Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 22 de diciembre de 2024 Cuarto Domingo de Adviento

Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 22 de diciembre de 2024 Cuarto Domingo de Adviento

Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 22 de diciembre de 2024
Cuarto Domingo de Adviento

“Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá” Lucas 1, 45

Hermanos,

Hemos encendido la cuarta vela el cuarto domingo de Adviento.  Es como una subida por etapas que tiene un solo fin, y el fin es llegar a lo más alto a la cumbre de nuestra salvación que es el mismo Cristo que se hace hombre para salvarnos.

Y es como si fuera una carrera por etapas que siempre uno da un paso y uno avanza para alcanzar la meta, pero uno interiormente se hace el propósito etapa en etapa para coger todavía más fuerza y seguir hacia adelante. Eso es lo que el Señor no pide hoy en ese cuarto domingo de Adviento pero nos lo pide con una gran confianza, nos lo pide sabiendo que las Escrituras se están cumpliendo, se cumplirán.

Sabiendo que los hombres ya no podemos decir que somos huérfanos, no, tenemos a Dios que nuestro Creador y nuestro Padre, y que Él ha querido compartir nuestra vida para salvarnos. De ahí es que el canto de Isabel, la prima de María, es precisamente se alegra mi espíritu. ¿Por qué? Porque sabía que le había llegado la madre de su Señor, qué cosa más bella. Por eso es que nosotros vemos al profeta del Antiguo Testamento, Miqueas, que también él habla de júbilo en Jerusalén. El mismo salmo también nos da la confianza que hemos esperado, pues tendremos la recompensa.

En la carta a los hebreos se nos habla de la decisión de Cristo, de Dios de salvarnos y entonces dice aquella frase famosa, no quiero ofrendas de sacrificios, ni holocaustos de animales sacrificados, lo que quiero es que la voluntad del hombre se ponga al servicio de Dios, se entregue a Dios, sabiendo que de esa manera vamos a ser entonces partícipes de las promesas que Él nos da. Fíjense bien hermanos que es un recorrido de todo el Antiguo Testamento hasta llegar a la venida del Señor Jesús.

Me gusta decir siempre que en el Adviento, que son cuatro semanas, ahí se concentra toda la esperanza del pueblo de Israel reflejada en el Antiguo Testamento, en la antigua alianza de que Dios no abandona al pueblo. Es la historia de un pueblo que espera la venida del Señor, que sabe que Dios no lo nos abandona. Entonces vamos a ver los personajes principales, porque nosotros de una manera u otra también nos vemos reflejados en ellos.

Los primeros son los profetas del Antiguo Testamento, los profetas del Antiguo Testamento viviendo en situaciones duras, muy difíciles como pueblo esparcido por muchos países, por muchos lugares, que el templo había sido destruido. Para la moral de los hombres, eso ya había sido un fracaso, no había ya confianza, no había esperanza, había derrotismo. Pero los profetas hablando en nombre de Dios. Eso es lo que significa ser profeta, hablar en nombre de Dios. Los profetas decían no se dejen aplastar por las situaciones duras que la vida trae, no se dejen aplastar por esta vida que es transitoria, no se dejen aplastar porque crean que ya no hay remedio.

Sí, tenemos el mejor de todos los remedios que es Cristo que viene a salvarnos, y ese fue el papel de los profetas antes de Cristo, 700 años, 500 años, siempre surgía un grupo de profetas que iba anunciando esa victoria del Señor y le decía al pueblo, calma, esperanza, paciencia, Dios se hará presente porque la voluntad de Dios es entregarse. Entonces esos fueron los primeros, fíjense bien que es el peso del Antiguo Testamento que nos acompaña en este tiempo.

El otro personaje clave del Adviento es Juan el Bautista. Juan el Bautista que lo proclamó próximo, si los profetas lo anunciaron muchos siglos antes de Cristo y el pueblo de Israel los tenía en la memoria, ya con Juan el Bautista que es el profeta de los hechos ya presentes, entonces me gusta también emplear esa frase, que Juan el Bautista es como una bisagra de una puerta. La bisagra hace que la puerta lo mismo esté cerrada que puede estar abierta, y entonces Juan el Bautista es esa bisagra entre el Antiguo Testamento que permite el paso, y el Nuevo Testamento que se cumple en Cristo Jesús.

Vemos que fue criado por sus padres en toda esa esperanza profética del Antiguo Testamento, vemos que él trató de vivir intensamente esa presencia de Dios en su vida y en la vida de su pueblo, en la historia de su pueblo, y él sintió que estaba llamado por su propio nacimiento, sabe Dios lo que sus padres le habrán contado, que se sentía llamado a servir, a anunciar a ese Mesías esperado por siglos, pero presentarlo ya próximo. Entonces nosotros vemos a San Juan Bautista que en el domingo pasado pues nos hablaba y nos decía, enderecen los caminos del Señor. En los domingos pasados Juan el Bautista nos animaba y nos señalaba al mismo Jesús, ese es el personaje que está ahí en el medio. Fíjense bien que él está en el Antiguo Testamento, pero ya está vislumbrando el triunfo del Señor Jesús, del Mesías.

Y el tercer personaje es la Virgen, que hoy en el texto del Evangelio se nos presenta ella deseosa de hacer la voluntad de Dios y deseosa también de hacer el bien. Ella acude a dónde está su prima Isabel que estaba ya para parto a ayudarla, familia, dos mujeres que se apoyaban y ella sale a su encuentro. Entonces de la misma manera que los profetas anunciaron en la lejanía, que el Mesías vendría, que Juan el Bautista lo anunció y lo señaló, la Virgen María ya ella lo trae consigo. Son pasos que se van dando partiendo del Antiguo Testamento, de la Revelación de Dios al pueblo de Israel, que desembocan en la venida de Cristo, el Mesías, el Señor.

Y entonces viene ese cántico de Isabel también tan hermoso, y viene ese momento que sería de inmensa alegría, cuando Isabel siente que la presencia de la madre de su Señor está allí, cuando Juan el Bautista en el seno de su madre siente la presencia de Jesús allí, que lo trae María también en su vientre. Entonces hermanos, fíjense bien que son generaciones de personas que supieron esperar. Son generaciones de personas que tuvieron la confianza en medio de las luchas diarias de la vida y de las cosas que parecían imposibles, y que las cosas que parecían difíciles de resolver o de vivir, esta gente mantuvo la esperanza de la fidelidad en la Palabra de Dios, en el compromiso de vivir las promesas, la alianza que se había establecido entre Dios y el pueblo de Israel.

En definitiva, nosotros que somos el nuevo pueblo de Dios con la nueva alianza, entonces hermanos, vamos a acoger esta historia de fidelidad, esta historia de esperanza. Vamos a vivirla. No nos dejemos arrastrar por el momento que muchas veces nos llevan a tantas cosas que no son precisamente Cristo, ni la esperanza del ser fiel a los compromisos. Dejémonos llevar por Dios, para que brille su rostro y nos salve, para que nosotros podamos vivir en paz, para que nosotros podamos esperar también llenos de confianza en ese Mesías que vendrá a salvarnos, que ya vino a salvarnos y que vamos a celebrar su venida el próximo 25.

Que este domingo ya próximo a la Navidad, todavía nos llene de más fervor para celebrar en familia la Navidad. El Señor quiso venir al mundo en el seno de una familia por algo será. Celebremos la Navidad en la familia. El Señor vino a salvarnos a todos, paz en la tierra los hombres que ama el Señor, los hombres de buena voluntad, el Señor quiere que nosotros vivamos su venida en comunidad también. Así que el Señor nos ayude a vivir así con alegría, con esperanza esta fiesta de familia, esta fiesta de comunidad, con una gran confianza en el Señor.

Que Dios nos ayude a vivir así y a celebrar estos días. Amén.

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