansar porque ya mañana es lunes, hay que comenzar de nuevo con las tareas cotidianas. Y si hemos descansado material y espiritualmente, podremos empezar con disposición, con ánimo. Aprovechemos para compartir el domingo en la familia. Pocas oportunidades tenemos a veces de poder compartir en familia, de conversar, de reírnos, de contarnos las cosas que hemos pasado, las aspiraciones que tenemos, las esperanzas, lo que hemos hecho.
Aprovechemos, aprovechemos el domingo para pasarlo en familia, y para abrir los brazos y acoger a todos aquellos que necesitan del calor familiar, porque su familia está lejos, porque están lejos de su familia, porque están pasando por momentos difíciles de cualquier tipo. Abramos los brazos para acogerlos, ayudarlos, caminar con ellos.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima, si Dios quiere.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…
(Música, Que el Señor te bendiga, P. Edward Gilbert-Jonatán Narváez)