IRRADIA

27 de marzo de 2022
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
4to Domingo de Cuaresma

 

“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no merezco llamarme hijo tuyo”. Lucas 15, 18-19

 (Música, Él lo esperaba, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Él lo esperaba, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba 

Señor Dios que por tu Palabra realizas admirablemente la reconciliación del género humano, concede al pueblo cristiano prepararse con generosa entrega y fe viva a celebrar las próximas fiestas de la Pascua.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre un gusto, un placer, una alegría poder compartir con ustedes este domingo, compartir la Palabra de Dios en este cuarto domingo de Cuaresma, que ya vamos adelantando, casi a las puertas de la Semana Santa y de la Pascua.

El Evangelio que la liturgia de este domingo nos propone, está tomado del evangelio según san Lucas, en el capítulo 15, versículos del 1 al 32.

Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 15, 1-32

Hemos recorrido ya un buen tramo de la Cuaresma, de este tiempo de oración, de penitencia, de caridad, de obras de caridad, este tiempo de conversión. Es el momento quizás de preguntarnos cómo lo hemos vivido y cómo lo hemos aprovechado, porque podemos quedarnos en la superficie. Cuaresma es un cliché, conversión, penitencia, obras de misericordia, las vestiduras que se cambian, se utiliza el morado, los retiros, los viacrucis; pero, ¿todo esto nos ha servido? ¿hemos aprovechado todos los momentos que la iglesia, que nuestra comunidad cristiana grande o pequeña nos proporciona para vivir la Cuaresma?

No basta que haya retiros, no basta que haya Viacrucis, no importa que haya cambio de color litúrgico, si nosotros todo eso no lo aprovechamos. Son medios, muchos o pocos, que la iglesia, nuestra comunidad cristiana, el sacerdote, la religiosa, los laicos que nos ayudan ponen para que podamos vivir en profundidad este camino que es camino de conversión. Eso es la Cuaresma. Entonces la pregunta es, ¿voy en el camino de la conversión? Conversión que es cambiar, ¿cambiar para qué? Para mejor, buscar en mi vida todo aquello que me impide seguir al Señor de cerca. Escuchar su palabra para acogerla, dejarme iluminar por ella, vivir conforme Él me enseña, vivir el amarse los unos a los otros como Él nos ama; vivir las obras de misericordia, porque estuve enfermo y me visitaste, porque tuve hambre y me diste de comer. Es quitar de mi corazón el odio, el rencor, el resquemor, aquello que puedo tener contra mi hermano, que mi hermano puede tener contra mí, es el reconciliarnos.

Entonces, tengo que buscar ahí. Por sus frutos lo conocerán, dice el Señor. ¿Cuáles son mis frutos, qué frutos doy? Esa es la pregunta y esa es la respuesta. Para ser mis discípulos tienen que estar dispuestos a cargar con su cruz cada día, a negarse a sí mismos y ponerse en camino. ¿Cargo con mi cruz cada día? ¿Soy capaz de cargar con mi cruz pequeña o grande? Que no quiere decir aceptar pasivamente todo lo que me ocurre, como si me cae el mundo sobre las espaldas, no. Es aceptar la voluntad de Dios y en medio de esa voluntad de Dios, por difícil que sea, vivir mi fe, dar testimonio de ella, tratar de cambiarla para mejor. Pero cuando no puedo cambiarla entonces de momento, tengo que asumirla, tengo que ayudar a los demás en ese camino. Por sus frutos los conocerán, ¿cuáles son mis frutos?, ¿cómo hasta este cuarto domingo de Cuaresma lo hemos vivido?, ¿cómo hemos caminado?

El evangelio de hoy es el del hijo pródigo. El hijo pródigo hizo un camino, le dijo a su padre yo quiero la parte de mi herencia sin ningún derecho que hubiera trabajado él. ¿Por qué el padre tenía que darle una parte de la herencia? Pero somos así, creemos que nos lo merecemos. Y el padre dividió la herencia, se la dio. ¿Qué hizo? Se puso en camino, se fue a otro pueblo, otro lugar, distante; se gastó todo lo que el padre había trabajado, no sabía ni cómo, ni de qué manera, cuánto sudor, cuánto esfuerzo, cuánto sacrificio para ganarlo y él, lo botó en un momento cómo dirá después el hermano mayor con malas mujeres. Hasta que llegó una gran hambruna, y no le quedó más remedio que hacer lo que quizás nunca había hecho, trabajar; y pedirle trabajo a un hombre de aquel pueblo, de aquel lugar que lo único que tenía para darle, o lo único que quiso darle fue guardar puercos.

Lo peor para ellos, el puerco era inmundo. En nuestra mentalidad eso no entra, pero en la mentalidad de ellos sí. Ir a guardar puercos, animales impuros que solo el contacto con ellos lo volvía impuro. Pero más aún, tenía hambre y quería alimentarse de la comida que comían los puercos, y ni eso podía hacer. Tuvo que hacer una experiencia muy fuerte, muy grande, muy dura, para entonces, plantearse aquello, en casa de mi padre hay trabajadores que les sobra qué comer, qué hago yo aquí, qué hago yo aquí. Cuántas veces tienen que ocurrirnos cosas así para que realmente podamos meditar y comprender. ¿Qué hago aquí? Cuando en casa de mi padre está todo. Entonces decidió ponerse en camino. Eso es convertirse, reconocer lo que hemos hecho mal, lo que hemos dejado atrás, y levantarse y ponerse en camino. No para reclamar otra herencia, no había herencia que reclamar, no para que lo volviera a considerar como su hijo, sino sencillamente para ir a casa de su padre donde los empleados de su padre, tenían suficiente para comer, y él no lo tenía. Pensó que iba a encontrar el gozo, la alegría, la libertad lejos, hacer lo que me parezca, y al final se encontró sin nada; sin su padre, sin su herencia, con las manos vacías.

Voy a ponerme en camino, y voy a decirle, Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no merezco llamarme hijo tuyo. Esa es la conversión, reconocimiento del mal que ha hecho, y que no tiene derecho a exigir nada, ni siquiera el perdón, no merezco llamarme hijo tuyo. Y así lo hizo, pero se llevó la gran sorpresa. La gran sorpresa de que su padre lo estaba esperando cada día en el camino; cada día se ponía en el camino para ver si su hijo regresaba. Ése es el corazón del padre, ése es el corazón de Dios. Hay que hacer esa experiencia para poderlo descubrir así. Por eso cuando va llegando, el padre no deja que llegue, le sale al encuentro; y cuando comienza a decirle… Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no merezco llamarme hijo tuyo… el padre no le deja terminar. Vamos a hacer una gran fiesta, porque este hijo mío que estaba muerto, ha vuelto a la vida, porque este hijo mío que estaba perdido lo he encontrado, vístanle con la túnica más rica, póngale un anillo en el dedo, matemos la res más cebada, hagamos una fiesta, porque lo he recuperado.

Ésa es la experiencia de la conversión. Ésa es la experiencia de haber reconocido que somos pecadores, que hemos pedido lo que no merecemos y el Señor nos lo ha dado, y lo hemos malgastado. Y después de esta experiencia, esa necesidad de volver junto al Padre, aunque no merezca llamarme hijo tuyo. Y después esa experiencia más grande aún de sentir que sigue siendo el hijo, y sigue siendo tu Padre, y que la alegría y el gozo entra en el corazón del Padre cuando el hijo se ha puesto en pie y ha regresado al hogar.

Ése es el camino de la Cuaresma. Al final del camino de la Cuaresma a quien encontramos es a un Padre que nos ama, y que nos está esperando. Cómo demoramos eso, cómo nos cuesta, lo dejamos para mañana, un mañana que no existe y que no sabemos si va a llegar. El tiempo de la misericordia, de la paciencia de Dios es este, el que tengo ahora, al ayer ya pasó, el mañana aún no ha llegado, el que tengo es el ahora, el ahora de Dios. No puedo dejarlo para mañana, tengo que ponerme en pie ahora para poder experimentar esa alegría infinita del amor de Dios que está esperando por mí, por mí, con nombre y apellido, no como una masa informe que se pone en camino. No, no, no. por mí, es a mí a quien ama, es a mí a quien espera, es a mí a quién me dice póngale la túnica más rica y un anillo en el dedo y hagamos una fiesta.

Entonces hermanos, pensemos, meditemos, reflexionemos, ¿cómo hemos caminado hasta ahora? No esperemos más, pongámonos en camino, levantémonos y volvamos al Padre, con humildad, con arrepentimiento, con el deseo de comenzar de nuevo, de sentir el abrazo del Padre; que me dará la fuerza, para cuando quiera de nuevo la herencia, y me ponga en camino para alejarme, pueda regresar. Porque ya he hecho la experiencia de ese amor infinito de Dios.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Contempla al Señor, Hna Glenda)

Ahora hermanos presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre que siempre nos escucha y que siempre nos responde, que no siempre nos da lo que pedimos, pero siempre nos da lo que nos conviene.

En primer lugar, por la iglesia, para que podamos hacer este camino de la Cuaresma con provecho, para que podamos hacer este camino de la Cuaresma, este camino de conversión y regresar con alegría a Aquel que nos está esperando para hacer una gran fiesta. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que aún no han encontrado el camino de regreso, y sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida y piensan que ya no hay posibilidades para ellos; para demos testimonio de que siempre hay posibilidad para regresar, porque siempre el Señor, Dios nuestro Padre está esperando por nosotros. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que estemos dispuestos a responder la llamada del Señor a servirlo en los hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el fin de esta pandemia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los enfermos, para que el Señor les conceda la salud del alma y el cuerpo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente por aquellos por los que nadie pide, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que caminemos con provecho este camino de la Cuaresmo, y como el hijo pródigo nos pongamos de pie y regresemos junto al Padre. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora hermanos, recemos la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó, la oración de los hijos de Dios.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

 Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración.

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

 Qué bueno haber podido compartir esta mañana la Palabra de Dios, esta parábola del hijo pródigo, que nos llama para que regresemos al Padre. Qué alegría y qué gozo, que podamos compartirlo con aquellos que no han podido acercarse, que no han podido escuchar. Nosotros podemos replicar esto, en la medida en que nos acercamos a los que están a nuestro alrededor y les llevamos el mensaje de la palabra del Señor, este cuarto domingo de Cuaresma; el mensaje de que Dios nos ama y espera pro nosotros. Sólo tenemos que ponernos en camino y regresar con humildad, para sentir el abrazo del Padre que nos espera.

Les ha hablado el P. Rafael Ángel de la parroquia de la Santa Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

Que el Señor Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo que descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre. Amén.

Que tengan una feliz semana, un buen domingo y hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA 

(Música, Vuelve a casa, Lilly Goudman)

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