Irradia emisión del 3 de octubre de 2021

Irradia emisión del 3 de octubre de 2021

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

“Por eso dejará  el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne Lo que Dios unió que no lo separe el hombre.”  Mc 10, 7-9

 (Música, Llegaste Tú, Luis Fonsi y Juan Luis Guerra)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Llegaste Tú, Luis Fonsi y Juan Luis Guerra)

 En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

Dios todopoderoso y eterno, que en la superabundancia de tu amor sobrepasas los méritos y aun los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre un gusto poder compartir con ustedes este domingo, compartir las lecturas de este domingo, reflexionar sobre las lecturas de este domingo. Les habla el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba.

La liturgia de este vigésimo séptimo domingo del tiempo ordinario, nos propone como lectura evangélica un fragmento del Evangelio según san Marcos, en el capítulo 10, versículos del 2 al 16.

(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 10, 2-16) 

La primera lectura está tomada del primer libro de la Biblia, del libro del Génesis, y nos presenta un fragmento de las dos narraciones que sobre la Creación aparecen en el libro del Génesis y específicamente ésta, sobre la creación de la mujer. Dios ha creado todo, las aves del cielo, los peces del mar, los animales que habitan sobre la tierra, y ha creado al hombre; pero el hombre se siente solo, siente necesidad de una compañía adecuada para él. Entonces Dios hace desfilar delante de Adán a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo, a las bestias del campo, para que le pusiera nombre. Algo muy importante.

Hoy en día el poner nombre a los hijos se torna algo frívolo, y queremos inventar. Inventamos nombres, combinamos, hacemos cosas que los pobres niños tendrán que cargar con éstos el resto de sus vidas, para en definitiva decirles un chiqueo u otra cosa, porque normalmente es difícil recordar el nombre que se le puso. Pero en aquel tiempo era muy importante el nombre, y todavía en muchas culturas se es muy importante el nombre pues define; además aquel que impone el nombre es quien tiene la autoridad. Ya podremos discutir después qué autoridad, pero tiene autoridad sobre aquél a quien se lo impone.

Eso hizo Adán, les impuso el nombre a todos los animales de la Creación. Esto tiene su significado también, quiere decir que Adán está por encima de todo lo creado, de todos los animales de la creación, porque es él quien les impone el nombre. Pero resulta que no hubo ninguno semejante a Adán para ayudarlo, no encontró en ninguno de aquellos animales a quienes puso el nombre, el que pudiera  hacerle compañía, alguien semejante a él. Entonces nos dice, en esta hermosísima narración, que: el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y mientras dormía le sacó una costilla y cerró la carne sobre el lugar vacío. Y de la costilla que le había sacado al hombre, Dios formó una mujer. 

Puede parecer algo así simpático, aunque en algunos casos se ha visto como algo discriminatorio. ¿Por qué a la mujer Dios no la creó de otra materia distinta? ¿Por qué tuvo que ser de la costilla del hombre? ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que depender de eso? Pero no vamos a lo más profundo. Dios crea a la mujer de la misma materia que al hombre; por lo tanto la mujer tiene la misma dignidad. Nadie puede después utilizar el argumento de que el Señor la creó de otro barro distinto, que a este barro le faltan estas propiedades o que tienen estas otras. No, la mujer es creada de la misma naturaleza que el hombre, tiene la misma dignidad que el hombre; es diferente morfológica, biológica, sicológicamente, diferente, pero con la misma dignidad.

O sea, desde el principio, desde el primer libro de la Biblia, la mujer es presentada, es respetada, la mujer tiene la misma dignidad que el hombre, y es la única en quien el hombre encuentra su complemento. Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne… por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. La única compañía, el  único complemento, la única que complementa al hombre es la mujer.

La segunda lectura está tomada de la carta a los Hebreos y nos recuerda que todos somos hijos de Dios. En efecto, el Creador y Señor de todas las cosas quiere que todos sus hijos tengan parte en su Gloria. Por eso, la segunda persona de la Santísima Trinidad se hizo uno igual a nosotros en todo menos en el pecado; Dios que se hace hombre para que los hombres podamos acercarnos a Dios. El Santificador y los santificados, tienen la misma condición humana, por eso no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres. Hermanos de Cristo, hijos de Dios, coherederos del Reino de los cielos.

¿Por qué a veces nosotros nos avergonzamos de llamar al otro hermano? Porque no piensa como yo, porque no reza como yo, porque tiene otro color distinto, porque tiene otra forma de mirar la vida, porque habla otra lengua. Por qué a veces me avergüenzo de reconocer en el otro a mi hermano, cuando Dios no se avergüenza de reconocerme a mí como su hijo, cuando no se avergüenza Jesús de reconocernos como hermanos suyos, hijos en el único Hijo, hermanos en Cristo.

En el evangelio de hoy le preguntan a Jesús, no porque les interesara a los fariseos saber lo que Jesús opinaba al respecto sino para poder ponerlo a prueba. ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa? Y Jesús, que siempre da un paso adelante, les respondió: ¿Qué les prescribió Moisés? Y ellos contestaron, bueno que está permitido, nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de  divorcio a la esposa. Y Jesús les responde, Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes, porque en el principio no era así. Al crearlos Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará  el hombre a su padre y a su madre, repite lo que ya oímos en la primera lectura del Génesis,  y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. Una sola carne, ya no se podrá separar. Es como el café con leche, el café por un lado, la leche por el otro, pero una vez que usted echa el café a la leche, tiene café con leche, cada uno conserva sus propiedades pero ya son inseparables. No puedes separarlos. Se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne Lo que Dios unió que no lo separe el hombre.

No vamos a entrar en disquisiciones, porque esto daría para muchísimo, pero yo me hago una pregunta. Se piensa en el divorcio como la solución para todos los problemas de la familia. Pero, usted va a comprar un carro, usted lo piensa, lo analiza, quizás, quizás lo consulta con los demás miembros de la familia, porque es una inversión importante. Va con la persona que lo vende, lleva un experto para que vea si todo funciona, y cuando todas estas cosas están amarradas, entonces compra el carro. Pero como todo lo que se usa, llega un momento en que puede tener un problema, en el cloche, en cualquier cosa, no soy muy experto en estas cosas de carros, pero bien… en el freno, en el acumulador… Y usted ¿qué hace? Dice, ah, esto tiene un problema, vamos a botarlo. No, usted busca, busca un mecánico bueno para que le arregle el carro; y si no lo encuentra, usted mismo se hace mecánico, para que el carro siga funcionando, para que siga caminando, para que siga arrancando. Y todos los miembros de la familia se ponen en función e eso, en resolver el problema para que siga funcionando.

Pero resulta que cuando en una familia, en un matrimonio hay un problema lo primero que pensamos es, ah no, cada uno por su cuenta porque así no podemos vivir. No, realmente hay situaciones que no se pueden vivir, que no se pueden tolerar, que hay que superar; pero hay que superar juntos, para que siga funcionando, para que siga adelante, para que la familia salga a flote.

¿Qué nos dice la lectura de hoy? Qué veo yo al menos que me dice esta lectura del Evangelio. Que cuando usted va a casarse, usted tiene que pensarlo bien, que analizarlo bien, que reflexionarlo bien, que orarlo. Si es cristiano orarlo. Tiene que ver si la  otra persona es la persona con quien yo puedo pasar el resto de mi vida. No la persona perfecta, ésa no existe, porque defectos tendrá ella, defectos tendré yo; pero es la persona con la que yo quiero el resto de mi vida y yo quiero asumir esto, y quiero asumir las consecuencias que esto trae consigo.

No se puede tomar festinadamente una decisión, llevados por el entusiasmo del momento. El problema es que a veces empezamos por el final, y creemos que somos muy avanzados; pensamos que cuando funcionamos bien en algún aspecto, y no digo que ese aspecto en el que funcionemos bien no es importante, ya todo está resuelto. Y no. Un matrimonio, una vida de familia es mucho más que eso. Entonces, la solución no es botar el carro, la solución no es deshacer lo que ya no se puede deshacer, sino ver cómo juntos podemos encontrar la manera de superar las dificultades que siempre vamos a encontrar.

Eso de que vivimos felices y comimos perdices, se da en los cuentos de hada. Y aspiramos a eso, pero para vivir felices hay que conocerse, hay que ayudarse, hay que superar juntos las dificultades que se encuentren. Ésa es la solución. Y pensar es una sola carne, y pensar es el café con leche que yo quise hacer. Entonces, pidámoslo así hermanos míos, nosotros hijos de Dios, que quiere lo mejor para nosotros, que nos ha creado de tal manera que hemos encontrado el complemento perfecto para la vida, el hombre y la mujer, en la que se perpetúa la vida, hace posible que la vida continúe.

Nunca somos más colaboradores de Dios, la confianza que Dios me tiene, yo participo de la obra creadora de Dios, ella participa de la obra creadora de Dios. Yo podré ser ingeniero, ella podrá ser abogada; yo podré ser pica piedra, ella podrá ser artesana… pero todo lo que creemos lo crearemos con materiales que están fuera de nosotros. Y lo haremos con arte y con amor, podrán salir obras maravillosas; pero los hijos, los creamos con nosotros mismos, no con nada venido de fuera sino de mi misma, de mi carne de mi sangre, de mis entrañas. Y ésa, es una responsabilidad que yo tengo.

“Es que para los hijos es más conveniente que ya no estemos juntos, porque en una familia donde estamos peleando, donde estamos…” Ah, no. Lo mejor para los hijos es que los padres estén juntos, que los puedan encontrar a los dos; entonces, si hay discusiones, si hay dificultades, si hay contradicciones, hay que superarlos, para que podamos mantenernos juntos, para que la familia se mantenga junta. No es buscar el camino más fácil, sino buscar el camino mejor. Y la gracia de Dios no ha de faltarnos, y la fuerza de Dios no ha de faltarnos.

Pero eso sí, tenemos que tomar decisiones pensadas, rezadas, meditadas. Para que, cuando llegue el momento de la prueba diremos, pero ésta es carne de mi carne, sangre de mi sangre y hueso de mis huesos, éste es carne de mi carne, sangre de mi sangre y hueso de mis huesos. Somos una sola carne y esto no lo puede separar nadie, y nos corresponde a nosotros hacer posible que siga adelante.

Creo que éstas, son lecturas que debíamos reflexionarlas y meditarlas, más allá de este domingo, cada uno personalmente, pero también como pareja, también como familia, para poder dar respuestas.

Pidámoslo así al Señor. Así Él nos lo conceda.

(Música, Hasta mi final, Il Divo )

Ahora presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre.

En primer lugar por la Iglesia, que es la familia de Dios, para que encontremos en Él la fuerza para mantenernos unidos en el amor, dando testimonio de su misericordia en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por las familias, por nuestras familias, por todas las familias, para que puedan mantenerse unidas en el amor, y en el amor superar todas las dificultades que puedan encontrar en su camino. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor. 

Por todos los que tienen la responsabilidad de ayudar a las familias a mantenerse unidas, a cumplir su misión, para que asuman con fidelidad su responsabilidad. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora oremos con la oración, la oración de las familias, la oración en que reconocemos que tenemos un solo Padre, y que somos hermanos los unos de los otros, el Padrenuestro.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Les habla el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Una alegría y un gozo haber podido compartir este ratico con ustedes. Que tengan todos un feliz domingo, y una muy buena semana. 

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Es la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

 (Música, Regalo de Dios, Tercer Cielo)

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