Irradia
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
VI Domingo del Tiempo Ordinario
“Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios”. Lucas 6, 20
(Música, Bienaventurados, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Bienaventurados, Javier Brú)
Para la reflexión de hoy nos acompaña la hermana María Soledad Galerón, Misionera Claretiana.
¡Muy buenos días a todos! Como en otras ocasiones, hoy, también es un gozo compartir con todos ustedes que nos escuchan, el Evangelio de este domingo. Una vez más estamos unidos en torno a la Palabra, que nos ilumina, y, esa luz se hace, consuelo y fortaleza en nuestro caminar cotidiano, actualmente tan difícil…
Agradezco mucho la oportunidad que me brinda este programa de escuchar, reflexionar y acercarnos juntos al Evangelio de este domingo sexto del Tiempo Ordinario.
Pidamos, ya desde ahora, al Señor, qué abra nuestros oídos y corazones a la escucha de su Palabra, de tal manera, que podamos comprender y acoger aquello que, a cada uno de nosotros, nos quiere comunicar en este día.
El Evangelio que vamos a proclamar está tomado del Evangelio de San Lucas capítulo sexto, versículos 17. Y del 20 al 26. Escuchemos con atención.
(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 6, 17. 20-26)
Me parece importante conocer, aunque sea muy brevemente, el contexto del fragmento que hemos escuchado, porque nos ayudará a situar, enmarcar y comprender el mensaje que nos quiere transmitir…
En este fragmento, se nos habla de las “bienaventuranzas”. En la Biblia se da el nombre de bienaventuranzas a ciertas sentencias exclamativas que comienzan con la palabra Bienaventurados… En los distintos libros del Antiguo Testamento, hay unas 42 “bienaventuranzas”; expresión que se traduce por bienaventurado…
En los escritos del Nuevo testamento se utiliza el adjetivo bienaventurado 50 veces … De estas “Bienaventuranzas”, tenemos, ocho en el evangelio de Mateo, y cuatro en el de Lucas.
Las bienaventuranzas de Mateo constituyen una especie de síntesis del mensaje evangélico. Como una especie de programa de vida cristiana.
Son ocho sentencias cortas construidas todas ellas según el mismo modelo: en primer lugar, la proclamación de “¡bienaventurado!”, sigue a continuación, la categoría de personas a las que se aplica el ser “bienaventurado”, por ejemplo, los pobres, los que tiene hambre, los que lloran… y finalmente el motivo por el cual van a ser bienaventurados, porque “de ellos es el Reino de los cielos, porque ellos serán saciados, porque serán consolados…”. Los destinatarios, son aquellos que viven ciertas disposiciones interiores con las que conforman a la persona con la voluntad de Dios…
Como han escuchado, en el fragmento del evangelio de San Lucas, se nos presenta otra versión de las Bienaventuranzas. Lucas se limita a cuatro, y las sitúa en un nivel totalmente diverso; esta diferencia se confirma y acentúa con los cuatro “ayes” que exclama a continuación.
Solo dos capítulos anteriores al texto leído, encontramos a Jesús en la sinagoga de Nazaret, su pueblo, leyendo y comentando un pasaje del profeta Isaías, en el que encuentra el sentido de su vida, en el que anuncia la misión para la que el Padre le ha enviado… “El Espíritu del Señor me ha ungido para… dar buenas noticias a los pobres, libertad a cautivos, luz a los ciegos…y proclamar el año de Gracia del Señor…
Jesús no recibe buena acogida de sus paisanos, más bien lo echan de la ciudad. A partir de esa escena, vemos que Jesús comienza su predicación, llama a los primeros discípulos, empieza a hacer sanaciones… y cada vez más gente, venidos de todas partes, se le acerca y les enseña con su predicación.
La narración de las bienaventuranzas Lucas, sitúa a Jesús predicando en el llano. Una gran multitud se le acerca, y pronuncia un sermón llamado: dichosos y desdichados. En cuatro aspectos de la vida humana sintetiza Lucas las bienaventuranzas: pobreza, hambre, llanto y persecución. La pobreza, el hambre, el llanto… designan aquí situaciones reales contrarias al querer de Dios; cuando Jesús les declara dichosos, no es por su situación, sino porque esa pobreza que Dios rechaza, tiene que ir desapareciendo en la medida en que el Reino de Dios se va haciendo presente. Todos estamos llamados a trabajar para que, cuanto antes, se realice ese reino de hijos y hermanos; reino de verdad, de justicia, de amor, de paz…
Estas bienaventuranzas describen a personas que son pobres en contraste con otras que son ricas, a personas que pasan hambre en oposición a otras que están saciadas…personas que lloran frente a las que ríen… En Lucas, las bienaventuranzas no tratan de disposiciones espirituales, como en las de Mateo, sino de condiciones exteriores relacionales, económicas y sociales dolorosas que tiene que desaparecer… cuando vivamos el reino.
Por consiguiente, si estas palabras de Jesús, además de ser consoladoras para estas personas que sufren, son también un proyecto por realizar, quiere decir que el seguidor de Jesús tiene como tarea hacer que, ese reinado de Dios, traducido en categorías de verdad, amor, justicia y paz… sea una realidad eficaz para poder sentir el gozo de la presencia del Dios del reino. La lucha por lograr este nuevo orden de cosas, es a base de esfuerzo, sacrificio, dolor que implica el desprendimiento, la solidaridad, el compromiso, la distribución de los bienes, la generosidad.
Los “ayes” lo podemos entender como una lamentación de Jesús, al estilo profético, es decir, como una advertencia o amonestación hacia aquellos que, con su egoísmo, avaricia, soberbia, causan el mal, el dolor, a los otros. Con estos “ayes”, Jesús, como los profetas hacían, denuncia esa actitud mezquina de quienes han puesto el sentido de su vida en las posesiones, en los bienes; de quienes se hartan, consumen y consumen ignorando al pobre, al solo, al destruido…
Quisiera subrayar algunas enseñanzas del texto…
Muchos consideran las bienaventuranzas como una de las páginas importantes del Evangelio, porque es una página contracultural. Como sabemos la visión del mundo que tiene el Evangelio es muy distinto a la que tiene el mundo en que vivimos, distintos sus valores, sus objetivos, sus sueños… A nuestro alrededor vemos, y nosotros participamos de ello, una cultura del individualismo, de la imagen, de la apariencia; estilos de vida en los que domina el deseo de poder, la ambición, el tener por tener… Y el Evangelio nos invita a la simplicidad, a lo necesario, al compartir, a ser solidarios, a perdonar, a trabajar sin descanso por el bien del otro… A mirarnos como hermanos no como competidores, ni enemigos…
Fácilmente nos dejamos “contagiar” por la cultura en la que vivimos. Es más fácil seguir la corriente que nadar contra de ella… Cuando vemos, y a veces, experimentamos nosotros mismos, que pasamos hambre, que lloramos, que somos ignorados, criticados, marginados… Nos cuesta entender que Jesús diga que los pobres, los que lloran, los que sufren, son “bienaventurados”. Jesús, lo dice, porque sabe que, cuando el corazón del hombre se llena de bienes materiales, de ambiciones, de egoísmo… es muy probable que, no le quede sitio para Dios ni para el hermano. Cuando deseamos tanto tener bienes que no importa el cómo los conseguimos, perdemos el sentido humano de las cosas, convertimos las cosas en ídolos, y ofrecemos a ese “dios” los valores y perdemos la verdad, la honestidad, la justicia, la solidaridad… con tal de tener más… Jesús claramente nos dice que “no pueden servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24),
Por otro lado, el pobre, por carecer de todo, por la propia necesidad, fragilidad, tiene sitio en su corazón para Dios. Jesús, en el fondo, lo que nos quiere decir es que la dignidad, el bien de la persona, no está en el dinero, el poder o la fama, sino en su vocación de hijo de Dios.
Por supuesto que los bienes materiales son imprescindibles para cubrir nuestras necesidades; alimentación, educación, desarrollo… Jesús nos invita a utilizar los bienes materiales para realizarnos como hijos de Dios y, por tanto, hermanos unos de otros. La ansiedad por conseguir, tener cada vez mas bienes materiales, no es nuestro fin; equilibradamente puede ser un medio para lograr nuestro fin, la vocación a la que Dios nos llama, vivir esa filiación es lo que nos permitirá hacer sitio en nuestro corazón a Dios y ser felices… Jesús sabe que el afán de poseer es peligroso, porque los bienes que poseemos, acaba esclavizándonos. Sabe, también, que ante Dios todos somos pobres, y nos llama dichosos si nos damos cuenta de ello y lo aceptamos con confianza en Él. Jesús está convencido, el así lo vivió, que la mansedumbre, la no violencia, es la verdadera fortaleza. Por su vida, sus enseñanzas podemos claramente ver que cree que el placer, la felicidad que la propaganda del mundo nos ofrece, es muy engañoso y que, por el contrario, el dolor tiene sentido, y que al final es el consuelo.
Procuremos ahora, entrar en nuestro corazón y orar a Dios, nuestro Padre. Poner en sus manos todas las hambres, llantos, preocupaciones, sufrimientos… para que él nos de la fuerza de trabajar y dedicar nuestra vida, nuestro tiempo, a compartir, a consolar, a perdonar, a pacificar…
(Música, Bienaventuranzas, Primera Fe)
Oremos a Dios Padre de todos, con confianza pidiéndole sobre todo que nos ayude a vivir las “bienaventuranzas”. A estas peticiones responderemos Escúchanos Señor.
Ayúdanos Señor a desprendernos de “lo nuestro”, ya sean bienes o ataduras que nos impiden vivir la filiación y la fraternidad, con toda la familia humana. TE LO PEDIMOS, SEÑOR. Escúchanos Señor.
Haz, Señor que, ante el dolor y sufrimiento de los hermanos, no nos quedemos pendientes de las insignificantes dificultades que la vida cotidiana conlleva y que nos impide entregarnos a la misión de construir el reino que Dios no ha confiado. TE LO PEDIMOS SEÑOR, Escúchanos, Señor.
Concédenos corazón abierto y sencillo que no guarde resentimientos antiguos, y que no exagere las pequeñas “ofensas”; enséñanos a vencer el mal a fuerza de hacer el bien, como tu hijo Jesús. TE LO PEDIMOS SEÑOR. Escúchanos, Señor.
Que los responsables de los gobiernos de toda nación, trabajen por el desarrollo de sus pueblos, por los derechos de todas las personas, especialmente las débiles, y por una justa distribución de la riqueza. TE LO PEDIMOS SEÑOR. Escúchanos, Señor.
Que trabajemos todos en buscar un mundo cada vez mejor, en el que el perdón a los hermanos, la misericordia y la ternura, sean fermento de vida y esperanza. TE LO PEDIMOS SEÑOR. Escúchanos, Señor.
Que cultivemos un corazón transparente, sin divisiones, desprovisto de malas intenciones. Un corazón como el de María, tú madre, para guardar y agradecer siempre tanto bien como recibimos. TE LO PEDIMOS SEÑOR. Escúchanos, Señor.
Que la Iglesia, Pueblo de Dios, unidos a los hermanos de otras confesiones religiosas, y unida a los que sin tener fe se esfuerzan por hacer el bien, trabajamos juntos por el bien de todos los pueblos. TE LO PEDIMOS SEÑOR. Escúchanos, Señor.
Que todos los difuntos, disfruten para siempre del amor infinito y misericordioso de Dios, nuestro Padre. TE LO PEDIMOS SEÑOR. Escúchanos Señor.
Como hijos y con la confianza del amor que Dios nos tiene, digamos con alegría la oración que Jesús nos enseñó.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
El Señor nos bendiga nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
Hemos finalizado el programa de hoy, me despido de todos ustedes, agradeciendo su presencia y cercanía, desde sus casas y la oportunidad de vivir juntos este compartir. Pido al Señor, nos fortalezca en la vivencia de las bienaventuranzas para hacer posible la construcción de su Reino de verdad, amor, justicia y paz para todos.
Soy la hermana Soledad Galerón y, como siempre, ha sido una alegría pasar este rato con ustedes, ¡feliz domingo!
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa
Dirección general: María Caridad López Campistrous
Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Contemple al Salvador, Hna Glenda)