Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba
Eucaristía Domingo XXX del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
25 octubre de 2020
“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Mt 22, 37-39
Hermanos,
Estamos ya en el domingo XXX durante el año, y nos estamos acercando al fin del año litúrgico que termina con la Fiesta de Cristo Rey, fiesta en la que celebramos que toda la creación ha sido recapitulada en Cristo, que es el Rey Soberano, el Rey del Universo, que todo fue hecho en Él, por Él y para ÉL. Hemos estado leyendo este año, como también hemos dicho, el Evangelio de San Mateo, y por lo tanto, le estamos terminando.
En las lecturas de las misas de los domingos anteriores, siempre hago un recuento de lo anterior para darnos cuenta como los Evangelios son una especie de catequesis que nos van enseñando, y que si nosotros lo seguimos, lo leemos y lo meditamos, nos damos cuenta que vamos a encontrar una sabiduría evangélica que es bueno buscarla y procurarla.
Hemos visto la parábola de la viña, del banquete, y cómo los fariseos y los saduceos al ver lo que Jesús hablaba, cómo hacía milagros… trataron de “cogerlo”; y no solamente eso, sino porque Jesús los sacudía y les decía, ustedes que dicen que siguen la palabra de Dios muchas veces hacen lo contrario de lo que predican. Jesús predica la misma promesa que Dios había hecho con el pueblo, pero la lleva a plenitud en su persona.
En este texto de hoy vemos esa diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Dice el Señor Jesús “ni la tilde una i se va a dejar de cumplir, pero la plenitud de la revelación viene conmigo”. Recordemos hermanos aquella frase famosa en el Antiguo Testamento, era un Dios de venganza, se quedaba todo en “ojo por ojo y diente por diente”, es decir, me hiciste algo, me lo tienes que pagar.
En la primera lectura de hoy que está en el capítulo 22 del Éxodo, en los primeros capítulos vienen esa serie de recomendaciones, para que en medio de esa ley dura de “ojo por ojo y diente por diente”, se atempere el comportamiento del fiel, y ahí aparece la justicia. La justicia es para que no se vaya al extremo de la venganza.
El domingo pasado vimos aquella famosa frase “den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. ¿Qué quiere decir esto? El comportamiento cristiano, el que dice seguir a Jesucristo, nosotros que seguimos a Jesucristo, nos tenemos que dar cuenta de que no es sólo proclamar con los labios que Jesús es mi Señor, sino también con mi vida.
Una de las recomendaciones, de los buenos comentarios que pablo hace en esta carta a los Efesios es precisamente esa. Les dice, hermanos ustedes son ejemplo en el pueblo donde viven y en toda la región circundante, porque ustedes quieren cumplir la Palabra de Dios. El cristiano debe dar testimonio, nosotros, ustedes, yo, el Papa, tenemos que dar testimonio de lo que creemos. En el evangelio del domingo pasado era “den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, ahí se hace referencia al comportamiento social, pues vivimos en una sociedad, la sociedad está regida por leyes y los cristianos tenemos que procurar que las leyes sean justas, esa es la dimensión social de nuestra fe, hacer que nuestras sociedades, la organización social sea cada día más justa.
Como siempre decimos, porque es lo fundamental y lo primero, desde el momento de la concepción hasta la muerte pero también pasando por todas esas etapas de la vida, como por ejemplo dice aquí, fuiste un emigrante que llegó a una tierra nueva, también tú cuida del emigrante, no abandones al que sufre, a la viuda, a los huérfanos, si alguien te lo pide ayúdalo, no te quedes con los brazos cruzados, no pases indiferentes ante el otro, esas injusticias que se cometen, trata de poner de tu parte para que socialmente eso se pueda corregir, fíjense bien que esa es la dimensión social.
El texto de hoy nos habla de la dimensión personal, den al César lo que es del César es decir al mundo, a la sociedad, eso es un problema de organización, y de hacer una organización justa… ahora dice “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Hay una sola ley “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Y si en la lectura del domingo el Señor le dice, déjame ver la imagen del César, y les dice ese es el mundo, denle lo que le corresponde. La imagen del hombre, es mi imagen, porque fue hecho a imagen y semejanza de Dios, a ése hay que quererle y respetarle, no lo toquen, es de Dios.
Precisamente porque los hombres, las mujeres, el género humano creado por Dios, como fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, el Señor dice hay un solo mandamiento, ama a Dios por sobre todas las cosas y a los demás trátalos como a ti mismo, porque estamos creados a imagen de Dios. Por eso es que, de la misma manera que tenemos que adorar a Dios y darle el culto que se merece porque es nuestro Señor; así yo tengo que atender de los demás, cuidar de los demás porque son imagen de Dios.
Si el domingo pasado se nos pedía que socialmente buscáramos la justicia, el bien, el respeto a la dignidad en cada persona y sus derechos, hoy el Señor nos dice que yo tengo que hacer, yo Dionisio no toda la sociedad, que yo tengo que hacer para tratar al otro como a mi hermano, y tratarlo de tal manera que yo me de cuenta que lo que estoy haciendo es lo que corresponde, es lo que yo quisiera que hicieran conmigo. No hay mayor justicia que eso.
Por lo tanto hermanos, en las lecturas de hoy el Señor nos pide que nos demos cuenta de que nuestra vida tiene que estar organizada, tener la perspectiva evangélica. El Señor me pide que yo trate a los demás como yo quiero me traten, y además en la lógica humana, en la razón, yo me doy cuenta de que es cierto ¿cómo voy a pedir algo que yo no soy capaz de dar? ¿cómo voy a pedir perdón si yo no soy capaz de perdonar?¿cómo voy a decir que me ayuden si soy incapaz de dar una mano al otro? Fíjense bien, eso es lo que el Señor nos pide, pero nos lo pide por qué, porque es lógico, es razonable, Él es la fuente de la sabiduría, y no nos va a pedir una cosa que sea irracional.
Entonces hermanos, volviendo de nuevo, vamos a darnos cuenta de que nosotros tenemos que considerar a todos los hermanos como imágenes de Dios, y por tanto quererlo y respetarlo. A Dios porque es nuestro Señor y Creador, nuestro Padre; al hombre porque somos hermanos, creados a imagen de Dios. El hombre es de Dios, no para que yo lo destruya, ni para que yo pase por arriba, ni para que yo lo desprecie; el cristiano tiene que darse cuenta bien, de que su vida es una vida de testimonio y de corresponder al amor de Dios.
Que Dios nos ayude a todos a vivir así, haciendo el bien, para que también aquí en El Cobre, en Santiago, ustedes en los lugares, en las ciudades donde viven en Cuba y fuera de Cuba, ustedes también sean testigos de Cristo, y la gente pueda decir, o que alguien pase como Pablo y diga ustedes han sido testigos del amor de Dios y por eso esos pueblos están evangelizados.
Que Dios nos ayude a todos a vivir así.