Irradia emisión del 31 de octubre de 2021
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
Domingo XXXI del Tiempo Ordinario
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Marcos 12, 31
(Música, Amarás al Señor tu Dios, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Amarás al Señor tu Dios, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.
Dios Omnipotente y Misericordioso a cuya Gracia se debe el que tus fieles puedan servirte digna y laudablemente, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos tienes prometido.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, dondequiera que se encuentren, un gusto poder compartir más con ustedes este domingo; domingo treinta y uno del Tiempo Ordinario. El evangelio de hoy está tomado del evangelista san Marcos, en el capítulo 12, versículos del 28 al 34. Les habla el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba.
(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 12, 28-34)
El Evangelio de hoy, nos invita a recordar algo que ya en el Antiguo Testamento, la primera lectura tomada del Deuteronomio nos hacía presente. Para el pueblo de Israel el principal mandamiento era “amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”, y con algo original, “es el único Señor, no hay nadie fuera de Él”. Sólo a Él se puede adorar; sólo Él está por encima de nosotros, sólo Él es el Creador, todo lo demás nos ha sido entregado; porque fuimos creados poco inferior a los Ángeles y nos coronó de gloria y dignidad, y a pesar de nuestro pecado, nos entregó este mundo, para que lo desarrolláramos, para que lo multiplicáramos, para que fuéramos felices en él. Nos entregó este mundo a todos, no a unos o a otros, nos entregó este mundo a todos, para que todos juntos pudiéramos hacer de él nuestro hogar.
En el Evangelio un escriba se acerca a Jesús y le hace una pregunta. En este caso el evangelista no nos dice como en otros, para ponerlo a prueba; para que este escriba quería realmente saber qué opinaba Jesús, cuál era su punto de vista. ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Y Jesús le responde por supuesto. Y le responde como cualquier judío piadoso de aquel tiempo, o de todos los tiempos, le hubiera respondido. “El primero es: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas”; nada de ti puede quedar fuera de esa adoración, de esa aceptación, de ese amor al único Dios. Pero Jesús le agrega algo más, “el segundo es éste”, no le había preguntado, pero si le había dado pie, era la oportunidad, “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, que ya viene del Antiguo Testamento también.
Jesús en la última Cena lo enriquecerá “ámense los unos a los otros como yo los he amado”, hasta el extremo, hasta entregar la vida los unos por los otros. Se lo dice a sus apóstoles, doce hombres, doce hombres diferentes que lo habían escuchado, a quiénes Él había llamado, que habían respondido pero que eran distintos, y a ésos hombres distintos y diferentes el Señor les dice, por encima de esas diferencias, el Señor les dice, ámense los unos a los otros hasta el punto de estar dispuestos a dar la vida.
Quizás no reflexionamos todo lo que debiéramos sobre esto. Pero bien, el Señor aprovecha esta oportunidad y se lo dice al escriba. Es como decirle, el amor a Dios pasa a través del amor al prójimo. Sino amamos al prójimo, no amamos a Dios. Ya dirá el apóstol San Juan, “si dices que amas a Dios a quien no ves, y no amas a tu hermano a quien ves, eres un mentiroso”. A tu hermano, a tu prójimo. ¿Quién es mi hermano? ¿Quién es mi prójimo? Para nosotros, ¿quiénes son? Mi hermano es todo hombre, no importa el color, ni la ideología, ni la fe que tenga o deje de tener, todo hombre es mi hermano porque es creatura de Dios, porque es hijo de Dios, porque ha sido redimido por Cristo al precio de su sangre derrama en la cruz.
Cuando Jesús dice todos, es todos, nadie queda fuera, nadie queda excluido, ¿quién es mi prójimo? Esa parábola tan hermosa del samaritano, el hombre que es atacado por unos bandidos y lo dejan tirado pensando que está muerto. Pasa un sacerdote a su lado, pero iba de prisa, quizás tenía muchas cosas en la cabeza, preocuapciones, pero da la vuelta y sigue. Después viene un levita, como un seminarista o algo parecido, y hace exactamente lo mismo. Luego viene otro hombre montado en una cabalgadura, lo cual quiere decir que no era cualquier hombre, que tenía posibilidades, y este hombre sí se detiene a ver qué ha pasado; se acerca, lo ve herido, lo cura, y no se conforma con eso. Lo monta en su cabalgadura, lo lleva a un lugar para que allí lo atiendan hasta que él pueda regresar, se hace responsable de él. Y este hombre es un samaritano, mientras que el que está tendido es un judío; y samaritanos y judíos no se llevaban, pero él estaba por encima de eso; porque lo que nos hace iguales es que somos seres humanos, con la misma dignidad, con los mismos derechos, eso nos hace iguales. Por eso Jesús lo añade.
Sino amamos al hermano, al prójimo, sea este quien sea, entonces no amamos a Dios. No podemos hacer exclusiones, divisiones, separaciones, enfrentamientos, no podemos. Y el fariseo lo entendió muy bien, muy bien Maestro tienes razón cuando dices, en primer lugar, que el Señores uno, no hay otro Señor, no hay otro fuera de Él, y hay que amarlo con todo lo que uno es, con su corazón, con su alma, con su mente. No podemos hacer disquisiciones, yo lo amo, pero, yo lo amo, pero… No. Y al prójimo como a uno mismo. Por lo tanto, cualquier dolor, cualquier sufrimiento, cualquier injusticia que se hace con el otro tengo que sentirla como propia, porque es mi prójimo, porque es mi hermano.
“Y Jesús viendo que había hablado sensatamente le dije, no estás lejos del Reino de Dios, y después de eso nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. Claro, no querían que aclarara más, era suficiente. Pero para nosotros no puede ser suficiente, tenemos que preguntarnos, realmente, ¿yo amo a mi prójimo como a mí mismo? ¿yo amo a mi prójimo como Cristo me ama? Ese Cristo que murió en la cruz con los brazos abiertos por los que lo siguieron, por los que lo amaron, por los que estuvieron con Él a los pies de la cruz, pero también por aquellos que lo abandonaron, que lo negaron, que los persiguieron, que se burlaron de Él, que lo clavaron en la cruz, que lo vieron morir con indiferencia y en algunos casos con alegría. Pro todos, sin exclusiones. Entonces, yo tengo que preguntarme realmente ¿yo amo a mi prójimo?, ¿en mi familia, en mi barrio, en mi trabajo, en mi escuela, en mi comunidad cristiana, en la sociedad en la que vivo? Y no el amor de palabras, sino el amor concreto, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al caminante, visitar al enfermo, preocuparme por los presos.
Ése es el amor, ése el amor verdadero, el amor cristiano. Obras son amores, dice un refrán muy viejo, y no buenas razones. Entonces este domingo preguntémonos, ¿yo amo a mi prójimo? Que el Señor nos conceda contestar y después escucharle a Él decir “no estás lejos del Reino de Dios”.
(Música, Un mandamiento nuevo, DR)
Ahora hermanos, presentemos confiados, siempre confiados nuestras súplicas y peticiones, como decimos en el Salmo responsorial, en el 17, Yo te amo Señor, eres mi fuerza.
Por la Iglesia, para que seamos testigos del amor y la misericordia de Dios en medio de este mundo, aunque no seamos comprendidos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por todos los que sufren, por las persecuciones, por las incomprensiones, por todos los que sufren y se desesperan porque no ven salida a sus problemas, a sus sufrimientos; para que puedan encontrar a través de nosotros, en Cristo el consuelo, la esperanza, la paz. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y diaconales, para que los llamados escuchen la llamada del Señor y respondan. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que no tienen quien eleve una oración por ellos, para que el Señor, perdonadas sus faltas les conceda el descanso eterno. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que el día 28. Fiesta de San Judas, acudieron a los templos para pedir al apóstol, al patrono de los casos difíciles y desesperados, para que encuentren el alivio en sus corazones. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que el Señor nos dé un corazón misericordioso como el suyo, capaz de amar y acoger al prójimo como el Señor nos ama y nos acoge. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
Ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó. Los apóstoles le pidieron “Señor enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos”, y el Señor les enseñó el Padrenuestro. Ese Padrenuestro en el que sí, aprendemos a llamar a Dios Padre, pero en el que aprendemos a llamarnos hermanos, con todo lo que esto significa.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
No se olviden el lunes 1ro de noviembre la Fiesta de Todos los Santos, de todos aquellos que amaron y sirvieron a Dios en este mundo, y lo amaron y lo sirvieron en los hermanos más necesitados y que pasaron inadvertidos, pero no para Dios. Por eso la Iglesia celebra la Fiesta de Todos los Santos, de los que conocemos, de los que no conocemos, de los que están a nuestro alrededor cada día, de esos ángeles que el Señor nos manda cuando más los necesitamos. El día 2 la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos; oramos por nuestros familiares, por nuestros amigos difuntos que no olvidamos, que están presente siempre en nuestro corazón y en nuestra mente, sabiendo que también ellos desde dondequiera que estén nos tendrán presentes. De manera particular oremos, siempre los digo así, siempre lo pido, por aquellos que no tienen quien rece por ellos; hay muchos que murieron y nadie los recuerda, oremos por ellos, oremos por las almas del Purgatorio, por las benditas almas del Purgatorio, oremos por ellas. Porque algún día quizás nosotros, yo aspiro a eso, aunque sea, poder llegar al Purgatorio porque es el camino para después llegar a la presencia de Dios, y necesitaré quien rece por mí. Entonces, recemos por ellos, inculquémoslo a nuestros niños, a nuestros jóvenes, estas cosas que nunca pasan, que nunca pasan.
El día 1ro vamos a comenzar el Novenario de Difuntos, por todos los difuntos, del día 1ro al día 9 de noviembre, el Novenario de Difuntos. Todos aquellos que quieran orar por sus difuntos, acérquense a sus comunidades, a la iglesia más cercana, para allí pedir. Para que el Señor los acoja en el lugar del consuelo, de la luz y de la paz.
Como siempre, una alegría haber compartido este rato con ustedes en la presencia del Señor, con su Palabra, esa Palabra que como espada de doble filo debe llegar a lo profundo de nuestro corazón. Dejémosla, dejémosla llegar a lo profundo de nuestro corazón. Que tengan un feliz domingo, un bendecido domingo y una feliz y bendecida semana.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa
Dirección general: María Caridad López Campistrous
Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Cuando regrese a ti, Javier Brú)