Premios del XX Concurso “Juntos desde la Prisión”
Por: Carmen Rosa Oliveros
La Pastoral Penitenciaria de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba ha dado a conocer los resultados del XX Concurso Nacional “Juntos desde la Prisión”, que en el año 2020 fue premiado diocesanamente debido a la pandemia.
Este año el escritor santiaguero Yunier Riquenes García fungió como jurado para la evaluación de los mismos quien consideró que:
“Después de analizar las obras de los nueve participantes, decidí reconocer a todos como vía para seguir apostando por la escritura como sostén.
Considero que teniendo en cuenta el valor de las obras otorgar Premio al cuento La Palabra Persevera, de Yanier Osorio Hernández, y Mención al poema Alas de luz, de Alberto Villariño Morales.
Claustrofobias reconocerá a todos los participantes con un libro
Agradecemos a Yunier Riquenes por su ayuda y cercanía a este servicio de la Iglesia. Las felicitaciones para los participantes y premiados.
La Palabra de Dios persevera
Autor: Yanier Osorio Hernández
Género: Cuento
Prisión Nacional de Boniato. Área especial de Boniatico. Sección 2. Destacamento 7
Cuando José llegó a la escuela secundaria para comenzar el séptimo grado en 1972, iba muy contento. Pero aquella alegría pronto se le convertiría en un sufrimiento constante, sólo porque no le era agradable a sus compañeros de la escuela, ni a sus profesores, porque José siempre andaba con un Evangelio en el bolsillo, y en cada momento libre se ponía a leerlo. Intentó hablar al director de la escuela de la situación en que se encontraba, ya que no le admitían en ningún grupo de estudio para repasar las clases, nadie lo quería, más bien se reían de él y se burlaban alumnos y profesores, diciéndole “padrecito” entre otras bromas de mal gusto.
El director le dio una clase de materialismo dialéctico, de Lenin, y le dijo que Cuba no aceptaba que nadie les lavase el cerebro a sus estudiantes con cosas de Dios, que aquello más bien los atrasaba intelectualmente.
Mientras sufría la frialdad, José no dejaba de irradiar alegría, saludaba a todo el mundo, aunque se burlaran de él. En el aula, era el primero en todas las materias, o sea asignaturas, siempre cogía 5 puntos en cada pregunta que se le hacía, y aquello molestaba aun más a sus compañeros y profesores.
Poco a poco José vio como algunos alumnos, los que eran considerados por los profesores como “casos perdidos”, por su bajo intelecto, se le acercaban para pedirle ayuda en los estudios.
Con mucha alegría los acogió a todos, incluso a otros alumnos que eran de otros grupos. A los que eran extremadamente pobres les ayudaba hasta con algunas ropas que pedía a sus padres. No perdía la ocasión y también les hablaba del Evangelio y de Jesús, el Señor y el Salvador. Ellos se entusiasmaban cada día más.
El grupo de los que se unían a José crecía por día. Eso les molestaba a algunos alumnos, pero sobre todo a los profesores que estaban nerviosos. José fue mandado a buscar a la dirección de la escuela para comunicarle que, dejara de hablar del Evangelio y de Dios, o de lo contrario sería trasladado a otro centro escolar. Como José no aceptó a renunciar a la predicación del Evangelio, ni a hablar de Dios fue trasladado a otra escuela.
A los pocos días de estar en aquella nueva escuela, ya José se había ganado el cariño de la mitad de los alumnos de la escuela, a los que ayudaba con los repasos para las pruebas finales que se acercaban, y les hablaba y enseñaba sobre el Evangelio y Jesucristo.
Una vez más lo mandó a buscar a la oficina del director para hacerles saber, que ellos y la Dirección Municipal estaban muy molestos con él por estar “lavándole” el cerebro a los alumnos; que no tolerarían eso, por tanto, sino renunciaba a todo eso sería expulsado definitivamente de la escuela.
José jamás claudicó, por tal motivo fue expulsado. No fue fácil para él ver truncadas sus aspiraciones de estudiar y graduarse de derecho. Se pasó varios días llorando en su cuarto por aquellas injusticias, pero en el fondo se alegraba por sufrir por anunciar el Evangelio y de hablar sobre el Señor, y así cumplir con lo que le habían enseñado en la iglesia.
A los dos meses José se encontraba en el campo ayudando en sus tareas al abuelo, cuando su mamá fue a buscarlo porque tenía una visita en la casa. Al llegar fue grata la sorpresa, allí estaba un gran grupo de los compañeros que él ayudó en la primera secundaria; venían a darle las gracias por todo lo que había hecho por ellos, ya que nadie nunca se dignó en ayudarlos, incluso como eran pobres se burlaban de ellos. Por tales motivos ellos no prestaban atención a los estudios, razón por la cual algunos llevaban repitiendo el grado dos y tres veces, pero cuando se toparon con él. José nunca los despreció, más bien los trató como verdaderos seres humanos. Todos habían aprobado el curso con excelentes notas.
Pero la otra alegría era que todos habían aceptado a Jesús, como su único Señor y Salvador. Ahora ellos se encontraban enseñándole la sabiduría del Evangelio a otros, y que estaban listos para sufrir como José por anunciar el Evangelio. Una jovencita le dijo a José que cuando le sacaron de la escuelo, ellos habían continuado estudiando el Evangelio.
José les dijo que cuando uno se convierte en verdadero cristiano, debe estar preparado para sufrir por anunciar el Evangelio, porque el diablo se molesta cuando a través del Evangelio muchos deciden dejar la vida de pecado. Podrán incluso encadenarnos, pero la Palabra de Dios no puede ser encadenada, es como la fértil semilla en un buen terreno, que al sembrarla siempre dará buenos frutos. Ella no puede ser acallada.
Alas de luz
Autor: Alberto Villariño
Género: Poesía
Prisión Nacional de Boniato
Si digo libertad, viene a mi mente la luz
el estallido de sus pisadas:
redoble azul de una estación ecuestre,
con su maravilloso trotar y sus crines revueltas
de colores indecibles,
colores como seres trashumantes,
como niños silvestres en plena combustión
con sus caritas cubiertas de risas,
o como incógnitos farsantes
que vienen al baile disfrazados de blanco.
Y vienen además las flores a decorar mi alma,
pero a exaltar mi espíritu con sus detonaciones
y su violento oleaje
de puerto que sumerge su pasión
y sus cuchicheos cual lluvia que se anuncia
como zapatos nuevos,
como la madera cortada de panes resientes.
Si digo libertad ya estoy mirando un vuelo,
de formas y sabias,
de plumas saladas como la aurora
de pequeños huevos cargando dentro
el cuerpo viscoso de alguna canción.
Me encuentro de repente masticando trineos
con apetito arcaico, con furia irreprimible.
Y más allá los huesos, vacíos y sonoros,
o rellenos de días aclarados por un beso de la lluvia
o de mañana ingenuas en que la gente
va silbando hacia el trabajo.
En un mismo vuelo, estoy mirando el nido
y la raíz y el primer silencio insospechado
de donde empieza a surgir la carne.
Si digo libertad, estando atento
alcanzo a ver esta palabra saliendo de mi boca
que tiéndeme los labios como un retoña verde,
como un reptil de miel,
como un rayo de azúcar saltando de mi carne.
Y mis ojos quedan maravillados
con el tornasol de esas alas que redoblan la luz
sobre el reino inmóvil de lo sepulto.
Me queda claro, soy hijo del Sol y las abejas.
Si digo libertad, en un segundo
veo abiertos, en mis ojos, los ojos de la maldad
mirando con rabia, desde dentro y desde fuera,
los secretos de la tierra. Veo los dientes,
hechos con sucio metal de cadenas, derribar las mariposas,
veo mi cuerpo sangrante clavado en la tormenta
sobre la cáscara muerta de un grano de trigo
y veo el silencio, la oscuridad imponente,
los corazones fríos desgarrados por la soledad
y el miedo.
La amenaza extiende sus alas por todo el cielo
y ruge con hambre de océano.
Pero en el siguiente segundo digo libertad,
y la luz resucita como una hoz
que reclama su siega, brota de mis heridas
como un agua de alma,
halla en las laderas del océano,
regresa a las profundidades para convertirse
en comida de besos, mientras
sus suspiros vuelven a abrazar en las puertas.