Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 3 de noviembre de 2024
XXXI Domingo del Tiempo Ordinario
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Marcos 12, 30-31
Hermanos,
Las lecturas de hoy, yo le diría que son medulares para para vivir nuestra fe, medulares. ¿Por qué? Porque se habla del mandamiento por excelencia que es amar a Dios, respetar a Dios, obedecer a Dios. Porque si nosotros creemos que Dios es todopoderoso, es el Señor del cielo y tierra, es capaz de leer hasta lo más profundo de nuestro ser, nos ha dado la vida, nos ha creado; por lo tanto, lo lógico es que, si nosotros aceptamos eso, nosotros también aceptamos sus mandamientos lo que Él quiere de nosotros, y los mandamientos son aquellos enunciados que nos ayudan para alcanzar la salvación.
Los mandamientos son los que nos salvan, no. El que nos salva es Jesús de Nazaret que muere en la cruz. Los mandamientos nos ayudan a caminar según Jesús de Nazaret, lo que Él me pide. Él alcanzó mi salvación en la cruz, no nos cansaremos de decir que la sangre de Cristo es la que nos lava de nuestra culpa y la que nos salva. Somos redimidos por la sangre de Cristo, por la entrega de su vida, ese es clave, pero hay otro punto. Y el otro punto es que Jesús es el que le da pleno cumplimiento a esa revelación de Dios Padre.
Dios nos crea, Dios nos da la vida, Dios nos conoce, Dios sabe que solos nos perdemos, Él sabe que tiene que acompañarnos. Él eligió un pueblo, el pueblo de Israel, Él fue guiando al pueblo por una serie de actos de liberación heroicos que realizó por el pueblo, el pueblo le fue fiel. Pero como toda persona humana, hay veces que se cansaba de ser fiel, vamos a llamarle así, pero Él envió los profetas, Él envió a David, Él vio a que me envió aquella gente que iban salvando al pueblo y así fue transmitiendo aquello que el Señor quería que conociéramos, fue revelando aquello que nosotros que Él creía que nosotros debíamos de conocer, para seguir siendo fieles y alcanzar su salvación.
De ahí es que vienen los profetas, de ahí es que viene la ley, los mandamientos, los da allá en el Sinaí, de ahí es que viene toda aquella gente fiel, es que fue salvando al pueblo, y ahí viene Jesús de Nazaret y en Jesús de Nazaret se completa la revelación. El que le da cumplimiento a toda esa revelación que el Señor fue haciendo en el tiempo a través del pueblo de Israel y de la naturaleza, porque la naturaleza también es un área, vamos a llamar así teológica para conocer la obra del Señor y la naturaleza habla de Dios.
Pero Jesús vino no solamente a salvarnos, Él también vino a dar cumplimiento a todo lo que el Señor había hecho. Por eso es que el Señor Jesús dice que él da cumplimiento las Escrituras y que Él no vino a abolir la ley, sino que vino a darle cumplimiento y ahora vamos a entrar en los mandatos del Señor.
La primera lectura del libro es Deuteronomio. Deuteronomio significa como otras veces hemos dicho. y ustedes seguro que saben segunda ley. La segunda ley ¿por qué? Porque la primera vez, fue aquella ley que fue dada en el Éxodo. Y entonces el pueblo de Israel recogió toda esa tradición de historia del pueblo de Israel, pero también de la presencia de Dios manifestándose en la historia del pueblo de Israel, porque el Señor es un Dios de la historia, se manifiesta en nuestra historia y los judíos recogieron por inspiración del Espíritu Santo toda esa revelación, vamos a llamarle primera revelación la de la Antigua Alianza, toda aquella alianza que firma con su pueblo.
Y entonces el pueblo de Israel recogió las leyes principales, lo que ellos entendían, vuelvo a repetir por inspiración del Espíritu Santo, y lo fueron recogiendo en cinco libros que nosotros le llamamos el Pentateuco. Los hebreos le llaman la Torá, la ley. El Génesis, el Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio son los cinco primeros libros de la Biblia. El Deuteronomio es el último de estos cinco libros, es el quinto libro y se llama segunda ley, no porque haya sido una ley nueva o una ley agregada, no. Es la misma ley revelada desde el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números; es decir, la revelación de Dios en el pueblo, que, en un momento determinado de la historia de Israel, pasado varios siglos de aquella presencia de Dios en el Sinaí cuando entrega los Diez Mandamientos, el pueblo hace una reflexión sobre la Ley, y este libro lo que hace es recoger esa reflexión. Fíjense bien al cabo de muchos siglos, él vuelve a revivir los fundamentos, la esencia de la ley y la manifiesta en el libro del Deuteronomio, por eso es que está incluido ahí.
¿Qué quiere decirnos esto? Esto quiere decirnos que la ley del Señor es eterna y que la ley del Señor, pasan generaciones, pero la ley es la misma, la ley se cumple. Puede ser que cambien algunas, vamos a decir así, situaciones que exteriores que rodean el cumplimiento de la ley, los judíos muy severos a la hora de los alimentos no se puede comer este alimento, no se puede comer el otro, todo queriendo conseguir y buscar el permanecer unidos a Dios. Pero ellos ponían leyes en exceso, muy típicas de ellos, leyes, que para otros pueblos no se entendían.
Pero las leyes morales del pueblo de Israel eran leyes que permanecieron siempre fieles, por eso que el Señor es capaz de decir, díganme, le dice al pueblo de Israel en esos momentos los profetas lo dicen, dígame qué pueblo tiene leyes mejores que estas. Si eso lo decían los profetas allá, mil años, ochocientos años antes de Jesús, ahora también podemos decir, qué pueblo de la tierra tiene una constitución, unas leyes, que sean mejores que los Diez Mandamientos. Díganme, díganme. Respeta al otro, en definitiva; ahora nos llenamos la boca, y qué bueno, de decir hay que respetar a toda persona porque en su dignidad y sus derechos, eso está en la ley, eso está en los Diez Mandamientos, está ahí.
Los tres primeros mandamientos se refieren a Dios, ámalo por sobre todas las cosas, no tendrás otros dioses, no ofrecerás el nombre de Dios en vano, lo reconocerás como Dios. Los otros siete son normas que nos ayudan a cumplir, eso que quiere decir respeta a tu hermano en su dignidad y en sus derechos, pero fíjese bien hermano que no varía. Eso está desde allá, cuando el mismo Dios le dice a Abel, dónde está tu hermano, ¿dónde está? ¿Qué hiciste con tu hermano? ¿Qué hiciste? ¿Respetaste a tu hermano?
Entonces hermanos, aparece la ley de Dios allá en el Sinaí, el pueblo de Israel la va viviendo, el pueblo de Israel le va añadiendo costumbres, para que la gente la viva con más facilidad, esa costumbre hay veces que son muy obsoletas, muy viejas, hay que cambiarlas; pero la ley permanece intacta. Por eso en esta segunda reflexión, que está recogida en el Deuteronomio, la ley prevalece intacta.
Sigue el tiempo, en esa presencia de Dios se dice que vendrá alguien, un Mesías. Un Mesías para salvar al pueblo, nosotros sabemos que ese Mesías es Cristo el Señor, lo sabemos. Por eso es que Él es el perfecto revelador del Padre, y Él es que vino a darle cumplimiento a la ley, y Él es el que vino expresar más nítidamente que la ley de Dios no es solamente para agradar al Señor, es para hacer una sociedad más fraterna en que cada persona se sienta contenta, atendida, reconciliada consigo mismo y reconciliada con los demás. Que no tema al otro, que desgraciadamente en esta situación que estamos viviendo ahora de una manera, pero que siempre se ha vivido, desconfiamos del otro, y vemos la maldad en el mundo maldad que hay veces que nosotros mismos somos capaces de generarla.
Jesús vino a decir, yo vengo a dar cumplimiento pleno de la ley. Busquen, busquen la Palabra de Dios, Él vino a darle cumplimiento a la ley, y vino a sellar, ese compromiso de Dios, esa alianza, no con los corderos que se ofrecían en el templo y que desgraciadamente otros pueblos le ofrecían a sus dioses; no corderos ni vacas como el pueblo de Israel, los aztecas le ofrecían vidas humanas y asesinaban a miles de guerreros de otras tribus para satisfacer a sus dioses. Fíjense bien hermanos, que cuando nosotros nos apartamos de la ley de Dios, somos capaces de hacer cualquier cosa.
Jesús vino a darle cumplimiento a la ley, y vino a darle ese rostro humano también a la ley. Aquí viene, si en el Deuteronomio se hablaba de que el Señor dice esta es la ley, que yo te doy y al final termina, con una invitación tremenda para hacernos entender, “graba en tu corazón los mandamientos que hoy te transmitido. El Señor es tu Dios, tu único Dios, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas.” Y también están el resto de los mandamientos, es el primero, porque en el amar a Dios, creador de todos, es donde está el origen y el fundamento de la dignidad del hombre porque somos criaturas de Dios.
El derecho humano, la dignidad del hombre no da ninguna ley, la ley podría reconocerlo y respetarlo, pero se está garantizado porque somos criaturas de Dios. Si en el Antiguo Testamento se dijo eso, y además se decía que tú tenías que tratar a tu hermano como a ti mismo, Jesús vino a recalcarlo. Y aquella persona buena, conocedora de la Ley de Israel se le acerca a Jesús y le dice, Señor, dime tus mandamientos, ¿cuál es el primer mandamiento tuyo? Y nosotros vemos aquí que el Señor le dice, el primero es las mismas palabras que aparecen en el Deuteronomio, escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor, y así va repitiendo lo que dice el Deuteronomio, escrito varios siglos antes, pero conocido y vivido por el pueblo de Israel.
Dice, el segundo, es este, hay otros textos que también dicen es semejante a este, es decir, van unidos uno con otro, “amarás a tu prójimo como a ti mismo, no hay ningún mandamiento mayor que estos”.
Hermanos, aquí tenemos dado por Jesús, esa dimensión humana, cercana, que nos dice que no podemos separar el amor de Dios del amor a los hermanos, que si nosotros que decimos que amamos a Dios tenemos que tratar de amar a nuestros hermanos, si nosotros decimos que en el amor a Dios del centro de toda la alabanza y la adoración que tenemos que darle a Dios, también es el que hacerlo con el amor de los hermanos, también. Por eso que Él dice, “yo vengo a dar el cumplimiento de la ley entera”. ¿Quién dio el ejemplo?, Él que muere en la cruz siendo inocente, por mí, por cada uno de ustedes, por la familia de ustedes, por todos los hombres.
Hermanos, nosotros tenemos que tenerlo adentro, no solamente conocerlo, sino también vivirlo, hay que vivirlo diariamente. La pregunta viene ahora. Si yo le pregunto a Dios, ¿Señor qué quieres que yo haga para ser fiel? y ojalá que lo preguntemos; porque puede ser que, en este mundo moderno lleno de tantas cosas, nos olvidemos hasta de preguntarle a Dios Señor qué tú quieres de mí, dime, qué tú quieres de mí Señor. ¿Lo hacemos? Que cada uno lo haga esta noche, antes de acostarnos, que cada uno se pregunte, qué tú quieres Señor de mí, yo que trabajo, que estudio, que hago esto, que estoy en la casa, qué tú quieres que yo haga Señor, qué tú quieres.
Eso hay que preguntarlo, ojalá que el Señor también a nosotros nos diga esto que está acá. Aquello que le dijo al joven rico cuando le dijo Señor, yo hago esto; pues entonces entrégate plenamente, le dijo al joven rico, y qué le dice a este, a este le dice, haces muy bien en cumplir con los mandamientos porque es lo que tiene que hacer.
Hermanos hagamos la pregunta, Señor, qué tú quieres de mí, pero sabiendo que cualquier respuesta que nosotros sintamos que Dios me da, pasa por estos dos mandamientos, amar a Dios con todo mi corazón, y también atender al prójimo como yo quiero que a mí me hagan. Esa es la justicia. Eso es lo que Dios quiere. Hay veces que nos llenamos la cabeza y nos preguntamos. Ay, que el Señor qué quiere, primero es esto, primero es esto.
Cuando alguien hace así, por ejemplo, voy a poner este ejemplo un joven, hay padre yo creo que yo puedo ser sacerdote por esto, por esto, la primera pregunta es, y tú ¿tratas de ser buen cristiano? ¿Tú crees que Jesús está en la Eucaristía, que se entregó por ti en la cruz? ¿Tú crees eso bien firme? ¿En tu vida, tú das testimonio de fe con tus amigos, en tu familia? ¿Tú eres una persona que busca la unión y la comunión? ¿Tú eres una persona que cuando conversas en vez de dar desesperación o frivolidades en la conversación, tú la llenas, por lo menos de vez en cuando de alguna palabra que lleve consuelo, que ilumine a otras personas? ¿Tú crees que tú, puedes dedicar tu vida entregarte al otro?
Hermanos, para pensar en cualquier vocación en la iglesia, primero tenemos que hacernos nuestras preguntas; para preguntarnos en la iglesia, laicos, cura, monja, cardenales, el Papa, qué tenemos que hacer, lo primero que tenemos que preguntarnos es esto. ¿Y cómo te va con el primer mandamiento de amar a Dios, y cómo te va con este segundo mandamiento que dice así y al prójimo como uno mismo? Esto, vale más que cualquier otra cosa.
Hermanos, vamos a fijarnos en esto, repasemos los mandamientos, y vamos a confrontar nuestra vida, acuérdense que la Palabra de Dios se lee para informarnos, para iluminarnos, con lo que Dios quiere revelarnos, pero también la Palabra de Dios nos la da para que confrontemos la vida, yo qué hago, qué estoy haciendo, camino según la Palabra de Dios o no, o no la tengo en cuenta.
Que Dios nos ayude hermanos a vivir así, pero con alegría, con alegría, porque a Dios se le busca con alegría, sabiendo que Él siempre no va a responder. Y sabiendo que nos da la fuerza. Que el Señor nos ayude a vivir así hermanos.