Irradia
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo de la Fiesta de la Ascensión del Señor
29 de mayo de 2022
“Yo les enviaré lo que mi Padre ha prometido” Lucas 24, 49
(Música, La Ascensión, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, La Ascensión, Javier Brú)
Nuestro invitado nos ayudará a reflexionar sobre el Evangelio de hoy.
Buenos días, hermanos. Con ustedes el sacerdote Gustavo Alejandro Cunill Álvarez, encargado de la animación pastoral de las comunidades de Nuestra Señora de la Caridad en Cuabitas y el poblado de El Cristo. Es un placer estar nuevamente con ustedes para compartir una breve reflexión acerca del Evangelio propuesto por la Iglesia entorno a la fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo.
Comencemos por hacer la señal de la Cruz que nos recuerda el amor que nos tiene Dios… En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
El Texto evangélico que meditaremos es de Lucas capítulo 24, versículos del 46 al 53.
(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 24, 46-53)
Con estos versículos que hemos escuchado, Lucas quiere insistir en un hecho: termina una página de la historia evangélica. La experiencia que algunos hombres tuvieron de una cercanía inmediata y visible con Jesús, ha terminado. A partir de ahora, Jesús está “ausente”. Nadie volverá a verle ni a oírle. Jesús no volverá ya a acercarse a ninguno de sus amigos, de camino y con cara triste, para recorrer el camino con él y hacer que su corazón arda al explicarle las Escrituras.
Este texto guarda una estrecha relación con el texto del libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo1, versículos del 1 al 11 que les invito a que lo busquen y lo lean con atención, que corresponde a la primera lectura de los textos litúrgicos de la Fiesta de la Ascensión.
Esta marcha, esta partida de Jesús, no es una simple separación. Los discípulos dan pruebas de ello al contemplar la partida de Jesús no con la tristeza que cabría esperar, lo cual sería normal, sino “con gran alegría” afirma el texto; prolongan esa hora gozosa “permaneciendo continuamente en el Templo bendiciendo a Dios” por los beneficios, los beneficios que les ha concedido y especialmente por el don que se les hace en ese instante en que Jesús es “llevado al cielo”.
Y es que la “desaparición” de Jesús deja sitio a otra presencia: la efusión del Espíritu Santo. Ahora bien, esta efusión, este derramamiento es posible porque Jesús, “llevado al cielo”, Él es, es él mismo su fuente: les enviará, les dice así, “Les enviaré lo que mi Padre ha prometido”. Así, a medida que se ausenta, Jesús deja detrás de sí una presencia, animadora y vivificadora en sus discípulos, en la iglesia.
Esta presencia, nueva, va a cambiar la vida de los discípulos, tanto más cuanto que es a la vez realidad y signo.
La venida del Espíritu será realidad eficaz; pero será también el signo del poder único de Jesús. Si Él es quien envía el Espíritu, y el Espíritu prometido por el Padre, es que Jesús dispone, en la intimidad del Padre y en la relación con el Espíritu, de un puesto único. Él es el Señor.
Jesús no aparece ya únicamente como el hombre que vive al lado de Dios, a imagen del rey bíblico de antaño, “hijo de Dios” y entronizado junto a él, sino que es, en el sentido fuerte de la palabra, “el Hijo”: el Hijo del Padre. Y esta realidad nueva reduce a nada los inconvenientes de la ausencia aparente. Porque a partir de ahora, Jesús estará más presente y vivo en sus discípulos. Tienen razón los Apóstoles al sentir entonces una “gran alegría” en el momento en que Jesús parte.
Meditando en la misma realidad, la partida de Jesús en el Evangelio escuchado, y en el relato de los Hechos que les sugiero que lean, la ve más como un comienzo que como un final. No se ignora que en ese preciso momento algo acaba. Un tiempo que podría llamarse, el tiempo de Jesús, ese tiempo durante el cual Jesús “hizo y enseñó”, ha llegado a su término.
Pero se es consciente también de otra cosa en la que precisamente quiere insistir: algo está empezando. Es la razón por la que el autor inaugura un libro nuevo que estará dedicado a una época distinta, es el libro de los Hechos de los Apóstoles: lo que podría llamarse el tiempo de la Iglesia y que es prolongación del tiempo de Jesús.
Este tiempo nuevo sigue siendo el tiempo de Jesús. Por lo menos, porque Jesús es el término hacia el que todo converge: “El volverá”; y también porque Jesús sigue siendo la finalidad de toda actividad apostólica: los Apóstoles van a dar testimonio de Jesús: “Serán mis testigos”. Y también, en fin, porque Jesús, establecido ahora en el cielo, oculto a los ojos de los hombres por una nube que le cubre, sugiriendo el misterio divino que está ligado a su persona, no puede estar realmente ausente de la tierra. Él está en sus discípulos, Él está en ti, en mí. Él está en nosotros.
Pero este tiempo es también el del Espíritu: la continuación del libro de los Hechos de los Apóstoles mostrará al Espíritu presente y referirá sus eficaces intervenciones. Es, en fin, el tiempo de la Iglesia; el tiempo dado a los discípulos para “dar testimonio hasta los confines de la tierra”.
De este modo, a través de ambos textos, se perfila la silueta de una Iglesia que conserva el recuerdo de la pasada presencia de Jesús, pero que vive en profundidad de su presencia actual; una Iglesia cuya vida está penetrada por el Espíritu Santo, y penetrada también por la certeza de tener una misión que cumplir, con vistas a aquel momento en que Jesús se mostrará definitivamente presente.
La Ascensión mis queridos hermanos más que todo; es el momento en que Jesús es revelado a los hombres como Señor, investido de la dignidad propia de “Dios, el Padre de la Gloria”.
De hecho, los discípulos que habían visto a Jesús por última vez, percibieron después la eficacia de su poder; percibieron que no había fuerza alguna superior a Él, que Jesús estaba “establecido por encima de todo”. Al descubrir, de este modo, la eficacia divina de la asistencia de Jesús, entrevieron que Jesucristo era ciertamente el Señor, totalmente cercano a Dios.
Ahora para nosotros. ¿Cómo no vamos a redefinir todas las cosas a la luz de este acontecimiento? Vivimos tiempos donde el Espíritu Santo nos recrea nuevamente esta presencia misteriosa y real de Jesucristo. Ánimo, cristianos, no es tiempo para llorar y lamentarnos, es tiempo de ser profetas, testigos, discípulos misioneros del Reino de Jesús. Es tiempo de derribar y construir, de arrancar y sembrar. Nuestra esperanza está en Cristo y debemos compartirla a todos, no tenemos una fe de enajenación, es decir, desinteresarnos de la realidad, sino de encarnación, con tal que es aquí y ahora donde debemos hacer guerra al imperio del mal y la mentira, fomentando el amor y la justicia de Jesús. Esto es Ascensión, elevar todo a Cristo, Señor del Universo, Cabeza de la Iglesia.
Alabado sea Jesucristo, sea por siempre alabado.
(Música, Qué hermosos son los pies, Jonathan Oriel)
Hermanos, ahora oremos a Dios nuestro Padre y presentemos a Él con ánimo confiado, nuestras súplicas.
Por la Iglesia, para que fiel al mandato del Señor, siga predicando el Evangelio de Salvación a todos los hombres. Roguemos al Señor. Señor escucha nuestra oración.
Por nuestra Patria, para que sepamos escuchar y escucharnos como hermanos en medio de los problemas y busquemos una solución eficaz y digna según el Evangelio de Jesús. Roguemos al Señor. Señor escucha nuestra oración.
Por nuestros hermanos que sufren ancianos, presos y enfermos, aquellos que están pasando necesidad, para que, a través de nuestra cercanía y solidaridad, experimenten la presencia liberadora, transformadora y amorosa de Dios. Roguemos al Señor. Señor escucha nuestra oración.
Por los comunicadores sociales, para que sepan escuchar como punto esencial para la comunicación humana, y promuevan los valores de tu Reino, Jesús. Roguemos al Señor. Señor escucha nuestra oración.
Por el perdón de los pecados y el descanso eterno de nuestros hermanos difuntos. Roguemos al Señor. Señor escucha nuestra oración.
(Música, Que brille tu rostro, Hna Glenda)
Ahora todos juntos concluyamos haciendo la oración que el mismo Cristo nos enseñó.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
Oremos
Concédenos Dios todopoderoso exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la Ascensión de Jesucristo tu Hijo es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido Él que es nuestra cabeza, esperamos también llegar nosotros como miembros de su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor esté con ustedes. R/ Y con tu espíritu.
Y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes, sobre sus familias, y permanezca para siempre. Amén.
Quiero despedirme, pero antes agradecer a todas las personas que hicieron posible y que hacen posible domingo tras domingo esta alocución, esta reflexión, este encuentro de oración con la Palabra que nos da vida. Fue un placer estar con ustedes en esta mañana, me despido, que el Señor les anime, ésa es mi palabra de lucha, ¡ánimo! Ánimo hermanos, construyamos en medio de tanta tristeza que podamos vivir, que vive el mundo hoy.
Se despide de ustedes el P. Gustavo Alejandro Cunill Álvarez, sacerdote encargado de este territorio pastoral de Nuestra Señora de la Caridad de Cuabitas y del poblado del Cristo. Un abrazo y que la Virgen nos acompañe.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo
Irradia…
(Música, Ven sé mi luz, Arasay Machirán, Vila Ramírez y Melvín Rodríguez)