TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

AQUELLA NAVIDAD DE 1864

Si el 22 de diciembre Claret creía que Dios le pedía el obsequio de sufrir por su divino amor, a los dos días, en la noche de Navidad, fue sorprendido con un obsequio que no esperaba y que la virgen María puso en sus brazos. Así lo testimonió su propio confesor, que afirmó:

“me consta por referencia del mismo Siervo de Dios que una noche de Navidad en que asistí acompañando al Siervo de Dios a la función que celebraba en el colegio de las Sacramentarias o Adoratrices, donde dijo la misa a media noche, cuando salimos me manifestó que la Stma. Virgen había puesto en sus brazos al Niño Jesús” (Proceso Informativo de Tarragona, sesión 7ª, p. 912-912v). Sabemos que esto sucedió en 1864 gracias a una carta escrita, al día siguiente, a la M. Antonia Paris, en la que le dice: “esta noche he celebrado de Pontifical en la Capilla de las Adoratrices y les he predicado y les he hecho ver cómo Jesús desde el pesebre nos enseña la perfecta vida Cristiana…” (EC., II, 839).

En medio del dolor provocado por la borrasca de calumnias y persecuciones, Claret, experimentó, en la Noche de Navidad, que su Madre María le ofreció el obsequio que más necesitaba: la presencia del Niño Jesús como fuente de consuelo, paz y gozo. María le entregó la referencia, el centro, en la que tenía que fijar la punta del compás de su vida para superar esos momentos difíciles de su camino misionero. Por eso, al día siguiente, el 26 de diciembre, pudo escribir al P. José Xifré diciéndole: “las persecuciones son cada día más recias, pero el Señor, me da mucha paz y alegría” (EC., II, 841).

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