Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Eucaristía Séptimo Domingo de Pascua
Solemnidad de la Ascensión del Señor
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
16 de mayo de 2021

“Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a toda la creación”.  Marcos 16, 15

Hermanos,

Estamos celebrando esta Fiesta hermosa de la Ascensión del Señor, Fiesta que la celebramos porque concluye esa presencia de Jesús resucitado en medio de sus discípulos. Cuarenta días después de la Resurrección, el Señor Jesús asciende a los cielos.

¿Cómo el Señor Jesús entra en la historia? No estoy hablando de que Él, como persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo ha estado siempre en medio de nosotros porque Él es eterno, el primer lugar. En segundo lugar, porque en Él se han creado todas las cosas, como nos dice Pablo, todo es en Él, por Él, y para Él. Pero Él, entra en la historia haciéndose hombre en la encarnación en el seno de la Virgen María. ¿Tú aceptas ser la Madre del Salvador?  María, ella la pobre no sabía ni qué decir ante esa pregunta, “Señor, que se haga tú voluntad”, sí acepto. Por este sí se harán grandes cosas.

Jesús vive esos años de vida oculta y de vida pública, Jesús resucita y tiene, inmediatamente después de la Resurrección, en primer lugar, confirmar la fe de aquellos discípulos. Él tenía que hacer lo posible, para que sus discípulos entendieran, comprendieran, aceptaran, de que Él había resucitado, que no estaba muerto. Lo habían enterrado, era como uno más que había muerto, pero Jesús había resucitado.

Entonces estos cuarenta días que nosotros hemos celebrado, nos recuerdan ésa primera intención, fundamental. Fortalecer la fe de sus discípulos en que Cristo el Señor ha resucitado, y si Él ha resucitado, nosotros también podemos resucitar algún día junto a Él. Así hemos dicho en la oración que hemos rezado al inicio.

Esta experiencia de los cuarenta días de Jesús con sus discípulos, fortaleció su fe, les dio tanta seguridad y confianza, que hizo posible que nosotros estemos hoy aquí, porque tenemos fe de que Cristo ha resucitado; y tenemos fe de que Cristo se hace presente en la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el único sacrificio que se renueva cada vez que un sacerdote celebra la misa y que nosotros recibimos su cuerpo glorificado cada vez que nosotros comulgamos. Ésa fue la primera intención. La fundamental.

Digo yo que la segunda intención fue dejarles sus últimas recomendaciones. Los evangelistas nos narran, y los mismos Hechos de los Apóstoles, nos narran como Jesús les fue dejando recomendaciones. Ya tenían fe, pero no ellos no sabían qué hacer. ¿Qué vamos a hacer? Sí sabemos que ha resucitado, pero Él era el que predicaba, sanaba, enseñaba, perdonaba, y ahora nosotros qué. Entonces Jesús les dejó las últimas instrucciones, como un testamento. “Vayan por el mundo entero, prediquen el Evangelio, bauticen al que cree en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, quedan retenidos los pecados a aquellos que ustedes se lo retengan, ustedes tendrán poder para combatir el mal. Eso que dice, la serpiente no le hará daño, significa que ustedes como Iglesia, como discípulos míos, tienen el poder de hacer presente a Dios en el Hijo de Dios y de acabar con el mal. Apartar el mal, alejar el mal”.

Esas fueron como las dos grandes intenciones de Jesús, que no podemos separarlas, las dos van unidas. Si bautizamos es porque Jesucristo es el Señor, si predicamos es porque predicamos lo que el Señor nos enseñó y que lo recibimos a través del Espíritu Santo que nos ha sido dado. Él mismo dijo, se ha acabado mi tiempo aquí entre ustedes, yo tengo que ir al Padre, pero les dejo el Espíritu Santo. Tenemos que pedirlo siempre hermanos, y tenemos que pedirlo para cada uno de nosotros, tenemos que pedirlo para la Iglesia, para que el Señor ilumine a los responsables de la Iglesia. Para que siempre seamos todos, desde el más pequeño hasta el Papa, seamos fieles a la Palabra del Señor, fieles y así nosotros, hacer presente a Cristo con fidelidad.

Tenemos que trasmitir esta verdad a tantas personas que no conocen esto, que piensan que la vida es vivir. No, Cristo ha resucitado. Nosotros criaturas de Dios en el Amor, y por eso estamos llamados a vivir eternamente en el amor. Hermanos, ese es el mensaje que nosotros tenemos que transmitir, porque ustedes saben bien que hay muchas personas desesperadas, hay muchas personas sin confianza, hay muchas personas que están llenas de incertidumbre. ¿Cómo podemos dársela? Con aquella seguridad, en medio de las dificultades que tuvieron los apóstoles, en medio hasta de las persecuciones y las incomprensiones, ellos supieron reafirmar y decir que Cristo ha resucitado, y nos ha enseñado.

Hermanos eso es lo que tenemos que aprender hoy. El mensaje de hoy, que a mí me gusta mucho y siempre lo digo este día, es esa frase última, ese pasaje último, los últimos versículos que nosotros hemos leído, que dice que los discípulos se quedaron alelados mirando al cielo, ¿cómo iba a ser eso? Si tenían a Jesús primero en vida, y después también en vida, pero ya resucitado, junto con Él, que era el que hacía, el que guiaba, el que entusiasmaba. Ellos se quedaron ¿y ahora qué? Partió al Padre, ¿ahora qué? Y aquellos dos hombres, aquellos dos seres se les presentaron y les dijeron, ¿qué hacen ustedes varones de Galilea? ¿qué hacen mirando al cielo? Vayan a Jerusalén y allí van a recibir el mensaje de Dios, las instrucciones de Dios.

¿Cuáles son esas instrucciones? El Espíritu Santo nos ayuda a que toda nuestra vida nosotros sepamos pasarla por el prisma de la Palabra de Dios, de Jesucristo, de nuestro Salvador. Y el Espíritu Santo es el que nos da sabiduría, nos alerta, el que nos da fortaleza.

Por eso hermanos entre la Ascensión hoy, “varones de Galilea qué hacen ahí alelados mirando al cielo, vayan”, y el espíritu Santo, que como bien dice aquí, se esparce por todo el mundo, y el primer milagro que hizo él, que aquellas personas que empezaban a escuchar a los Apóstoles que llenos del Espíritu Santo salieron a predicar, hablaran en lenguas, quisieran bautizarse, quisieran conocer al Señor.

En esta semana démosle gracias a Dios porque Cristo se ha manifestado, uno. Dos, ha resucitado y nos ha dicho el futuro es suyo en la Gloria del Padre. Y tercero, confíen, el Espíritu Santo les va a iluminar, el Espíritu Santo les va a enseñar, pero sean fieles, no se dejen llevar por el mundo, porque el mundo los confunde, y muchas cosas que nosotros vemos que ocurren diariamente, o que se promocionan por la radio, por la televisión, y por tanta gente, puede ser que esas cosas sean del mundo, pero no son de Dios. Nosotros no podemos dejarnos arrastrar por el mundo, sino que tenemos que permanecer fieles, a Jesucristo, a su Palabra, y a ese mandato, vivan y transformen el mundo, ¿con qué?, con la Palabra de Dios.

Que Dios nos ayude a vivir este día de la Ascensión así, con ese deseo de decir, voy a marchar, voy a salir, ¿a qué?, a aceptar al Espíritu Santo que transforma mi vida, y a través de mi transformará el mundo. Que el Señor nos ayude a vivir así.

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