Homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez

Homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez

Eucaristía Segundo Domingo del tiempo de Navidad
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
2 de enero de 2022

“Jesús iba creciendo en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” Lucas 2, 52

Hermanos,

Entramos en un Año Nuevo, 2022. Como siempre le pedimos a Dios que nos bendiga durante todo este año, que nos colme de su gracia, que sea un año que nos de fuerza para luchar en la vida; que evite el mal, que el pecado se aparte de nosotros y que toda acechanza del mal también se aparte, hace falta eso. Terminamos el año, comenzamos uno nuevo, si el último día del año anterior era la noche vieja, este día es el inicio del Año Nuevo que nace, por lo tanto, es un tiempo de esperanza y eso tenemos que vivirlo así, confiando en el Señor.

Como vemos las lecturas son continuidad de lo que hemos estado celebrando en el tiempo de la Navidad. Hemos escuchado que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, la Palabra estaba desde el principio, que por ella se hicieron todas las cosas. Se nos recuerda que la sabiduría, precisamente la Palabra, que estaba desde el principio es Dios mismo, aquel que hace todas las cosas, Dios mismo que se hace hombre en el seno de María y nos salva.

El fin de un año y el principio de un nuevo año tienen unas connotaciones religiosas muy fuertes, claves para nuestra fe pues celebramos el misterio de la Encarnación, el nacimiento del Hijo de Dios que celebramos el 25. “No teman, alégrense, les ha nacido un Salvador”, confíen, oigan la Palabra de Dios. Los pastores fueron, vieron, creyeron, ése es el sentido de la Navidad que, como hemos dicho la celebran los cristianos, pero también muchos no cristianos, este tiempo de Navidad lo celebran en familia, lo celebran con alegría. Y de una manera u otra, según la manera de pensar y creer de cada uno, pues nos alegramos y damos gracias, por lo menos, de estar unidos en familia.

Nosotros, los cristianos, damos gracias porque creemos que Jesús nos ha nacido y es el Hijo de Dios. Dice el texto que hemos escuchado, “y la Palabra habitó en un pueblo”. Cristo se hizo carne en un pueblo, en el pueblo de Israel y ahora nos ha rescatado a todos porque nosotros somos el pueblo de Dios, la familia de Dios.

Pues bien, hemos celebrado la Navidad. Pero, ¿qué pasa?, ¿qué celebramos en la Navidad, en el fin de año, en la Epifanía y el bautismo del Señor? Si nosotros vamos al misal, el libro que nos guía en la liturgia durante todo el año, veremos que el día 25 celebramos el Nacimiento de Jesús, Él es el Rey de la Gloria, el que nos da la vida eterna. Sin embargo, la iglesia sabiamente al día siguiente, 26 de diciembre, celebra la fiesta de San Esteban, que fue el primer mártir que, según las Escrituras, fue un joven que creyó, que ese Jesucristo que él había conocido, del cual le habían hablado, ése, era el Hijo de Dios y entregó su vida por Él; ¿por qué?, porque no se retractó ante las presiones, las amenazas que recibió, y murió mártir. Celebramos un nacimiento, que es alegría, pero a la vez el martirio de San Esteban. Entonces, los cristianos ¿qué cosa celebramos? la muerte o la victoria de san Esteban, porque él alcanzó la Gloria, la Vida Eterna. ¡Qué más victoria que esa! Entonces estamos celebrando la victoria de San Esteban, junto al nacimiento de Cristo que es quien hace posible que nosotros celebremos la Resurrección, el encontrarnos con Él en la Vida Eterna.

Pero después viene la fiesta de Santo Tomás Becket, 29 de diciembre, fue un hombre amigo cercano del rey de Inglaterra, pero que, cuando el mismo rey quiso tener al arzobispo de su lado y favoreció su nombramiento como arzobispo, Thomas Becket le dijo fíjate bien lo que haces porque, tú eres mi amigo y mi rey, pero yo me debo a otro Rey, a Dios. Efectivamente, como el arzobispo, no acató lo que le pedía el gobierno de turno, entonces lo mataron. Otro mártir, que celebramos cerca de la fiesta del nacimiento de Cristo. Él también alcanzó la victoria de la Vida Eterna.

El 28 celebramos el Día de los Santos Inocentes. Niños que ni la debían ni la temían, pero el orgullo, la prepotencia, la vanidad, el afán de poderío, el no contar con nadie, el hacer lo que le da la gana como muchos gobernantes hacen. Ah, eso llevó a quitarles la vida a esos niños; les quitó esta vida, pero ellos entraron en la Vida Eterna. Por eso los llamamos Santos Inocentes.

Hermanos, la iglesia es sabia y une la victoria de Cristo que nos rescata con su nacimiento y, a la vez, nos pone estos contrastes. El mundo maltrata, destruye, pero en Cristo eso que aparentemente ha sido destruido, ha alcanzado la Vida Eterna, porque están en la gloria junto al Padre, en la casa del Padre.

¿Qué otro santo veneramos en estos días, el 31 de diciembre? Alguien que tal vez no conocemos mucho, san Silvestre papa. ¿Quién era san Silvestre? San Silvestre, fue el primer Papa en establecer un diálogo, vamos a decir así, con el Estado Romano. Casi todos los papas anteriores, casi todos, habían muertos martirizados; fíjense bien que esto se dice rápido, significaba que si alguno de aquellos presbíteros romanos, sacerdotes romanos los elegían como Papa, el que era elegido, sabía, de ante mano que tenía la máxima probabilidad de morir mártir. Es decir, el que aceptaba, sabía que no podía alcanzar honores, no podía tener privilegios, no podía lucir; a él lo nombraban Papa, sabiendo que su gloria podía ser el martirio. Él, parece que fue el único o uno de los pocos que murieron en su cama, pero recuerden lo que les pasó a los 33 papas anteriores.

Hermanos, eso a los sacerdotes, a los obispos, al Papa, a todos los fieles nos habla de cómo el Señor nos llama, nos llama a vivir según su Palabra, según la vocación que el Señor nos ha dado. Para mí, la verdad es que, cuando leo la   historia y veo el pasado de los primeros papas digo, eran gente valiente que aceptaban que cuando los nombraban y les decían tú vas a ser el obispo de Roma, el Papa, sabía que la Gloria suya podría ser martirio.

Llegamos entonces al 1er día del año, vamos a la fiesta religiosa. ¿Qué celebramos? El día de María Madre de Dios. ¿Por qué? En el Concilio de Nicea, que se celebró siendo el papa Silvestre obispo de Roma; el Concilio de Nicea se celebró en el Oriente, allí se reafirmó que Jesucristo, era la segunda persona de la Santísima Trinidad, y que en Jesucristo, segunda persona de la Santísima Trinidad, había en una misma persona dos naturalezas, la Divina y la Humana; la Divina eterna y la Humana porque Cristo la adquiere de la Virgen. Ese fue el primer Concilio, se habla también del Concilio de Jerusalén que se narra en los Hechos de los Apóstoles, pero Nicea fue el primer Concilio universal convocado de toda la Iglesia. Fue determinante, porque había quién le negaba la divinidad a Cristo, y la Iglesia reafirmó lo que siempre había creído desde el principio, que Cristo era la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, y que su madre era la Virgen, y que Él que había sido engendrado en el tiempo en el seno de la Virgen, era también Dios mismo. No se podía separar, lo humano y lo divino de Jesús, era el mismo, el único.

¿Antiguamente se discutía esto? Más o menos, en la iglesia siempre hay personas que discute las cosas, pero la fe de la Iglesia era ésa, y la afirmó en el Concilio de Nicea, de esto se cuenta de este Papa en la historia, aparte, además, de ser el que pudo lograr que en Roma se establecieran las Basílicas romanas, es decir que la Iglesia empezara a vivir en paz. Habían sido casi 300 años de persecuciones.

Este dogma después hizo posible que cien años más tarde, se declarara a la Virgen María, Madre de Dios. Para unos era escándalo, pero el pueblo lo creía y lo decía, si ella había sido la Madre de Jesús, y Jesús era Dios en el tiempo, María era entonces, Madre de Dios. Fíjense como la Iglesia va creciendo, y va creciendo a partir del Espíritu Santo que la ilumina, y que va definiendo aquello que debemos de creer, porque así se ha creído siempre. Hay momentos en los que, desgraciadamente cuando alguien lo discute, hay que definirlo claro, pues es lo que la Iglesia siempre vivió, para evitar confusiones.

Por ejemplo, el papa Silvestre es considerado Santo, no solamente por la Iglesia Católica, sino por la Iglesia Ortodoxa, la Armenia, por los luteranos y por los anglicanos. ¿Por qué? Porque fue un hombre fiel a la Palabra de Dios. Pero también el Papa Paulo VI, en 1967, hace 55 años, comenzó a celebrar la Jornada de la Paz. El Papa ese día hace un documento exhortando a la Paz, con un tema particular. ¿Por qué lo hace? Porque le pedimos a Dios que este año, cada año que comienza, sea un año sin divisiones, sin enfrentamientos, sin guerras, sin discordia, sin opresión, sin injusticia; sino que sea un año de Paz. Recordemos aquel mensaje de un Día de la Paz de hace varios años, que decía: “la paz, es producto de la justicia”, creo que eso es algo que tenemos que grabárnoslo todos, cuando hay justicia, existe la inmensa posibilidad de alcanzar la paz.

El otro punto es el año civil que comienza el 1ro de enero, es decir, ayer. ¿Quién de nosotros no se ha puesto a pensar, creyente y no creyente, en lo que quisiéramos que este año 2022 sea mejor que el anterior? Díganme ¿quién? Y viendo lo que pasó en el 2020 y el 2021 con la pandemia, y viendo lo que ha pasado en tantas situaciones, tantas amenazas que vienen sobre los pueblos que hacen que tantas personas emigren, perdiendo las seguridades de su tierra, o huyendo de las inseguridades de su tierra… para todos nosotros, el 1ro de enero, es un día de esperanza. Eso es así para la paz en el mundo, para la paz en cada país, para la paz en la familia que este es un tiempo de familia; para la paz en cada persona.

Cada uno de nosotros tiene que reconciliarse consigo mismo, con los demás, con Dios, con la naturaleza. Este es el día de pedir: Señor que este año 2022 sea ese año que todos anhelamos de concordia, de paz y de misericordia. Vamos a pedir eso, pero sin olvidar lo que dijimos al principio, Señor tengo fe, pero aumenta mi fe. Con fe tenemos confianza, con fe tenemos esperanza. Con fe creemos que Cristo muere en la cruz por amor, y yo tengo que pagarle a Cristo y a los demás con amor; devolvérselo, corresponderle con amor.

Que Dios nos ayude a todos hermanos a vivir así.

SHARE IT:

Leave a Reply