TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

DIA 17 DE SEPTIEMBRE 2021

“CON LA AYUDA DEL SEÑOR CUIDE DE LOS POBRES”

Con esta sencilla y lapidaria frase el Arzobispo Antonio María Claret resume su modo de actuar con los pobres.
En el afán de intentar conocer más profundamente al Arzobispo Claret podríamos preguntarnos: ¿qué quiere decir realmente Claret con esta breve frase: “Con la ayuda del Señor cuidé de los pobres?”
Para responder a esta pregunta basta recorrer algunos momentos de su vida y así entenderemos mucho mejor el cúmulo de experiencias y vivencias que Claret resume en esta corta frase.
Una vez más, su Autobiografía nos sirve de hoja de ruta para “descubrir” el alma de Claret.

Carácter natural

Claret dice de sí mismo al comenzar su Autobiografía: “Para mayor confusión mía diré las palabras del autor de la Sabiduría (8,19): Ya de niño era yo de buen ingenio y me cupo por suerte una alma buena. Esto es, recibí de Dios un buen natural o índole, por un puro efecto de su bondad” (Aut. 18). Y en otro lugar afirma: “yo, naturalmente, soy muy compasivo” (Aut. 19).

“Esto es, recibí de Dios un buen natural o índole, por un puro afecto de su bondad” (Aut. 18). “Esto me daba mucha lástima (idea de la eternidad) porque yo naturalmente soy muy compasivo” (Aut. 9). “La razón es que, como yo, según he dicho, soy de corazón tan tierno y compasivo que no puedo ver una desgracia, una miseria que no la socorra, me quitaré el pan de la boca para dárselo al pobrecito…; pues bien, si estas miserias corporales y momentáneas me afectan tanto, se deja comprender lo que producirá en mi corazón el pensar en las penas eternas del infierno…” (Aut. 10).

«Desde muy pequeño me sentí inclinado a la piedad y a la religión (Aut. 36). “Con qué fe asistía a todas las funciones de nuestra santa Religión” (Aut. 37). “Todo mi gusto era trabajar, rezar, leer y pensar en Jesús y en María Santísima; de aquí es que me gustaba mucho guardar silencio, hablaba muy poco, me gustaba estar solo para no ser estorbado en aquellos pensamientos que tenía; siempre estaba contento, alegre, tenía paz con todos; ni jamás reñí ni tuve pendencias con nadie, ni de pequeño ni de mayor” (Aut. 50)

“Yo lo hacía así sin saber por qué, pero con el tiempo he sabido que era por una especial gracia y bendición de dulzura con que el Señor me había prevenido. Así era como de mí los trabajadores recibían siempre la corrección con humildad y se enmendaban; y el otro compañero, que era mejor que yo, pero que no había recibido del cielo el espíritu de dulzura, cuando había de corregir se incomodaba, les reprendía con aspereza y ellos se enfadaban y a veces ni sabían en qué habían de enmendarse. Allí aprendí cuánto conviene el tratar a todos con afabilidad y agrado, aun a los más rudos, y cómo es verdad que más buen partido se saca del andar con dulzura que con aspereza y enfado” (Aut. 34).
“¡Oh Dios mío, qué bueno sois! ¡Qué rico en misericordia habéis sido para conmigo! ¡Oh, si a otro hubierais hecho las gracias que a mí, cómo habría correspondido mejor que yo! Piedad, Señor, que ahora empezaré a ser bueno, ayudado por vuestra divina gracia” (Aut. 21)

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