Irradia

23 de octubre de 2022
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Domingo XXX del Tiempo Ordinario

Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” Lucas 18, 14

 (Música, El Fariseo y el Publicano, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, El Fariseo y el Publicano, Javier Brú)

 Nuestro invitado nos ayudará a reflexionar sobre el Evangelio de hoy.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

La gracia, la paz y el amor de Dios, esté con cada uno de ustedes.

R/ Y con tu espíritu. 

Queridos hermanos, es una alegría poder compartir con ustedes esta mañana de domingo, compartir la Palabra que nos convoca, que nos salva, que nos corrige, que nos libera. Mi nombre Alejandro Cunill Álvarez, sacerdote encargado de la zona pastoral de Nuestra Señora de la Caridad en Cuabitas y el poblado de El Cristo.

Hoy vamos a reflexionar el evangelio de San Lucas en el capítulo 18 versículos del 9 al 14.

(Lectura del evangelio de san Lucas, capítulo 18, 9-14)

Este domingo Jesús nos invita a detenernos con el evangelista Lucas en esta parábola del fariseo y el publicano, para que revisemos nuestra actitud y postura ante Dios, desterrando de nosotros toda soberbia y enaltecimiento, y prefiriendo siempre la humildad y la sencillez. Acogiéndonos siempre a la misericordia de Dios, que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Nos encontramos, podríamos decir, ante un “test” de vida cristiana. Actual y de todos los tiempos. Jesús la pronunció por algunos que en primer lugar se creían buenos, en segundo lugar que estaban seguros de sí mismos (de lo que pensaban y de lo que hacían) y en tercer lugar que despreciaban a los demás. Tres características presentes hoy en la vida de muchos cristianos.

El fariseo de entonces y de todos los tiempos, tiene una base doctrinal para su actuación. Él piensa: “en la medida en que cumpla la ley de Dios, en esa medida Dios me premiará y me salvará”. La salvación para él no depende tanto de Dios cuanto de sí mismo, de su propia fidelidad, de su propia vida. Esto hace que para el fariseo, la ley sea fuente de derechos ante Dios. Para él las obras buenas hacen al hombre bueno y merecedor, por derecho propio, de la propia salvación.

Como consecuencia inmediata lo principal para el fariseo es la fidelidad a la ley, y en el cumplimiento fiel de todos sus detalles fundamenta la confianza en sí mismo, otra de sus características, y de esta confianza se deriva la seguridad. Se creen “los buenos“, los cumplidores, los religiosos, los perfectos. De aquí a despreciar a todos cuantos no cumplan la ley, no hay más que un paso que no tardan en dar.

Este fariseísmo está hoy presente en nuestro mundo cristiano tanto a nivel individual, lo cual es grave, como a nivel comunitario, lo que es infinitamente peor.

A nivel individual debemos confesar que hemos educado muchas veces en fariseo a nuestros cristianos. Les hemos dado las leyes como norma fundamental de sus vidas. Como consecuencia tenemos unos cristianos cuya preocupación principal es el cumplimiento de lo mandado, cristianos que, porque han cumplido a la perfección la letra del precepto, ya están tranquilos, ya se sienten con derechos ante Dios, ya están seguros de sí mismos. He comprobado muchas veces, que en la catequesis los mismos catequistas, los formadores en la fe, insisten mucho sobre los mandamientos de Dios; les hacen ver a los niños y prepararlos que se los sepan de memoria, y que sepan cumplirlos, así son niños buenos, así son cristianos buenos.

Cristianos así, que piensan que sus obras buenas son como ingresos en una caja de ahorros celestial que podrán exhibir ante Dios para reclamar capital e intereses. Cristianos que, juzgando como pecadores a quienes no cumplen las leyes, con la minuciosidad con que ellos lo hacen, si no llegan a despreciarlos, al menos los compadecen y, comparándose con ellos, se creen en el fondo mejores… y hasta agradecen a Dios el serlo.

A nivel comunitario se da también el fariseísmo en la Iglesia de nuestros días. Fariseos son no pocos grupos cristianos, de carácter conservador o de carácter progresista, que se creen, como grupo, los buenos, los cumplidores, los fieles al Evangelio (unos al Derecho Canónico, otros a un espíritu de Jesús de Nazaret que difícilmente se compagina con sus juicios y actitudes). Grupos que, menospreciando a los otros (en el sentido literal de la palabra “menos-preciar”) los juzgan equivocados, dignos de conmiseración y sin sitio apenas en la comunidad de hermanos.

¡Ah!, eso sí: unos y otros piden por la conversión de quienes no piensan como ellos. ¡Fariseos! ¿Dónde radica el mal del fariseísmo? En su propia visión de Dios a quien ven como un comerciante, que vende cielo a cambio de obras; en su visión de Jesucristo, y de su salvación, a la que no ven como una novedad gratuita, como justificación por amor sin pedir nada a cambio, sino solo fe.

El fariseo no entiende de Salvación y Redención, no comprende que Dios se complazca más en un pecador que ama, confía y se arrepiente, y que además actúa en consecuencia de su fe y conversión, por tanto realizará buenas obras; que en un justo con muchos méritos, abundantes obras y confianza en sí mismo. Como no entiende la gratuidad de la Salvación se cree en la necesidad de comprarla con el cumplimiento de la ley. Su obsesión no es el amor, es lo mandado.

Su actitud profunda no es el riesgo de creer, sino la seguridad que da el cumplir. Cristo pide para el cristiano alma de publicano, conciencia de su pobreza de méritos y de su incapacidad de presentar ante Él nada a cambio, que no sea el perdón, que no sea el arrepentimiento y que no sea el deseo de conversión.

Tan apartado de Jesucristo vive quien lo olvida y lo rechaza, como aquél que cree que su salvación depende de sus obras y le pasa factura a Dios (consciente o inconscientemente), de cuanto hace de bueno y que luego reclamará ante Dios devolución de favores. En efecto muchas veces nos encontramos en nuestra vida cotidiana cristianos que reclaman a Dios por sus buenas obras un premio, “tan buena que yo soy, tan bueno que yo soy y tengo que pasar por estas cosas, por estas dificultades”. Ahí hay y ahí está presente el fariseísmo del fariseo de la parábola.

Todos tenemos en nuestra vida algo de fariseo que nos lleva a creernos buenos, mejores que otros, a quienes quizá compadecemos y hasta amamos, pero desde nuestra situación de “mejores”. Todos, en alguna ocasión, hemos pensado en lo que Dios nos dará “como justa paga por nuestros méritos”.

Pidamos con humildad a Dios finalmente, con humildad a Dios, el perdón de nuestros pecados, seamos humildes, no nos creamos más que nadie y que por tanto, no necesitamos conversión y cambio, todos la necesitamos. Confiemos en el poder de Dios que nos libera de nuestro egoísmo, altanería y orgullo. Sólo a Él el poder, el honor y la gloria. Recordemos las palabras de la Virgen en su cántico, “Dios actúa con poder, y hace oír a los orgullosos, quita a los poderosos de sus tronos, y da poder a los pobres”.

¡Alabado sea Jesucristo! Sea por siempre alabado.

(Música, Señor, regálanos el don de orar, Dumas y Mary)

Elevemos hermanos nuestras súplicas a Dios. A cada invocación responderemos orando. Señor escucha nuestra oración.

Por la iglesia y el papa Francisco, para que siempre anuncie con sus palabras y con sus obras el Reino de Jesucristo, indicándonos siempre el camino de la humildad y de la sencillez para encontrarlo. Oremos. Señor escucha nuestra oración.

Por nuestro obispo Dionisio, para que su humildad y su vida de oración nos ayuden a formar una iglesia diocesana dócil y atenta a tu palabra, ferviente en la oración y solidaria con todos, en especial con los más pobres. Oremos. Escúchanos Señor.

Por nuestra patria, para que todos dejemos de lado definitivamente los egoísmos y altanerías que nos dividen, y nos unamos de verdad en lograr el bien común. Oremos. Señor escucha nuestra oración.

Por tantos hermanos que se encuentran sufriendo a causa de la desocupación, el hambre, la falta de una vivienda digna, la marginación, para que por nuestra ayuda fraterna renazca en ellos la esperanza. Oremos. Señor escucha nuestra oración.

Por todos nosotros para que sabiendo reconocernos pobres ante Dios, aunque tengamos muchas riquezas materiales, y con humildad reconozcamos nuestros pecados, nos arrepintamos de corazón, y podamos así recibir el perdón que Él quiere darnos. Oremos. Señor escucha nuestra oración.

 Terminemos mis queridos hermanos nuestra oración repitiendo las palabras que el mismo Cristo nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal. Amén

(Música, Himno Domund 2022, DR)

Oremos

Dios Todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, para conseguir tus promesas. Concédenos amar tus preceptos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor esté con ustedes. R/ Y con tu espíritu.

Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, sobre sus familias y trabajos, y permanezca para siempre. Amén.

 Fue un placer estar con ustedes en esta mañana. Mi nombre Alejandro Cunill Álvarez, sacerdote encargado de la zona pastoral de Nuestra Señora de la Caridad en Cuabitas y el poblado de El Cristo. Pasen muy buenos días, y nuestra Madre la Virgen los acompañe siempre

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, Vivir el hoy, Kairy Márquez y Estación Cero)

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