Irradia, emisión del 10 de noviembre de 2024
Irradia, emisión del 10 de noviembre de 2024
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
XXXII Domingo del Tiempo Ordinario
“Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.” Marcos 12, 43-44
(Música, Esa pobre viuda, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Esa pobre viuda, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
“Que llegue hasta ti mi súplica Señor, inclina tu oído a mi clamor. Dios omnipotente y misericordioso aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos con libertad de espíritu cumplir lo que es de tu agrado. Por Jesucristo nuestro Señor.” Amén
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre una alegría, un gozo poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo, y sobre todo compartir la Palabra de Dios. Esa palabra de Dios que siempre nos ilumina y nos ayuda a ver la realidad, no distinta pero sí con otro sentido, poder enfrentar las dificultades de cada día, y poder disfrutar también de las alegrías que el Señor nos presenta cada día, y que en medio del fragor de los tiempos pues no nos damos cuenta cuántas alegrías el Señor nos va a proporcionando, encuentros, palabras, sonrisas, y entonces tenemos que irnos descubriendo para que el día no sea nublado, gris, sino que esté siempre iluminado por esas pequeñas chispas, que el Señor permite en nuestro transitar.
Jesús hace resaltar la modesta ofrenda que una viuda deposita en la alcancía del templo, comparándola con la ostentación de las personas ricas, de eso nos va a hablar el evangelio de hoy. El gesto de aquella mujer, es igual al de aquella otra viuda, que a pesar de su miseria acogió en su casa al profeta Elías. La primera lectura tomada del libro de los Reyes en el Antiguo Testamento, capítulo 17, versículos del 10 al 16. Y en la carta a los Hebreos, se compara el culto en el templo del Antiguo Testamento, donde el sacerdote entraba cubierto con la sangre de las víctimas del sacrificio, con la nueva liturgia en la que vemos que Cristo entró en el cielo cubierto con su propia sangre. Es la segunda lectura, tomada de la Carta a los Hebreos, en el capítulo 9, versículos del 24 al 28, en el Nuevo Testamento.
El evangelio de hoy está tomado del evangelista San Marcos, en el capítulo 12, versículos del 38 al 44.
(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 12, 38-44)
En el Evangelio, Jesús alaba a la viuda que echó dos moneditas en una de las alcancías del templo, porque había echado más que todos, echó todo lo que tenía para vivir. Este relato evangélico, deja claro que Dios no se deja engañar por apariencias, que Él ve el corazón de las personas, las verdaderas intenciones con que hacemos las cosas, Dios premia la generosidad para con Él y para con el prójimo.
Es un evangelio que debíamos meditar cuidadosamente siempre, preguntándonos con qué intención hacemos las cosas. Porque podemos hacer cosas buenas con intenciones que no son buenas y no sirven para nada. Podemos hacer cosas que no son tan buenas, pero pensando que sí lo son, y entonces el Señor lo tendrá en cuenta a la hora de juzgarnos.
Por eso tenemos que mirarnos muy profundamente, muy dentro de nosotros mismos cuando obramos, cuando obramos con los demás, con nuestra familia, con nuestros amigos, en las distintas circunstancias y ver con qué intenciones hacemos las cosas. Porque hoy en día es muy común, que busquemos amistades, relaciones, con aquellas personas de las que podemos obtener algo. Hacemos favores, damos, pero pensando en aquello que podemos recibir de vuelta. Y entonces no lo hacemos con sinceridad, sino con aquello de tanto tienes, tanto, vales.
¿Puedes resolverme mis problemas? ¿Estás en un lugar donde me puedes facilitar las cosas y entonces? Entonces, tengo contigo atenciones, cuidado, cercanía, pero otros que no tienen esa suerte de estar en un lugar donde puedan resolver mis dificultades, pues entonces no los tengo en cuenta, a pesar de que sean cercanos, de que estén necesitados, de que sean personas que conozco de toda la vida, no vale la pena.
El evangelio de hoy va por ahí, el Señor está frente al tesoro del templo, donde se echan las limosnas, y ve pasar mucha gente, personas que echan gran cantidad de dinero en las limosnas. Pero viene una pobre viuda, nos lo dice así exactamente el evangelio de hoy, una pobre viuda, que echa dos moneditas que no valen nada. Es como si echáramos dos centavos que ya ni siquiera se ven, o dos moneditas de aquellas que aparecieron en un momento determinado del CUC, que tampoco ya tienen ningún valor. Pero aquella mujer echó sus dos moneditas, y el Señor no solo la contempló, sino que llamó a sus discípulos y les dijo ustedes ven, de todos los que han echado aquí en el tesoro del templo como limosna, la que más ha echado es esta mujer.
Me imagino que ellos se asombrarían. Está loco, pero cómo va a ser esta mujer que ha echado dos monedas que no valen absolutamente nada, y entonces les da la razón. “Porque los demás echaron de lo que le sobra, ella echó de lo que necesitaba para vivir”. La generosidad de esta mujer llegó a ese extremo, y ¿cómo debe cuestionarnos? Cuestionarnos eso, en estos momentos de dificultad por lo que estamos atravesando. Siempre los momentos de dificultad despiertan en nosotros lo mejor o lo peor.
Pueden despertar en nosotros el egoísmo, tengo que resolver mi problema, el problema de mi familia, tengo que guardar, tengo que conservar, tengo que tener para que no se me acabe porque después… porque así, y cuando llega alguien a tocar a la puerta de nuestra casa, tenemos todas esas consideraciones y justificaciones, y no somos capaces de compartir, no somos capaces de comprender que hay personas que están peor que nosotros. Nosotros no hemos tenido que ir a pedir, esta persona ha tenido que venir a pedir, quizás ha tenido que vencerse, pero necesita y necesita ahora y yo tengo, y puedo, aunque sea un poco, mitigar la necesidad de esta persona.
Pero pensamos, y entonces ¿con qué me quedo, y mi familia, y lo que tengo, y lo que no tengo? Pero también estas situaciones pueden despertar eso, nuestra generosidad, porque como estamos experimentando lo mismo, sabemos lo que se siente cuando se necesita y no se tiene, entonces somos capaces de sentir esa solidaridad, de esa verdadera solidaridad, esa compasión que no es lástima, sino que es padecer con, sentir el dolor del otro como mío porque yo he pasado por ese mismo dolor, y entonces como la viuda del Evangelio, soy capaz de compartir lo que necesito para vivir.
Sabiendo como dice la primera lectura, tomada del Antiguo Testamento del Libro de los Reyes, como le dijo Elías a esta pobre viuda, una viuda también, a quien le pidió, y ella le dijo, “lo que tengo es un poquito de harina y un poquito de aceite, voy a hacer dos panes, uno para mi hijo y otro para mí, y después nos echaremos a morir, porque no tenemos más”. Y Elías le dijo, ten confianza has cómo has dicho, pero prepárame un panecillo y tráemelo. Y esta mujer escuchó el pedido de Elías, hizo el panecillo y compartió lo poquitico que tenía con él.
Él le había dicho, “porque dice el Señor, la tinaja de harina, no se vaciará, la vasija de aceite, no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra”. Y esta mujer experimentó esa generosidad de Dios, para con ella que había sido generosa; y termina el fragmento de la primera lectura diciendo, a partir de ese momento en que ella fue capaz de compartir más allá de lo que se podía pensar, “ni la tinaja de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó”.
Entonces hermanos, pidámosle al Señor en esta mañana que abra nuestro corazón a la generosidad. A ser capaces de compartir eso poquito que tenemos, que nadie toque a nuestro corazón y si podemos, no seamos capaces de tender la mano generosamente. Y estaremos seguros, de que ni la vasija de aceite se agotará, ni la tinaja de harina se vaciará.
Que el Señor así nos lo conceda
(Música, Todo confiamos a Ti, Dumas y Mary)
Queridos amigos y amigas, quiero compartir con ustedes algo que, bueno que se va haciendo casi habitual. Voy encontrando cosas que escribí hace mucho tiempo para publicarlas en Iglesia en Marcha y que, revisándolas, pensando en ustedes, me parece que podrían hacer bien compartirlas, como momentos, momentos que pueden servirnos para nuestra reflexión.
Por eso lo voy a compartir, hoy voy a comenzar con este artículo que nos habla de la oración, y en los tres próximos encuentros, pues voy a continuarlo, porque es tan importante que descubramos el valor de la oración, y la alegría, y el gozo de la oración, en el que encontramos fuerza para poder ser generosos.
Cuando leemos las Sagradas Escrituras, vamos encontrando el sentimiento religioso de quienes la escribieron inspirados por Dios. Este sentimiento religioso se manifiesta de manera especial, en oraciones que reflejan sus estados de ánimo, alegrías, tristezas, necesidades, arrepentimientos; oraciones que después, otros utilizaron para comunicarse con Dios, porque reflejaban exactamente lo que sentían en un momento determinado, o porque pensaban que orar era precisamente eso, utilizar las palabras escritas, por quienes tenían más experiencia en comunicarse con el Señor, o porque eran palabras inspiradas y consagradas, por el tiempo y la tradición.
También a lo largo de la historia de la Iglesia, hombres y mujeres han dejado por escritos sus diálogos con Dios, y estos han sido utilizados por los cristianos para expresar sus propios sentimientos. Me vienen a la mente las oraciones de San Bernardo, de San Francisco de Asís, de San Alfonso María de Ligorio, y más cerca de nosotros la oración que escribiera monseñor Evelio Díaz por la paz de Cuba, cuando era obispo de Pinar del Río. De las más populares, por decirlo de alguna manera, están el Padre nuestro y el Ave María, que merecen una reflexión aparte, y que utilizamos con tanta frecuencia en nuestra oración personal y comunitaria.
Cuando decimos que orar es hablar de amistad con Aquel que sé que me ama, podríamos pensar que dejamos fuera estas oraciones en nuestra comunicación con Dios, que orar con palabras escritas por otros, no es verdadera oración, que convertimos nuestra relación con Dios en algo mecánico, repetitivo, impersonal, y no es así.
El utilizar el fruto de la reflexión y de la fe de personas que han vivido antes, o que son nuestros contemporáneos, ha ayudado a muchos a crecer en su vida espiritual, en su relación personal con el Señor, a encontrar las palabras precisas para expresar lo que sentía su corazón, hacer oración en el más exacto sentido de lo que esto significa.
Por eso recurrir a un devocionario o a las estampitas que hemos guardado para utilizar las oraciones que contienen en nuestro deseo de comunicarnos con el Señor, es un modo de ayudarnos en este camino, de manera especial cuando nos sentimos vacíos, o incapaces de entablar un diálogo con el Señor, y sin embargo deseamos hacerlo, a lo mejor a partir de sus palabras encontramos las nuestras.
Recordemos que la mejor oración es aquella que hacemos, y si nuestros devocionarios y estampitas nos ayudan, bendito sea Dios que por medio de ellos acude en nuestra ayuda.
Oremos hermanos con la oración que nos enseñó el Señor.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Esta mañana el tiempo se nos ha ido volando, así que les deseo que tengan un feliz domingo, que lo disfruten en familia, que no se olviden de sus amigos que necesitan del calor familiar.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.
La cita bíblica para esta semana está tomada del Evangelio de San Marcos en el capítulo 12, versículos 42 y 44, “en esto se acercó una viuda pobre, echó dos monedas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos. Jesús les dijo, yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía, más que todos, porque los demás han echado de lo que le sobraba, pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba, hasta la próxima si Dios quiere.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…
(Música, Gente más que buena, Siervas)