Homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez
Eucaristía 8vo Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
27 de febrero de 2022
“¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo?” Lucas 6, 39
Hermanos, hoy tomamos la primera lectura del libro del Eclesiástico; libro que también se le llama Sirácida. Es uno de los libros del Antiguo Testamento considerado como uno de los libros Sapienciales o del grupo de la Sabiduría, porque son libros que mezclan, compaginan la sabiduría divina que tiene que ver mucho con la verdadera sabiduría humana; esa sabiduría popular, del pueblo, que se manifiesta muchas veces en los refranes, en los dichos, en frases como por ejemplo, “de tal palo tal astilla… o camarón que se duerme se lo lleva la corriente…” Esas frases tan comunes que decimos espontáneamente, pero que tienen una gran carga de sabiduría. En los versículos leídos, del libro del Eclesiástico se afirma, de que se conoce bien a las personas a partir de los frutos que ella es capaz de dar. Cuando digo las personas, digo todo… también las instituciones. No hay nada perfecto en esta vida, pero hay que ver los frutos que se dan.
En este texto se señala, y además de manera hermosa, una serie de dichos literarios muy bien expresados, en lo necesario que es fijarse en el razonar del hombre, en cómo el hombre razona, en el resultado de su razonar: ¿Bien o mal? ¿Razona en el camino justo o pierde el rumbo? Eso nos ensaña el Eclesiástico, hay que buscar los frutos.
El Evangelio va en esa misma línea, porque lo dice bien claro: “un ciego no puede guiar a otro ciego”, eso es un refrán, un dicho; y añade porque, “los dos se van a caer en el abismo”. “Nadie puede creerse superior al Maestro. No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que de fruto bueno. Por sus frutos los conocerán”. Fíjense que es lo mismo, esa sabiduría popular llevada al ámbito de la fe, al ámbito de la Palabra de Dios, porque la Palabra de Dios ilumina y refuerza esa verdadera sabiduría popular.
Cada árbol se conoce por su fruto, porque no se cosechan higos de las zarzas. Otro refrán. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón de ahí saca el bien, es decir que hay que buscar que el corazón nuestro sea la fuente de bondad, porque es difícil con un corazón lleno de odio, de rencor, pueda producir la justicia y el bien. Esto es para decirnos, debemos, si queremos dar frutos buenos, razonar, meditar bien. Aquí podemos hacernos una pregunta bien sencilla, ¿Y… qué fruto yo doy? Vamos a analizarnos cada uno de nosotros. ¿Yo doy frutos de paz, de bondad, de misericordia, o al contrario? ¿Qué frutos yo doy? Porque de la bondad que hay en el corazón así se expresa nuestro corazón y nuestra lengua, pero también de los rencores que hay adentro así se expresa nuestro corazón y nuestra lengua.
Esto es bajar la Palabra de Dios a la acción de cada día en nuestra familia, en nuestra casa ¿cómo nosotros somos? Y lo que uno dice de cada uno de nosotros, lo decimos de un país, de un pueblo, ¿qué frutos da ese pueblo, ese país? Por sus frutos lo conocerán. Es una llamada a razonar. Hay gente equivocada que dice de los que creemos en Dios, estamos en contra de la razón… qué va, al contrario. La fe fortalece a la razón la hace más más potente, porque es una razón iluminada por la fe, que nos hace descubrir los detalles y el sentido de las cosas.
El centro de la predicación de hoy y como ejemplo principal, viene de la 1ra. Carta de Pablo a los Corintios, en el capítulo 15, acuérdense que les dije que es bueno, en la casa, repasar el capítulo 15 de esta primera carta a los Corintios, ahí está un compendio muy seguro de lo que es nuestra fe. Y… ¿Qué dice? La muerte ha sido absorbida por la victoria, ¿dónde está muerte tu victoria? ¿dónde está muerte tu aguijón? Demos gracias a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo”. El aguijón de la muerte es el pecado, el pecado nos quita la vida eterna, es la muerte. “Así hermanos míos queridos”, y viene la exhortación, “manténganse firmes y constantes, trabajen siempre por el Señor sin reservas, convencidos de que el Señor no dejará sin recompensa vuestra fatiga”.
Fijémonos hermanos que hay que mantener un corazón puro, un corazón que tenga como referencia la Palabra de Dios, que nosotros no le enmendemos la plana a Dios. Porque los hombres somos testarudos, y muchas veces queremos enmendarle la plana a Dios. Él nos hace de una manera, y nosotros queremos ser de otra manera. Y esto es importante tenerlo en cuenta.
Y vamos a tenerlo en cuenta en un ejemplo práctico, en el tema del Código de las Familias, que se está conversando tanto en las calles, en los grupos, en los barrios, en las asambleas. Vamos a tenerlo en cuenta. ¿Qué es lo que se ve que está detrás? Que nosotros queremos, estamos empeñados en enmendarle la plana a Dios. El Señor nos ha hecho con una naturaleza, y sabemos que la naturaleza no se puede variar porque entrañaría muchos peligros. Eso de que el hombre es más fuerte que la naturaleza es cuento. Nosotros queremos enmendarle la plana a Dios. Voy a tocar temas que son claves, ¿el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, o le llamamos matrimonio a cualquier unión… los niños tienen que tener un papá y una mamá para que puedan crecer saludables psicológicamente, espiritualmente, saludables que es lo mejor, o eso no les hacen falta… o yo tengo el capricho de que quiero tener un hijo, y entonces lo tengo de cualquier manera… hermanos eso no es natural. El que diga que eso es natural… tener un niño no es un derecho porque el niño no es una cosa, es un ser humano que tiene derechos y hay que respetárselo.
Les voy a contar una anécdota, es una realidad. Un amigo mío que es un buen técnico, de estudio y de investigación, hace un tiempito me preguntó, porque alguien le había dicho algo… Dionisio, ¿es verdad que tú estás en contra de los homosexuales? Yo le dije, no, ellos son personas humanas como yo, podré estar de acuerdo o no estar de acuerdo con ellos y ellos pueden estar de acuerdo con algunas cosas o no conmigo, pero yo no puedo estar en contra… el que dice eso es mentira y quiere confundir.
La cuestión es la siguiente. Tú eres una persona inteligente, le dije, tú eres un buen estructuralista ¿no es verdad? Construyes grandes edificios… Cuando construyes grandes edificios, al diseñarlos ¿No te basas precisamente en las leyes de la física, de la naturaleza, para poder construirlos y que permanezcan en el tiempo? Sí. Cuando haces un edificio, ¿tú desconoces las leyes de la física, de la naturaleza? No, claro porque si no se cae el edificio; eso mismo pasa con la familia.
Por naturaleza hemos sido creados, hombre y mujer, varón y hembra, que somos complementarios fisiológica, física y psicológica, y muchas veces anímicamente, cada cual con sus diferencias. Si nosotros violamos esas leyes de la naturaleza que nos dicen que la raza humana se multiplica así, de manera natural por un hombre y una mujer. Si violamos eso, estamos violando una de las leyes claves de la naturaleza. Y eso trae consecuencias que no se ven a corto plazo pero que se van a ver a largo plazo como ya se están viendo y sucediendo. La misma naturaleza nos dice, por derecho propio, que cada niño, tiene derecho a un padre y a una madre; si después en la vida por cualquier circunstancia eso no ha sido así, la solución no es crear otras cosas; la solución es procurar que ese niño, en la medida de lo posible, tenga una referencia del padre y de la madre porque así somos hechos, así nosotros hemos sido hechos.
Cuando le dije esto me dijo, entiendo lo que dices, yo quedé satisfecho. Lo que sí no puede decirse es que los que pensamos de esta manera, porque tenemos criterios y porque creemos que forma parte de la Revelación, recordemos que la Revelación de Dios nunca va a ir en contra de la naturaleza porque ésta también es obra de Él somos unos atrasados. Es triste que, cuando uno expresa su opinión, se nos diga que somos retrógrados, que somos anticientíficos, que la ciencia ahora ha dado pasos grandes… somos así, como los bobos de la película porque creemos lo que siempre todo el mundo ha creído. Somos los tontos, los retrógrados, los que no queremos que la gente sea feliz. ¡Imagínense ustedes! y lo que queremos precisamente es que la gente sea feliz.
Hermanos, no hay derecho a rebajar al otro diciéndole inculto, retrógrado, que no es progresista, que no es no sé qué… pueden decirnos cualquier cosa, y desgraciadamente hay veces que hasta por los medios de la TV y la radio. Cuidado que ahí si estamos violando el derecho de la persona a tener un criterio. Además, lo que está diciendo esa amplia mayoría de nuestro pueblo, es precisamente que lo que pensamos es lo que siempre hemos pensado, lo que la naturaleza hace, para lo que hemos sido creados. No podemos inventar ideas y tratar de adaptar la realidad de cada persona y eso convertirlo en ley. No podemos. No podemos. Las leyes están en el ámbito de lo general, y después a tratar de concretar los casos específicos, sin romper la ley fundamental que es la que sienta y asienta la naturaleza. Vamos a pedirle a Dios esto.
La primera lectura es lindísima, bella. “El horno prueba la vasija del alfarero, el hombre se prueba en su razonar”. No porque yo me encapriche de que yo siendo hombre diga que soy cualquier otra cosa, y después cambie de idea y diga… no… yo vuelvo a ser de nuevo hombre. ¿Qué es eso? “El fruto muestra el cultivo de su árbol, la palabra la mentalidad del hombre. No alabes a nadie antes de que razone”. Es decir, hasta que lo veas razonar en justicia, porque esa es la prueba de los hombres. ¿Cómo tú razonas? Ésa es la prueba del hombre. No porque hables más que los demás, no porque tú tengas poder, no porque tú seas prepotente, lo que importa es tu razonamiento. Y… razonamiento que se aparta de la ley natural, de lo que es la justicia, el bien, la misericordia, ese razonamiento está contagiado.
Hermanos, tenemos que darnos cuenta que vivimos en un mundo creado por Dios. Que la creación nos ha sido dada, y que somos parte de ella; que la creación nos ha sido dada para que la raza humana crezca y se multiplique en el bien, respetando la naturaleza y respetándonos cada uno de nosotros. Por eso es que esas invasiones, ésa guerras inútiles no pueden ser, no hay un razonamiento claro, hay intereses, y así lo vemos en todo. Hoy estamos viviendo una guerra, pero estas contradicciones las podemos ver en otros los aspectos de la vida. Pregúntate ¿Cómo yo razono? ¿Tengo en cuenta la Palabra de Dios en mi razonar?
Que el Señor nos ayude hermanos, a que, en todo razonamiento nuestro, en nuestra búsqueda de la verdad, tengamos en cuenta la naturaleza humana del hombre, de la creación entera y la Palabra de Dios que ilumina ese razonamiento, y que le da sentido a todo lo creado. Que Dios no ayude a todos a vivir así, para gozar de la dicha del Señor, como dice la carta a los Corintios: “Trabajen siempre por el Señor sin reservas, convencidos de que el Señor no dejará sin recompensa vuestras fatigas.
Que el Señor los acompañe