Homilía del P. Osmany Massó Cuesta
Transcripción , párroco de
San Antonio María Claret en Santiago de Cuba
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 24 de abril de 2021
2do Domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia
“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto” Juan 20, 29
En este domingo de Pascua, Jesús resucitado se deja por sus discípulos. Se hace presente en medio de la comunidad de sus discípulos. Es interesante cómo nos muestra Juan, cómo se encontraba esta comunidad antes de ver a Jesús, y qué fue de la comunidad cristiana después de encontrarse con Jesús resucitado.
¿Qué nos dice el evangelista Juan? Lo primero que nos dice es la ubicación, el estado en el cual se encontraba la comunidad. No solamente era el tiempo, sino el estado del alma por la cual atravesaba esta comunidad de discípulos al anochecer de aquel día. Se había menguado la luz, ya no es la luz de la doce del día o las tres de la tarde; es muy poca. Esa luz de la vida, de la esperanza, de la confianza había mermado en la comunidad, pesaba la oscuridad del Viernes Santo, la oscuridad del dolor, del sufrimiento, de la condena, de la humillación del Viernes Santo. Por eso la desesperación se había apoderado de esta comunidad.
Al anochecer, también los discípulos de Emaús se encontraron con Jesús. Así esta comunidad de discípulos, este pequeño rebaño, del Señor se encontraba precisamente sin luz de vida, de esperanza, de confianza. Se encontraban como el ciego al borde del camino. Juan nos dice que estaban en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Las puertas cerradas, el miedo. El cenáculo del Jueves Santo, que fue ese espacio de oración, de cantos, de amistad se convirtió en el lugar de protección, de silencio, de refugio para los amigos de Jesús. El temor, nos dice Juan, se había apoderado de ellos, era más fuerte que la luz. El temor por miedo a las autoridades, que se sentían muy seguras de su triunfo y de sí mismas; temor por lo que vivieron, temor por sus propias negaciones, por sus traiciones. Ese temor se había apoderado de la comunidad, el miedo.
Es así mis hermanos que esta comunidad con puertas cerradas se encontraba paralizada, no podía moverse. Se encontraba paralizada como el paralítico que los compañeros bajaron un día en hogar en el cual Jesús predicaba. Paralíticos como aquel hombre en el templo, que llevaba más de treinta años sin recibir la curación. No podían moverse, estaban paralizados, las puertas estaban cerradas al futuro. Es así que, además de encontrarse en esta realidad nos dice el evangelista que Tomás no encontraba con ellos después de la primera aparición de Jesús.
Tomás, como los discípulos de Emaús, se había alejado, se había apoderado de él la duda, la incredulidad. A pesar del sepulcro vacío, no había convicción para Tomás, a pesar del pequeño testimonio de las mujeres no bastaba para Tomás; a pesar del testimonio de la comunidad de los discípulos no bastaba para Tomás, necesitaba algo más. Necesitaba algo más algo más que unas palabras, necesitaba tocar, necesitaba la presencia cercana, encontrarse con Jesús. Y es así mis hermanos, como en medio de esta realidad oscura, con puertas cerradas por tenor, y con la ausencia de este discípulo, Jesús se hace presente, se deja ver en medio de ellos.
¿Qué sucede con la comunidad después de este momento? La comunidad se llena de alegría, cambia completamente. Esa alegría que Jesús les prometió en la última cena, ustedes estarán tristes, pero luego me verán y se alegrarán con una alegría que nadie les podrá quitar. Es la alegría que brota en el cristiano de la presencia del Resucitado en medio de la comunidad. Al llenarse de alegría, este don que ofrece el Resucitado, Jesús les ofrece su paz. No va a reprocharles nada a los discípulos de lo que había pasado, Jesús se hace presente en medio de ellos y les dice, paz a ustedes; con un saludo muy familiar para el pueblo israelita. Y en medio de ese saludo familiar ahí está Jesús. Necesitan la paz, y desde ese momento, desde que reciben la paz de Jesús, ya no es lo mismo la cruz. La cruz deja de ser humillación y escándalo, y la cruz se convierte entonces en cumplimiento de las palabras del profeta, se convierte en glorificación para los discípulos. Era necesario que el Mesías sufriera, padeciera, para entrar así en la Gloria. Es esa paz que ofrece la gloria de Cristo Resucitado al corazón del creyente y de la comunidad.
Jesús como último regalo les ofrece su Espíritu. Ese Espíritu que los va a animar, que los va a poner en movimiento; ese Espíritu que ofrece el Resucitado que los va a poner en camino para la Misión del Evangelio que el Señor les tiene encomendado. Entonces, ya no será una comunidad de discípulos temerosos, sino una comunidad valiente, que anuncia el evangelio guiada e iluminada por el Espíritu de Jesús. Reciban el Espíritu Santo, les dice, a quienes le perdonen los pecados les quedan perdonados; es así como la comunidad recibe el perdón, la misericordia del Señor y se convierte entonces en instrumento de misericordia y de reconciliación.
La comunidad al ser signo de perdón, libera, sana, y cura al hombre. Ésa es la misión de la Iglesia, es la misión que recibe del Resucitado en medio de ella. Por eso, mis hermanos, Jesús cuando se hace presente ante Tomás le dice, ven, toma tu mano, aquí estoy. Jesús muestra su compasión, los signos de su compasión y de su amor hasta el extremo ante sus discípulos. Aquí estoy yo, y desde ese momento hace una profesión de fe, una profesión de fe como la de Pedro, hace una profesión de fe como la de Martha ante la resurrección de lázaro. Señor mío y Dios mío. Ya no será el Señor y Dios nuestro del Antiguo Testamento, desde ese momento con la presencia del Resucitado, Jesús será para siempre, Señor mío y Dios mío, porque eres cercano, porque estás aquí, porque te puedo ver, porque te puedo tocar, porque la comunidad sabe a Jesús Resucitado.
Es así mis hermanos que en este día, oremos por nuestras comunidades cristianas, son el mejor signo de Jesús Resucitado en medio del mundo. Esa comunidad cristiana que se reúne en un templo, esa comunidad cristiana que se reúne en la sala o en el patio de una casa en una zona rural, es la comunidad cristiana que se reúne en el apartamento en un pequeño apartamento de un Distrito… Ahí está el Señor, ahí le ofrece su vida el Señor y la mantiene viva, porque Él permanece vivo en medio de la comunidad.
Por eso, a pesar de los fracasos, a pesar de los momentos de sombras, de oscuridad y de muerte, la comunidad cristiana desde el momento en que se encuentra con Jesús resucitado, se convierte en una comunidad resucitada por Él, se convierte en testigo de la Resurrección del Resucitado. Por eso, hoy nosotros también, le pedimos al Señor, nos pueda ofrecer con su presencia, la fortaleza en nuestra fe, para creer en Él, para permanecer al lado de nuestra comunidad y para continuar la misión que el Señor nos encomendó.
Que así sea.