Transcripción homilía del P. Rogelio Deán Puerta Párroco de la parroquia del Cobre
Eucaristía XXI Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
22 de agosto de 2021
“Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Juan 6, 68
Mis queridos hermanos,
Ciertamente en estos tiempos que estamos viviendo, se notan más que nunca determinadas exigencias, determinadas pautas de vida que Jesús nos presenta como garantía de un continuar peregrinando en esta vida, con fortaleza, con esperanza, con una luz siempre nueva hacia el futuro.
En los momentos en que vivimos, no son pocas las personas que vacilan. Muchas personas vacilan, en el sentido de vivir como iglesia, de vivir pegados a Cristo. Fíjense qué curioso, los seres humanos somos curiosos. Supuestamente ante las circunstancias difíciles, ante las circunstancias complejas cabe la idea de que nos toca acercarnos más a Dios, acercarnos más a Jesús, acercarnos más a la Iglesia; sin embargo, en la mayoría de los casos no ha sido así.
Vemos en la actualidad, frente al tema de la pandemia, al tema de las escaseces, diversas dificultades que se presentan, no solamente en Cuba sino en muchos países; temas de violencia, de injusticia, de movimientos sociales, vemos como hay un distanciamiento de Jesús. Supuestamente el hombre debería, ahora más que nunca, tomar como referencia a Jesús; y tristemente el hombre, ante las dificultades, no está tomando como primera referencia a Jesús. Está tomando como primera referencia a sí mismo.
En la primera lectura que hemos proclamado, se precisa al pueblo de Israel en el sentido de ver a quién sirve. Es una pregunta que nosotros también tenemos que hacernos hoy, ¿a quién yo quiero servir? ¿a quién efectivamente hoy estoy sirviendo? Esto es un cuestionamiento que tenemos que hacernos sinceramente, porque el mal es muy sutil, y de repente en vez de estar sirviendo al Señor empezamos a servir a determinadas causas, que no tienen como principio y sostén al Señor. Y por eso son causas que muchas veces, tristemente, están llamadas a fracasar porque no tienen como centro al Señor. No es posible causa humana, por muy justa que sea, llevarla adelante sin tener a nuestro Dios como Señor.
Por eso tenemos que preguntarnos, ¿a quién estoy sirviendo yo efectivamente hoy? ¿Me estoy sirviendo a mí mismo, a mis intereses, a lo que yo creo, a mi hombre viejo que quiere siempre ir adelante y que quiere sobrevivir? ¿Estoy sirviendo a otros intereses, de otras personas? Tenemos que tener claro si estamos o no sirviendo al Señor, y cómo servimos al Señor.
En el evangelio el Señor, con tristeza, les pregunta a los discípulos ante muchos que se van, ante muchos que no asumen las exigencias del Evangelio. Les pregunta, ¿y ustedes también quieren marcharse? Yo creo que ante las circunstancias que estamos viviendo no pocas personas quieren marcharse, y a veces con la justificación de seguir otros ideales, a veces con la justificación de seguir otras cosas incluso hasta buenas, pero que no tienen como centro y sostén al Señor. El Señor para que tú y yo podamos seguir adelante, se propone como la base de cualquier empeño, la base de cualquier fuerza.
Por eso el Señor no quiere que nos vayamos, el Señor quiere que estemos con Él, el Señor quiere ser nuestro escudo, el Señor quiere caminar con nosotros en esas exigencias de justicia, de libertad, en esas exigencias de una sociedad distinta como la que soñamos y sentimos en el corazón que debe ser. Por eso no podemos ir solos, no podemos salir a nuestra manera, no podemos repetir los mismos esquemas que han hecho las personas que a lo mejor podemos criticar. Sin Jesús no es posible construir nada nuevo, ni nada bueno. Sin Jesús estaríamos repitiendo los mismos esquemas que no han conducido a nada, o que han conducido a tanta tristeza, a tanta desolación y a tanto agobio. Por eso queremos una sociedad distinta, queremos defender determinados ideales: centremos nuestra mirada en el Señor, centremos nuestra mirada en el estilo de vida del Señor en el Evangelio.
Solamente actuando desde el Evangelio, tendremos la garantía de que estamos sirviendo verdaderamente al Señor. Porque nos podemos desviar con mucha facilidad. El ego nos debía, el creernos salvadores del mundo nos desvía. El Salvador del mundo es el Señor. Cuando vamos adelante, para rectificar sociedades, para rectificar situaciones. para rectificar injusticias, tenemos que mostrar ante todo no a uno mismo, no el empeño limitado de uno mismo; tenemos que mostrar al Señor, tenemos que mostrar el actuar del Evangelio. Para eso, tenemos que estar, y el Señor nos vuelve a preguntar, ¿y ustedes también quieren irse?
Ciertamente hace falta voluntad, hace falta empeño muchas veces para no irse, pero el Señor pide que tú y yo estemos. Hace falta estar. Y estar para vivir como iglesia, para avanzar juntos en esa sociedad que tanto necesitamos que sea distinta, comenzando por nuestra propia patria cubana.
Ojalá que la Virgen de la Caridad, nuestra Madre, que late con un corazón ardiente de Madre fiel, u que pronto celebraremos el 8 de septiembre; ojalá que esa Madre sepa conducirnos a su Hijo, ojalá que nuestra mirada nunca y bajo ninguna circunstancia nos aparte. Que así sea.