Irradia 30 de enero de 2022

30 de enero de 2022
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
4to Domingo del Tiempo Ordinario

“En una palabra, quedan estas tres; la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor” 1Cor 13,13

(Música, Nadie es profeta en su tierra, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Nadie es profeta en su tierra, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

Sálvanos Señor y Dios nuestro, reúnenos de entre las naciones para que podamos agradecer tu poder santo, y nuestra gloria sea alabarte.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Siempre un placer saludarnos, encontrarnos con ustedes dondequiera que se encuentren, para compartir este domingo la Palabra de Dios. El evangelio que nos propone la liturgia de este 4to domingo del tiempo ordinario está tomado Nuevo Testamento del evangelio de san Lucas, en el capítulo 4, versículos del 21 al 30.

Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 4, 21-30

La primera lectura de este domingo está tomada del Antiguo Testamento, del libro del profeta Jeremías, y es la vocación de Jeremías. El Señor llama a Jeremías para enviarlo a una misión que va a ser tremendamente difícil, al punto que Jeremías en algún momento protestará y dirá, Señor, hasta cuándo; porque tendrá que llamar la atención al pueblo que se ha apartado del camino del Señor, que se ha apartado de la alianza que había hecho con Dios de seguirle siempre como su Dios, y ser ellos su pueblo. Eso le traería muchos problemas, muchas dificultades, muchos peligros; pero el Señor le dice, a dónde yo te envíe irás, y no tengas miedo, ¿por qué?, porque yo voy contigo.

Dios nos llama ni envía, sino nos da las gracias y las fuerzas que necesitamos para responder y llevar adelante esa misión, pero más aún, camina con nosotros, no nos deja a un lado, no nos dice arréglenselas como puedan. Él envía y camina delante de nosotros, al lado de nosotros, detrás de nosotros, para darnos la mano cada vez que lo necesitamos, ponernos en pie y que podamos seguir adelante. No para hacer lo que pudiéramos hacer nosotros, que es lo que nos gustaría, pero eso no sucederá, para darnos la fuerza que necesitamos para hacer lo que Él nos llama, y nos envía.

El salmo con el que hemos rezado, salmo 70, hemos repetido con la antífona, Señor Tú eres mi esperanza. Por eso Jeremías puedo seguir adelante, porque el Señor era su esperanza, aunque hay momentos en que sintiera que el mundo le caía sobre las espaldas sin embargo él sabía que el Señor que lo había llamado y enviado era su esperanza. Por eso pudo seguir adelante, pudo seguir justificando a aquel pueblo para que reconociera su pecado, para que se convirtiera, para que volviera la camino. Pero ese mismo Jeremías que llamaba la atención fuertemente al pueblo, cuando el pueblo por su culpa tuvo que salir al destierro, Jeremías no lo dejo solo; como Dios lo acompañó a él, él acompañará a aquel pueblo de dura cerviz, de duro corazón. Lo acompañará al exilio, para allí ayudarlo, consolarlo, fortalecerlo, y sobretodo recordarle que el Señor era su esperanza, que el Señor no los abandonaba, que cuando reconocieran su pecado y se arrepintieran, y comenzaran el camino de la conversión, ahí estaría el Señor para darles la mano y buscarles, y volver de nuevo con ellos a la tierra prometida.

La segunda lectura de hoy está ya en el Nuevo Testamento, es de la 1ra carta del apóstol san Pablo a los Corintios, necesitaría un tiempo aparte que no tenemos porque es el himno al amor. Eso hay que leerlo despacio, hay que saborearlo, hay que interiorizarlo para poderlo vivir. Es donde Pablo nos dice, sino tenemos amor no somos nada, no podemos construir nada que perdure. Aparentemente sí. Podemos construir grandes cosas que llamarán la atención, pero como aquella famosa estatua del Antiguo Testamento, los pies serán de barro, y en un momento pronto o tarde se derrumbará. Lo que no está edificado sobre el amor no permanece. Es fácil mover los odios, los enfrentamientos, las diferencias, los encuentros desagradables de unos para con otros y mover así a la gente; pero lo que conseguimos así no dura, no perdura, lo que es peor, se vuelve contra nosotros.

Cuando construimos sobre el amor, y el amor es todo esto que dice san Pablo. El amor es servicial, comprensivo, no tiene envidia, no es presumido, no se envanece, no es grosero ni egoísta, no se irrita, no guarda rencor, no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad… y dice algo más, ¡que nos cuesta tanto!, el amor disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. ¿Quiere decir que tenemos que aguantarlo todo? No, quiere decir que el amor no puede estar ajeno aun cuando luchamos por la justicia, aun cuando nos enfrentamos a aquellas cosas que nos dañan. Si no lo hacemos con amor, como Martí… Cultivo una rosa blanca en julio como en enero/ para el amigo sincero que me da su mano franca/ y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo/ cardo ni ortiga cultivo, cultivo una rosa blanca.

Martí no tenía odio en su corazón, no odiaba a los que combatía porque sabía que era el momento, era la guerra necesaria para alcanzar la libertad que tanto añoraba este pueblo, pero sin odios. Sin odios para aquellos mismos que combatía. Es la grandeza de este hombre. Por eso podemos llamarlo el Apóstol, es el héroe de la Patria, sí, pero es el Apóstol. Leamos, leamos con cuidado, con atención, esta 1ra carta de san Pablo a los Corintios en su capítulo 12 y 13, y apliquémoslo en nuestras relaciones familiares, con los amigos, con los vecinos, en la comunidad cristiana, en la sociedad en la que vivimos. Ésa es nuestra misión como la de Jeremías.

Nos costará muchísimo trabajo, porque recibiremos descargas de tirios y troyanos, de un lado y de otro; pero ésa es nuestra misión, vayan al mundo entero y anuncien la Buena Noticia. ¿Cuál es la buena noticia? Que Dios amó tanto al mundo, que nos envió y nos dio a su único Hijo, y su único Hijo nos amó tanto, que entregó su vida por nosotros. Eso es lo que tenemos que anunciar. Hay quien piensa que somos débiles cuando amamos, cuando perdonamos, cuando comprendemos, cuando soportamos; y no, es cuando somos fuertes. Es fácil dejarse llevar por el odio, por la venganza, por el resquemor, por el enfrentamiento, por ver en el otro el enemigo; eso es fácil. Descubrir al hermano en el otro no es fácil, perdonar no es fácil, acoger no es fácil, caminar con el otro no es fácil, tender la mano no es fácil, sólo los fuertes son capaces de hacerlo. Los que apelan al odio no son fuertes, son débiles.

El evangelio de hoy me recuerda un refrán, no hay peor sordo que el que no quiere oír, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Jesús ha ido haciendo milagros, sus signos, y llega a su pueblo de Nazareth, va a la Sinagoga como hace siempre, el sábado. Toma el rollo de la ley y lee a Isaías, un pasaje de la escritura en que dice el Señor está sobre mí… y termina después que lee el fragmento de la Sagrada Escritura diciendo, hoy se cumple esto que he leído. Este evangelio es la continuación del evangelio del domingo anterior. La gente se maravilló, pero enseguida comenzó a cuestionarse, ¿pero éste no es el hijo de José, de dónde le viene esta sabiduría? ¿Y esas obras que hace? Y entonces pues como que cerraron el corazón a aquel a quien debían de abrírselo; y sin embargo no, comenzaron a cuestionarse. Ya habían oído hablar de Él, habían oído hablar de sus milagros, de los signos que hacía, cómo curaba a los enfermos, cómo liberaba a los poseídos por el mal, y le echan en cara, ¿por qué no hace eso aquí en medio de nosotros? Pero no puede, no puede porque no tienen fe, no pueden porque no confían, no pueden porque no esperan; son sordos que no quieren oír y ciegos que no quieren ver, que buscan excusas para no tener que escuchar y seguir. Porque escuchar y seguir, significa convertirse, como el pueblo con Jeremías, no querían escuchar porque eso significaba tener que renunciar a sí mismos, reconocer sus pecados y comenzar un camino de conversión.

A veces a nosotros nos sucede lo mismo, nos quejamos porque creemos que el Señor no nos escucha. Que pedimos, que acudimos, rogamos y no sentimos que haya una respuesta; pero a veces pedimos y no creemos que lo que pedimos se nos pueda dar. O pedimos y queremos que el Señor haga todo, sin poner nosotros nada, pedimos, pero no queremos mirarnos por dentro a la luz de la Palabra del Señor; y entonces por supuesto el Señor no puede obrar, porque no quiere no, porque no lo dejamos, porque somos ciegos que no quieren ver, somos sordos que no queremos oír. Entonces la tomamos con el Señor, como aquella gente, cuando el Señor les dice, donde único un profeta no puede obrar es en su propia tierra. Por eso Elías fue a la viuda de Sarepta, por eso Eliseo curó a Naamán el sirio, habiendo tantas viudas en Israel en el tiempo de una sequía terrible, habiendo tantos leprosos en Israel, fue a ellos, porque tenían fe. Porque confiaron, aunque no comprendían. La viuda de Sarepta no comprendía cuando hizo el panecillo que le pidió Elías, Naamán el sirio no comprendía por qué tenía que bañarse en el Jordán habiendo tantos ríos enormes en Siria; pero al final se bañó, y la alcuza de aceite no se vació, y Naamán el sirio quedó limpio.

Entonces pidamos, que nos ha llamado como a Jeremías en medio de las dificultades de la vida, a dar testimonio de Él, esperanzados en Él, confiados en Él, sabiendo que va con nosotros a anunciar el evangelio del amor, a construir sobre el amor, a ser testigos del amor en medio de nuestras realidades, en nuestras familias, en nuestros barrios, en nuestras escuelas, en nuestra comunidad cristiana, en la sociedad en la que vivimos. El Señor que camina con nosotros, que está con nosotros, que quiere obrar a través de nosotros, pero tenemos que confiar en Él, tenemos que abrir el corazón, tenemos que oírlo, tenemos que verlo para que entonces Él pueda ir delante de nosotros, detrás de nosotros, al lado de nosotros, siempre con nosotros, y nosotros con Él.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Su amor, Lily Goudman)

Hoy vamos a hacer algo que no hacemos habitualmente. Vamos a renovar nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que nos ayude a vivir como hombres y mujeres de fe, escuchando su llamada y siguiendo su camino.

¿Creen en Dios Padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra? R/ Sí creo.

¿Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó y está sentado a la derecha del Padre?  R/ Sí creo.

¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?  R/ Sí creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús nuestro Señor. Amén.

Ahora confiados presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar, por la iglesia de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que confiados en el Señor podamos cumplir nuestra misión de hacer presente su amor en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren en el cuerpo y en el espíritu, y que se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por nuestros hermanos que se preparan para el diaconado permanente, para que el Señor los fortalezca en este camino que emprenden. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los difuntos, de manera particular aquellos que no tienen rece y los encomiende, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el fin de la pandemia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que abierto nuestro corazón a la Palabra de Dios, a la gracia de Dios, a la fuerza de Dios, confiados en ÉL, podamos cumplir nuestra misión de ser testigos del amor. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Ahora hermanos, recemos juntos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

 Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse hoy a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer desde sus hogares la comunión espiritual, rezando la siguiente oración.

 Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

 Hermanos como siempre un gusto haber compartido este rato de oración, de reflexión, de encuentro con la Palabra de Dios, con el Señor, e n este 4to domingo del Tiempo Ordinario. Le pido al Señor que tengamos todos, un feliz domingo, y una muy buena semana. Cuídense, cuidémonos los unos a los otros.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Les ha habla el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

 (Música, Es grande, Danilo Montero)

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