Irradia

Irradia

Irradia, emisión del 30 de octubre de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

 “Zaqueo, date prisa y baja,
porque es necesario que hoy me hospede en tu casa” Lucas 19, 5

(Música,  Zaqueo, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música,  Zaqueo, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

No me abandones Señor, Dios mío, no te alejes de mí, ven de prisa a socorrerme, Señor mío, mi Salvador. Dios Omnipotente y Misericordioso, a cuya se debe el que tus fieles puedan servirte digna y laudablemente, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos tienes prometidos.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Siempre un gusto, un placer, una alegría poder compartir con ustedes esta mañana de domingo, sobre todo compartir la Palabra de Dios, que la liturgia de este XXXI domingo del Tiempo Ordinario, nos propone para nuestra reflexión.

Al relatarnos lo sucedido con Zaqueo en el evangelio, san Lucas nos recuerda una vez más, el amor especial que Jesús tiene por los pecadores. Ya en el Antiguo Testamento, en la primera lectura tomada del libro de la Sabiduría, se indicaba que Dios cerraba los ojos para no ver los pecados de los hombres y hacer que se arrepintieran, porque muchas veces los pecadores se encuentran mejor dispuestos que otros para recibir su salvación. San Pablo en la segunda lectura, en su segunda carta a los Tesalonicenses, nos pide que atendamos a lo que la fe nos enseña respecto al fin de los tiempos, sin hacer caso a profecías y vaticinios que se difunden.

El evangelio de hoy, está tomado del evangelista san Lucas, en el capítulo 19, versículos del 1 al 10.

(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 19, 1-10) 

Las lecturas de hoy, la primera, nos habla de algo que nos debe dar alegría, y es que el Señor siempre nos da una nueva oportunidad. No importa cuánto nos equivoquemos, no importa que lo olvidemos, no importa que le volvamos la espalda, siempre el Señor nos da una nueva oportunidad para reconocer nuestros pecados, para poder convertirnos que quiere decir cambiar para mejor.

Poder dejar que su palabra entre en nuestro corazón, pero tenemos que tener en cuenta algo muy importante, y es que nuestro tiempo es este tiempo que tenemos aquí y ahora, es el tiempo de Dios para nosotros. Este es el tiempo de la conversión, de reconocer nuestras faltas, de arrepentirnos, de hacer como el hijo pródigo, voy a volver donde mi padre y decirle, Padre he pecado contra el cielo y contra ti, no tengo derecho a llamarme hijo tuyo. Y sentir los brazos del Padre, alrededor de nosotros, abrazándonos y diciéndonos, hagamos una gran fiesta porque este hijo mío que estaba perdido ha sido encontrado, porque este hijo mío que estaba muerto ha vuelto a la vida.

Pero es este tiempo, que no sabemos cuánto va a durar. Puede durar un instante, puede durar 20, 30, 80, 120 años… ¡Cuántos aspiramos a llegar hasta allá! pero no más. Cuando el Señor nos llame no podremos decirle, espérate Señor que ahora voy a preparar, a arreglar mis asuntos. Cuando el Señor nos llame tendremos que irnos como estemos, si estamos preparados, si tenemos preparadas nuestras maletas para emprender el “viaje”, si hemos estado como las vírgenes prudentes con las lámparas encendidas.

Entonces será de alegría y de gozo, porque iremos a la presencia del Señor con nuestras faltas, con nuestros pecados, que todos tenemos, pero también con todo el bien que por la gracia de Dios y por la fuerza de Dios hayamos podido hacer en este mundo. Y eso es lo que el Señor va a mirar, porque como decía san Juan de la Cruz, al final en el ocaso de nuestra vida seremos juzgados por el amor, por Dios que es amor, pero también por todo el amor que hayamos tenido nosotros en este mundo, por todo el amor que hayamos puesto en las cosas que hemos hecho sin esperar a cambio nada, solamente agradar a Aquel que nos ha creado, que nos ha salvado, que nos mantiene en la vida, que nos sostiene cada día, que nos ayuda a ponernos en pie.

Entonces, no olvidemos que el Señor es compasivo, misericordioso, que nos da siempre una nueva oportunidad, pero en nuestro tiempo, en este tiempo. El tiempo de Dios para nosotros, hasta que Él nos llame a su presencia.

El evangelio de hoy es un evangelio no sé si decir simpático, porque la figura de Zaqueo es simpática. Este hombre poderoso, era un publicano cobrador de impuesto, que según el contexto parece haber tenido muchísimo dinero, y por lo tanto mucho poder. Tenía que haber sido, sino respetado al menos temido por los que estaban a su alrededor. Un hombre de baja estatura, también nos lo dice el evangelio de san Lucas.

Quería ver a Jesús. Seguramente había oído hablar de Él, de sus milagros, de sus palabras y tenía curiosidad por ver a Jesús. Pero, precisamente por ser pequeño, cuando salió a la calle no podía verlo, al gente que estaba delante de él se lo impedía; y aquel hombre que en Jericó sería alguien conocido e importante, no tuvo a menos encaramarse en un árbol. Supongo que Zaqueo no sería un hombre anciano, pero tampoco un jovencito, sería un hombre maduro, y no tuvo reparo alguno en subir a un árbol, para ver a aquel que pasaba.

Me imagino la cara que pondrían los que estaban a su alrededor, el asombro, pero qué hace Zaqueo allá arriba, de sus amigos y supongo también que de sus enemigos. Pero el asombro de Zaqueo va a ser muchísimo más grande todavía que el de aquellos que lo rodeaban y lo vieron subir a un árbol; cuando Jesús pasa por debajo de ese árbol, se para, mira a  Zaqueo y le dice, baja Zaqueo porque hoy me tengo que quedar en tu casa. Creo que supondremos el asombro, me imagino que casi ni se lo creía, ¿Estará hablando conmigo? ¿Seré yo? ¿Estaré alucinando? Pero sí, y Zaqueo no le preguntó más nada, bajó del árbol y fue con Jesús para su casa.

Por supuesto los mal intencionados, que nunca faltan, comenzaron a murmurar, ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. En vez de alegrarse, qué bueno que va a ir a casa de Zaqueo, qué bueno que pueda tocar su corazón, que bueno que Zaqueo pueda encontrar el camino de la conversión. No, va a hospedarse en casa de un pecador, con tantos que estamos aquí que somos buenos, perfectos, casi santos, irse a hospedar a casa de Zaqueo. Pero el Señor Jesús no tenía en cuenta nada de eso, el Señor Jesús hacía oídos sordos, Él iba a lo que tenía que ir, y sabía que había tocado el corazón de aquel hombre.

Sin más palabras, sin explicaciones, sin gestos melodramáticos, sencillamente diciéndole Zaqueo aquí estoy y voy para tu casa. No para decirle Zaqueo cuando te conviertas voy a ir a tu casa, Zaqueo cuando seas mejor voy a ir a tu casa, Zaqueo cuando cambies voy a ir a tu casa. No, Zaqueo voy a tu casa contigo, así como eres. Y eso tocó el corazón  e aquel hombre, es la única manera de tocar el corazón de los demás; cuando tenemos comprensión, cuando tenemos amor, cuando realmente vemos quién es, cuando realmente queremos llegar hasta Él. No para conseguir nada, no creo que Jesús lo hiciera simplemente para que Zaqueo se convirtiera, no. Estoy convencido que lo hizo porque lo amaba, era alguien que lo necesitaba, porque Jesús intuyó que aquel hombre necesitaba de Él, de todos los que estaban allí. Fue el único capaz de superar los obstáculos para poderlo ver. Algo había en el corazón de Zaqueo y Jesús era capaz de reconocerlo.

Y nos e equivocó. Zaqueo poniéndose en pie le dice, Señor voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y todos sabemos cuánto nos cuesta deshacernos de nuestros bienes por poquitos que sean; y mientras más poquitos, más nos cuesta. Pues Zaqueo le dice, voy a darle la mitad de mis bienes, pero no se contenta con eso. Si he defraudado a alguien, si he engañado a alguien le voy a restituir cuatro veces más. No se conforma con decir le voy a restituir lo que le defraudé, o el doble, o el triple que ya es bastante… cuatro veces más. Díganme si Jesús no tocó el corazón de este hombre, díganme si este hombre no estaba buscando a alguien que tocara su corazón para que se abriera y saliera de él todo lo que tenía, para que saleara el Zaqueo de verdad. Por eso Jesús le responde, hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este también es el hijo de Abraham.

¡Cómo nos olvidamos de eso! Cómo miramos el exterior de las personas, cómo nos quedamos en sus actuaciones sin tratar de penetrar por qué. Cuántos estarán mirándonos y buscando que le tiremos un cabo, que le extendamos la mano, que lo ayudemos, que le digamos, hoy voy a hospedarme en tu  casa. Nos quedamos en el exterior… en el publicano, en el pecador, este también es el hijo de Abraham. Todos somos hijos de Dios, todos somos hijos de Dios, creaturas de Dios porque Él nos creó, pero hijos de Dios porque hemos sido hechos hijos en el único Hijo, en la sangre derrama por el Hijo de Dios en la cruz por todos nosotros. Su sangre nos ha lavado, todos hemos sido rescatados al mismo precio.

Nadie vale más que nadie. Cuando miremos al otro tratemos de descubrir eso, es un hijo de Dios, es mi hermano, y entonces quizás seamos capaces de decirle hoy voy a hospedarme en tu  casa. No decirle cuando te conviertas, cuando seas mejor, cuando vayas por el camino que yo creo. No. Yo seguiré pensando como yo pienso, no compartiré quizás lo que tú piensas, lo que tú haces, pero no esperaré que tú cambies para acercarme a ti y decirte yo soy tu hermano; por encima de todo yo soy tu hermano.

Realmente creo que nos asombraríamos, como se asombraron todos aquellos que oyeron a Zaqueo decirle voy a dar la mitad de mis bienes y a quienes he defraudado cuatro veces más. Dios siempre nos da una oportunidad, nos lo dice el libro de la Sabiduría, pero qué difícil se nos hace a nosotros dar otra oportunidad, esperar, confiar, acoger, acompañar, cuando quizás a lo mejor el otro no se ha dado cuenta de que necesita ser acompañado y entonces podremos aspirar a tocar el corazón de mi hermano, como Dios toca mi corazón.

Pidámoslo así hermanos míos en este domingo. Que sepamos aprovechar el tiempo de Dios, que no lo perdamos; para que cuando llegue, cuando nos llame nos encuentre preparados, aguardándolo con las lámparas encendidas. Pero ese mismo tempo que quiero para mí, que agradezco para mí, que sea capaz de darlo a los demás; también es el tiempo de ellos, y yo que lo he descubierto tengo que tratar de ayudarlos a descubrirlo, y quizás entonces veamos cómo se iluminan sus ojos, como se iluminaron los ojos de Zaqueo.

Que así sea.

(Música, El auxilio me viene del Señor (Salmo 120), Hna Glenda)

Confiados en que el Señor siempre nos escucha y nos responde le presentamos nuestras súplicas´.

En primer lugar por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que fieles al mandato del Señor demos testimonio de Él con la palabra y con la vida. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, cuando piensan que ya no hay nada que hacer, que no podrán cambiar, que no podrán sr mejores, para que puedan encontrar en Cristo esa mirada que encontró Zaqueo y descubrir que sí, que se puede empezar siempre de nuevo en esta vida. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor. 

Pidamos por las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que descubramos que como cristianos tenemos la misión de ser testigos del Señor. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos los unos por los otros, para que estemos siempre con las lámparas encendidas para que cuando el Señor llegue nos encuentre aguardándolo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Ahora hermanos, oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

 El lunes pasado celebramos la fiesta de san Antonio María Claret quien fuera Arzobispo de esta arquidiócesis de Santiago de Cuba durante seis años. San Antonio María Claret nos dejó una oración, la oración apostólica, y yo quiero terminar hoy este programa rezando esta oración.

Oh Dios mío y Padre mío. Haz que te conozca y te haga conocer, que te ame y te haga amar, que te sirva y et haga servir, que te alabe y te haga alabar de todas las criaturas. Dame Padre mío, que los pecadores se conviertan, que los justos perseveren en gracia y que todos consigamos la gloria eterna. Amén.

Que tengamos todos un feliz domingo, como siempre les digo aprovéchenlo para disfrutarlo con su familia y con sus amigos, compartiendo sobre todo las alegrías, no digo que las tristezas no, pero las alegrías es importante que seamos capaces de compartir nuestras alegrías con aquellos a quienes queremos.

Que la bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes, sobre sus familiares, sobre sus amigos y los acompañe durante toda la semana. Amén.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba, un gusto haber estado este rato con ustedes. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para

(Música, Me has llamado a conocerte, DR)

SHARE IT:

Leave a Reply