homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez

Eucaristía Segundo Domingo de Adviento
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
5 de diciembre de 2021

 “Preparen el camino del Señor, hagan derechas sus sendas. Todo valle será rellenado y todo monte y callado rebajado; lo torcido se hará recto, y las sendas ásperas se volverán caminos llanos; y toda carne verá la salvación de Dios” Lucas 3, 4-6

Hermanos,

Estamos en el segundo domingo de Adviento, que es un tiempo de espera, de preparación, y hasta cierto punto de austeridad, porque siempre que hay que preparar algo hay que disponer de tiempo, de esfuerzo y muchas veces tenemos que ser austeros para llegar a lo esencial. El tiempo de Adviento es así.

La ventaja que tenemos nosotros, con respecto al pueblo de Israel, es que los profetas anunciaron que vendría un Mesías; nosotros ya sabemos que ese Mesías ha venido de tal manera, que no hay nada más elocuente pues en este texto del Evangelio se nos sitúa históricamente el momento “en el año quince del reinado de Tiberio, siendo gobernador Poncio Pilato…” es decir, no es algo que queda para el futuro, sino que se sitúa ya en la historia. Ya sabemos que Cristo ha nacido, se ha hecho hombre, que los ángeles lo anunciaron diciendo “paz en la tierra a los hombres que Él ama, alégrense, no tengan miedo”. Por tanto, ya eso es una seguridad.

Sabemos que hay tres personajes que son fundamentales en este tiempo de Adviento. Uno es un personaje colectivo, digo colectivo porque fueron muchos profetas; los profetas del Antiguo Testamento anunciaron que vendría ese Mesías, que Dios no dejaría desamparado a su pueblo. Dios se haría presente, a pesar de que la situación del momento era dura, incomprensible incluso. Pero el Señor enviaría un Mesías para iluminar la mente de los hombres y que los cambiarían internamente, el Señor le daría la gloria y la paz a ese pueblo. El mensaje de los profetas siempre es un mensaje de esperanza.

Otra cosa que encontramos en el mensaje de los profetas, es que la mayor parte de los textos, los principales, están escritos de manera poética. Ustedes saben que la poesía se permite muchas libertades con las imágenes. ¿Qué lenguaje utilizaron ellos para decir que se haría justicia, que habría alegría, que estaríamos sintiéndonos como en familia, que estaríamos en un lugar en el que diríamos como Pedro en la Transfiguración: yo no quiero salir de aquí porque estoy tan bien aquí? La poesía es la que puede hablarnos así. Por eso es que cuando escuchamos en este tiempo de Adviento las lecturas de Isaías, sobre todo, pero en este caso del profeta Baruc, vemos que se utiliza mucho este género poético. Recordemos aquellas frases de Isaías, las espadas se convertirán en arados, es una frase, ¿qué significa eso?, la paz. Aquella dice el hombre podrá meter la mano en la cueva de la serpiente, ¿qué significa eso?, nadie le hará daño a nadie. ¿Qué significa que las lanzas se van a convertir en podaderas, para sembrar y cultivar los campos? Es decir, no vamos a necesitar de la guerra, sino que habrá paz. Ése es el lenguaje.

En este texto se nos habla en ese mismo lenguaje. Dice, Dios les va a dar a ustedes un nombre para siempre, ese nombre es, fíjense bien cortiquito, “paz en la justicia y gloria en la piedad”. ¿Quién no quiere la justicia? ¿Quién? Todos queremos la justicia para nosotros y para los demás. El que no quiera justicia para los demás es una persona que está mal. Paz en la justicia, porque para construir la paz hace falta la justicia. El otro que dice, gloria en la piedad; gloria en la piedad significa no buscar la gloria, ésa que muchas veces surge de nuestra soberbia, de nuestra prepotencia, sino la piedad. ¿Qué cosa es la piedad? Es esa virtud de entender las realidades y de darnos cuenta de que cada uno tiene que estar claro personalmente de quiénes somos, que tenemos un Creador, que somos creaturas de Él, que Él es nuestro Señor y nosotros sus siervos, el rebaño que el guía, como nos dice poéticamente la Biblia

Piedad significa, reconocer al otro quién es, y de parte mía devolver en reciprocidad esa devoción que le debo tener. Por ejemplo, a mis padres, un hombre, una mujer, piadosos con sus padres son aquellos que le quieren, que les cuidan, que velan por ellos, que nunca se apartan de ellos. Un hombre piadoso, es el hombre, la persona que su vida entera está dedicada a vivir la palabra de Dios. Hay veces que nos confundimos, y concebimos que alguien piadoso es aquel puede pasarse el día entero en la iglesia, y es verdad ese es un hombre piadoso; aquel que está el día entero orando y es verdad, es un hombre, es una mujer piadosa. Pero la piedad va más allá, es reconocer interiormente que tengo un Creador y de que yo debo a Él el culto, le debo a Él admiración, le debo a Él mi vida y decir: Señor yo te reconozco como mi rey y mi soberano. Entonces en mi vida vivo esa piedad ante Dios y los hombres.

¿Quién no desea esto? ¿Quién no desea vivir reconciliado en la familia? ¿Quién no desea vivir en justicia? ¿Quién no desea que no haya dificultades entre un grupo y otro, una nación y otra, entre los que piensan de una manera o piensan de otra? ¿Quién no desea eso? Todos lo deseamos. Eso es lo que los profetas vinieron a anunciar. Eso que todos queremos, que todos queremos, pero que es tan difícil de alcanzar aquí en la tierra; y no solamente en las grandes situaciones que dividen a las naciones, que enfrentan a una nación con otra, aun en el mismo seno de la familia vivimos ese enfrentamiento. ¿Quién no de desea que haya paz en la justicia? Es mi familia, en mi barrio, en mi patria, dondequiera que nosotros estemos.

Entonces, los profetas dijeron, ese Mesías, ese salvador, vendrá, el Señor, para conseguir todo eso, que sabemos nosotros que en esta vida mortal no vamos a alcanzar. ¿Por qué? Porque la vida mortal de cada uno de nosotros tiene límite en el tiempo, tiene límite en la realización, tiene límites en las aspiraciones que cada uno tiene, tiene límites en tantas cosas… A lo mejor tener un amor grande, hermoso, puro que tal vez no sea correspondido. Vivimos una vida de lo provisional, de lo que puede ser y tal vez no sea. Pero los profetas lo anunciaron, vendrá un Mesías. Viene Jesús, y es anunciado como el profeta, el Mesías que va a concretar esas aspiraciones. ¿Cómo lo hace Jesús? Haciéndose hombre, predica la Palabra de Dios, y muere en la cruz; la Virgen de la Caridad lo tiene en sus brazos de Niño, y en su mano derecha tiene la Cruz, donde ese Niño ya hecho hombre se ofrece por nosotros. Ésa es nuestra fe, aquel Mesías que profetizaron los profetas del Antiguo Testamento, es Jesús que vino a salvarnos. En Él se cumplieron todos los tiempos y las realizaciones, y por ello nosotros podemos aspirar a la gloria.

Entonces hermanos, dijimos que el primer grupo representativo del Adviento, es el de los profetas del Antiguo Testamento. Pero hay un profeta que está entre las “dos aguas”, Juan el Bautista. De él dice este texto, durante el reinado del emperador Tiberio, siendo Pilato gobernador de Judea salió un hombre, Juan, y recorrió toda la comarca del Jordán predicando el bautismo… y hablando y diciendo que ese Mesías se iba a hacer presente. Ya estaba presente. Juan es el profeta entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

Durante esta semana seguiremos nosotros en la misa leyendo las lecturas de los profetas del Antiguo Testamento, y empezaremos a hablar de Juan el Bautista. Él nace en el tiempo anterior a Jesús, en el tiempo del Antiguo Testamento, pero es el que dice Ése es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, síganlo. Dice él, yo no soy digno ni de desatarle las correas de las sandalias, pero Él es el Señor, síganlo. Le pedía a la gente que se convirtiera. Él lo anunció y lo señaló.

El otro personaje grande de este tiempo es la Virgen María. Porque la Virgen María también nace en el pueblo de Israel, ella había leído todas las profecías de la Palabra de Dios, pero a ella la escogieron para ser la madre del Mesías. En aquella escena del Ángel diciéndole, María ¿tú quieres ser la Madre del Mesías? ¿Yo quién soy?, fíjense bien que está la humildad presente, porque Dios no se manifiesta en la prepotencia, se manifiesta en la humildad. A ella le dijeron, María, “para Dios no hay nada imposible”. Hay que leer el evangelio de san Lucas. Entonces ella dice, que se haga en mí Señor tu Palabra, no entiendo lo que tú me estás diciendo, pero si viene de ti, es bueno para mí y es bueno para todos.

Estos son los tres personajes que vamos a ir viendo. Los profetas que anunciaron a Jesús, Juan Bautista que lo señaló, y la Virgen María que lo aceptó en su seno para ser la madre de Él. El día 25, el día de Navidad, todos celebraremos que Jesús nos ha nacido, que es el Mesías, el Señor, que tenemos que alegrarnos y como dice el texto de la Biblia, no tener miedo, no tener miedo porque el miedo nos paraliza. Tenemos que proclamar que Jesús es el Señor.

El domingo pasado yo le dije a ustedes que teníamos una tarea, una tareíta dije yo, y después les dije, bueno una tarea más grande. Que cada uno de nosotros pensara y meditara ¿En qué yo quisiera ser salvado?  ¿Por qué yo necesito un Salvador? Todos los que estamos aquí necesitamos un Salvador. Unos pueden tener éxito en la vida económicamente pero además le faltan tantas cosas, le falta tanto amor en la vida. Unos pueden tener tanto poder, pero sin embargo le falta; tal vez, la misma seguridad, me quieren o no me quieren, me aceptan o no me aceptan. Hay personas que aspiran a muchas cosas, y de momento la vida se las deja a la mitad.  Nosotros mismos tenemos a veces inclinaciones que no son buenas, necesitamos un Salvador que nos saque de ahí, y nos haga vivir según la Palabra de Dios, respetando a Dios y respetando a mi hermano.

Entonces, es señal de pobreza el darnos cuenta que necesitamos un Salvador. De la misma manera que Dios no se manifiesta en los prepotentes, en los orgullosos; Dios sí se manifiesta a aquel que le pide Señor sálvame, tengo este defecto ayúdame a superarlo, tengo esta necesidad ayúdame a resolverla o dame fuerzas. Ése es el Salvador, el Mesías, el Señor, y lo más grande, es que ese Salvador no solamente nos puede ayudar en estas cosas que pasan con el tiempo, sino que el Señor nos llama a vivir eternamente junto a Él, en la gloria junto a Él, siendo semejantes a Él como dice el apóstol San Pablo.

Yo les voy a dejar otra “tareíta” para este segundo domingo de Adviento, y disculpen si me extiendo. Nos hemos acostumbrado durante este tiempo a escuchar la misa por internet, en este caso. No se podía ir al templo y nos hemos acostumbrado, pero tenemos que dar un paso. Guardando las debidas normas de higiene y de prudencia, nosotros tenemos que de nuevo volver a nuestras comunidades; no podemos vivir así, sí tengo fe en el Señor… El Señor nos convoca como comunidad, nos convoca como pueblo para, como comunidad y como pueblo, alabar al Señor. La tarea que yo les dejo, y yo también la voy a hacer, es la siguiente. ¿Cómo yo estoy viviendo el Adviento? ¿No es mejor en este tiempo volver a participar de la Santa Misa en la comunidad? ¿Dejar algunas cosas que ya me había acostumbrado a hacer, porque no podía ir a misa y a lo mejor, ahora me impiden ir a misa? Entonces debo decir, Señor yo quiero volver a participar junto a la comunidad. Porque es lo que Tú nos pide y nos conviene

Yo les voy a pedir más. ¿Qué tiempo le dedicamos a la oración en este tiempo de Adviento? A lo mejor por la mañana nos ponemos en las manos de Dios diciendo: Señor comienza el día acompáñame; a lo mejor por la noche le decimos, Señor gracias por el día, que duerma en paz. Qué bien, pero ¿Yo dedico a Dios tiempo durante el día para darle gracias, a tenerlo presente en mi vida? Vamos a hacer eso hermanos. ¿Qué tiempo hace que nosotros, sobre todo los que estábamos acostumbrados a hacerlo, no hacemos un retiro espiritual? Hay que buscar una mañana en la que ustedes se puedan acercar más íntimamente a Dios meditando su Palabra. Como les digo, hay una segunda tarea, que como la luz de la corona de Adviento, que va creciendo cada domingo un poquito más hasta llegar a ver la Luz del Señor Recién Nacido- Y en esto hermanos, para tener garantías, que nos acompañe la Virgen, la Virgen fue la que supo esperar, la Virgen fue la que quiso vivir la palabra de Dios, la voluntad de Dios, la Virgen fue la que acompañó a Jesús durante toda la existencia de su Hijo, lo vio morir, pero lo vio resucitar, y ella está con Él en la Gloria.

Que nosotros también vivamos junto a ellos en la Gloria.

 

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