Irradia emisión del 15 de noviembre de 2020
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
“Dichoso el que teme al Señor” Salmo 127
(Música, Quédate que anochece, Jorge Catasús)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Quédate que anochece, Jorge Catasús)
Nuestro invitado nos ayudará a reflexionar sobre el Evangelio de hoy
Dios les bendiga hermanos, con ustedes está el P. Gustavo, soy el sacerdote encargado de la iglesia de Nuestra Señora de la Caridad en el Reparto de Cuabitas, de Boniato, en esta ciudad de Santiago de Cuba. Comparto con ustedes la reflexión de este domingo de la trigésima tercera semana del Tiempo Ordinario, cuyo evangelio es San Mateo, capítulo 25, versículos del 14 al 30.
(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 25, 14-30)
Quisiera partir en esta reflexión teniendo en cuenta el Salmo, el Salmo 127 con el cual oraremos en esta celebración dominical, “Dichoso el que teme al Señor”. “Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos, comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien”
Es interesante ver cómo, en los domingos anteriores, se nos subrayaba la importancia, o más bien la primacía de Dios en nuestra vida, en la historia, en todas las facetas humanas, dígase en la política, dígase en la familia, dígase a nivel personal. Tener a Dios en el centro de nuestra vida.
Hoy Jesús nos habla desde una parábola donde, el señor, un propietario, distribuye talentos, y cada uno va presentándole poco a poco lo que ha hecho con sus talentos, hasta el último que al esconderlo pues, le dice que “tuve miedo y fui a esconder tu millón bajo tierra, así que toma lo tuyo”
Tenemos que partir de una realidad. “Dichoso el que teme al Señor”, no “Dichoso el que teme a Dios”, porque en el amor no hay temor, el temor de Dios es un don del Espíritu Santo es un don que debemos cultivar en nuestra vida espiritual y más que nunca en estos tiempos en que tanto el pecado como la negación de Dios, la indiferencia de Dios parece que nos inunda. Pero ¿Cómo podemos creer que Dios nos ama y al mismo tiempo debemos temerle? ¿Cómo podemos creer en ese Dios que parece que tenemos que temerle? No. Tener temor de Dios es una absoluta reverencia y admiración de Dios que es todopoderoso, el Creador de todas las cosas. Este Dios todopoderoso me ha llamado, en su Hijo por mi nombre para servirlo, Él está obrando en mí para que pueda ser salvo y pueda estar con él por la eternidad. Esto debe causar en mí que el amor, la gratitud, y una reverencia inexpresable crezcan y aumenten en mi corazón.
Esto nos hace tener temor de pecar contra Él, de estar lejos de Él, como es el mismo temor que siente una pareja el estar lejos de la persona amada. El temor de Dios, es tener la debida reverencia y respeto a él, es estar frente a su rostro, saber que no debemos cuenta a nadie más que a Dios por nuestras acciones. Temer actuar en contra de su voluntad, temer tergiversarlo a Él o a su Palabra en el mundo. Temer tomar a la ligera el peso o la importancia de a lo que Dios nos ha llamado, o lo que Dios nos encomienda. Amarlo con todo el corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas y guardar sus mandamientos.
Dicen que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. En esto podemos comprender la insistencia de Jesús a la vigilancia activa que desde el domingo pasado nos viene diciendo. El operario, el trabajador del Reino no es un arrendatario como los cultivadores de la viña de Yahvé, que estaban regidos por contrato, el operario del Reino es un invitado a administrar libre y responsablemente los bienes de este reino. Cuando yo administro los bienes que el Señor me ha dado, los talentos, las capacidades físicas, espirituales, allí estoy manifestando mi amor al Señor, la primacía de Dios en mi vida. Allí estoy generando esperanza. Sino tememos a Dios, pienso que nuestra vida no será productiva, no será fecunda, no será una vida realmente significativa.
Es interesante el Salmo 127 como dice, “el que teme al Señor le irá bien, su mujer como vida fecunda en medio de su casa, sus hijos como olivo alrededor de su mesa”. Esa bendición de Dios prosperará, que el que sirve al Señor fructifica porque en todo en su vida busca agradar al Señor, busca amarlo a Él, busca hacer crecer su Reino.
Que el Señor todopoderoso nos bendiga, que el Señor todopoderoso derrame sobre nosotros el santo temor de Dios, para actuar con libertad, para actuar por amor a Él, para actuar también como cristianos responsables comprometidos en este mundo, generadores de esperanza.
Alabado sea Jesucristo, sea por siempre alabado.
(Música, Quiero darte mi alma, Nancy Amancio)
Les invito hermanos a orar.
Empecemos orando por nuestra amada Iglesia, por nuestros hermanos el Papa, nuestros obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, que sepamos de verdad construir ese Reino de esperanza, que pongamos nuestros talentos al servicio del reino, al servicio de la esperanza. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor
Pidamos al Señor por todos nuestros hermanos que sufren, ancianos, presos, enfermos, desanimados, aquellos que han perdido todo a causa de desastres naturales, la guerra o el terrorismo, para que a través de nuestra solidaridad, cercanía y oración comprendan el amor que Dios les tiene. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor
Pidamos al Señor para que infunda sobre nosotros el santo temor de Dios, para que podamos tener a Dios en la primacía de nuestra vida, de nuestra historia, de nuestra realidad social y política. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor
Pidamos al Señor también por todas las personas que se encomiendan a nuestras oraciones. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor
Por el descanso eterno de nuestros hermanos difuntos, el Señor les conceda el perdón y la paz. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor
(Música, Descansa en mí, DR)
Ahora juntos con un corazón agradecido, pidiendo al Señor nos ayude y nos de la fuerza para hacer crecer su reino de Amor, oremos con la oración que Cristo nos enseñó.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
Y líbranos del mal. Amén
Oremos. Concédenos Señor, Dios nuestro, alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en servirte siempre a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en unidad con el espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor esté con ustedes.
/Y con tu espíritu
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y sus familias y permanezca para siempre. Amén.
Ha sido un placer estar con ustedes y compartir esta sencilla y humilde reflexión. Les bendice y acompaña en la oración el P. Gustavo Alejandro Cunill, sacerdote encargado de la iglesia de Nuestra Señora de la Caridad en Cuabitas, en esta ciudad de Santiago de Cuba. Muchas gracias, y la Virgen de la Caridad nos consuele en la esperanza. Amén.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Es la voz de la Iglesia santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, La luz del mundo, Jorge Catasús)