Irradia emisión del 29 de agosto de 2021
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
“Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”. Marcos 7,15
(Música, Qué brille tu rostro Señor, Hna. Glenda)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel Lopez-Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches a todos, como siempre una alegría, un gozo, poder compartir con ustedes la Palabra de Dios, de este domingo, domingo vigésimo segundo del Tiempo Ordinario. La liturgia nos propone como lectura del Evangelio un fragmento del evangelista San Marcos, en el capítulo 7, versículos del 1 al 8, del 14 al15 y del 21al 23.
(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 7, 1-8, 14-15, 21-23)
La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre los mandamientos y nos invita, me parece a mí, a preguntarnos qué son los mandamientos para nosotros. A veces pensamos que los mandamientos son como una camisa de fuerza, que nos impide ser libres, que nos impiden hacer lo que queramos hacer, que son como una valla, como un muro que no podemos atravesar. Cuando pensamos que los mandamientos son eso, entonces los enfrentamos como algo que nos disminuye, que nos hace menos, y cuando los cumplimos, los cumplimos como por una obligación o por un temor. Temor al castigo que puede venir de Aquel que nos ha “impuesto”, entre comillas, estos mandamientos.
Pero cuando vemos los mandamientos como señales luminosas, ¡qué diferente! Señales luminosas que nos ayudan a no perder el camino, por oscura que sea la noche, por difíciles que sean las circunstancias en las que vivimos. Son señales luminosas que nos ayudan a seguir el camino, y que cuando por nuestra debilidad, nuestra fragilidad, por el pecado nos apartamos del camino, podemos encontrarlo de nuevo, podemos reincorporarnos a ese camino. Señales luminosas.
También depende del concepto que tengamos de Dios. Cuando para nosotros Dios es un juez que está esperando el momento oportuno para cuando nos equivoquemos dejar caer sobre nosotros todo el peso de la ley, entonces los mandamientos son eso, camisas de fuerza. Pero cuando para nosotros Dios es un Padre y un Padre amoroso, que cuida de nosotros, que se preocupa de nosotros, que quiere para nosotros lo mejor, que quiere que podamos conseguir aquello que con tanto afán buscamos en este mundo, la felicidad, entonces los mandamientos ya no son una camisa de fuerza, sino una luz que el Señor pone en nuestro camino. Y los cumpliremos no porque si no cumplimos vamos a ser castigados, sino porque descubrimos que es el único camino en el que podremos encontrar la felicidad.
Dios no necesita que cumplamos los mandamientos, Dios no necesita que seamos buenos, Dios no necesita probar como a veces necesitamos nosotros nuestro poder imponiendo a los demás. Dios no lo necesita. Dios es suficiente en sí mismo, somos nosotros los que lo necesitamos; y Dios que es nuestro Padre lo sabe, y por eso nos lo da, y por eso pone esa luz en nuestra oscuridad, para que podamos seguir adelante, para que podamos cambiar, para que no nos perdamos en el largo o en el corto camino de nuestra vida.
La primera lectura de este vigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario, está tomada del Antiguo Testamento, del libro del Deuteronomio. Moisés le presenta al pueblo los mandamientos de Dios, y le dice, ahora Israel escucha los mandatos y preceptos que te enseño, ¿para qué?, para que los pongas en práctica. No para que lo escuches, no para que te lo aprendas, no para que puedas dar una conferencia sobre ellos, sino para que lo pongas en práctica, no añadirás nada, ni quitarás nada. ¡Cómo nos gusta cambiar!, cómo nos gusta añadir, cómo nos gusta quitar, cómo nos gusta acomodar la Palabra de Dios, los mandamientos de Dios a nosotros. Guárdenlos y cúmplanlos, porque ellos son la sabiduría y la prudencia de Dios para con su pueblo. ¿Qué otra nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos?, le pregunta Moisés al pueblo, como lo está nuestro Dios siempre que lo invocamos. ¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos, como toda esta Ley que ahora les doy? ¿Qué nación tiene a su Dios tan cerca, tan preocupado, tan ocupado para ayudarla a seguir adelante, a levantarse, a encontrar la verdad, a ser libres?
El Salmo con el que hemos rezado, el Salmo 14, repitiendo con la antífona, ¿Quién será grato a tus ojos Señor? Qué bueno es preguntarnos esto. ¿Quién es grato a los ojos del Señor? ¿Los sabios, los ricos, los poderosos, los que ocupan los primeros lugares? A ver qué nos dice el Salmo. El que procede honradamente con justicia, el que es sincero, cuya lengua a nadie desprestigia, el que no hace mal al prójimo, ni difama al vecino, quien presta sin esperar nada a cambio, quien no acepta soborno contra el inocente. ¿Quién es grato a tus ojos del Señor? El que hace el bien sin cansarse, el que sigue tus preceptos, porque los preceptos de Dios nos invitan a hacer siempre el bien.
La segunda lectura, de la carta del apóstol Santiago en el Nuevo Testamento. El apóstol nos dice acepten dócilmente la Palabra que ha sido sembrada en ustedes y que es capaz de salvarlos, porque sólo en la Palabra encontramos la salvación. Cristo es la Palabra que se ha hecho carne y ha puesto su morada en medio de nosotros, el único que nos puede salvar, el único nombre que podemos invocar, ante quien se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo. Pongan en práctica esas palabras, nos dice Santiago, no se limiten a escucharlas engañándose a ustedes mismos. La religión pura e intachable ante los ojos de Dios Padre, ¿en qué consiste? El apóstol también nos lo dice, visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, ¿en qué consiste?, en hacer el bien sin cansarnos, sin justificaciones: ahora no, dentro de un rato, pasado mañana, cuando mejoren las circunstancias, cuando yo pueda, ahora estoy cansado. No. hacer el bien siempre. A eso nos invita la Palabra de Dios, a eso nos invita los mandatos de Dios.
En el Evangelio de hoy, los escribas, los fariseos, se acercan a Jesús y le echan en cara que sus discípulos no cumplen todos los preceptos que están mandados por ellos, las abluciones, las purificaciones rituales. Y el Señor fue duro, y les dice, qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió, este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí, es inútil el culto que me rinden porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos, ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios para aferrarse a las tradiciones de los hombres. Queremos hacer lo que a nosotros nos parece, no lo que el Señor nos pide. Y termina este fragmento del evangelio de San Marcos diciendo el Señor, lo que mancha es lo que sale de dentro del hombre, no lo que viene de fuera. Ustedes se ocupan de todo lo ritual, de todas las abluciones, pero eso los limpia sólo por fuera; ¿qué está mal?, no, pero sólo en la medida que son signo de algo mucho más profundo, son signo de que por dentro quiero cambiar, que por dentro quiero ser mejor, que de dentro de mi quiero sacar el odio, la ambición, la incomprensión, la violencia, el egoísmo, la incapacidad para perdonar, para comprender, para caminar junto con el otro, para respetarlo aunque no piense como yo, como pido que me respeten aunque no piensen como yo.
No es lo que viene de fuera, sino lo que sale de dentro. Claro, lo que viene de fuera puede echar más leña al fuego. Cuando de fuera viene la Palabra de Dios, cuando de fuera viene la enseñanza de Dios, el testimonio de Dios de aquellos que ya se encontraron con Él, entonces va alimentándome por dentro, y ayudándome a purificarme, a cambiar, a convertirme. Pero cuando lo que viene de fuera echa más leña al fuego, pero leña de violencia, de egoísmo, de incomprensión, de intolerancia, entonces lo que sale de dentro de mí no ayudará a que podamos vivir en paz. Los mandamientos de Dios son señales luminosas que nos ayudan a no perder el camino, el camino del bien, el camino de la verdad, el camino del amor, el camino de la comprensión, el camino del respeto. El camino de poder descubrir en el otro a pesar de nuestras diferencias, un hermano, a reconocer que podemos poner lo mejor de cada uno para construir un mundo en el que podamos vivir en un hogar.
Por eso hermanos míos, preguntémonos, ¿qué son para mí los mandamientos de Dios? ¿Camisas de fuerza o señales luminosas? Que el Señor permitan que sean señales luminosas que nos ayuden a seguir su camino, a Él que es el Camino, la Verdad y la Vida. Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Reinas en mí, Acrisolada)
Confiando en que el Señor siempre nos escucha, y nos responde, le presentamos nuestras súplicas.
Por la lglesia, para que fieles a la Palabra del Señor demos testimonio de Él con la palabra y con la vida en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también por todos los que sufren, y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que encontremos en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, al diaconado permanente. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por los jóvenes, para que aprovechen esta oportunidad de profundizar en su formación cristiana. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que no tienen quien eleve una oración por su descanso; para que el Señor los acoja en el lugar del consuelo, de la luz y de la paz. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el fin de esta pandemia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los enfermos, particularmente los enfermos del coronavirus, para que el Señor les de la salud del alma y del cuerpo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que sacrifican su tiempo, su salud para estar cerca de aquellos que más lo necesitan, en los hospitales, de manera particular por todos los trabajadores de la salud; para que el Señor les de la fuerza para poder seguir adelante. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que sepamos descubrir en los mandamientos de Dios esas señales luminosas que nos ayudan a seguir su camino, a Él, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó, a llamar a Dios Padre.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
Les deseo hermanos, amigos que tengan un buen domingo, día del Señor, y una buena semana, iluminada siempre por la Palabra de Dios, por los mandamientos, en el que el Señor nos enseña a amarnos los unos a los otros como Él nos ama. Les ha hablado el P. Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Lo repito, siempre un gusto, poder compartir con ustedes este rato.
Pidamos que la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros, nuestros familiares, nuestros amigos, y los que más lo necesiten y nos acompañe siempre. Amén.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa
Dirección general: María Caridad López Campistrous
Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Tu Palabra, Marcela Gándara)