Irradia

Irradia

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
4 de diciembre de 2022
Segundo domingo de Adviento

Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego” Mateo 3, 11

(Música, Una voz en el desierto, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Una voz en el desierto, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba 

Tiempo de Adviento. Adviento es el tiempo de preparación de la Navidad, junto con la Navidad y la Epifanía forman una unidad que celebra la manifestación del Señor en nuestra historia, es el tiempo con que se inaugura cada nuevo Año Litúrgico. Cuando todos están hablando de las últimas semanas del año, nosotros hablamos de las primeras. Con el Adviento, iniciamos un nuevo ciclo litúrgico. Este tiempo litúrgico comienza con las primeras vísperas del domingo que coinciden con el 30 de noviembre o que es el más próximo a este día, y finaliza antes de las primeras vísperas de Navidad. Sus personajes son el profeta Isaías, el precursor Juan el Bautista y la Madre, María de Nazaret.

La liturgia del Adviento tiene un carácter en su primera parte hasta el 16 de diciembre, mirando hacia la última venida del Señor al final de los tiempos. A partir del día 17 la atención se dirige más, a preparar la fiesta, nos centramos en la gran noticia de que, nuestro Dios ha querido ser Dios con nosotros. 

A ti Señor levanto mi alma, Dios mío en Ti confío. No quede yo defraudado, que no triunfen de mis enemigos, pues los que esperan en Ti no quedan defraudados. Concede a tus fieles, Dios todo poderoso, el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene a nosotros, para que la práctica de las buenas obras, colocados un día a su derecha, merezcamos poseer el Reino celestial.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Como siempre una alegría, un gozo, poder compartir con ustedes en esta mañana de domingo, compartir la Palabra de Dios, compartirla en este tiempo de Adviento, este tiempo en que los cristianos nos preparamos de manera particular, para celebrar la Navidad.

Nos preparamos exteriormente, ponemos los arbolitos, ponemos los nacimientos o belenes, ponemos luces en nuestros templos y en nuestras casas, pero sobre todo nos preparamos interiormente. En la oración, en el esfuerzo diario, en el mirarnos por dentro para ir preparando un lugar al Señor en nuestra vida, en nuestro corazón. Para que cuando llegue y llame, no digamos como le dijeron a María y a José en Belén, no hay lugar para ustedes; sino que le digamos, bienvenido Señor, aquí estamos, te acogemos en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra comunidad y a través de nosotros cristianos en la sociedad en que vivimos. Acogemos tu esperanza, acogemos tu alegría, acogemos la luz que ha venido a traer a todo hombre y mujer que viene a este mundo.

Qué alegría poder compartir este tiempo de Adviento, preparándonos para juntos poder celebrar la fiesta de la Navidad, la fiesta del Nacimiento del Señor. La fiesta que nos dice, que la promesa que Dios hizo a nuestros primeros padres de enviar un Salvador se cumplió, porque Dios siempre cumple sus promesas.

En el evangelio de este domingo, está tomado del evangelista san Mateo, en el capítulo 3, versículos del 1 al 12.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 3, 1-12)

El evangelio de hoy nos presenta la figura de Juan el Bautista. Este hombre escogido desde las entrañas de su madre para ser el precursor, para anunciar al Salvador. Este hombre que en el vientre de su madre recibe la bendición del Espíritu Santo, que trae el mismo Jesús, que también viene en el vientre de su madre la Virgen que va a visitar a su prima Isabel. Este hombre escogido `por Dios para dar testimonio, con la palabra y con la vida, de Aquel que habría de venir para traernos la salvación.

Este hombre que se preparó para cumplir su misión. Que importante es eso. Él tenía conciencia de que habías ido llamado, tenía conciencia de que tenía una misión que cumplir, pero también tenía conciencia de que tenía que prepararse para poderla llevar adelante, que no se puede improvisar. Cuando improvisamos las cosas de un primer momento pueden quedar bien, pero no siempre es así, pero sobre todo cuando la misión que tenemos continúa en el tiempo. Sino estamos preparados nos cansamos, nos desanimamos, nos desalentamos, queremos comenzar y probar otra cosa distinta otra cosa nueva.

Juan estaba convencido de que tenía que prepararse. Y se preparó como un atleta en el silencio, en la oración, en el esfuerzo de cada día. Nos dice el evangelio de hoy que Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñía con un cinturón de cuero su cintura y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Llegarían momentos difíciles y tendría que estar fortalecidos. Así como los deportistas se fortalecen físicamente para poder llegar hasta el final.

Juan el Bautista se fortaleció espiritualmente para poder enfrentar las dificultades que podía y sabía que iba a enfrentar porque tendría que decir muchas verdades, y las verdades siempre son difíciles de decir y más difíciles de escuchar. Y muchos de los que tendrían que escuchar su verdad tenían el poder para hacerle la vida difícil a Juan el Bautista.

Además, Juan tenía la conciencia de que no era él, de que no tenía que anunciarse a él, predicarse a él, buscarse discípulos para él. El que viene detrás de mí es más grande que yo, de tal manera que no tengo ni siquiera aquello de sacarle la correa de sus sandalias. Yo bautizo en agua, él vendrá a bautizar en Espíritu Santo y fuego.

Nosotros también hemos sido llamados por el Señor, como Juan el Bautista. Desde que fuimos concebidos en el seno de nuestra madre, el Señor tiene una misión para nosotros. Nos toca descubrirla, cuál es el camino de Dios para mí. A dónde me llama el Señor, como cristiano, ¿a dónde debo ir a dar testimonio de Él con la palabra y con mi vida? Viviendo conforme a la Palabra que anuncio.

Pero como Juan el Bautista, también tengo entonces que prepararme para poder perseverar, para no desalentarme, para no desanimarme, para no echarme atrás. Tengo que prepararme espiritualmente para que cuando lleguen los momentos de prueba pueda seguir adelante, para así poder acompañar a aquellos a quienes traigo la buena noticia, Cristo.

Juan anunciaba la buena noticia que habría de llegar. Nosotros anunciamos a Cristo que ya llegó, que nos salvó y redimió al precio de su sangre derramada y de su vida entregada. Nosotros anunciamos a Cristo que está en medio de nosotros, estaré con ustedes hasta el último día hasta el final de los tiempos. Tenemos que anunciar al Señor, y tenemos que estar preparados para enfrentar las dificultades. Tanto las dificultades interiores, aquello que nos trata de apartar del camino del Señor: nuestras ambiciones, nuestras pasiones, nuestras incapacidades para vivir conforme a la Palabra de Dios. Pero también para vencer las dificultades exteriores de aquellos que van a tratar de apartarnos del camino del Señor, quizás algunos con buena intención, para qué, por qué, de qué manera… Tendremos que estar preparados para seguir adelante. Es necesario que Él crezca y que yo disminuya.

Entonces pidámoslo así hermanos míos en esta mañana del segundo domingo de Adviento al Señor. Que como Juan el Bautista nosotros que tenemos la misión de anunciarlo y hacerle presente, de preparar y hacer un lugar en el corazón de nuestros hermanos para que Él pueda hacer morada en ellos, nos preparemos de tal manera que, con fidelidad, cada día, podamos anunciar a Cristo que viene. Podamos decir Maranathá, ¡Ven Señor Jesús!

Que así el Señor nos lo conceda.

 (Música, Te esperamos Señor, Dumas y Mary)

Hermanos, renovemos nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que nos de la fuerza para vivir conforme a la fe que profesamos y así poder ser testigos suyos en medio de este mundo.

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra? R/ Sí creo.

¿Creen en Jesucristo su Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó, y estás entado a la derecha del Padre? R/ Sí creo.

¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? R/ Sí creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús, nuestro Señor. R/ Amén.

Ahora, confiados en el Señor, siempre nos escucha, le presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar, por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que podamos dar testimonio de Él con la palabra y con la vida, anunciarlo, preparar un camino en el corazón de nuestros hermanos para que Él pueda hacer morada en todos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu, y se desalientan, se desaniman, a veces se desesperan, para que puedan encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que nadie pide por ellos, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que vivamos intensamente este tiempo de Adviento, este tiempo de preparación y podamos vivir con alegría esta Navidad. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre santo estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones, pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora hermanos, confiados, oramos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó. 

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración. 

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

Les deseo a todos que tengan un feliz domingo y una muy buena semana. Que aprovechen este domingo para compartirlo con sus familias. A veces durante la semana es difícil poderse encontrar, intercambiar, alegrarnos con las alegrías y acompañar en las dificultades. Este domingo aprovéchenlo para reunirse con sus familiares, también con sus amigos, es bueno encontramos con los amigos, compartir con ellos de manera particular con aquellos que están a veces solos, lejos de su familia, y necesitan quién los acoja, necesitan sentirse que están también en el seno de una familia. Nosotros podemos darle esa oportunidad. Aprovechémosla.

Aprovechemos para dar testimonio del Señor durante toda esta semana que pronto va a comenzar. Como Juan el Bautista preparando un lugar en el corazón de aquellos que encontramos en nuestro camino en la escuela, en el trabajo, en la comunidad cristiana también por qué no, cuando vamos por las calles, cuando vamos al mercadito o la bodega. Como decía san Pablo, a tiempo y a destiempo, anunciando al Señor que viene.  La alegría y el gozo del Señor que viene.

Y que la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda todos ustedes, sobre sus  familiares y amigos y los acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, La puerta de la Fe, Luna Eikar)

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