Irradia

Irradia

14 de abril de 2022
Transmitido por RCJ
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Jueves Santo

“Si yo el Maestro y el Señor les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros” Juan 13,14

(Música,  Cena Pascual, Acrisolada)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música,  Cena Pascual, Acrisolada)

 

Para la reflexión de hoy contamos con la presencia del P. Carlos Fernández, sacerdote salesiano, asesor diocesano de la Pastoral Juvenil santiaguera.

Saludos amigos que sintonizan Radio Católica juvenil que cada semana transmite este programa Irradia desde la oficina de medios de comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Cada semana la Luz de la Palabra ilumina la vida y las decisiones que se nos presentan en el camino, y sobre todo en este día santo en que la Iglesia recuerda el memorial de Jesús en la última cena.

Escuchemos el Evangelio de Juan, capítulo 13, del versículo 1 al 15, correspondiente a este Jueves Santo.

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 13, 1-15)

Los cristianos en este día estamos celebrando el Jueves Santo. Día en que recordamos la última cena de Jesús. De hecho, la Iglesia, con la celebración de hoy, abre un triduo en el que recuerda aquellos misterios de nuestra salvación. Cada uno de estos días tiene una connotación especial, cada uno de estos días coloca ante nosotros el amor del Padre a todos los hombres por medio de su Hijo Jesús.

Recordar o hacer memoria hoy de la última cena es entrar también en un misterio que abarca la entrega y la total donación de Dios. El evangelista nos narra que Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, celebrando la fiesta de la Pascua. Y en este pasaje del Evangelio de Juan hemos escuchado esa frase que es precisamente la motivación que impulsó a Jesús a hacer todo lo que hizo por todos nosotros: «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1).

Jesús nos amó. Y nos ama. Sin límites, siempre, hasta el extremo. Es hermoso pensar en esto: que el amor de Jesús por nosotros no tiene límites. Si comparáramos su amor al nuestro, cuán diversos somos del Señor, cuántos límites y justificaciones ponemos al amor. Porque se nos da fácil amar al que nos da, al que nos ayuda, al que nos quiere y trata bien, pero el amor de Dios, el amor divino al cual estamos invitados, se expande como una onda y alcanza a todos, incluso a ese que nos cuesta, que nos ha hecho daño, del cual murmuramos.

El amor trasciende las fronteras de nuestros prejuicios y límites humanos, como el amor de Dios que no ha tenido fronteras en amarnos hasta el extremo. Quien intente medir el amor, calcularlo, por supuesto que no ama hasta el extremo, porque el amor no tiene límites, no calcula. Y esto nos lo recuerda la primera carta de san Pablo a los Corintios: “el amor es paciente, es servicial, no es envidioso, no es jactancioso, no se alegra de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. El amor todo lo perdona, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no acaba nunca” (1 Cor 13, 4-8a).

El Señor no se cansa de amar. A ninguno. Tampoco se cansa de amarte, incluso cuando tú mismo puedas ser el primero en no hacerlo. Dios te ama. Y la verdad que hoy y siempre puede sostenernos en el camino de la vida es esa: Dios me ama. Nos ama a todos, hasta el punto de dar la vida por todos, “Dios ha dado su vida también por mí”. Ha dado la vida por ti, por cada uno, con nombre y apellidos. Su amor es así: personal, con un rostro, con una historia, con un nombre. Y el amor de Jesús nunca defrauda, porque Él no se cansa de amar, como no se cansa de perdonar, y de abrazar. Y este es el primer dato que el Evangelio de Juan nos hace hoy caer en cuenta: que Jesús nos amó, a cada uno de nosotros, hasta el extremo. Y el primer paso para sabernos encontrados por Dios es descubrir cuánto nos ama.

Pero también, en la Palabra de Dios que hemos escuchado, hay dos gestos:

El primero es el del lavatorio de los pies. Jesús lavando los pies a sus discípulos. Él, que era el jefe, el maestro… lava los pies a los demás, a los suyos, a sus amigos. Les lava los pies, haciendo de ese gesto el nuevo modo de vida, de relación, de autoridad y de gobierno… de todos aquellos que a partir de ahí quieran ser sus discípulos. Este nuevo modo, que no es humano, sino divino, es el Servicio. Servir al otro, rebajarse ante el otro, descubrir al otro. Por eso hoy día cuesta tanto vivir este gesto, incluso entre nosotros los cristianos, porque el servidor es tan fuerte cuanto lo es su humildad. Más humilde, más servidor.

Era la costumbre del tiempo que los esclavos lavaran los pies a los que llegaban a casa debido al polvo del camino. Este gesto no lo hacía el dueño de casa, sino el esclavo. Este era el trabajo de esclavos. Y ahora el Evangelio nos muestra al Hijo de Dios lavando, como si fuese un esclavo, los pies de sus discípulos. Dios que lava los pies al hombre. Y el gesto es tan incomprensible, cuánto difícil es incluso hacer. Por eso Jesús dice a Pedro: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde» (Jn 13, 7).

Cuánto nos convendría entender para vivir este gesto, hoy más que nunca. Cuánto comprenderían aquellos que tienen en sus manos la autoridad que el servicio comienza con la humildad. Cuánto comprenderían las familias que el servicio se encuentra en el respeto y en los valores que la salvarán, y no en ideologías que intentan manipularlas. Cuánto comprendiéramos todos los cubanos que el servicio nace del amor al prójimo, incluso sirviendo y amando al que piensa diferente.

Es tan grande el amor de Jesús que se hizo esclavo para servirnos, para curarnos, para limpiarnos. En nuestro corazón debemos tener la certeza, y debemos estar seguros de que el Señor, cuando nos lava los pies, nos lava todo, nos purifica, nos hace sentir nuevamente su amor. Cuánta necesidad hoy más que ayer tenemos de ser limpiados, purificados y renovados. Y esto es conmovedor: el Maestro y el Señor lavando los pies a sus discípulos. El más importante lava los pies porque en la lógica del Evangelio el que quiere ser el primero debe ponerse al servicio de todos. Y no es un mero signo, en esto se juega la vida personal, la vida de la familia, la vida de un barrio, la vida y el futuro de Cuba y de la humanidad. En esto nos jugamos incluso el cielo: en si somos capaces de ser servidores o no, los unos de los otros.

El segundo gesto lo realiza Judas Iscariote, el cual sale de la última cena y después de haberle lavado los pies, dispuesto a traicionar a su Maestro.

En una misma escena encontramos dos gestos contrarios: el gesto y la invitación de Jesús a amar y servir a los demás. Y en ese mismo contexto, encontramos el gesto egoísta de un Judas que piensa en sí mismo, en sus ganancias, en sus monedas, y en cómo ingeniárselas para traicionar y entregar a Jesús.

Dos gestos, queridos hermanos. Dos gestos que son extremos, donde uno manifiesta un desborde amor, mientras que el otro es contrario al amor.

En este Jueves Santo miremos nuestro corazón y nuestra vida, miremos nuestros gestos, los del día a día allí donde vivimos y trabajamos. ¿Cuáles predominan más: esos que revelan amor y servicio, o esos que manifiestan traición y egoísmo? ¿Qué gesto me es común practicar: ese que antepone el bien de mi hermano, o ese otro que lo humilla? ¿Soy de los que amo o soy de los que traiciono?

Que este día santo nos haga caer en la cuenta de qué gestos estamos viviendo. Y pidamos al Señor Jesús, quien amó hasta el extremo, que nos siga enseñando sus gestos divinos, que aunque parezcan sencillos, poco eficaces de cara al poder del mundo y la sociedad, son el único camino de salvación de quienes esperanzados aguardamos, incluso en el momento de la Cruz, la victoria de la Resurrección, del Amor y de la Vida.

(Música,  Lava mis pies, Marcelo Cid)

Hermanas y hermanos, les invito ahora a elevar nuestras súplicas a Dios por nuestras intenciones y las del mundo entero. Podemos responder: Danos tu amor, Señor.

Por la Iglesia y el Papa Francisco, para que por su testimonio podamos formar una Iglesia de hermanos en la que todos seamos servidores de todos, oremos… Danos tu amor, Señor.

Por nuestros Obispos y los sacerdotes, para que renovando en este día su vocación, podamos servir con humildad y cercanía a las comunidades que nos han sido confiadas, oremos… Danos tu amor, Señor.

Para que cese la guerra entre Rusia y Ucrania, y reine la paz, vuelva la concordia y la convivencia fraterna, oremos… Danos tu amor, Señor.

Por los que sufren la enfermedad, para que encuentren en nuestra comunidad, verdaderos hermanos que buscan ayudarlos a superar su situación, oremos… Danos tu amor, Señor.

Por toda nuestra comunidad, para que con el testimonio de nuestras vidas seamos portadores del mensaje cristiano, mensaje de la esperanza, y del amor, oremos… Danos tu amor, Señor.

(Música,  Alrededor de tu mesa, Marcos López)

Oremos todos juntos con confianza al Padre que nos perdona y ama, y digamos las mismas palabras que Jesús nos enseñó:

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Hermanos, que el Señor esté con ustedes, R/ Y con tu espíritu

Que la bendición de Dios poderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, sus familias y comunidades y permanezca para siempre. R/Amén.

Gracias por su atención, les habló el Padre Carlos Luis Fernández, salesiano de Don Bosco.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Es la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

(Música, Jesús Corazón, Olga González)

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