Irradia
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
27 de noviembre de 2022
Primer domingo de Adviento
“¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!” Salmo 121
(Música, Así que prepárense, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Así que prepárense, Javier Brú)
Para la reflexión de hoy contamos con el P. Carlos Luis Fernández , sacerdote salesiano, asesor diocesano de la Pastoral Juvenil santiaguera.
Para todos, les hala el P. Carlos Luis Fernández, salesiano de Don Bosco, asesor diocesano de la Pastoral Juvenil de Santiago de Cuba.
En este primer domingo de Adviento, estaremos meditando el evangelio de Mateo, capítulo 24, del versículo 37 al 44.
(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 24, 37 al 44)
El Evangelio de este primer domingo de adviento inicia presentándonos la imagen del diluvio del tiempo de Noé. Y es como si la Palabra de Dios también vuelva sobre nosotros en estos tiempos y nos dijese: “llega el diluvio”. Y es así, llega el diluvio y sin embargo estamos en el trajín de nuestros pensamientos, de las preocupaciones, de las muchas informaciones, de lo que tenemos que hacer… Llega este diluvio y apenas nos alcanza el tiempo por el ritmo que llevamos… Llega el diluvio y todavía hoy seguimos teniendo dificultad para serenar el alma, para escuchar el corazón, para conversar, para las relaciones… porque es más la urgencia de la vida cotidiana con todos sus afanes, que la urgencia de saber mirar el interior y ver cómo estamos por dentro y cómo nos sentimos.
Llega el diluvio y vemos que algunos construyen sus barcas intentando encontrar la salvación. Y hoy más que nunca, la Iglesia también construye su barca para acoger y dar salvación a todos. Para dirigir la mirada del corazón a un horizonte de esperanza, a un futuro firme y estable. Llega el diluvio y llega el tiempo de saber dónde estamos: si culpando a los otros, si juzgando a los demás, si perdiendo el sentido de la vida y de la historia olvidando el horizonte de donde situarnos… o si realmente estamos de ese lado, tomando en serio las decisiones de la vida, de la familia, y estamos haciendo algo y buscando soluciones. “Como en tiempo de Noé”, una generación estará dispersa entre las muchas cosas y sus muchos afanes, mientras que quizás otra generación intentará buscar soluciones.
En medio de este diluvio nos viene dada un arca: el Adviento. El Adviento también es el arca, como lo es también la iglesia. En el caos cotidiano que nos prueba, viene a brillar una luz, viene a escucharse la noticia de un Dios que está en medio nuestro. Llega el adviento y este tiempo de gracia viene a ser el arca que nos permite atravesar este diluvio sin desfallecer. Cuatro semanas de preparación a la Navidad, pero no para estar “simbolizando” que Jesús nace, sino para dejarnos transformar por la gracia de este tiempo especial.
Este adviento es diverso del anterior. Un adviento lleno de emociones y recuerdos muy distintos de aquellos de hace un año, o de hace dos cuando estábamos en plena pandemia. Y es que cada adviento, cada espera, nace de una realidad siempre diversa. En este año cuántos sentimientos surgirán en muchas familias cubanas, o en los jóvenes que sueñan, o en los niños que miran el futuro, o en esos padres y abuelos que piensan en sus hijos y en sus nietos…
Estas cuatro semanas nos vienen donadas entre ese evento real e histórico del nacimiento de Jesús hace dos mil años, y el evento glorioso de su venida. Y en medio, entre uno y otro, estamos nosotros, tenemos el hoy, tenemos el presente. Y estas cuatro semanas nos ayudarán a ir encendiendo una vela y dejar que una luz nueva ilumine nuestra vida. Una luz se encienda dentro de nosotros, y se encienda realmente. Una luz brille y podamos creer y esperar.
Esta es la esperanza de la Navidad, esta es la esperanza que se cultiva en este tiempo de adviento: la luz de Jesús viene, y viene dentro de mí, viene e ilumina mi mente, mi corazón, mi vida entera. Y esta luz se enciende y brilla dentro del arca que nos salva y nos lleva puerto seguro: la Iglesia.
Este es un tiempo fuerte para mirar el corazón y dejar que Dios venga a él. Es un tiempo de espera, y a su vez de fe, pues no se espera aquello no que se cree. Viene un tiempo de paz, y nos lo describe el profeta Isaías en la primera lectura también de este domingo (capítulo 2, del versículo 1 al 5). Isaías profetiza la estabilidad entre los pueblos, sueña en que las espadas serán arados, las lanzas podaderas, profetiza que los hombres entenderán que, con la contraposición, la violencia y la agresividad no conducen a la vida humana a ninguna parte. ¡Cuánto debemos aprender de Isaías! ¡Cuánto necesitamos de esta profecía, que se cumpla en el hoy de nuestra vida!
El tiempo del adviento es un tiempo en el que estamos invitados a vivir en paz: con nosotros mismos y con los demás. Cuántas personas encontramos que se consumen en su amargura y en su rencor. Personas que proyectan sobre los demás su malestar, como si se “aguantara” y al mínimo problema todo entonces explotase, y así se hace daño, nos hacemos daño. Si entendiéramos que cuando viene Dios y viene su paz al corazón del hombre, el otro no es mi enemigo, no es mi rival, sino que es mi amigo con quien me puedo encontrar y dialogar. Cuando viene la paz a la vida, entonces aprendo a deponer las armas de mis palabras hirientes, de mis pensamientos negativos, de mis sentimientos de confrontación, y me abro al don nuevo de la paz.
Y así llega Dios, para cambiarnos. Y viene para hacerse presente entre nosotros, y viene porque quiere estar con nosotros, y sin embargo parece que rechazamos una vez más a este Dios que viene como niño, porque hasta cierto punto queremos un Dios que nos resuelva los problemas, un Dios adulto, fuerte y vencedor, no un Dios frágil y pobre que nace en un pesebre. Pero aun así viene Dios, seamos capaces de darnos cuenta o no. Viene Dios para cambiar nuestra mentalidad. Viene Dios, y viene como un ladrón, nos dice el Evangelio de Mateo. Viene sin que sepamos el día y la hora. Pero aun así viene.
Por eso pidamos con fe y con insistencia: “Maranathá, Ven Señor Jesús”. Que este adviento no sea banal. Que este adviento nos llene, nos transforme, que en medio del diluvio de la vida y de la historia, entremos en el arca de la Iglesia, en el arca de la salvación de este tiempo de adviento para estar preparados, “para despertar del sueño”, como nos recuerda Pablo en su carta a los romanos, “para que dejemos las obras de las tinieblas y nos pertrechemos con las armas de la luz”, esas que nos llevarán a la esperanza y a la paz. Ven Señor Jesús. Ven.
Buen camino de adviento para todos.
(Música, ¡Maranathá! ¡Ven Señor!, DR)
En este tiempo de Adviento, oremos hermanos a Dios para que nos envíe su salvación. A cada invocación respondemos: ¡Ven Señor Jesús!
– Para que la Iglesia, celebrando el adviento de Jesús se manifieste como el arca del encuentro entre Dios y los hombres. Oremos. ¡Ven Señor Jesús!
– Para que el mundo y nuestro país progrese en la concordia y en la paz. Oremos. ¡Ven Señor Jesús!
– Para que la próxima venida del Señor en el misterio de la celebración de la Navidad, renueve nuestros corazones y haga brotar la fe y la esperanza. Oremos. ¡Ven Señor Jesús!
– Para que, a través de gestos de misericordia y cercanía, tengamos presentes a nuestros hermanos más necesitados. Oremos.
– Por las familias cubanas, para que la luz que misteriosamente brilla en este tiempo de espera, fortalezca, acompañe y una a todos sus miembros. Oremos. ¡Ven Señor Jesús!
– Por los gobernantes, para que la luz del Espíritu Santo oriente sus actos y decisiones en la construcción de una sociedad basada en el amor fraterno, el respeto y el bien común. Oremos. ¡Ven Señor Jesús!
– Por todos nosotros, para que este tiempo de gracia, renueve nuestra fe y nuestra vida. Oremos. ¡Ven Señor Jesús!
(Música, Ya se acerca el Salvador, Dumas y Mary)
Juntos hacemos la oración que Jesús nos enseñó.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y sus familias, y permanezca para siempre. Amén.
Ha sido un placer compartir este día con ustedes. Les ha hablado el P. Carlos Luis Fernández y les deseo a todos un buen camino de Adviento y una feliz Navidad.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo
Irradia…
(Música, Tú presencia es el cielo, Aline Barrios)