Irradia
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
8vo Domingo del Tiempo Ordinario
27 de febrero de 2022
“¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo?” Lucas 6, 39
(Música, Por sus frutos se conoce el árbol, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe
(Música, Por sus frutos se conoce el árbol, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.
Concédenos Señor que tu poder pacificador dirija el curso de los acontecimientos del mundo, y que tu Iglesia se regocije al poder servirte con tranquilidad.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, dondequiera que se encuentren. Siempre un gusto y un placer poder compartir esta mañana de domingo la Palabra de Dios, poder reflexionar acerca de lo que le Señor nos pide, lo que el Señor nos dice, lo que el Señor nos enseña a través de su Palabra. El evangelio de hoy está tomado del evangelista san Lucas, en el capítulo 6, versículos del 39 al 45.
Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 6, 39-45
Este domingo es como la puerta que se abre hacia un nuevo tiempo litúrgico. La semana próxima, el miércoles 2 de marzo, tendremos la celebración del Miércoles de Ceniza, con el cual comenzaremos el tiempo de Cuaresma; estos cuarenta días en que los cristianos nos preparamos para poder celebrar, y más que celebrar vivir la Semana Santa, la Pasión, la Muerte y la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Las lecturas de este domingo, de manera particular la del evangelio nos recuerda algo que sabemos, por supuesto, pero que tenemos que hacer presente. La Cuaresma es un tiempo de oración, un tiempo de reflexión, un tiempo de penitencia, un tiempo de conversión. Conversión quiere decir cambiar, cambiar para mejor; pero a veces cuando reflexionamos, cuando meditamos, cuando predicamos, hablo desde mí, pensamos que la conversión es cosa de los otros. Y nos vienen a la mente, o me vienen a la mente a mí, aquel, el otro, el de más allá que actúa de esta manera, que se comporta de esta otra, que debería cambiar, que debería reflexionar, que debería comprender… y las lecturas de hoy nos recuerdan que la conversión comienza por uno mismo, que soy yo el que tengo que convertirme. ¿Qué quiero que los demás se conviertan?, claro. ¿Qué no voy a trabajar para ayudar a los demás a encontrar el camino de la conversión, que es Cristo, camino, verdad y vida? Por supuesto que sí. Pero el primer paso tengo que darlo yo.
No puedo obligar a los demás a convertirse, a reconocerse pecadores, a sentir el dolor de sus pecados, a llegar como el Hijo Pródigo y decir Padre he pecado contra el cielo y contra ti… pero a mí, sí. Entonces, tengo que mirarme por dentro. La Cuaresma de manera particular, es este tiempo en que tengo que mirarme yo por dentro; porque no puedo pedirle a los demás lo que no soy capaz de dar. Si no me dirán, zapatero a tus zapatos, yo no puedo pedirle a los demás lo que yo no me esfuerce. No siempre lo conseguiré, no siempre lo consigo, y a veces cuando creo que lo consigo vuelvo atrás, pero tengo que tener esa opción fundamental de seguir el camino del Señor. De ir quitando de mi vida todo aquello que me impide vivir coherentemente mi fe, seguir la Palabra de Dios.
La primera lectura está tomada del Antiguo Testamento, del libro de Sirácides, el Eclesiástico. Nos dice, al agitar el cernidor aparecen las basuras, en el horno se prueba la vasija del alfarero, el fruto muestra cómo ha sido el cultivo del árbol, nunca alabes a nadie antes de que hable porque esa es la prueba del hombre, obras son amores y no buenas razones. No basta lo exterior, son nuestras obras, cómo nos comportamos, cómo hablamos, cómo reaccionamos ante circunstancias de la vida, ante personas, en mi relación con los demás los que dicen quién soy yo, cómo soy yo, qué hay en mi vida, qué tengo que modificar, qué tengo que cambiar.
El evangelio, del que esta primera lectura es como un primer paso, Jesús les dice a sus discípulos, ¿puede acaso un ciego guiar a otro ciego? Sino seguimos nosotros, cristianos, el camino de la conversión, sino reconocemos nuestros pecados, sino nos preguntamos ¿yo sigo el mandamiento de amarnos los unos a los otros con todo lo que eso significa de entrega, de generosidad, de perdón, de comprensión, de respeto? Entonces, ¿cómo puedo pedirlo a los demás?, ¿cómo soy capaz de pretender ayudar a los demás a encontrar el camino?, ¿puede un ciego guiar a otro ciego? Por qué vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, cuando predicamos, o cuando oímos predicar y pensamos, ¡Qué bien le viene a esto a fulano, esto lo están diciendo para mengana! Abrimos como un paraguas, e impedimos que es llegue a nosotros.
¿Y yo? Ante esto que se está diciendo, ante esto que se está predicando, ante esta petición del Señor, ¡Conviértanse porque el Reino de Dios está cerca! Yo, ¿en qué necesito convertirme? ¿qué necesito cambiar para no ser un ciego, para poder encontrar la luz del Señor, para poder guiar a mi hermano, para producir frutos buenos? Por sus frutos los conocerán. No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. ¿Queremos saber cómo es nuestra vida? Preguntémonos, ¿qué frutos doy yo? Frutos de buenas obras, de generosidad, de entrega, de perdón… ¿Soy capaz de acompañar al otro, de estar presente donde hay un dolor, donde hay una soledad, donde hay un sufrimiento, donde hay una tristeza? ¿Soy capaz de salir de mí mismo o sencillamente voy dando vueltas dentro de mí, buscando por qué mi sufrimiento, por qué mi dolor, por qué…?
Entonces, estamos a la puerta de la Cuaresma, estamos a puerta de que nos digan, ¡Conviértete y cree en el evangelio!, pero que nos recuerda también algo muy profundo, Recuerda que eres polvo en polvo te convertirás. Que un día tendremos que ir a la presencia del Señor porque Él nos llamará y tendremos que darle cuenta del esfuerzo que hemos hecho en este mundo por ser mejores, pro seguirlo, por ser coherentes, por ser luz y ser sal, y ayudar a nuestros hermanos a encontrarse con Él. El Señor no va a pedirnos más que eso, pero tampoco menos que eso; nos va a pedir realmente que hayamos hecho el esfuerzo necesario para poder llevar de al mano a los demás, y dejarnos llevar de la mano también por los demás, que tienen cosas que enseñarnos y decirnos, aunque pueda parecer que están lejos del Señor.
Pidámoslo así, pidámoslo en esta puerta que se va abriendo para este tiempo tan intenso que es la Cuaresma. Que el Señor nos ayude a mirarnos por dentro, no para flagelarnos, sino para convertirnos. No para sufrir sino para alegrarnos porque el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres, nos da siempre una nueva oportunidad. El Señor nunca niega su mano a aquel que la necesita y la busca.
Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Qué sería de mí, Jesús Adrián Romero)
Confiados en que el Señor siempre nos escucha, le presentamos nuestras súplicas.
En primer lugar, por la iglesia, para que fieles al mandato del Señor demos testimonio de Él con la palabra, pero también con la vida. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu, por todos los que se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que escuchemos la voz del Señor que nos llama a ser sus testigos en medio de este mundo que tanto lo necesita. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el fin de esta pandemia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los enfermos, en el cuerpo o en el espíritu, para que el Señor les conceda la salud material y espiritual. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, de manera especial aquellos que no tienen quien ruegue por ellos, para que el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que el Señor nos de la fuerza que necesitamos para emprender este camino de la Cuaresma que comenzaremos el próximo Miércoles de Ceniza, para mirarnos por dentro y poder convertirnos porque el Reino de Dios está cerca. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
(Música, Confiaré en ti, Hna. Glenda)
Ahora hermanos, oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración.
Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.
Repito, un gusto, una alegría, un gozo poder compartir con ustedes este domingo. Les deseo que tengan domingo muy feliz, y una muy buena semana, y que podamos prepararnos ya desde ahora para comenzar el Miércoles de Ceniza, el próximo miércoles la Cuaresma. Que sea un tiempo realmente para cambiar, para convertirnos, para ser mejores, mejores testigos del Señor. Para morir y resucitar con Él.
Les habla el P. Rafael Ángel de la comunidad de la Catedral de Santiago de Cuba.
Le pido al Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo que descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre. Amén.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa
Dirección general: María Caridad López Campistrous
Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Confía en Dios, Siervas)