Homilía del P. Camilo de la Paz Salmón Beatón
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad
12 de junio de 2022
Solemnidad de la Santísima Trinidad
“Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra” Salmo 8
Hermanos
En esta mañana de la Santísima Trinidad, domingo, iniciamos la predicación citando a un autor que verdaderamente llevó al pensamiento teológico de toda la humanidad a su máxima expresión, cuando abordaba en su Suma Teológica, el misterio de la Santísima Trinidad. Les estoy hablando de Santo Tomás de Aquino.
Cuando uno lee a Santo Tomás de Aquino, uno descubre que hablar de la Santísima Trinidad o mejor decir leer, meditar, orar, uno va descubriendo los misterios internos de la Divinidad. En primer lugar su ser, su ser sustancial. Trinidad tiene un solo ser, una sola esencia que es la esencia que es la esencia Divina y a partir de ahí, en esas tres personas, que con una sola esencia, un solo ser, en el misterio de la fe se sostiene que son tres personas distintas Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y, en esas tres personas distintas con un solo ser, hay una relación entre ellas, hay una misión de envío del Padre al Hijo y al Espíritu Santo; hay una generación interna cuando la fe nos enseña en el Catecismo de la Iglesia Católica, documento importante para vivir la fe, de que el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo, es un misterio de fe. Y como es misterio de fe, como nos enseña San Agustín, es ir a la mar y con una cubeta sin fondo tratar de sacar toda el agua del océano.
En el misterio de la iglesia se nos enseña, que hablar del Padre, meditar en el Padre, es contemplar al Padre Creador que sostiene la unidad trinitaria y que a partir de esa unidad trinitaria, en su divina voluntad efectuó la creación. Y que Él, con el Hijo y el Espíritu Santo, son el principio de todas las cosas y su fin. Que Él quiso en su voluntad que existiera la naturaleza, que existieran los animales, los árboles y que existiera su obra más eficaz, el ser humano creado a imagen y semejanza suya. Por tanto cuando nos acercamos al misterio del Padre, de la primera persona de la Santísima Trinidad, nosotros como iglesia y es lo que la tradición siempre ha afirmado, debemos de relacionarnos con el Padre, evitando la tentación de sostener las riendas de la creación sin responder al bien común.
Por eso en esta misa, al inicio, hice alusión a la familia, porque a la familia humana hay que respetarla, en cuanto a la voluntad de Dios sobre el género humano y la Iglesia está llamada a proclamar vivamente que el aborto es un ultraje a la Creación del Padre. De que el hombre ha sido creado en su vocación matrimonial original, el hombre es dado a la hembra y la hembra con su sello original de feminidad, está llamada abrirse a la fecundidad, a la fecundidad para que hayan más hombres en la humanidad según la voluntad de Dios, que está presente en el momento de la fecundidad a través de un concurso especial. No hay otra idea de hombre, otra idea de hombre no respeta a la naturaleza humana creada por Dios, que es Padre y que el ordena, porque Él es causa eficiente de la naturaleza. Él está presente en las leyes naturales dando movimiento a todo, con esa perfección que caracteriza a Dios.
Cuando nosotros nos acercamos al misterio del Hijo, la iglesia nos enseña en el Catecismo de la Iglesia Católica, que el Hijo es el Redentor, el Hijo es el cumplimiento de aquella promesa mesiánica que se escucha en el Antiguo Testamento, que el Hijo es el cumplimiento efectivo de la alianza de Dios con su pueblo. Que el Hijo es esa persona segunda de la Trinidad y que llega nosotros por el misterio de la Encarnación, y que el gran misterio de Dios en la carne, es que Dios en la carne nos salva, que Dios en la carne sufre por nosotros y que Dios en la carne humana nos redime por su muerte. La gran tentación contra el Hijo es el superhombre, el orgullo, la autosuficiencia humana de poder esclavizar al otro hombre por cualquier causa. La gran tentación es no querer aceptar como medio único de felicidad, los dolores de la cruz del Hijo. Es por eso que nosotros hoy contemplamos a ese Hijo en el altar, y ahora tengo en la mente aquel fragmento de la sagradas escrituras que Jesús en su dolorosa pasión fue sacado afuera, al pretorio y delante de todos los soldados, como dice el evangelista, y delante de su Madre, fue desnudado, fue azotado y fue obligado a cargar la cruz.
Hoy nosotros en sintonía con su santidad el Papa San Juan Pablo II, unimos el dolor de la humanidad, el sufrimiento de la humanidad, con los dolores del Hijo, para que nuestro sufrimiento y nuestro dolor, sea un dolor redentor como lo quiere el Padre.
Cuando contemplamos a esa tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, sabemos por la tradición de la iglesia, que el Espíritu Santo es el revelador, por su gracia nos ha llegado la noticia de un Dios amor, sabemos que su presencia divina como afirma san Basilio Magno, en lo más profundo de nuestro ser, expresa en nosotros el deseo de orar con la palabra divina, con la palabra de Dios, enterarnos de que hay una alianza de Dios con el hombre, de que hay una promesa de salvación cumplida en el Hijo, y vemos las hazañas de Dios en todos los profetas, pero además en la fe de los patriarcas. Como aquella escena de la fe de Abraham que iluminado por el Espíritu Santo ofrece al hijo; o aquel acontecimiento tan importante para Israel que fue el combate de David con Goliat, que iluminado por el Espíritu Santo, se atrevió a aceptar el desafío y a tomar una honda y acercarse al gigante y decirle, con la valentía que viene de lo alto “tú vienes a mí con casco armadura lanza y jabalina y yo vengo a ti en nombre del Señor Dios de los ejércitos de Israel”.
Ésa es la gracia del Espíritu Santo y con esos datos rechazamos la tentación del maligno del anticristo, que nos presenta la sensualidad, la satisfacción humana de cumplir apetitos banales, frente a la grandeza de la oración, frente al misterio interno del corazón del hombre. El maligno nos indica el camino para vivir según placeres y hacer lo que nos da la gana, pero con la oración que viene y que María vive en el misterio de la Encarnación, sabemos que no hay oración que sea haga con fe que el cielo no escuche. hoy nosotros le presentamos a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre todas nuestras intenciones como pueblo, con un deseo grande de que la familia cubana se encuentre con Dios en el misterio de la Santísima Trinidad, para que pueda transmitir a toda la humanidad la verdad de que Dios existe y está junto a nosotros.
Que así sea.