Irradia, emisión del 12 de marzo de 2023
Irradia, emisión del 12 de marzo de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
III Domingo de Cuaresma
“Señor, dame de esa agua así no tendré más sed” Juan 4, 15
(Música, Agua de Vida, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Agua de Vida, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
Mis ojos siempre están fijos en el Señor, pues Él libra mis pies de toda trampa. Mírame Señor y ten piedad de mi que estoy solo y afligido. Señor Dios, fuente de misericordia y de toda bondad, que enseñaste que el remedio contra el pecado está en el ayuno, la oración y la limosna, mira con agrado nuestra humilde confesión, para que a quienes agobia la propia conciencia, nos reconforte siempre tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre un gusto, un placer y una alegría, poder compartir con ustedes esta mañana de domingo, compartir la Palabra de Dios, reflexionar sobre ella, dejarla que nos ilumine, que nos fortalezca, que nos consuele, que nos alegre, que nos refresque, como esa agua viva de la cual vamos a hablar y nos hablan las lecturas de hoy.
Pero quiero dar un saludo especial este día a las mujeres. El pasado miércoles 8 fue el Día de la Mujer, aunque el día de la mujer es todos los días. Sería imposible pensar en este mundo, en nuestro mundo, en mi mundo, sin las mujeres. Pedir que el Señor las siga bendiciendo, para que continúen siendo ese signo de su amor y de su misericordia en medio de este mundo. Para que nos sigan ayudando a construir y a edificar desde su realidad como mujeres, desde su ternura, desde su comprensión, desde su intuición… de eso que va más allá de lo que quizás podamos decir o pensar.
Espero que hayan tenido un feliz día, y que todos los días sean realmente los días de las mujeres, y nosotros los hombres tengamos eso en cuenta todos los días.
En la aridez del desierto, es donde se puede experimentar con más realidad lo indispensable que es el agua para la vida, por eso se reveló Dios a sí mismo como el Salvador de su pueblo, haciendo que brotara el agua de la roca en medio del desierto por mediación de Moisés como nos lo narra la primera lectura tomada del libro del Éxodo. Pero más importante que el agua que da la vida al cuerpo, es el agua viva del Espíritu que Jesús prometió a la mujer de Samaria; así nos lo narra el Evangelio. El evangelio de san Juan, ese manantial de la fe, de la esperanza, y del amor en lo más íntimo de su ser.
El evangelio de hoy, está tomado del evangelista san Juan, en el capítulo 4, versículos del 5 al 42.
(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 4, 5 – 42)
Me voy a fijar en la primera lectura del libro del Éxodo, en el capítulo 17, versículos del 3 al 7. Dios por manos de Moisés ha sacado al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto. Y lo ha sacado porque el pueblo ha clamado a Él, y no hay quien clame a Él que quede sin respuesta. El Señor los ha sacado con mano poderosa, han visto, han experimentado el amor, la misericordia, la fuerza de Dios. De Dios que no sólo los ha sacado al desierto, sino que los ha protegido. Ha hendido el mar Rojo en dos para que pudieran salir a pie firme, y lo ha cerrado sobre el ejército del Faraón, para que pusieran los israelitas seguir adelante. Ese Dios que los acompaña cada día, como columna de nube, o como columna de fuego para guiar sus pasos. Pero basta que haya la menor dificultad, para que todo eso se olvide.
Entonces, en vez de ante la dificultad acudir al Señor, Señor ayúdanos, fortalécenos, danos lo que necesitamos si así nos conviene… lo que hacen es clamar en contra de Dios y de su enviado, Moisés. Se olvidan de todo, se olvidan de todo el amor, la misericordia, la presencia, el acompañamiento de Dios. Sólo se fijan en la dificultad presente y pierden la confianza. Volvemos a hablar de confianza, pero eso es realmente así. Pierden la confianza, desconfían del único del que no deberían de desconfiar porque constantemente le ha estado dando pruebas de su amor, de su misericordia, de su presencia. Una vez más el Señor tendrá paciencia con aquel pueblo y le dirá a Moisés, preséntate ante el pueblo llevando contigo uno de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti sobre la peña de Orec, golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.
El Señor tiene paciencia y misericordia, a pesar de la dureza del corazón del pueblo, que se olvida de todos los beneficios que el Señor ha derramado sobre ellos constantemente. Tenemos que pensar, ¿y nosotros?… ¿Tenemos buena memoria o tenemos mala memoria? ¿Recordamos que cuando necesitamos el Señor ha estado siempre ahí? No para resolver nuestros problemas. No, el Señor no está para resolver problemas, pero sí para darnos la fuerza para enfrentarlos, para resolverlos, para sobrellevarlos, para que no nos sintamos solos y desamparados.
El Señor que está siempre dispuesto a tendernos la mano. No importa que nos hayamos olvidado de Él, no importa que nos hayamos alejado de Él. Cuando necesitamos y volvemos y le decimos Señor, ahí está Él para respondernos. Pero la próxima vez, volvemos a tener mala memoria, y nos olvidamos y clamamos contra el Señor. ¿Por qué Señor? ¿Por qué a mí? ¿Por qué esta situación, por qué esta enfermedad, por qué este dolor, por qué esta soledad? En vez de de decirle, Señor dame la fuerza para enfrentar aquellas dificultades que encuentro en mi vida, porque Tú no me pruebas más allá de las fuerzas y de las gracias que me das.
El evangelio de hoy es el evangelio de la samaritana. Apropiado, acabamos de celebrar el día de la mujer. Esta mujer que va a sacar agua de un pozo, y se encuentra con lo que no pensaba, ni esperaba, ni sabía. Se encuentra con un hombre sentado en el brocal del pozo, un hombre judío. Pero este hombre la saluda y le pide que le de beber. Ella le dice, ¿tú me pides de beber a mí, tú que eres judío? Porque los judíos y los samaritanos por decir lo menos, no se llevaban muy bien. Y el Señor le responde, si tú supieras quién te pide de beber, tú serías quién me pediría de beber a mí. Pero cómo Señor, si tú no tienes nada con qué sacar agua. El agua que yo te daré es de tal calidad que ya no tendrás que volverla a pedir. La mujer por supuesto no pierde la oportunidad, pues dame de esa agua, así no tendré que volver yo más al pozo a buscar agua.
Pero el agua que le ofrecía Jesús era Él mismo, el agua viva. Esa agua que en el Antiguo Testamento brotó de la roca para saciar la sed del pueblo, pero esta agua va a brotar del corazón de Cristo, traspasado por amor nuestro en la cruz, con la lanza del soldado. Esa agua que se derramará sobre nosotros el día de nuestro bautismo, que nos purificará de nuestros pecados, que nos hará cristianos, que nos hará miembros de la familia de Dios, que nos hará hermanos los unos a los otros. Esa agua que es Cristo. Esa agua que cuando la bebemos se forma en nosotros como un manantial, que es capaz de brotar y saciar la sed de otros, no con nuestra agua, sino con el agua que es Cristo.
Esta mujer no solamente era samaritana, sino que Jesús le dice ve a buscar a tu marido y ven. Y le dice ella, no tengo marido. Dices bien, porque cinco has tenido y el que tienes ahora no es tuyo. Ella se quedó asombrada de que él pudiera, un hombre desconocido, decirle quién era, cómo era, cómo era su vida. Más aun sería su asombro, seguramente, en primera de que la hubiera saludado, pues en aquel momento las mujeres no ocupaban un lugar muy importante. Que un hombre la saludara en el brocal del pozo, que un judío la saludara a ella samaritana, que un judío le pidiera de beber a ella samaritana… de asombro en asombro hasta el momento que ya siente en su interior que este hombre no es cualquier hombre.
Y va, va a su pueblo a decirles me he encontrado con un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho, pero me imagino que más… que me ha acogido, que me ha recibido, a una mujer de cinco maridos y ninguno de ella. Y el Señor no tuvo el menor reparo en acogerla, en predicarle, en convertirla en fuente de agua viva también. Porque ella entonces se convirtió en esa fuente de agua viva, con el agua que venía de Cristo para saciar la sed de sus hermanos que regresaron donde estaba el Señor con ella, que lo escucharon, que lo acogieron, hasta el punto de decir, ya creemos no por lo que tú nos has dicho, sino por lo que hemos experimentado nosotros. Convirtió a aquella mujer y a aquel pueblo, en fuente de agua viva.
Ahí vemos el amor, la misericordia de Señor para con todos pero una intensión particular para con la mujer. Esta mujer samaritana, pecadora, pero que el Señor la acoge y la dignifica, y la envía. Es a través de ella los que quizás ni la miraban ni la apreciaban, recibieron el don del agua de la vida.
Volvamos al evangelio, leámoslo con cuidado, con detenimiento, reflexionemos en nuestro interior, cómo el Señor nos llama, cómo el Señor llama, cómo el Señor quiere ser agua viva para todos. Pero para el Señor todos, significa todos. Nadie queda fuera, ni la samaritana. Entonces abramos nuestro corazón, para que esa agua viva que brota de Cristo que hemos recibido el día de nuestro bautismo, que nos ha refrescado, animado, sostenido, podamos compartirla con todos nuestros hermanos.
Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Dame de beber, Dumas y Mary)
Ahora hermanos, presentemos confiados en que siempre somos escuchados nuestras súplicas a Dios nuestro Padre.
En primer lugar por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que fortalecidos por Cristo agua viva, seamos para nuestros hermanos también esa agua que refresca, que fortalece, que aplaca esa sed que tenemos de vida eterna. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que sufren, y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrar siempre en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza, y en los cristianos manos dispuestas a tenderse para ayudarlos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que podamos responder al Señor que nos llama a ser testigos suyos en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, de manera especial aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también los unos por los otros, de manera especial por las mujeres, por nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras amigas, nuestras vecinas, para que el Señor siga llenando sus corazones de amor y den testimonio de ese amor desinteresado en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oremos ahora hermanos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó a reconocernos no solo a Dios como nuestro Padre, sino porque Dios es nuestro Padre como hermanos los unos de los otros.
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén
Qué alegría poder volver a compartir con ustedes esta mañana. Les deseo que tengan todos, un feliz domingo junto a sus familiares, junto a sus amigos. Recordando siempre y acogiendo de manera particular, a aquellos amigos que están lejos de su familia por el motivo que sea, para que sientan que no están solos, para que sientan ese calor de la familia que tanto se necesita. Que tengan también una muy buena semana.
Que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado, ha compartido con ustedes el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo. Irradia…
(Música, Agua, Alex Campos y Angie Rose)