Irradia emisión del 19 de septiembre de 2021
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
“El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí, y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me ha envió”. Mc 9, 37
(Música, Me has devuelto la vida, Mary Carmen)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Me has devuelto la vida, Mary Carmen)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel Lopez-Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
“Yo soy la salvación de mi pueblo dice el Señor, los escucharé cuando me llamen en cualquier tribulación, y siempre seré su Dios”
Buenos días, buenas tardes, buenas noches como siempre una alegría y un gozo poder compartir este domingo con ustedes las lecturas que la liturgia de este vigésimo quinto domingo del Tiempo Ordinario nos propone para nuestra reflexión.
El Evangelio de este domingo está tomado del evangelista San Marcos, en el capítulo 9, versículos del 30 al 37.
(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 9, 30-37)
Cuando yo leía el evangelio, a veces uno le pasa por encima, o al menos yo a veces. Buscamos toda la explicación teológica, escriturística, bueno, tiene que ser así por supuesto, pero no vemos reflejadas las personas. En el evangelio de hoy Jesús va con sus discípulos atravesando Galilea, y nos dice san Marcos que Él no quería que nadie lo supiera, ¿por qué?, porque les iba enseñando. Para eso los llamó, para que lo escucharan, aprendieran, porque ellos serían los que tendrían que continuar después. Y como va para Jerusalén, en el viaje posiblemente definitivo, les va explicando que el Hijo del Hombre tiene que ser entregado en manos de los hombres que le darán muerte, y que al tercer día resucitará de entre los muertos. Y el evangelista nos dice, “pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones”.
¿Qué no entendieran? Es lógico, lo repiten los evangelios. Cada vez que Jesús habla de muerte y resurrección, no entienden. Pero ¿por qué miedo a pedir explicaciones? A su Maestro, a su amigo, al que los ha escogido. Si uno sigue leyendo con detenimiento se da cuenta por qué es el temor. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa les preguntó Jesús, que no se le escapa nada, “¿De qué discutían por el camino? Pero ellos se quedaron callados”. Cuando nos quedamos callados es porque hay algo que no funciona, hay algo que no debía haber sido, hay algo que no podemos compartir, es algo que tenemos que guardárnoslo. Habían discutido sobre quién de ellos era el más importante.
¿Cómo podían comprender, cómo podían entender? Si cuando Jesús va con ellos, caminando, explicándoles, para cuando llegue el momento no los tome de sorpresa. Ellos van pensando en otra cosa. Jesús les habla del siervo doliente, que tiene que padecer, que tiene que sufrir, que tiene que ofrecer sus dolores por la salvación, por la redención, pero que va a vencer porque al tercer día va a resucitar vencedor del mal y de la muerte. Pero no pueden entender, porque ellos están en otra dimensión, están pensando no en ese reino que no es de este mundo, están pensando en el reino de este mundo. Quién va a ocupar la derecha, quién va a ocupar la izquierda, quién va a ser el más importante, quién es el que va a mandar, quién es el que va a ocupar el lugar cuando ya el Señor no esté. No pueden entender, porque no atienden lo que el Señor les explica.
Cuántas veces, no digo nosotros, digo yo no entiendo, sencillamente por esa misma razón. Porque el Señor me explica, pero yo estoy en otra dimensión, porque el Señor me está hablando a través de los acontecimientos, pero no presto atención, porque estoy pensando en otra cosa, porque estoy pensando en conseguir lo que yo quiero y no en buscar lo que el Señor quiere; o perdiendo mi tiempo en preguntar ¿por qué Señor? Por qué esta pandemia, por qué este dolor, por qué este sufrimiento, por qué esta muerte, en vez de preguntarme ¿para qué Señor?, ¿qué me estás diciendo? Nada ocurre por gusto, porque todo lo que sucede es porque Tú lo has permitido, y si Tú lo permites es siempre para nuestro bien.
No comprendemos, no siempre podemos comprender cómo puede ser para nuestro bien. Pero decía san Pablo, todo es gracia, para los que tienen fe todo es gracia, y gracia también que el Señor tenga una paciencia infinita. Esa paciencia que a veces nos falta a nosotros cuando predicamos, cuando enseñamos, cuando acompañamos. A Él no. Jesús, nos dice el evangelista, se sentó, llamó a los doce y les dijo, “si alguno quiere ser el primero que sea el último de todos, y el servidor de todos”.
Todo cambia, el que quiera ser el primero que sea el último. El que quiera ser el primero, que sea el primero en servir, en entregarse, en darse, en escuchar, en perdonar, en comprender, en acoger. El que quiera ser el primero que sea humanamente el último, aquel que nadie tiene en cuenta, porque le parece que lo que hace es tan insignificante, ocuparse de los que nadie se ocupa, escuchar a los que nadie escucha, consolar a los que nadie consuela, acompañar a los que nadie acompaña, a los que no tienen nada que dar, a los que no nos pueden corresponder, pero hay que estar atento para escuchar al Señor, para poder comprenderlo. Si estamos en otra cosa, si estamos buscando algo distinto, no podemos. Aun así, nos cuesta.
Y entonces el Señor tomó un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo, “el que recibe en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino a Aquél que me ha enviado”. A un niño, pero en un niño va simbolizado de alguna manera todo. La inocencia, la fragilidad, la dependencia, la necesidad de amor, de cariño, de acogida, de protección; el que es capaz de acercarse al que lo necesita.
Estos tiempos de pandemia tienen que enseñarnos, que hay tanta gente necesitada, sola, triste. Que hay que cuidarse, que hay que cuidar a los demás, que hay que mantener las distancias, pero que no podemos olvidarnos del otro, porque cuando nos olvidemos del otro entonces, ay no entenderemos al Señor. Él seguirá explicándonos, pero no seremos capaces de comprender. Entonces, tenemos que pedirlo así, Señor que esté atento a lo que me dices, que no sea temerario, porque la temeridad no lleva a ninguna parte, pero que no sea temeroso porque quién a Dios tiene nada le falta. Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Aumenta mi fe, Athenas)
Y ahora hermanos presentemos al Señor nuestras súplicas, Él siempre nos escucha, Él siempre nos atiende, Él siempre nos responde, pero tenemos que estar atentos para poder descubrir la respuesta del Señor.
Por la lglesia, para que no nos olvidemos que tenemos que ser signo del amor y la misericordia del Señor en medio de nuestros hermanos más pobres, más vulnerables, más necesitados. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también por todos los enfermos, particularmente los enfermos del coronavirus, pero no sólo ellos porque se siguen enfermando de todo lo que se enferma la gente, a lo largo de toda la historia, para que puedan encontrar en Cristo, consuelo, fortaleza, esperanza, para que el Señor derrame sobre ellos la salud del alma y del cuerpo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el nuevo curso en el Seminario, en los seminarios de La Habana y de Santiago, para que el Señor fortalezca a los seminaristas, a los profesores, a los superiores, a los formadores. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por todos los difuntos, de manera particular aquellos a quienes nadie recuerda, para que, perdonadas sus faltas, el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Tengamos una oración particular por la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, en la iglesia de Santa Lucía que el pasado miércoles celebró la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Fiesta, Dolores, porque con su dolor, la Virgen nos acogió como hijos, y que mayor fiesta. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que estemos atentos a lo que el Señor nos dice, para que podamos seguir su camino, para que podamos ser servidores. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
(Música, Sólo pienso en ti, Jesús Adrián Romero)
Hermanos oremos con la oración que el Señor Jesús nos enseñó a llamar a Dios Padre, pero también nos enseñó que, por tener un mismo Padre, somos hermanos los unos de los otros.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
Les ha hablado el P. Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba, como siempre les digo, una vez más, una alegría, un gozo poder compartir este domingo con ustedes. Que ustedes puedan compartirlo con su familia, con sus amigos, guardando las distancias, pero tratando de hacerse presente también de alguna manera.
Pidamos que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros, y nos acompañe siempre. Amén.
Que tengan un feliz domingo y una muy buena semana en el Señor.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa
Dirección general: María Caridad López Campistrous
Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, La bendición, Kiki Troia)