Irradia
3 de julio de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo 14to del Tiempo Ordinario
“La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.” Lucas 10, 2
(Música, Yo quiero vivir como Tú, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Yo quiero vivir como Tú, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba
Señor Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo reconstruiste el mundo derrumbado, concede a tus fieles una santa alegría, para que quienes rescataste de la esclavitud del pecado nos hagas disfrutar del gozo que no tiene fin.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches donde quiera que se encuentren, un placer siempre y una alegría poder encontrarme con ustedes y compartir, esta mañana de domingo compartir la palabra de Dios. Las lecturas de hoy, después de recordarle Jesús a los apóstoles, a los discípulos, las exigencias de su apostolado, los envió de dos en dos a predicar el evangelio a los samaritanos, como un adelanto de la evangelización pueblo paganos a los pueblos que no eran judíos.
San Lucas se refiere a que volvieron muy contentos, la alegría empapa la vida del que se consagra a Cristo. Ya habían dicho los profetas que la alegría era algo así como una señal de los tiempos en que viviera el Mesías. Pero a esta alegría total no se llega sino por medio de la cruz, porque entre el cristiano y el mundo como proclama San Pablo, está la cruz de Cristo. Las lecturas de hoy nos invitan a eso, a pensar, a reflexionar sobre la alegría cristiana. La invitación que nos hacen las sagradas escrituras, desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento, desde los evangelios hasta el Apocalipsis, es la invitación a la alegría. El evangelio que nos propone la liturgia de hoy está tomado del evangelista San Lucas, capítulo 10, versículos del 1 al 20.
(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 10, 1-20)
Jesús ha estado treinta años de vida oculta, en Nazaret, es parte de su misión. No está fuera de contexto, treinta años en que vive la vida de familia, con José, con María, con su familia, tíos, primos, con sus vecinos; donde aprende a enfrentar la vida. San José le habrá enseñado el oficio de carpintero para que pueda ganarse la vida honradamente, para que cuando él no esté pueda seguir adelante, pueda hacerse cargo de su Madre… pero llega el momento en que Jesús siente que ya tiene que salir al mundo a cumplir la misión se le ha encomendado, la misión de anunciar el reino de Dios. Y lo primero que hace es ir a donde Juan el Bautista, para recibir allí junto con todos los que he escuchado la predicación del Precursor, a recibir esas aguas que significan el deseo de purificarse y de comenzar una vida nueva.
Jesús no necesita purificarse, pero sí va a comenzar una vida nueva, va a comenzar a recorrer los caminos de Israel predicando el reino de Dios. Pero una vez que recibe el bautismo de Juan, que el Espíritu Santo desciende sobre Él, que se oye la voz que dice este es mi Hijo muy amado escúchenlo. El Espíritu lo lleva al desierto y durante 40 días se prepara, en la oración en el recogimiento y la austeridad, para comenzar esta nueva etapa de su vida. Preparación cosas que no podemos olvidar no podemos olvidar, no podemos enfrentar ninguna misión que se nos encomiende, si no nos preparamos para ella conscientemente, seriamente.
Y para cumplir la misión que el Señor nos ha encomendado de anunciar la buena noticia, de anunciarlo a Él, de dar testimonio de Él y hacerlo presente, tenemos que prepararnos como el Señor, en la oración, en el recogimiento, en la escucha. No solamente hablando y pidiendo sino escuchando lo que Dios nos dice en lo profundo de nuestro corazón, el camino que se va abriendo. A veces nos parece que Dios está en silencio, y lo que ocurre que no somos capaces de darnos cuenta de los signos a través de los cuales Dios no habla y nos señala el camino, y nos va diciendo cuándo nos equivocamos, cuándo tenemos que retomar el rumbo.
Jesús se prepara y sale entonces después de aquellos cuarenta días de oración a anunciar el Reino de Dios. ¿Y qué es lo primero que hace? Llamar a aquellos que lo van a acompañar, los primeros discípulos, pecadores, que lo dejan todo para seguirle. Los hijos de Zebedeo, Pedro y Andrés, y así serán también otros los que irán escuchando la llamada del Señor a seguirlo y lo irán dejando todo para ponerse en camino. Los llama que estén con Él, los llama para que sean sus testigos, testigos de sus palabras, testigos de sus obras, testigo de sus signos; para que compartan con Él alegrías y tristezas.
Pero no sólo para eso, no es un grupo de amigos simplemente, que se sienten bien juntos, que viven juntos, que comparten juntos, que buscan caminos juntos… No, el Señor los llama para enviarlos, ellos son los que van a continuar su misión cuando el ascienda al cielo, y para eso tienen también que estar preparados. Y se preparan con Él, qué mejor Maestro, escuchándolo de primera mano. Por eso Juan dirá, de lo que hemos visto y oído, de eso darán testimonio. Nosotros también tendremos que dar testimonio de lo que hemos visto y oído, pero para eso tenemos que prepararnos, para eso tenemos que escuchar al Señor que también nos habla hoy, también tenemos que ver la obra de Dios en medio de su pueblo y tenemos que estar atentos, porque si no el Señor pasará de largo y no nos encontraremos con Él. Tenemos que estar atentos como el profeta que fue capaz de descubrirlo en el viento suave, en la brisa, n en el terremoto, no en el fuego, en la brisa suave de la tarde.
El Señor que lo llama para enviarlos. Y ahora en el evangelio de hoy los envía por primera vez, 72, de dos en dos; y les dice vayan confiados en Aquel que los envía, vayan a cumplir la misión que se les ha encomendado de anunciar el reino de Dios, de hacerlo presente allí donde ustedes estén. A que los reciba pues quédense con ellos, coman y beban de lo que les den, porque el obrero necesita que se le atienda, el obrero necesita que se le pague alguna manera. Yo los envío como cordero en medio de lobos, no lleven ni dinero ni saludar a nadie en el camino, cuando entre en una casa digan que la paz reine en esta casa y si hay gente amante de paz que se cumplirá, si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa, coman y beban de lo que tengan porque el trabajador tiene derecho a su salario, no anden de casa en casa, en cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den, curen los enfermos que haya y díganles ya se acerca a ustedes el reino de Dios.
Qué importante es esto. Salir anunciar el reino de Dios confiando en Aquel que los envió. El Señor irá poniendo en el camino lo que necesiten, el Señor no lo va abandonar, el Señor les irá hablando y los irá conduciendo, irá poniendo en el camino aquello que les haga falta para poder cumplir su misión, ni más ni menos. Eso dice el Padrenuestro, el pan nuestro de cada día, no más, Él les dará el pan de cada día lo que cada día necesite, encontrarán las personas, los lugares, los momentos, pero tendrán que estar dispuestos a recibir lo que el Señor les da, lo que el Señor les proporciona.
Qué importante es esto, no perdernos en quejarnos, esas quejas inútiles, sino recibir lo que el Señor nos da. Eso hicieron los 72, y vieron la obra de Dios; Dios que obraba a través de ellos y regresaron llenos de alegría, para comunicarle al Señor lo que también habían visto y oído en medio de aquellos pueblos adonde fueron a anunciarle. En medio de los samaritanas, misión difícil, los samaritanos no se llevaban con los judíos, incluso cuando pasaban por allí camino a Jerusalén no querían recibirlos. Allí los mandó el Señor, allí predicaron, de allí regresaron llenos de gozo y de alegría, porque cumplieron la misión de anunciar el reino que el Señor les había encomendado.
Y no nos lo narra el evangelio, pero seguro encontraron dificultades cómo encontramos todos cuando salimos a predicar el reino de Dios. Seguro encontraron contradicciones como encontramos todos cuando salimos anunciar el reino de Dios, sintieron fatigas, sintieron cansancio, sintieron desaliento; pero también sintieron la presencia de Aquel que los había enviado, cómo Dios obraba a través de ellos. pobres instrumentos como lo somos nosotros hoy, pero el Señor sigue obrando a través de nosotros, y en eso encontraron la alegría y el gozo.
De esa alegría y ese gozo nos habla hoy en la escritura. Esa alegría y ese gozo que están, no en las circunstancias ni en los momentos que se viven, que está en la presencia del Señor en todas las circunstancias y en todos los momentos. No para cerrarnos a la realidad, no para no ver lo que está nuestro alrededor sino para encontrar en Él siempre la fuerza para seguir adelante, para construir, para edificar, para llamar, para consolar, para acompañar, para permanecer… y hacerlo con alegría, esa alegría profunda, esa alegría que da la presencia de Cristo en nuestra vida, esa alegría que da llevar esa presencia de Cristo a la vida de los demás, esa alegría que da encontrar una sonrisa en aquel que nos recibe en su hogar cuando llegamos, y nos dice ya lo estábamos esperando por qué no han venido antes.
De esa alegría nos habla el Antiguo Testamento, de esa alegría nos habla Pablo. Cuánto sufrimiento, cuánto dolor, cuánta ruptura en la vida de este hombre, pero también cuánta alegría. Estén alegres, siempre alegres. ¿En quién? En el Señor. La alegría que no es refugiarnos, la alegría que no es olvidarnos, la alegría que es saber que en todo momento y en toda circunstancia el Señor está ahí. El que nos ha llamado y el que nos envía, y que nos da la fuerza para seguir adelante, para seguir caminando, para seguir acompañando, para seguir estando, para seguir dando testimonio de lo que hemos visto y de lo que hemos oído, de lo que vemos y lo que oímos del Señor muerto y resucitado. Que así el Señor nos lo conceda
(Música, Mensajero de paz, DR)
Hermanos, confiados en el Señor siempre nos escucha y nos responde, le presentamos nuestra súplica.
En primer lugar por la iglesia, para que enviado por el Señor demos testimonio de lo que hemos visto y de lo que hemos oído, hagamos presente a Cristo, que es el camino, la verdad y la vida. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también por las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales y laicales, para que encontremos el camino del Señor y demos testimonio de Él en medio de nuestras familias, de nuestros vecinos, de nuestros amigos, de nuestro pueblo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Para que encontremos siempre la alegría en Cristo, la alegría de servir, de entregarnos, de darnos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos lo que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que encuentren en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos para que alcancen el descanso junto a Dios. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por nosotros, para que sepamos llevar la alegría de los tristes Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, Nuestro Señor. Amén
Ahora hermanos oremos con la oración que el señor Jesús nos enseñó.
Padre nuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
De nuevo una alegría, un gozo, un gusto haber podido compartir este rato con ustedes. Les deseo que tengan un feliz domingo en familia, aprovechen el domingo para reunirse, durante la semana a veces muy difícil. Entonces aprovechen el domingo para reunirse lo que pueden, lo que están cerca, para compartir lo que tengan, pero sobre todo para compartir la alegría, la alegría de estar juntos, la alegría de amarse, la alegría de caminar uno al lado de los otros. Les deseo también una feliz semana, una provechosa semana, que puedan seguir adelante.
Y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo
Irradia…
(Música, Vayan por el mundo, Marcos López)