Celebración por el tres de diciembre en la Catedral Santiaguera

Celebración por el tres de diciembre en la Catedral Santiaguera

Por: Mercedes Ferrera Angelo

Para Cuba y Latinoamérica el 3 de diciembre es una jornada para evocar a un grande: Carlos Juan Finlay Barrés, el cubano que identificó el agente trasmisor de la fiebre amarilla.

Ese día se rinde tributo a todos los que se empeñan en cuidar de la salud de las personas, desde la atención, la investigación, los servicios, la docencia y todo lo relacionado con este campo.

Invitados por la comisión diocesana de laicos, médicos y trabajadores de la salud participaron este tres de diciembre en la eucaristía, para celebrar y dar gracias a Dios. La misa celebrada en la S.B.M.I Catedral de Santiago de Cuba, fue presidida por Mons. Dionisio García, arzobispo de Santiago de Cuba, concelebrada por el P. Rafael Ángel López – Silvero, párroco de la Catedral y el P. Juan Elizalde, párroco de Santa Teresita.

En la homilía, Mons. Dionisio comenzó recordando que en un mismo día que se rinde homenaje a los trabajadores de la salud, la Iglesia recuerda a san Francisco Javier, santo jesuita misionero, que llevó el evangelio a los lejanos lugares de Asia. Más adelante fue haciendo un símil entre maestros y médicos en cuanto a entrega y dedicación; el maestro en una etapa de nuestras vidas, el médico durante toda la vida, y de cómo cada uno, desde lo que hace, debe ser un evangelio vivo.

Por último, Monseñor se refirió a la importancia de ver la salud no solo del cuerpo, sino también del alma, de lo espiritual, de lo que no es físico y que también forma parte del ser humano. Se refirió a como hoy día se trabaja duro por prolongar la vida y de cómo se habla de que esa vida pueda ser vivida con dignidad.

Sin dudas son muchos los elementos a tener en cuenta en este tres de diciembre del 2020, pero una de las cosas que consideramos más importante, de ahí la convocatoria, es el agradecer a Dios por este grupo de hombres y mujeres que se entrega por el bien de los demás en medio de una realidad muy compleja y con múltiples aristas. La pandemia nos ha mostrado que somos vulnerables; la fe puede mostrarnos que somos fuertes.

Después de la acción de gracias, los participantes compartieron una oración, compuesta por san Juan Pablo II en el año 2000, para los médicos.

En la despedida Monseñor agradeció a todos por su entrega y por su servicio especialmente en estos meses de pandemia.

ORACIÓN DEL MÉDICO
COMPUESTA POR JUAN PABLO II

Señor Jesús, Médico divino,
que en tu vida terrena
tuviste predilección por los que sufren
y encomendaste a tus discípulos
el ministerio de la curación,
haz que estemos siempre dispuestos
a aliviar los sufrimientos de nuestros hermanos.

Haz que cada uno de nosotros,
consciente de la gran misión que le ha sido confiada,
se esfuerce por ser siempre instrumento
de tu amor misericordioso en su servicio diario.
Ilumina nuestra mente.
Guía nuestra mano.
Haz que nuestro corazón sea atento y compasivo.
Haz que en cada paciente
sepamos descubrir los rasgos de tu rostro divino.

Tú, que eres el camino,
concédenos la gracia de imitarte cada día
como médicos no sólo del cuerpo
sino también de toda la persona,
ayudando a los enfermos
a recorrer con confianza su camino terreno
hasta el momento del encuentro contigo.

Tú, que eres la verdad,
danos sabiduría y ciencia,
para penetrar en el misterio del hombre
y de su destino trascendente,
mientras nos acercamos a él
para descubrir las causas del mal
y para encontrar los remedios oportunos.

Tú, que eres la vida,
concédenos anunciar y testimoniar en nuestra profesión
el “evangelio de la vida”,
comprometiéndonos a defenderla siempre,
desde la concepción hasta su término natural,
y a respetar la dignidad de todo ser humano,
especialmente de los más débiles y necesitados.

Señor, haznos buenos samaritanos,
dispuestos a acoger, curar y consolar
a todos aquellos con quienes nos encontramos
en nuestro trabajo.

A ejemplo de los médicos santos que nos han precedido,
ayúdanos a dar nuestra generosa aportación
para renovar constantemente las instituciones sanitarias.
Bendice nuestro estudio y nuestra profesión.
Ilumina nuestra investigación y nuestra enseñanza.

Por último, concédenos que,
habiéndote amado y servido constantemente
en nuestros hermanos enfermos,
al final de nuestra peregrinación terrena
podamos contemplar tu rostro glorioso
y experimentar el gozo del encuentro contigo,
en tu reino de alegría y paz infinita.

Amén.

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