Irradia

15 de mayo de 2022
5to Domingo de Pascua
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba

“Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como Yo los he amado” Juan 13, 34

(Música, El Mandamiento nuevo, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, El Mandamiento nuevo, Javier Brú)

Para la reflexión de hoy nos acompaña el P. Juan Elizalde, párroco de Santa Teresita.

Muy buenos días. Con qué alegría estoy participando con ustedes en esta mañana de domingo de la oración de la reflexión, desde la iluminación que tenemos con el Evangelio de San Juan. Soy el P. Juan Elizalde, y mi alegría en este mes de mayo se une a la de ustedes donde hemos tenido tantos acontecimientos importantes.

En primer lugar, el mes de mayo es el mes de las flores, el mes donde revienta la primavera, abriendo los nuevos colores al ambiente, la lluvia reverdece nuestros campos; celebramos el día de las madres, cuánta vida hay que celebrar y celebramos durante el mes de mayo. La iglesia cubana también celebra desde el día de las Madres, hasta el día de los Abuelos, el 26 de julio, la Jornada Nacional de la Familia. Por eso tenemos que agradecerle mucho al Señor y compartir entre nosotros esta alegría que proviene de Él que es la alegría por la vida y el amor.

El Evangelio que nos corresponde este domingo, está tomado del evangelista San Juan, capítulo 13, los versículos 31 al 35. Vamos a escucharlo con atención, y después haremos la reflexión que nos sugiere estos hechos y palabras de Jesús.

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 13, 31-35)

Mis queridas hermanas y hermanos, es cierto que amar cuesta. Nos cuesta a todos, y sobre todo, cuando el amor exige renuncias, constancia, sacrificios, e incluso poner en entredicho y renunciar a nuestro propio bienestar en beneficio del bienestar de los demás. El amor entonces no sólo cuesta, sino que nos asusta. Por eso, perseverar en la fe, nos ayuda a revisar siempre los caminos de nuestra vida, de cómo pensamos y actuamos. Y nuestra vida tiene que ser la misma vida de Cristo.

Vivir como Cristo, no solamente puede comportar imitar sus gestos, sus palabras, es llevar a cabo en el mundo su misma vida con nuestra propia vida. Es vivir como Cristo. Pensar como Cristo, no implica defender a toda costa el pensamiento de Él o el nuestro, entre otras cosas es condicionar todo lo que tocamos, y todo sobre lo cual tenemos influencia con la máxima del evangelio que es el amor. Actuar como Cristo no es figurar, no es buscar aplausos o que hablen bien de nosotros, sino que nos lleva a veces a no ser tan populares, a que nos critiquen, se rían de nosotros por defender un modelo de vida, que es el modelo de vida que debe llevar cada cristiano.

La iglesia una y otra vez, está siendo sometida a un permanente examen; y mucha gente dice o nosotros mismos, ¿la iglesia es fiel a lo que el Señor le pide, es reflejo del Evangelio? Si san Pablo apareciera entre nosotros hoy nos recordaría aquello “hay que pasar mucho, el que algo quiere algo le cuesta”, dice un viejo refrán. La vida cristiana entonces es como el tesoro escondido, es la perla preciosa para millones de personas y tiene que tener consecuencias en nosotros. El testimonio vivo y convencido de lo que somos, pero sobre todo un testimonio no ficticio sino creíble, un testimonio, un comportamiento, un estilo de vida sincero, de corazón.

El amor como distintivo del cristiano o la confianza total en Dios, como la seguridad de sus discípulos, o los discípulos de Cristo; tiene que ser uno de los pilares fundamentales sobre los que se sostiene nuestra personalidad, nuestra comunidad y nuestra iglesia. ¿Hay que pasar mucho? Tampoco es cuestión de exagerar, nos cuesta ser signo de contradicción y lo seremos en la medida en que este mundo, que tiene otro discurso diferente, un comportamiento al margen del Evangelio, pues le chocará el que tal vez el que nosotros decidamos ser como Jesús, vivir como Jesús, pensar como Jesús, actuar como Jesús, llevar el evangelio a través de nuestro comportamiento, de nuestros gestos, de nuestra vida. Eso, evidentemente nos llevará a ser signo de contradicción, a nadar contracorriente.

Si comparásemos un poco la situación, un tanto like en la que vivimos muchos católicos, con aquel otro estilo de vida radical pero claro de los primeros cristianos, comprenderíamos que no es tanto lo que estamos sufriendo por nuestra fe, por lo menos en la mayoría de nuestros países. La iglesia desde el mismo momento de su nacimiento, ha estado y sigue estando sujeta a una constante purificación y eso es bueno.

Siglos después, con tantos acontecimientos y contradicciones, con luchas, pesares, contingencias, dificultades, persecuciones o aplausos, seguimos apostando, creyendo en Aquel en quién están puestas nuestras esperanzas, y por el que muchos de nosotros ponemos la cara, incluso estamos dispuestos a presentar nuestra vida. Ése es Cristo Jesús. ¿Hay que pasar mucho? Lo suficiente y justo, defendiendo sin temor ni temblor nuestros ideales cristianos, ofreciendo buenas obras, buen comportamiento, un estilo de vida que nos lleve a sentirnos bien con nosotros mismos, desparramando, regalando, esparciendo y contagiando a otros con lo mejor de cada uno. Aun a riesgo de ser tildados de débiles, de necios, de fanáticos, y alejar los aplausos y sí experimentar el abucheo, la risa, la burla o la crítica.

Resulta oportuno preguntarnos hoy, si de verdad el amor que ofrecemos, el amor que damos en la familia al esposo, a la esposa, a los hijos, a los suegros, a los abuelos, el amor que regalamos y brindamos a los compañeros de trabajo; cuando estamos en una cola, cuando estamos en una oficina de atención al público, ¿lo lucimos? O al contrario nos cuesta, y a veces hasta nos duele.

Quisiera terminar con una expresión de Madre Teresa de Calcuta, de Santa Teresa de Calcuta, “ama hasta que duela”. Amar hasta el dolor, es el verdadero amor. El verdadero amor no busca compensaciones ni aplausos, busca entregarse, y siempre que nos entregamos nos costará.

Que el Señor nos ayude en esta semana, en este domingo quinto de Pascua, y nos enseñe con la gracia que nos concede, a ser cada día mejores. Mejores hombres, mejores mujeres, mejores esposos, esposas, mejores familias, mejores ciudadanos; pero, sobre todo, mejores discípulos de Jesús. Que así sea.

 (Música,  Un mandamiento nuevo, Dumas y Mary)

 Vamos ahora, después que ha resonado en nuestro corazón la palabra de Dios desde la reflexión evangélica que acabamos de hacer, vamos a presentarle al Señor nuestras oraciones.

 Lo primero que vamos a pedirle al Señor es por la iglesia, para que Él nos ayude, para que su gracia nos fortalezca en la fe, nos anime en la esperanza y nos permita vivir en el amor entre todos, en el servicio, en el testimonio claro, evidente y a veces sufrido de ser buenos cristianos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Vamos a pedir por los niños de nuestras catequesis, los adolescentes, los jóvenes, para que el encuentro con Jesús no sea un encuentro que les diluya en lo fácil, en los que le produce gusto, sino en el compromiso claro, hecho proceso de crecimiento, de madurez en la fe, apostando siempre por encima de todo por el amor de Dios y discipulado a Jesús y con Jesús. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Vamos a pedir por todos los que sufren, por todas aquellas personas que en este mes dedicado a la Virgen le hemos presentado a nuestra Madre. Para que los enfermos se sientan fortalecidos, el Señor si es su voluntad les sane, corporal y espiritualmente. Pidamos por todos aquellos que están atravesando por situaciones difíciles, no podemos olvidarnos de todas las personas, familiares de los que murieron en el accidente del Hotel Saratoga en La Habana; para que el Señor fortalezca a todos en la fe, los anime y encuentren siempre razones para darle gracias, y esto les haga vivir en su paz. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

 Pidamos por los mayores de nuestras familias, nuestros abuelos, tíos, aquellos que ocupan un lugar entre nosotros en la casa, pero que tal vez no se sienten tenidos en cuenta, para que, en esta Jornada Nacional de la Familia, tengamos muy presente a aquellos que necesitan de nuestro cariño y que en un momento determinado de nuestra vida también ellos nos lo dieron sin condiciones, sin reservarse nada, para que creciéramos felices, por nuestros mayores en nuestras familias. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

 Pidamos por nuestros hermanos y hermanas difuntos, para que el Señor les tenga gozando de la plenitud de su paz y de su alegría para siempre, junto a Él en su Reino. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor. 

Pidamos por todos nosotros, para que nuestra práctica cristiana no se concrete a lo más fácil, a lo que nos gusta, sino que lo arriesguemos todo por Jesús, y nos identifiquemos con Él, dando nuestra vida, nuestro tempo, lo mejor que somos y tenemos todos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Acoge Padre Bueno estas súplicas que nosotros tus hijos te presentamos, con la seguridad de que Tú, e Cristo Jesús nos escuchas y nos otorgarás aquello que sabes que necesitamos aun sin pedírtelo, pero que nos muestras aceptando nuestras oraciones como lo mejor de tu amor y misericordia hacia nosotros. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Con la alegría de ser hermanos, con la alegría de saber que todos los hombres tenemos un Padre común, nos dirigimos a Dios diciéndoles como Jesús nos enseñó. 

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal. Amén 

Mis queridas hermanas y hermanos, gracias por permitirnos entrar a sus hogares, para que escucharan la palabra de Dios y su reflexión a través de la nuestra. Gracias sobre todo y particularmente a Dios, que nos da la certeza de hacer el camino con nosotros. No importan las dificultades, las pruebas, nuestras frustraciones, aquello que podamos pasar por causa del evangelio, por causa del servicio, de ser buenos y mejores personas. Todo vale cuando tenemos la certeza de que Jesús hace el camino con nosotros, que nos protege y nos bendice.

Por eso ahora nos disponemos a recibir su bendición.

La bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes, sobre sus familias y los acompañe siempre. Amén.

Soy el P. Juan Elizalde, y siempre que tengo esta oportunidad pues me alegra mucho, y suscita en mí el agradecerle a Dios este momento con ustedes y con Él.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, Como yo los he amado, Eric Acosta)

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