HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ
HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GUILLERMO GARCÍA IBÁÑEZ
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 5 de enero de 2025
Solemnidad de laEpifanía del Señor
“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo” Mateo 2, 2
Hermanos,
La fiesta de la Epifanía del Señor es en la Iglesia Latina el 6 de enero. Como el 6 de enero es en nuestra patria un día normal de trabajo, de escuelas para los muchachos, pues entonces los obispos la trasladamos hasta el domingo anterior, el más cercano a esta fiesta. Por eso estamos celebrando hoy domingo aquí en Cuba el día de Reyes.
La palabra Epifanía significa manifestación, y es bueno conocer un poquito el significado de esta palabra, y por qué ha sido escogida. Porque así es como se llama, la Epifanía del Señor, o el día de Reyes como popularmente se conoce.
Antiguamente cuando los reyes, cualquier rey o emperador llegaba a un pueblo, se celebraba el recibimiento, eso era la epifanía se manifestaba el rey o el emperador al pueblo, se hacía cercano. Esa misma palabra la utilizaron los evangelistas, la iglesia primitiva la utilizó para este episodio, para este momento. Este momento histórico en el cual, unos reyes que eran personas que no eran judías, de otras tierras, pues ellos fueron a reconocer en ese pequeño Niño que había nacido, fueron a reconocer al Mesías esperado por Israel.
Fíjense bien que nosotros hemos escuchado aquí la lectura del profeta Isaías, en la cual dice que en la venida del Mesías los pueblos mirarán hacia Jerusalén, y que todos los pueblos aclamarán al Mesías, el Señor y utiliza la palabra Reyes, mirra, utilizan los camellos que van, una estrella que alumbrará. Son elementos que aparecen en la narración que acabamos de escuchar.
El pueblo de Israel esperaba la manifestación, la Epifanía del Señor a todos los pueblos. ¿Cómo lo como lo esperaban en el pueblo de Israel? El pueblo de Israel es el pueblo escogido por Dios, por lo tanto, en Jerusalén donde estaba el templo, todos los pueblos del mundo entero mirarán hacia allá. Entonces el pueblo de Israel sería ese pueblo que centralmente era el que manifestaría, donde se realizaría el poder y la manifestación de Dios a todos los pueblos.
Es verdad que también Isaías y los demás profetas, no solamente hablaron de ese Mesías como un pueblo, sino con el tiempo se puede perfilando una persona. Eso lo hace Isaías con aquel siervo doliente que carga con los pecados del mundo, y que hace que hace traer la salvación sobre todos, además que muere en Jerusalén, resucita en Jerusalén. La salvación entonces ya fue pasando desde un pueblo que era el que iba a recibir todas las promesas de Dios, y que iba a regir al mundo entero, a una persona.
Y esa persona se concreta en la persona de Jesús. Que como nosotros hemos visto nace de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, su nombre será El Salvador, y la prima Isabel llena de alegría dice ¿cómo es que ha venido a mí la madre de mi Señor? Entonces fíjense bien, que todo ese relato está enmarcado en ese aspecto de que Dios se va a manifestar a todos, en él se va a manifestar el poder lleno de amor de Dios para todos los hombres de la tierra.
Hace poco vimos que los pastores fueron anunciados de que iba a nacer el Mesías. Ellos la verdad que no entendían, tenían miedo y lo compartimos el día de Navidad, la Nochebuena, pero ellos hicieron caso en la fe. La señal que les dio el Ángel es, vayan a Belén y allí en Belén verán a un niño envuelto en pañales.
Qué señal más diferente a las otras señales de epifanías que se habían visto, que se hablaba en los libros los textos bíblicos, la manifestación de los Reyes con la pompa, con la música, con las declaraciones, vaya con la multitud. No, esta vez la señal fue un Niño envuelto en pañales. No hay cosa más tierna, más hermosa, más indefensa, más frágil, que un niño recién nacido. El Mesías esperado por el pueblo de Israel sería un Mesías poderoso, y el Mesías que se presenta a los pastores, es un niño tierno y humilde, que solamente la fe es la que hace reconocer en Él a ese Mesías enviado por Dios.
Los pastores recuerdan a todo el pueblo de Israel, nos recuerdan a todos nosotros, pero de manera especial al pueblo de Israel. Qué contraste entre un Mesías poderoso que iba a levantar al pueblo de Israel por encima de todos los pueblos, a un Niño frágil y tierno que estaba en los brazos de la madre. Jesús no se queda manifestándose a los judíos, como en el Antiguo Testamento vemos que todos los textos son precisamente, dirigidos al pueblo de Israel porque es el pueblo elegido por Dios. No, ¿y los otros pueblos? ¿Dónde vendrá aquella multitud de pueblos que hemos aclamado en el Salmo? En el Salmo que hemos dicho. “Se postrarán ante ti Señor todos los pueblos de la tierra”. ¿Cómo ellos van a conocer eso?
Esos pueblos, que después fueron presentándose y acogiendo a Jesús como el Mesías, el Señor, entre ellos nosotros porque nosotros no somos del pueblo de Israel vamos a decir así en la sangre, en la carne, en la raza, no; nosotros somos representantes, aquí mismo hay representantes de todos los pueblos de la tierra, aquí en este pequeño grupo de fieles, entre los que vienen al santuario. Entonces, ¿qué significaba todos estos pueblos en este relato? Pues los Reyes. ¿Quiénes eran los Reyes? Eran de diferentes países, muchos dicen que se le dice reyes pero que eran Magos, y cuando nosotros vemos la palabra Magos, no significa que hacían cosas maravillosas con las manos que ocultaban cosas y sacaban cosas, como para nosotros hay espectáculo, vamos a ver al mago fulano que hace muchas cosas bonitas.
No, ellos eran gente sabia, gente sabia que estudiaba, y ellos conocían las tradiciones de Israel. Ellos sabían que el pueblo de Israel estaba esperando un Mesías y ellos fueron siguiendo una estrella porque iluminados por Dios interiormente, ellos se dieron cuenta que es la estrella del pueblo de Israel, la estrella del Mesías de los judíos. Y así fueron buscando también como los pastores, que curiosos a ver si lo que el Ángel decía era verdad, fueron a Belén, ellos fueron siguiendo la estrella.
Conocemos las peripecias, ellos van a buscar a Jesús, no saben dónde encontrarlo, van con Herodes, precisamente el poderoso del momento que al final lo que quiso fue acabar con el Niño Jesús y no pudo, pero hizo llorar a muchas madres, muchas mujeres, muchas familias. Entonces los Reyes van, preguntan, se orientan y llegan hasta Belén. Ellos sabían que el Mesías tendría que nacer en Belén así lo decían las profecías de los judíos, y dice que ellos lo tratan como a Rey. Fíjense, bien hermanos, el contraste, entre un rey poderoso que se manifiesta con toda gloria, y esplendor y rimbombancia y atuendos, y un Niño pequeño envuelto en pañales y acompañado por María, su madre, y por José.
Pero ellos reconocen que ése es el Hijo de Dios, y ellos le ofrecen lo que se les ofrecía a los reyes, oro, incienso, mirra, se lo presentan. El incienso siempre se dice que es el culto para aquel que muere para después es resucitar y salvarnos. Ahí están entonces en este preámbulo, que es el nacimiento del niño Jesús, el Niño Jesús que crece, el Niño Jesús que ya escuchamos en el día de la Sagrada Familia que se pierde en el templo y los padres van a rescatarlo, y él dice “aquí estoy para hacer la voluntad de mi Padre”. María y José no entendían, pero dice que guardaban eso en su corazón.
Este tiempo se acabará el domingo que viene, el día del Bautismo del Señor, en que ya Jesús empieza a predicar la Buenas Noticia para la que Él vino a nosotros y se hizo hombre. Entonces en este preámbulo, nosotros vemos aquí presentes todos los pueblos de la tierra, el pueblo de Israel a quien se le depositaron las promesas, y todos los pueblos, porque las promesas son para todos los hombres. Como dije al principio de la misa, aquí no hay distinciones de pueblos, de razas, aquí no se entra por la carne y por la sangre, no, se entra por la fe; y la fe la podemos tener todos los pueblos de la tierra, Dios no las ofrece para que creamos en Él, pero nosotros tenemos que buscarla, nosotros tenemos que conservarla y tenemos que defenderla.
Por lo tanto, hermanos, en esta fiesta nosotros tenemos que sentirnos agraciados porque el Señor nos llama y se nos ha manifestado. Y ante un regalo grande que es precisamente Dios, nosotros tenemos que agradecer mucho y por eso estamos aquí agradeciendo.
En la segunda lectura que es de la Carta a los Efesios, se nos dice que Dios se manifiesta a todos. Imagínese como eso caería entre los judíos. Ellos esperaban un Mesías poderoso, en ese momento ellos estaban aplastados por el Imperio Romano, entonces ellos lo que querían era un libertador político, militar, económico, que le diera fuerza a ellos y que los pusiera por encima de todos los pueblos; cuando ellos escuchaban los profetas que decían todos los hombres mirarán hacia ti Jerusalén, ellos dirían nosotros seremos la cabeza de todos los pueblos de la tierra.
Pero aquí lo que se les presente es lo otro, es un Niño. Y más adelante este Niño sufre todo lo que puede sufrir un hombre con mucho, que es la pasión la muerte y la resurrección también. Entonces los discípulos del Señor tuvieron que pasar trabajo, por eso es que tuvieron tanto rechazo, ¿cómo la gente va a aceptar, si ellos pensaban que venía un rey todopoderoso que sería el Mesías, a alguien que había nacido pobremente en Belén, que había crecido y que había muerto en una cruz? No podían aceptar eso. Por eso decían que eran blasfemos, por eso cuando Jesús se dice Rey, Pilatos ni le hace caso, pero al final coge cierto temor; por eso cuando él no entiende “¿entonces tú eres rey? Tú lo has dicho yo soy Rey, pero mi Reino no es como ustedes lo piensan”. No, mi Reino es para todos los hombres, no para un grupo. Mi Reino no es para los perfectos, mi Reino es para todo aquel que quiera acogerse a la salvación que viene en Jesús. Eso es lo que estamos celebrando hoy.
Por eso nosotros no podemos escatimar tiempo ni esfuerzo, en también anunciar que Jesucristo es el Señor, el liberador de todos los hombres. No de un grupito, de los privilegiados, de los que conocen, como ellos conocen ellos sí son lo que salvan. No, somos del Señor Jesús, el Señor lo que nos pide es la conversión del corazón, que no seamos duros como piedras, sino que cambiemos y que aceptemos al Señor Jesús. Y ofrezcamos nuestra vida, se le damos a Él como Él se ofreció a nosotros. Es la fe hermanos, la fe que da confianza, eso es lo que el Señor quiere. Por lo tanto, vamos a pedir por todos los pueblos de la tierra, para que todos conozcan a Jesús como al Hijo de Dios, como Aquel que le da sentido a nuestra vida, como Aquel que con su vida vino a rescatar la nuestra, y alegrémonos, alegrémonos.
Y no voy a terminar sin recordar a nuestros niños. Hermanos, tenemos que guardar también la bondad y la ingenuidad de nuestros niños, ahí donde está la maravilla, donde el niño es capaz de hacer imaginaciones que nosotros somos incapaces de hacerlas. Qué felices éramos, que nuestros padres querían que fuéramos en lo poco y en lo mucho que el día de Reyes nos podían dar, pero todos nosotros sabíamos que era un día especial para nosotros. Hermanos fijemos nuestros niños. Cuidemos a nuestros niños, conservemos la inocencia de nuestros niños. Conservemos la inocencia de nuestros niños.
Ocupémonos de ellos, no lo metamos en problemas de hombres mayores, de cosas que los hombres tienen que decidir cuando sean mayores, y desde ahora estamos metiendo a nuestros niños en caminos que nadie sabe dónde van a conducir. No conservemos la inocencia. Eso es lo que el Señor quiere. Así creció el Niño Jesús. hasta que hecho hombre fue a predicar en el templo.
Es el deber de los padres, es un deber de la Iglesia y es un deber de la sociedad, conservar la inocencia de nuestros niños, y todos esperemos que el Mesías, el Señor que ya ha nacido, que ya nos ha salvado en la cruz, se haga presente en nuestras vidas, y nosotros sepamos acogerle. Que Dios nos ayude hermanos a vivir así.