homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 14 de agosto de 2022
Domingo XX del Tiempo Ordinario

 “He venido a traer fuego a la tierra y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo” Lucas 12, 49

Hermanos, 

Las lecturas de hoy, sobre todo el Evangelio, es una lectura que parece contradictoria para el que la lee. Imaginémonos una persona que no conociera la Biblia, que no es cristiana, que no haya recibido otro mensaje de la palabra de Dios. Lee esto y ¿Qué es lo que piensa si solamente leyera ese pedacito? ¿Qué es lo que piensa? Piensa este Jesús es un terrorista, es un guerrero, es alguien a quien no le gusta la paz, es alguien que quiere que quiere llevar la violencia donde quiera, hasta en el mismo seno de la familia. Sí, solamente leemos estos tres versículos, o cuatro, que nosotros hemos leído hoy.

Son versículos fuertes, son fuertes. Por eso hermanos es que es la Biblia, esto un ejemplo, que la Biblia nunca debe de leerse un pedacito de la Biblia y quedarnos con una frase, ¿por qué? Esta frase, estos trocitos que hemos leído, si lo leemos, nos quedamos con que Jesús es un guerrerista, un violento. Pero si nosotros leemos toda la Biblia, nos damos cuenta de otra cosa que al contrario que Jesús, es el hijo de Dios, es Dios mismo y Dios es amor. Y Él nos dio a nosotros como mandato primero, ámense unos a otros y el primer mandamiento es ama a tu hermano como tú quieres que a ti te amen y ama a Dios por sobre todas las cosas que es el primer mandamiento.

¿Es una contradicción? No. Pero sí una advertencia, para aquellas personas que cogen un trocito de la Biblia, un versículo y lo sacan como una bandera para atacar al otro. Decir cuidado la Biblia hay que leerla completa y hay que leerla en la comunidad según la tradición que la iglesia ha hecho, inspirada por el Espíritu Santo de la Palabra de Dios. Siempre la iglesia está dispuesta a escuchar al Espíritu Santo a la hora de interpretar las escrituras.

Efectivamente, Jesús es amor y ese es su mandamiento principal, pero existe una cosa que Jesús no quiere, no quiere, pero que nosotros los hombres nos metemos en el medio y desarreglamos las cosas. Si todo fuera como Jesús quisiera, no había ninguna violencia. ¿Pero qué es lo que el Señor nos está diciendo aquí? Es el Señor Jesús no era un tipo, era Dios mismo hecho hombre. Él no era un hombre que vivía así en las nubes, no, Él tenía los pies en la tierra, en la tierra. Sabía que, si Él predicaba lo que estaba diciendo, lo iban a condenar, la violencia. ¿Quiénes metemos esta violencia en el mundo? Nosotros cuando no escuchamos la palabra de Dios.

Si nosotros nos amáramos como a nosotros mismos unos a otros no habría violencia ninguna. Si en una familia, el hijo y el padre, la madre y la madre del hijo, la nuera, el yerno, se quisieran unos a otros como una sola cosa, no habría ninguna violencia. Pero a nosotros apartarnos de labor del mandato de Jesús ahí es donde se mete la violencia en el mundo. Esto es lo que el Señor no quiere decir, ¿la realidad cuál es? Que por Jesús predicar el amor precisamente, y la reconciliación entre todos los hombres que no había distinción entre griego, judíos, paganos, lo que sea, eso hizo que lo llevaran a la cruz y lo mataran, la violencia, el pecado y el mal.

Es una advertencia, si se apartan de mi palabra, esta división vendrá al mundo. Y eso tenemos que tenerlo siempre presente en nuestra vida de cristianos. Y ahora viene esa aplicación a nosotros, viene ahora.

Vamos a ver el caso de Jeremías, la primera lectura. Jeremías, profeta del altísimo, advirtió al pueblo. Miren se han apartado de Dios y el futuro será este. Claro, cuando el profeta hablaba, y hablaba de que el pueblo se había apartado de Dios, había mucha gente que no quería aceptar eso, porque a nosotros también nos cuesta trabajo aceptar nuestros errores, nuestros fallos, y nuestros pecados. Entonces Jeremías predica, y le dice lo que tiene que hacer el pueblo, le dice lo que va a suceder, sigan así, va a suceder esto. ¿Qué es lo que le pasa a Jeremías? Lo mismo que le pasó a Jesús. Lo cogieron, lo metieron en un pozo en aljibe profundo, tenían que bajarle con una soga. Y no le iban a dar ni pan se iba a morir ahí Jeremías.

Jeremías, ese hombre grande que nosotros celebramos y que lo conoce el mundo entero, cristianos y no cristianos, conocen quién era él que vivió hace 2700 años. Jeremías vivió la mayor parte de su vida, la vivió preso, por qué, por el mal, por la violencia, porque gente que no quisieron oír lo que él predicaba en nombre de Dios, lo metieron preso para que se callara.

Hermanos del mal es así. El mal quiere poner mudas a las personas, a las personas que quieren el bien, a las personas que tal vez piensan diferente a uno. Pero se busca la manera y se justifica en que la violencia se haga presente. Si viviéramos todos aún en el campo social, si todos viviéramos según la palabra de Dios, trata del otro como tú quieres que a ti te traten, aplica la ley al otro como tú quieres que te la apliquen a ti, no habría violencia o habría mucha menos violencia.

Eso tenemos que tener en cuenta eso. Jesús lo dijo en el caso de Él, y nos lo dijo para todos. Desgraciadamente yo me imagino que Jesús en ese momento interiormente diría, desgraciadamente tengo que decirles que, aunque yo no quiero la violencia, mi palabra trae la violencia porque no la quieren oír y quieren hacer lo contrario. Esto es importante, importante, importante.

Pero estamos nosotros, nosotros tenemos que seguir dando testimonio. Jeremías, siguió dando testimonio. Después tuvo que huir y refugiarse en Egipto. Jesús después pagó la vida en la Cruz por nosotros, murió por nuestra salvación. Entonces viene Pablo. En esa carta a los Hebreos que es atribuida a él. Y entonces nos da una lección de cómo nosotros tenemos que vivir para aceptar la palabra de Dios. ¿Cómo tenemos que vivir? Y lo primero que nos dice… Yo ahora voy ir leyendo los versículos y los voy a ir comentando, porque me parece que este texto es hermoso y claro para nosotros. Acuérdense que esta carta fue hecha para judíos muy preparados, que conocían muy bien la palabra de Dios. Y está hecha para nosotros. Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, está presente hoy, es para todos los tiempos, y para todos los hombres y mujeres.

Entonces empieza así. Hermanos, una nube ingente de espectadores les rodea. No estamos solos. Hay una muchedumbre enorme que está contemplando nuestro actuar de bautizados. Y espera de nosotros que demos testimonio de nuestro bautismo, hay una multitud ingente. Que nos observa. Hay veces que nosotros decimos y eso es bueno, acordemos lo que estamos en la Santa presencia de Dios, si viviéramos así con ese concepto de que Dios está presente hoy aquí, aquí, bueno, él esté aquí presente en eucaristía se hará presente aquí. Nuestra vida sería diferente porque no querríamos ofender a Dios delante de Él. Hay una multitud de creyentes que nos que nos están observando. Y nosotros tenemos que ser testigos y dar testimonio de nuestra fe. Eso es lo que nos dice, así empieza, fíjense bien. En todo lo que hagas hay una multitud que te está observando. ¿Una multitud cualquiera?, no de creyentes que quiere ver qué hace. Por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata y corramos en la carrera que nos toca sin retirarlos. Fijos los ojos en el que la inició y completa nuestra fe que es Jesús. Fíjense en la recomendación. Quitemos lo que estorba. Cada uno de nosotros, sabemos ustedes y yo lo que nos estorba para ser fiel seguidor de Cristo, cada uno sabe, no hay que esperar que el cura venga y le diga, no. Nosotros con Dios, Señor, sé qué tengo que quitar en mi vida, sé que me he dejado llevar, sé que la comunidad del momento muchas veces hace de que yo me olvidé de tu palabra. Señor, tal vez hace muchos días, meses, que yo no cojo la palabra de Dios para leerla, tal vez. ¿Qué tiempo hace Señor, que yo no voy a misa? ¿O que prefiero otra cosa que recibir el cuerpo de Cristo? ¿Qué tiempo hace hermanos que vivimos distanciados, enemigos, hasta de propia familia? ¿Qué hemos hecho?

Hay veces que uno no puede evitar la división si el otro la quiere, pero qué hacemos nosotros. Fíjense bien, el Señor nos dice, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata– Usted sabe bien, que los pecadores somos prisioneros, prisioneros de qué, del pecado y todos somos pecadores, pero tenemos que irnos quitando. Quitando el pecado. Quitémonos del pecado que nos ata. Y de aquello que nos estorbe en el camino de seguir a Dios. ¿Y en quién entonces tenemos que tener los ojos fijos? Fíjense bien que yo estoy leyendo el libro y comentándolo nada más. Este texto, que también son unos versículos pequeños ¿en quién tenemos que tenerlo puestos? En Jesús, lo dice bien claro, fijos los ojos en aquel que inició y completa nuestra fe que es Jesús. En Él y mirarlo en la Cruz, Él me amó, está ahí clavado por mí. Al amor, yo tengo de corresponderle con amor. Ese Jesús, ese soy yo que debo ser así, quitar el estorbo, quitar el pecado que nos ata, y mirar a Jesús y seguir la carrera.

Pablo utiliza ese término de la carrera, Señor, la vida es una carrera y él al final en la meta, en el fin de la carrera estás Tú. Por eso dice fijo los ojos en Él que inició la carrera y en Él termina. Entonces, ¿qué ejemplo pone aquí? En la carta a los hebreos autor pone al mismo Jesús. Dice fijo los ojos en Él que inició y completa nuestra fe. Qué renunciando al goce inmediato, soportó la Cruz, sin miedo a la ignominia y ahora está sentado a la derecha del Padre. También hermanos, nosotros tenemos que vivir nuestra vida, así mirando a Jesús al final, soportando el mal que tengamos que soportar por la fe y por la vida honesta; pero siguiendo siempre, apartando lo que nos estorba desatando los nudos que nos atan para encontrarnos con Cristo.

Y, como les decía y se lo vuelvo a repetir, Todos tenemos que fijarnos qué cosas nos estorban y qué pecados no atan. Seguimos leyendo. Recuerden al que soportó la oposición de los pecadores. Y la recomendación recordémonos de Cristo. No se cansen, ni pierdan el ánimo, ni se deje llevar, que en este mundo hay de pensamiento casi único, hay muchos que no quieren llevar por otros caminos que no son los de Dios. Y, nosotros sabemos que es así, no se dejen llevar. No pierdan el ánimo, la esperanza es Cristo, que está ahí. Es Cristo que está ahí.

Hoy rezamos en el Salmo, que la antífona es Señor date prisa en socorrerme. Date prisa en socorrerme Señor. Sí, pero firmes en la fe, firmes en la fe. Y entonces lo dice al final. Todavía no han llegado a la sangre. Jesús, si llegó a la sangre… en vuestra pelea con el pecado. Jesús si llego a la sangre, porque el pecado de nosotros hizo que subiera en la Cruz, al Madero de la Cruz para salvarnos.

Sí, hermano, eso es lo que el Señor nos pide. Que seamos fieles a Él. Eso es lo que el Señor nos recomienda, eso es lo que tenemos que hacer. Vamos a pedir a Dios fuerza porque somos frágiles, somos débiles. El enemigo, el diablo, el enemigo está acechando a quien devorar, como también dice el Salmo. Nosotros tenemos que permanecer fieles confiando en el Seño, Él vendrá a socorrernos, Él nos dará fuerza. Pero no nos olvidemos de Él. No lo pongamos en un segundo plano, no lo dejemos para momentos en nuestra vida, sino que Él sea el centro de nuestra vida.

Que Dios nos ayude a hermanos a vivir así.

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