HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ, VII Domingo del Tiempo Ordinario
HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ, VII Domingo del Tiempo Ordinario

HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ, VII Domingo del Tiempo Ordinario

HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ
Basílica Santuario de Nuestra Señorade la Caridad, 23 de febrero 2025
VII Domingo del Tiempo Ordinario

“Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan, serán medidos ustedes”. Lucas 6, 38

Hermanos,

Sabemos siempre que tenemos, es bueno recordarlo, a lo mejor me dirán casi siempre lo dice, pero es bueno recordarlo, que la palabra de Dios es la que nos confronta en la vida. La palabra de Dios es la que ilumina, abre nuestros caminos, los senderos. Entonces, es bueno recordar que siempre que celebramos la misa hay lecturas del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Y como hoy es el domingo, pues tenemos dos lecturas del Antiguo Testamento y dos lecturas del Nuevo Testamento. Vamos a buscar, como siempre hacemos, el hilo de lo que estas lecturas nos quieren comunicar.

¿Qué estamos tratando hoy? ¿Estas lecturas por dónde van? En primer lugar, van primero a reconocer que todo lo que tenemos nosotros, nuestra vida, viene de Dios. Es decir, que nuestra vida es un regalo. Nadie pidió venir al mundo. Hemos venido porque el Señor ha querido, nuestros padres, hemos sido engendrados, pero estamos aquí porque Dios quiere. Él nos dio la vida, se la dio a nuestros padres, Él creó todas las cosas. Entonces, por lo tanto, tenemos que darnos cuenta de que nosotros tenemos que acoger la palabra de Dios para entender las cosas, para encontrarle sentido a todo lo que existe.

Si no conociéramos la palabra de Dios, pues nosotros, no sé, seríamos una criatura que está en el mundo que no se sabe de dónde donde vino. Cuando algunos quieren dar alguna explicación, pues dicen que es la materia que evolucionó, que formó, pero ¿quién hizo la materia? Entonces, ¿para qué estamos si la vida nuestra es igual que la vida de cualquier otra criatura? Ya sea del reino mineral, del reino vegetal o del reino de los animales, de los mamíferos, del resto de los animales.

¿La vida nuestra es así? No. Todos pensamos que no, seguro. Creyendo en Dios o no, sabemos que somos diferentes, porque estamos hechos, somos de una manera especial en toda la creación, somos los únicos que podemos meditar, discernir entre bien y el mal, preguntarnos sobre las cosas que hacemos aquí en el mundo.

Entonces, las lecturas de hoy nos dicen, “sean misericordiosos como vuestro Padre Celestial es misericordioso” y en el salmo hemos dicho, “El Señor es compasivo y es misericordioso”. Hermanos, cuando enfrentamos nuestra vida, lo primero que tenemos que decir o por lo menos yo lo digo, y le doy gracias a Dios por eso, es reconocerme criatura. ¿Por qué? Porque hay una diferencia entre el yo creer que soy el centro de todo, que yo tengo muchos derechos y que hay veces que me olvido de mis deberes y mis compromisos para con Dios y para con los demás; a creer que somos criaturas, que Dios nos ha dado la vida, pero que también el Señor nos ha dado su palabra para que nosotros podamos guiarnos en ella y no perdernos en este mundo.

En la segunda lectura dice, que hemos sido creados y que nosotros somos seres terrenales. Seres que tenemos vida, tenemos cuerpo, estamos en este mundo, pero que no podemos quedarnos ahí, porque si no nos asimilamos al resto de la creación y no es así. Esta lectura de Pablo a los Corintios termina diciendo que somos seres espirituales también. Es que Dios a partir de nuestra naturaleza, de la creación, de nuestra vida diaria terrenal, el Señor nos quiere elevar para estar junto a Él.

Las lecturas de hoy también nos hablan, en el Evangelio, sobre todo, nos habla de que el Señor es exigente, y nos habla de que nosotros tenemos que ser generosos y nos pone palabras muy duras. Perdona a tu enemigo. Bendice a aquel que te maltrata. Si te dan una mejilla pon la otra. Trata a los demás como tú quieres que a ti te traten, y esa es la ley. Eso es lo que está puesto aquí. Le pedimos a Dios que con nosotros tenga la gente mucho miramiento, que nos cuiden, que nos atiendan donde quiera que vamos, si vamos a la tienda, que si vamos al banco, que si vamos al trabajo, en la casa, que todo el mundo me respete. ¿Y yo qué hago? ¿Hago lo mismo? Eso es justicia. Trata al otro como tú quieres que a ti te traten.

Por eso es que cuando el Señor pone estos ejemplos tan duros, porque son duros. El que te quita lo tuyo, no se lo reclames. Trata a los demás, como quieres que ellos te traten. Sí, hermanos, sí tenemos que darnos cuenta de eso. Hay veces que somos muy exigentes con nuestros derechos, pero somos muy livianos a la hora de cumplir con nuestros deberes. Y muchas veces queremos que nos traten muy bien, pero nosotros no somos capaces de tratar bien a los demás.

Estas palabras de Jesús fueron dichas porque Él estaba educando, instruyendo a sus discípulos, a los que Él había escogido, a los pescadores que él había escogido, a todos aquellos que no eran solamente los doce, eran muchos que le seguían. Él estaba instruyendo. ¿Qué significa ser cristiano? ¿Solamente ir al templo a hacer una ofrenda? ¿Cumplir los deberes en el sábado muy estrictos que no se podía ni caminar? ¿Eso es? No, esos son actos exteriores, que son válidos, en la medida en que interiormente uno lo hace porque sabe que es nuestro deber de agradar a Dios. Lo que el Señor quiere no es un corazón de piedra que vaya mucho al templo a cumplir. No, lo que Dios quiere es que tengamos un corazón blando para acercarnos al otro, comprender al otro, y tratar al otro como yo quisiera que me trataran.

Además, el Señor pone ejemplos claros. Dice, “No te sientas que eres muy bueno porque tú le haces el bien a aquellos que te hacen el bien”. Qué bueno, retribuiste, perfecto. Pero bueno, eso es lo normal. Estás tratando al otro como tú quieres que a ti te tratan, eso es lo mínimo. No te sientas muy bueno. Ay, no, yo le presto dinero a la gente. Eso son ejemplitos que el Señor pone, porque el Señor era muy práctico, Jesús era muy práctico, vivía en el mundo, en la calle. Dice, Porque eso hace la gente, tú sabes que te van a pagar, entonces dáselo, ya es un dinero que tienes del otro lado que después tú vas a retribuir. No, préstale a aquel que no que tú no sabes si te va a pagar, fíjense que son difíciles. Dice, porque a lo mejor a ti te gustaría que si te pasara eso, contigo lo hicieran.

Entonces, hermanos, las lecturas de hoy ¿a qué nos llevan? Pues nos llevan en primer lugar, a ser agradecidos. El Señor me da la vida y el Señor, esta vida terrenal que Él me ha dado, Él no quiere que se quede en esta vida terrenal que es muerte, porque lo terrenal pasa, sino que el Señor me da la vida porque quiere elevarme a ser semejante a Él, a gozar eternamente con Él. Entonces hay que ser agradecido.

Y si yo soy agradecido con el Señor, lo menos que puedo hacer es, también ser yo con los demás misericordioso como el Señor lo es conmigo. Aquí siempre nos ponen un ejemplo y el ejemplo viene del Antiguo Testamento, este pasaje de Saúl y de David. David podía matar a Saúl. Saúl que había sido su amigo le había traicionado, le había cogido envidia. Saúl podía acabar con aquella guerra de persecución que tenían contra él. Pero se acordó, se acordó. Y en el momento que podía acabar y matar a aquel enemigo de él, él dijo, “Él es un ungido del Señor. Se habrá equivocado, pero yo no voy a hacer daño”. Y entonces hizo lo que ustedes oyeron. Le cogió la lanza, le cogió la cazuela de agua y se fue y de lejos les dijo, “Mira, te pude matar y no lo hice.” Es un ejemplo de grandeza de una persona. Es un ejemplo de alguien que se ve por encima de las pasiones esas que nos llevan muchas veces a hacer el mal.

Hermanos, nosotros también tenemos que ser así. Nosotros tenemos que sobrepasar muchas situaciones duras y difíciles para vivir aquello, trata al otro como tú quieres que a ti te traten. Si eso Jesús se lo enseñaba a sus discípulos, eso es lo que el Señor nos está enseñando ahora a nosotros. Eso es lo que la palabra de Dios nos dice hoy, lo que la palabra de Dios al ponerse delante de nuestros ojos nos confronta para decirnos ¿cómo es tu vida? ¿Está con el Señor, quieres al Señor, vives según el Señor? Y lo que Señor quiere es que, si tú vas a coger un ejemplo, el de Dios que te dio la vida y que se ofreció por ti en la cruz, ese es el máximo, esa es la entrega total. Pero en el medio de eso, trata al otro como tú quieres que a ti te traten. Y así le darás culto a Dios porque al Señor le agrada eso y así tú te sentirás mejor, porque harás lo que tú sabes que tu conciencia te dice, que haciendo el bien es mejor que haciendo el mal.

Que el Señor nos ayude a vivir así. Y digamos con el salmo, “Señor, eres compasivo y misericordioso a pesar de todas las dificultades”. Que el Señor nos acompañe siempre, que tengan también durante esta semana pues este recuerdo en los momentos esos que tal vez pasemos, nos acordemos, el Señor es compasivo y misericordioso glorioso. Gracias al Señor.

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