Irradia
17 de abril de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo de Resurrección
“Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo” Salmo 117
(Música, Amanecía, Tony Rubí)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Amanecía, Tony Rubí)
Queridos hermanos y hermanas
Hoy es Domingo de Resurrección. Hemos tenido la experiencia de acompañar a Jesús durante toda la Cuaresma, lo hemos acompañado con un deseo, y ese deseo es que el Señor nos de la gracia de acercarnos cada día más a Él. Fueron cuarenta días en que tuvimos la oportunidad de meditar la palabra de Dios, cuarenta días desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Ramos en los que nos preparamos interiormente pidiéndole al Señor la gracia de la conversión para unirnos más íntimamente a Él.
Comenzó la Semana Santa, todos escuchamos la palabra de Dios que nos hablaba de la entrada de Jesús en Jerusalén, cómo el pueblo lo acogió. El pueblo sabía que necesitaba aun Salvador, había visto a Jesús perdonando los pecados, sanando a los enfermos, resucitando a un muerto a su amigo Lázaro, lo habían visto cercano a todos; y le pueblo veía en Él a un Salvador, que los sacara de todas las desdichas que tenía. Era un pueblo que estaba ocupado por los romanos, había mucha injusticia; necesitaba a un Salvador.
En los últimos tres días, el Jueves Santo en la Cena del Señor vimos como Jesús le lava los pies a los discípulos, en señal de amor, y les dice el mandato del amor. Sirvan a los demás, compórtense con los demás como yo me he comportado con ustedes. Si yo que soy el primero, el mayor sirvo a los demás, ustedes tienen que imitarme y ponerse al servicio de los otros. Ésa es la síntesis del primer mandamiento que Jesús dio, el único mandamiento. “Ama a Dios por sobre todas las cosas y trata a los demás como tú quieres que a ti te traten”. Si tú quieres que te ayuden, que te sirvan, que te acompañen, tú también sé un servidor, alguien que ayuda, alguien que acompaña a los demás.
El Viernes Santo vimos la muerte de Jesús. Parecía que todo estaba destruido, Jesús muere en la cruz, es traicionado que es el dolor espiritual más grande que una persona puede tener; traicionado por un amigo y un amigo íntimo, que compartía con Él la vida. El pueblo, que lo había aclamado el domingo de Ramos, aquí grita “crucifícalo, crucifícalo”. Los mismos apóstoles, Pedro entre ellos casi el primero, que lo niegan, no lo abandonan pero lo niegan; los únicos que quedan allí es María la Madre y san Juan, María Magdalena y algunos más. Parecía que todo estaba terminado. La lectura del evangelio de la Pasión termina cuando su cuerpo es sepultado.
Pasan tres días. ¿Cómo viven los discípulos? Con miedo. Necesitaban un Salvador, y lo habían perdido, había muerto. Esperaban muchas cosas de Él, y todo se les fue de las manos, pero el amor seguía presente en los discípulos que no entendían lo que pasaba. Tantas esperanzas que Él dio, tantas esperanzas que el viento se llevó, el agua la barrió; pero el amor estaba presente. María Magdalena, mujer fuerte y que amaba a Jesús porque el Señor le había devuelto la paz interior, ella va al sepulcro a estar allí con Él, como hacen tantas madres que vana a los sepulcros de los hijos, ella ve que las piedra quitada, ella entra, ve que el cuerpo no está, alarmada, se lo robaron… Y va a ver a Pedro y a Juan, los va a ver a los dos.
Ahí comienza, toda la experiencia cristiana, del pueblo de Dios. Porque nosotros los cristianos, somos un pueblo que cree en el resucitado, nosotros creemos que Cristo ha resucitado, creemos que la resurrección de Cristo es lo que le da sentido a nuestra vida, lo que le da sentido a nuestra fe. Ahí resuenan las frases de Pablo, si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe, si él resucitó nosotros también podemos resucitar.
Si a alguno de nosotros nos preguntan, ¿por qué tú eres cristiano? Lo primero que tenemos que decir es, soy cristiano porque creo que Cristo ha resucitado, creo que Jesús es mi único Salvador, creo que Él nos espera a nosotros en su Reino. Los discípulos vivieron esta experiencia, ellos vivieron la experiencia en el tiempo de que Cristo estaba con ellos. De tal manera, que en las lecturas que se leen hoy en la misa, de los Hechos de los Apóstoles, vemos como Pedro cuando le habla a los hombres y mujeres de Jerusalén, él les dice: Cristo ha resucitado, pasó por la vida haciendo el bien, fue muerto en la cruz malamente, dramáticamente, cruelmente, pero Dios su Padre lo ha resucitado. Eso es lo primero, yo creo en la Resurrección de Cristo.
Ya lo demás es consecuencia de esto. Reciban el bautismo porque ustedes son hijos de Dios. Y viene todo lo demás. Contemplamos a la Virgen al pie de la cruz, nos damos cuenta del papel de ella en la historia de nuestra salvación. Vemos a los apóstoles que de lo timorato y de lo miedosos que habían sido, que lo dejaron casi solo en el Calvario, se lanzan a predicar, la prueba es Pedro. La iglesia fue predicando a Jesucristo y la iglesia se fue extendiendo cumpliendo el mandato del Señor, bauticen a todo el que crea en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Bautícenlos, ya son hijos de Dios. Nombró a los apóstoles para que guiaran al pueblo, pero para guiarles ¿de qué manera? ¿Para enseñarles tantas cosas que tenemos que saber? No, para enseñarles que somos hijos de Dios, para enseñarles que hemos venido al mundo con un fin, y ese fin es vivir aquí a plenitud la palabra de Dios, haciendo el bien, para un día vivir eternamente junto a Él.
Ése es el mensaje del cristiano, por eso estamos hoy aquí en la radio anunciando esto a todos ustedes. ¿Por qué? Porque de la misma manera que el pueblo de Jerusalén necesitaba un Mesías, un Redentor, todos nosotros necesitamos también Alguien que le de sentido a nuestra vida. Por eso es que nosotros nos alegramos, y decimos ¡Alégrense, el Señor ha resucitado! ¿Por qué? Porque la resurrección de Cristo es nuestra liberación, y todos nosotros tenemos la necesidad de sentirnos liberados, que alguien nos lleve la salvación de la mano. Es Cristo quien nos lleva de la mano, a través de su palabra, de la iglesia, de los sacramentos, del ejemplo de tantos cristianos. Así es como Cristo nos lleva. Es de alegría.
Nadie puede decir yo no necesito ser salvado, yo no necesito que nadie me guie, yo no necesito que después me prometa una vida eterna. Hermanos cuando eso se dice, no se sabe lo que se dice. Tenemos que pensar solamente en lo siguiente, hacernos una pregunta. ¿Somos felices? ¿Tú eres feliz? ¿Tú eres feliz? ¿Tú le encuentras sentido a la vida? ¿Tú le encuentras sentido a la vida? ¿Para qué hemos venido al mundo? ¿Yo formo parte de esta creación hermosa pero simplemente como uno más que está en ella? Como nosotros vemos que están las aves del cielo, los peces del mar, como dice el salmo, los árboles, que también nosotros nos admiramos de ellos pero sabemos que tienen una vida temporalmente corta y comparado con los años que tiene la humanidad es una cosa ínfima. ¿A nosotros se nos puede considerar igual que a otros miembros de la creación… los árboles, las flores, los animales?
No hermanos, eso racionalmente no entra. ¿Por qué? Cómo nosotros que tenemos capacidad de amar, de entender, de pensar, de razonar, aun de negarnos a las cosas de Dios, pero que el Señor nos sigue respetando. Cómo nosotros vamos a ser igual que una planta que la sembramos y la cortamos sin mayor preocupación. Nos dolerá dejar de ver un árbol lindo, eso no significa nada, se siembra otro
Cada persona humana es hija de Dios, cada persona humana tiene el amor de Dios, y cada persona humana está llamada para vivir eternamente junto a Él. La fe en Cristo, la fe en al resurrección nos dice, que nuestra vida no termina con la muerte, nuestra vida culmina cuando es exitosa, culmina cuando estamos en las manos de Dios en la resurrección que viviremos eternamente junto a Él. .
Muchas veces nosotros nos empeñamos, y así debe ser, en lograr aquí en la tierra todo lo mejor que podamos adquirir. Vivir nuestros derechos, poder desarrollarnos plenamente… pero si solamente lo contemplamos en ese aspecto temporal, nos damos cuenta de que todo eso pasa. El científico que ha dado muchas luces a la humanidad con nuevos descubrimientos, llega el momento que también pierde la memoria, y ya no puede ayudar a nadie. Los que han conquistado grandes imperios que parecían que eran eternos, la historia de la humanidad nos dice que eso cayó. Aquellos piensan que con leyes pueden lograr esa justicia en la que todo el mundo reciba lo que necesita, lo que le corresponde.
Sabemos que la historia de la humanidad está hecha de situaciones que pasan en el tiempo; lo que pasa que a nosotros hombres y mujeres nos cuesta aceptar que somos frágiles y débiles, que necesitamos de un Dios que es Jesús que nos guie a la salvación. Que nos diga es bueno empeñarte por alcanzar cosas buenas aquí en la tierra porque eso contribuye al bien y a la justicia de los hombres, pero no es la respuesta definitiva que nosotros necesitamos, ni queremos. Qué triste es que una persona piense que su vida se va a acabar en cualquier momento, haya realizado sus aspiraciones o no las haya realizado. Para el que no tiene fe, dejó de existir, se fue, el recuerdo tal vez que con el tiempo cae. Para los que tenemos fe, y por eso estamos alegres, esa felicidad que nosotros anhelamos y que sabemos no podemos adquirirla en la tierra, esa felicidad el Señor nos la tiene prometida y nos la alcanza con la Muerte y la Resurrección de Cristo.
Por eso es que en día de hoy gritamos, ¡Alégrense, Cristo ha resucitado, Aleluya, Aleluya! Cuando nosotros esperamos y nos lanzamos a mirar el futuro, que para el que no cree es un futuro que termina habiendo logrado lo anhelado o no habiendo logrado absolutamente nada y siempre cargando cruces. Los cristianos sabemos que la cruz de Cristo es la que ha alcanzado nuestra salvación, y todo sufrimiento, toda nuestra vida, si la ponemos en las manos de Dios, toda, tiene un sentido. Ese sentido significa que nosotros somos hijos de Dios, que el Señor nos ama, que mandó a Jesús su Hijo como Salvador, para salvarnos.
Vivamos con alegría nuestra vida de cristianos, el ser cristianos. Vivamos con alegría sabiendo que debemos hacer en la tierra lo mejor para que todos podamos vivir en paz y en justicia. Eso plenamente no lo podemos alcanzar aquí, eso lo alcanzaremos cuando estemos junto a Dios, para eso tenemos que cambiar de vida, convertirnos aceptando a Jesucristo como nuestro salvador y tratando a los hermanos como nosotros queremos que a nosotros nos traten. Ése es el primer mandamiento, y ese mandamiento abarca todo lo demás.
Hermanos yo les pido que en estos días lean la Biblia, yo sé que muchos de ustedes la tienen. lean la Pasión de Cristo y la Resurrección, para que eso les de fuerza en la vida para luchar y alcanzar en esta tierra lo mejor, pero sobre todo para alcanzar la vida eterna, donde se decide la vida de los hombres cuando nos encontramos con Dios en la eternidad.
El Señor nos ayude a vivir así, que la alegría de Cristo resucitado nos colme, y nos de mucha esperanza, que la necesitamos. Necesitamos mucha esperanza, y esa esperanza sólo la puede dar Cristo el Señor.
(Música, El vive, Javier Brú)
Hermanos elevemos nuestras peticiones y oraciones al Señor.
Vamos a pedir en primer lugar por la Iglesia Universal, por el papa Francisco, para que el Señor le de la salud, la sabiduría y la gracia, para que siga convocando al pueblo de Dios al encuentro con Jesucristo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por el pueblo de Dios, por todos ustedes, por los sacerdotes, los obispos, las religiosas, los religiosos, los diáconos, para que también nosotros vivamos la alegría de saber que Cristo ha resucitado para nuestra salvación, y que esta seguridad en la resurrección de Cristo nos de esperanza en medio de las dificultades del mundo, en medio de nuestras dificultades de cada día. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos hermanos para que el Señor aumente nuestra fe, para que nos acerquemos al Señor no solamente n los momentos duros y difíciles de la vida, sino para darle gracias por cada día que recibimos, por el sol que sale, por los amigos, por las personas que nos quieren, la gente que ha sido amable con nosotros. Para que el Señor aumente nuestra fe y sepamos comunicarla a los demás. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por la paz en el mundo entero. Cristo vino a traernos la paz, la paz entre las naciones, la paz en nuestras familias, la paz en nuestra patria; para que todos los conflictos se resuelvan a través del diálogo y la misericordia y el perdón, y nunca con la violencia y la intolerancia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por todos los que sufren. Pidamos por los ancianos, de manera particular por los que viven solos. Pidamos por todos los cubanos dondequiera que estén; también por los presos y sus familias. Por aquellas personas que viven sin esperanza, por aquellos que no han descubierto que la vida no se acaba con la muerte, sino que el Señor nos promete la vida eterna si escuchamos su palabra. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos para que los cristianos seamos siempre testigos de la fe de Cristo con una palabra oportuna, y también con un ejemplo de vida. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por nuestros hijos, niños, adolescentes y jóvenes, para que puedan crecer en gracia, en sabiduría y en estatura como el Niño Jesús lo hizo junto con María y José. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos hermanos para hayan sacerdotes en nuestras comunidades que convoquen al pueblo de Dios, que lo iluminen con la palabra de Dios y lo santifiquen con los sacramentos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también hermanos por todos nuestros difuntos. Por aquellos que nos han dado la vida, y que nos han precedido en la vida y en la fe, para que el Señor los tenga junto a ël en la gloria en la patria eterna. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por todos nosotros, para que el Señor nos de la gracia de ser cada día más hermanos unos de otros. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Bueno y Padre Santo estas súplicas, y aquellas que están dentro de nuestro corazón y que solo tú conoces.; dales cumplimiento según tu voluntad, pues te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
Hermanos unidos en oración, como siempre hacemos después de las peticiones, vamos a orar con el Padrenuestro, que es la oración que Jesucristo, el Señor Jesús nos dejó.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
Hermanos les doy la bendición de Dios,
Y la bendición de Dios todo poderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes hermanos radioyentes, sobre todo nuestro pueblo, familiares, amigos, vecinos, sobre todos los cubanos dondequiera que estén, y nos acompañe. Amén.
Pueden ir en paz.
R/ Demos gracias a Dios
Hermanos me despido de ustedes, deseándoles lo mejor.
Monseñor Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Resucitó el Señor, Cristóbal Fones sj)