Homilía del P. Juan Elizalde
Transcripción homilía del P. Juan Elizalde
Párroco de Santa Teresita, Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 22 de mayo de 2022
6to Domingo de Pascua
“Qué te alaben Señor todos los pueblos, que todos los pueblos te alaben Señor, Aleluya.” Salmo 66
El amor a Cristo y la obediencia en la fe, son dos condiciones que favorecen el buen clima en la relación con Jesús y propician la comunicación con Dios.
El que ama guardará mi Palabra. Hemos escuchado en el evangelio que acabo de proclamar. Y seguirá diciendo el Señor, y mi Padre lo amará y vendremos a Él, y haremos morada en él. El conocimiento mutuo, la fe, el amor y la fidelidad responsable, y o sólo responsable sino también alegre, de una vida de acuerdo con las actitudes y la palabra de Jesús, que es también la palabra del Padre; desencadenan, el afecto y la certeza de la presencia de Dios, que a través del Espíritu Santo, va del Padre y del Hijo a cada uno de los creyentes.
Así nunca estamos perdidos en nuestro camino donde a veces nos confundimos y no sabemos exactamente, cuál de ellos tomar si se presentan varios, en el santuario inviolable de nuestra intimidad, de nuestra personal religiosidad, tenemos la compañía del Dios, Uno y Trino, la Trinidad de Dios. El Espíritu y la paz de Cristo resucitado son otros dos puntos de comunión de Dios con el hombre según el evangelio de hoy, el Espíritu que el Padre envía a sus discípulos, el Paráclito, el abogado el defensor en nombre de Jesús, viene en ayuda a nuestra durante la ausencia física del Señor. El Espíritu será el maestro que enseñará y recordará a los discípulos todo lo que Él les dijo.
El don del Espíritu Santo, añade Jesús a este don el de su paz, qué es el conjunto de todas las bendiciones prometidas de la Nueva Alianza. La paz de Dios que tanto necesitamos, alienta en el creyente la seguridad de la presencia de Cristo mediante su Espíritu. Nos dirá por eso no se turben, no tema su corazón ni se acobarden, no tiemblen, me voy y volveré a ustedes.
En la lectura de los Hechos de los Apóstoles que le estamos haciendo continuada a lo largo de los 50 días de Pascua, está muy claro como desde el principio la presencia inmediación del Espíritu Santo estaba en la iglesia naciente, y así lo demuestra la solución del conflicto que se origina en la comunidad de Jerusalén y que hoy llamaríamos la inculturación de la fe. Sabemos que la inmensa mayoría de los cristianos de algunas comunidades, de aquellas comunidades primeras, apostólicas como la de Jerusalén, muchos provenían del judaísmo, Pasado un primer momento al extenderse el evangelio al mundo grecorromano, sobre todo por la predicación del recién convertido Saulo de Tarso, se adhieren a la fe en Cristo muchos gentiles y paganos, que nada sabían de las normas de la Ley de Moisés, como por ejemplo la circuncisión como condición para ser miembro del pueblo judío. Y el sector más judaizante integrista de Jerusalén sostenía, que los nuevos cristianos provenientes del paganismo debían someterse a la normativa judía. Es decir, para convertirse al cristianismo, primero debían hacerse judío, y para esto la condición era ser circuncidados.
Pablo junto con Bernabé, van los dos a Jerusalén para entrevistarse con los Apóstoles y Pedro, Santiago y Juan que eran tenidos como columnas de la naciente iglesia, les apoyaron y confirmaron en su misión de anuncio a los incircuncisos, a los no judíos. El Concilio de Jerusalén alrededor del año 49, dio la respuesta del Espíritu a todos los miembros de la Iglesia Madre. A los hermanos convertidos del paganismo, y esta mis hermanas y hermanos es una página inigualable maravillosa de la historia de la iglesia.
Y por eso se los cita el libro de los de los Hechos de los Apóstoles. Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros, no imponerles más cargas que las indispensables. Cada uno de nosotros somos morada de Dios, lo es todo discípulo de Cristo que lo ama y guarda su palabra, y su identidad su mandamiento nuevo es abrirse a los hermanos y amarlos porque cada uno es, lugar de la presencia de Dios aquí y ahora.
Jesús inauguró este nuevo estilo de religión en espíritu y en verdad, sin mediaciones que anularán al hombre en su relación personal con Dios, con el mundo y con los demás hombres y mujeres. La religión que fundó Jesucristo no necesita sacralizar mediaciones externas. No necesitamos nada externo, pues la presencia de Dios en la comunidad creyente y en cada uno de nosotros, sí abrimos nuestro corazón y nuestra vida al señor es un contacto directo del amor de Dios. El padre el Hijo y el Espíritu Santo, mora en todo aquel que ama Cristo escucha su palabra y la pone en práctica.
Vamos en unos segundos de silencio, pedirle, desde lo más profundo del corazón esta experiencia cristiana acá para cada uno de nosotros.