Irradia emisión del 15 de agosto de 2021
Fiesta de la Asunción de la Virgen María
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
“Proclama mi alma la grandeza del Señor”. Lucas 1, 46
(Música, María, Tony Rubí)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel Lopez-Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, les habla el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Como siempre les digo es una alegría, un gozo poder compartir con ustedes este rato, poder compartir la Palabra de Dios, la liturgia del domingo. Este vigésimo domingo del tiempo durante el año, del Tiempo Ordinario, pero también la solemnidad de la Asunción de la Virgen. El Evangelio que nos propone la liturgia para este domingo, está tomado del evangelista san Lucas en el Nuevo Testamento, en el capítulo 1, versículos del 39 al 56; y nos propone la Visitación de la Virgen. En esta Fiesta de María, nos propone la liturgia el evangelio de la Visitación de la Virgen.
(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 1, 39-56)
María acaba de recibir una noticia impactante. Va a ser la madre del Salvador. “Alégrate María, llena de gracia”, le dice el Ángel y ella se turba de este saludo. El Ángel le da la noticia, ha sido escogida, ha sido favorecida, y la preocupación de la Virgen es una, no cuánto va a ganar, cuáles van a hacer los prestigios, cuáles van a ser las posibilidades, los privilegios que va a tener, sino, ¿Cómo va a ser esto posible sino conozco varón?, si soy virgen. Todo parece indicar que María pensó en algún momento que la consagración de su vida, incluyendo su virginidad, al Señor, era lo que Él le pedía. Ahora se le plantea una cosa diferente y su temor es, no hacer la voluntad de Dios; no lo que puede sacar de esto, que desgraciadamente nosotros ante cualquier responsabilidad que se nos ofrece, lo primero que pensamos, por lo menos a veces yo, ¿qué puedo sacar de todo esto?
Y la Virgen se pregunta, ¿es la voluntad de Dios, cómo es posible? El Ángel le dice algo que no siempre tenemos en cuenta, le habla de su prima Isabel que en la vejez ha concebido un hijo, la que consideraban estéril y ya está de seis meses… pero le dice algo fundamental, para Dios nada hay imposible, ni siquiera que una virgen pueda ser madre fecunda. Y ya no hay más nada que preguntar. María responderá, he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra. No hay más preguntas, ante esa respuesta, no hay más preguntas. Cuando nos desesperamos ante las realidades, lo único que tenemos que recordar es las palabras del Ángel, para Dios nada es imposible. ¿Por qué Dios lo va a hacer todo? No, porque nos da las fuerzas a nosotros, para quienes no todo es posible, para que también podamos seguir adelante y hacer posible lo imposible. Y seguir adelante contra toda esperanza. Cuando sentimos el desánimo, para Dios nada hay imposible, ni siquiera que desde mi debilidad yo pueda levantarme y seguir adelante.
La Virgen lo comprendió inmediatamente. El Ángel la dejó, ¿y qué hizo María? Inmediatamente se puso en camino, para ir a visitar a su prima Isabel, anciana, que ha concebido después de pensar durante tantos años que era estéril. Porque Isabel también fue una mujer que confió en el Señor, no se desesperó, esperó en el Señor, confió en el Señor; y el Señor obró en ella. Allá fue María, para acompañarla en estos momentos que cualquier mujer, y todas las que han sido madres lo saben, necesita tanto tener alguien cerca, cercano, que la ayude que le dé la mano, que esté con ella allí. Porque siempre es una prueba, me imagino que ser madre siempre es una prueba, y cuando ya no se esperaba más aún.
Allí estará María los tres meses que faltan para que Isabel dé a luz. Pero también, me imagino, para poder compartir con su prima lo que no podría compartir con nadie; la única capaz de comprender lo que ha sucedido en la vida de María, es Isabel, quien también ha experimentado la grandeza de Dios, la omnipotencia de Dios, en su propia vida. María podría compartir con Isabel, Isabel podría comprender a María, María podría comprender a su prima Isabel. Pero María no va sola, por eso cuando llega a la casa de Isabel y la saluda, y el saludo llega a los oídos de su prima, se llena del Espíritu Santo Isabel; el niño que lleva en el vientre salta de alegría, de donde a mí que venga a visitarme la madre de mi Señor. Porque el Señor iba con María, en el vientre de María, en su mejor trono, ese trono que solo cambiará por la cruz; el regazo de la Virgen por el regazo de la cruz que lo acoge para salvarnos. Ese regazo, también fecundo, porque con ese dolor de cruz, María nos parirá: ahí tienes a tus hijos.
María trae a Jesús, y con Jesús trae la bendición a aquel hogar, a aquella casa, a aquel niño que está llamado a ser el precursor, a abrir el camino, allanar el sendero. Aquel niño que tendrá que prepararse para esta misión, en la austeridad, en la oración, en el silencio, porque la labor será ardua, y tendrá que llevarla adelante, para que el que viene detrás de él, crezca y él disminuya.
María que se pone en camino para ayudar a su prima, para compartir con su prima, para llevar la bendición de Aquel que lleva en su vientre al hogar de su prima, como lo seguirá llevando a lo largo de la historia, desde Pentecostés cuando estará junto a los Apóstoles y a los discípulos esperando la venida del Espíritu Santo, como lo estará de la historia de la Iglesia apareciendo en los rincones más inesperados, para recordarnos que está ahí, que es nuestra Madre, que nos acompaña, que va a nuestro lado, que no le somos indiferentes, que la misión que ella acogió la cumplirá hasta el final, la Madre en la que siempre podremos encontrar refugio, consuelo y fortaleza. Esa Madre, a quien el Señor amó de tal manera que, en el dolor de la cruz, pensó en ella, y no quiso dejarla sola, aunque Él la seguiría acompañando desde dondequiera que estuviera; pero quiso dejarla con su discípulo amado y por ese le dice a Juan, ahí tienes a tu Madre, y el discípulo la recibe en su casa.
Hoy celebramos la Fiesta de la Asunción de la Virgen, en la iglesia Oriental la llaman de una manera que me gusta mucho, le llaman la Fiesta de la Dormición de la Virgen. No es que la Virgen no muriera, es que la Virgen se durmió en el Señor, y despertó junto a Él en cuerpo y alma. Ésa es la Asunción. Cristo resucitó pro su propia fuerza, por eso él ascendió al cielo; la Virgen ascendió por la fuerza de su Hijo, que la llevó junto a Él. Por eso es la Asunción, fue asumida en cuerpo y alma, la muerte fue un paso; lo que es, lo que tiene que ser, un paso, una puerta que se abre y que atravesamos, a veces dolorosamente, pero sabiendo que detrás de esa puerta, nos encontraremos con Aquél a quien hemos tratado de amar y de servir en este mundo, y esperamos poder gozar eternamente de Él en el cielo, como decía el antiguo catecismo.
Ya la Virgen nos ha precedido, ha ido delante de nosotros, el Hijo se la ha llevado con Él. ¿Qué hijo no quiere tener con él a su madre? Los que no la tenemos en este mundo quisiéramos tener el poder de tenerla junto a nosotros, los que la tienen quisieran no tener que abandonarla nunca cuando el Señor la llame a su presencia. Jesús que tenía el poder, ¿no lo iba a utilizar para que su Madre ascendiera al cielo en cuerpo y alma?, para que nos precediera, para que nos abriera el camino, para que nos esperara, para que nos condujera. Eso, celebramos hoy los cristianos. La Fiesta de la Asunción de la Virgen, ese privilegio que tuvo no por ser María, por ser la Madre del Señor, por haber sido aquella que estuvo dispuesta a aceptar la voluntad de Dios en cada momento, y en cada circunstancia de su vida.
Entonces, abramos el corazón a la Virgen, aprendamos con ella, cojámonos de su mano para que ella nos lleve siempre junto a su Hijo Jesucristo, para que un día junto con ella también nosotros podamos estar donde ella ya llegó, para que al final de los tiempos podamos resucitar en cuerpo y alma, en gloria, para estar junto a Aquél a quien hemos tratado de amar y de servir en este mundo.
Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Magnificat, Cristy Villaseñor)
Ahora hermanos, vamos a presentarle nuestras súplicas al Señor. Se las vamos a presentar como siempre por intercesión de Jesucristo, su Hijo, porque es al Padre a quien pedimos, pero también vamos a pedírselas por intercesión, hoy, de nuestra Madre, de la Virgen, que ella está en cuerpo y alma en el cielo.
En primer lugar, por la lglesia; para como María, tengamos siempre presente y nos mueva cada vez que oímos aquello que el Ángel le dijo, para Dios nada hay imposible. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también por todos los que sufren, y se desesperan ante las dificultades de la vida, por todos los que olvidamos que para Dios nada es imposible, para que encontremos en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza, y en la Virgen modelo y ejemplo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el fin de la pandemia, Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los enfermos, particularmente por los enfermos del coronavirus, para que el Señor les conceda la salud del alma y del cuerpo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Esta semana que terminó, y que celebramos la Fiesta de Santa Clara de Asís, el día 11, tengamos una intención particular por la diócesis de Santa Clara, por su obispo, por sus sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, para que la luz de Santa Clara los ayude a ser ellos también luz en medio de tantas dificultades. Tengamos un pensamiento también para quien fuera nuestro Arzobispo, Pedro Claro Meurice Estiú. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también por todos los difuntos; para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que como la Virgen estemos siempre dispuestos a hacer la voluntad de Dios en nuestra vida, confiados en Él, para quien nada es imposible. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas, y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que sabemos que tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
Hermanos una alegría compartir con ustedes este rato, una alegría sentirnos todos juntos dondequiera que cada uno se pueda encontrar. Que hasta ustedes llegue la bendición de Dios y puedan tener una buena, feliz y fructuosa semana.
Que la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, sobre sus familias, sobre sus amigos, y los acompañe siempre. Amén.
Les habló el P. Rafael Ángel, su amigo, desde de la Catedral de Santiago de Cuba.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba… IRRADIA
(Música, María, Hna. Glenda)