homilía del P. Camilo de la Paz Salmón Beatón

Párroco de San José Obrero, Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 10 de julio de 2022
Domingo XV del Tiempo Ordinario

Ve, y haz tú lo mismo” Lucas 10, 37

Hermanos,

En este XV domingo del Tiempo Ordinario, la liturgia de la palabra propone como hilo conductor el tema del amor, en un lugar teológico importante en específico, el corazón humano. A partir de esta idea, la liturgia de la palabra introduce la perspectiva primera que hubo en cuanto al amor en el Antiguo Testamento.

Fíjense que lo que hace Moisés en el texto citado, es hacer una exhortación en cita, de lo que ya el pueblo sabía por Revelación Divina en boca de Moisés, qué es lo que la ciencia bíblica llama el Shema Israel, escucha Israel el Señor tu Dios es tu único Dios, tú único Señor y a Él lo amarás con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. Y ésa es la cita que Jesús le provoca al fariseo, para que el mismo letrado conteste en la propia verdad.

Fíjense como este texto hermoso de Moisés, que se introduce, nos está hablando de que ya Moisés se despide, es en los últimos capítulos del Deuteronomio. Moisés se despide de su pueblo, entregando a Josué hijo de Nun la empresa de entrar en la tierra prometida. ¿Por qué se introduce este texto dirigido al pueblo? Porque Moisés sabe en el contexto que le tocó vivir, en el pueblo de Israel de qué Israel era un pueblo idólatra, un pueblo que con mucha facilidad adoraba ídolos, un pueblo capaz de construirse un becerro de oro. Es por eso que el texto hace alusión al pueblo en clave de escucha, conviértete, no es a una persona en específico es a todo el pueblo; es lo que se llama en la Doctrina Social de la Iglesia la caridad social, una caridad justa del grupo de personas, que en toda la estructura de la nación debe de adorar y considerar como único Dios, al Señor. Es la primera idea de la liturgia de la palabra nos propone hoy.

Esa idea llega a su complemento segundo, cuando San Pablo teniendo en cuenta de que ley, promesa, Alianza, transcurso del pueblo de Israel en toda su historicidad, en todo el misterio Pascual del culto divino, tiene su culmen en la sangre derramada de Jesús en la cruz. Es lo único que nos da la garantía de qué nuestro culto es un culto al Dios vivo, y que un pueblo que vive el culto al Dios vivo en el derramamiento de Jesús en la cruz desde el altar, es un pueblo fiel a Dios, es un pueblo que sabe el dolor de Jesús en la cruz, como cumplimiento máximo de esa orden, de la voluntad de Dios al querer que su pueblo sea un pueblo de su propiedad. No pertenecemos a otro líder que no será Jesucristo.

Es por eso que cito nuevamente a San Benito Abad, una caridad perfecta centrada en la sangre del Cordero, centrada en el Mesías, en el hijo de Dios, nada puede temer, a nada. Un cristiano no le puede temer a nada. Realmente nunca en la historia de las religiones, se había escuchado hablar y mucho menos de las filosofías, del amor de Dios, como Jesús nos representa en todo el Evangelio, pero específicamente hoy. Jesús, con ese rostro sereno, se acerca a la tentativa del Maestro de la ley, del letrado, lo escucha, localiza la tentación y le dice Jesús… ¿Qué está mandado en la ley?

Aquel hombre al contestar sobre el amor de Dios, solamente Jesús como el Buen Samaritano, le contesta que el amor de Dios llega a su culmen absoluto cuando se acepta su Palabra, cuando se aceptan los sacramentos de la iglesia y en especial, cuando se coopera con la humanidad que sufre. Específicamente a la humanidad sola, la humanidad abandonada, la humanidad que mendiga por las calles buscando un pedazo de pan; la humanidad que a pesar de ser la nuestra, nosotros rodeamos, rodeamos porque no nos interesa amar al mendigo, al enfermo, al postrado, al solo, al preso es el más pobre de todos los pobres. No nos interesa, y en Jesús y en la Virgen tenemos como dice el Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica Deus Caritas Est, tenemos la única y más Sublime escuela del amor.

Hoy nosotros le pedimos a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, ella que ostenta por voluntad divina el título de la Caridad, que nos enseñe a amar, pero también a amar con valentía, a amar con decisión, a amar cómo nos enseñaron aquellos dos pastores eminentes de nuestro pueblo cubano, que en este mes de julio Dios quiso que partieran para su casa. Amar con la valentía de monseñor Jaime Lucas Ortega y Alamino, que en este mes de junio el día 26, falleció; y amar por la decisión y con el corazón ardiente, siempre al lado del que sufre, del pobre como él decía, prefiero pasar por tonto antes de faltar a la Caridad, monseñor Pedro Claro Meurice Estiú.

Con ellos nosotros también, ofrecemos esta misa por nuestros sacerdotes cubanos, específicamente los jóvenes, para que con el ejemplo de ellos siempre optemos para amar sin rodeos, a la iglesia y a la patria sin irnos.

Que así sea.

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