Irradia, emisión del 9 de agosto de 2020
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XIX del Tiempo Ordinario
Escuchar aquí:
“¡Sálvame, Señor!… Hombre de poca fe, ¿Por qué dudaste?” Mateo 14, 32
(Música, Cantaré, Kiki Troia)
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Cantaré, Kiki Troia)
Para la reflexión de hoy contamos con la presencia de la hermana Soledad Galerón, Misionera Claretiana, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
¡Muy buenos días! Saludo y felicito a todos ustedes que nos escuchan, porque, acercarnos a la Palabra, es sin duda, abrir una ventana a la luz y a la esperanza, que tanto necesitamos… Agradezco, también mucho, la oportunidad que me brinda el programa ¡Irradia!, para estar aquí hoy compartiendo el Evangelio de este domingo XIX del tiempo ordinario.
¡Qué el Señor abra nuestros oídos y corazones a la escucha de su Palabra! de tal manera, que podamos comprender y acoger aquello que, a cada uno de nosotros, nos quiere comunicar en este día.
El Evangelio que vamos a proclamar está tomado de San Mateo, capítulo 14, versículos del 22 al 33. Escuchémosle con atención.
(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 14, 22-33)
Me parece importante conocer, aunque sea muy brevemente, el contexto del fragmento que hemos escuchado, porque nos ayuda a situar, enmarcar y comprender el mensaje que nos quiere transmitir…
Estamos entre los años 80 a 90 de nuestra era, Mateo, escribe para una comunidad cristiana que procede del judaísmo, que comienza a caminar sola… cada vez más consciente de su identidad cristiana. Una comunidad que vive su fe, en medio de situaciones oscuras y difíciles… comunidad, pequeña, frágil, perseguida, y atemorizada… como lo pueden ser tantas de nuestras comunidades hoy.
El capítulo 14 comienza con la narración del asesinato, en la cárcel, de Juan el Bautista, por parte del rey Herodes. Nos relata cómo “al enterarse Jesús se marchó, solo, a un lugar despoblado” … Sin duda, a Jesús, le dolió la noticia… y sintió necesidad de hacer duelo, pensar, discernir la nueva situación, en el futuro… pero la multitud le busca, y Jesús, movido a compasión, responde a la llamada de la multitud, sana a los enfermos, enseña a la gente y, … se hace tarde… pero no puede despedirlos así, en ayunas… Con la ayuda de cinco panes y dos peces, les da a todos de comer… La solidaridad generosa, el compartir, hace milagros.
En el texto que ahora comentamos, que sigue a continuación, el que hemos escuchado ya, vemos de nuevo que, los discípulos se embarcan hacia la otra orilla, y Jesús despide a la multitud… y nos repite el evangelio que Jesús subió solo a la montaña a orar…
En medio del lago, en la noche, está la barca, los discípulos, la comunidad, la Iglesia… entre olas agresivas y vientos furiosos que amenazan hundirla… Jesús, como siempre, sale al encuentro de los que lo necesitan, le desean, le buscan, le piden ayuda… En la oscuridad de la noche, en la agitación del mar, ahí, se presenta a sus discípulos caminando sobre el agua… Mateo manifiesta así, la identidad profunda de Jesús como el Señor y que, los discípulos, una vez sobrepuestos a la sorpresa y la incredulidad, le descubren como quien domina los elementos, e infunde paz y confianza con su presencia y su palabra…
Los discípulos, la comunidad, cada uno de nosotros, en medio de la tormenta, perdemos la memoria de Jesús, que nos acompaña, del Jesús que predica, sana, perdona, alimenta… y lo vemos como un fantasma que se aproxima en la oscuridad… Ellos quieren, nosotros queremos, ir hacia Él, pero nos dejamos vencer por las dudas, los miedos, las fuerzas del mal que nos rodean… Sólo la voz de Jesús que nos dice: “Ánimo soy yo, no tengan miedo” nos devuelve la seguridad y la confianza y, como Pedro, tendremos el coraje de lanzarnos al mar.
Mateo, también quiere, en este texto, como en otras narraciones evangélicas, mostrar el itinerario espiritual de Pedro, la “roca” de la Iglesia, el primer apóstol. Cuando Jesús se “da a conocer”, Pedro lo identifica, se lanza, lo sigue con audacia, confianza, con seguridad… pero al mirar a su alrededor, al sentir la oscuridad, la fuerza del viento, las olas… el peligro… su fe se tambalea, y necesita ser salvado por Jesús. Pedro es figura de la Iglesia y de todos nosotros.
El reproche de Jesús a Pedro y en él, a todos los creyentes, ¡Qué poca fe! ¿por qué has dudado? tiene que ser una llamada de alerta a cómo es la vivencia de nuestra fe, porque la fe no consiste en fórmulas intelectuales que, decimos creer, sino en prácticas de vida que, se expresan en el seguimiento y la obediencia a las palabras y mandatos de Jesús…
Este es uno de los episodios evangélicos que mejor ilustra, por una parte, la SITUACIÓN de la comunidad cristiana, del tiempo de Mateo y de todos los tiempos, en su histórico caminar en medio de la dificultad y la tribulación; y por otra, la PRESENCIA PERMANENTE DEL SEÑOR resucitado en la barca de Pedro, que la acompaña, ilumina y alimenta.
Quisiera subrayar algunas enseñanzas del texto…
Creo que, en primer lugar, es una invitación a orar como Jesús. Son frecuentes las veces que los evangelios nos presentan a Jesús, que “cuando aún estaba oscuro” madruga, se aísla, se va al campo… Jesús siente la necesidad “subir al monte” … solo, a orar… al encuentro con Dios, su Padre. En Él, en el Padre, se encuentra a sí mismo, el sentido de su vida y de su misión… En el Padre encuentra la fuerza y la luz para “salir”, y, ponerse de nuevo en camino… al encuentro de los discípulos, de la gente que lo necesita…
Contemplemos a Jesús así, en silencio, adentrémonos en su corazón y comunicándose con el Padre y aprendamos de Él, a dedicar tiempos de nuestra vida, sobre todo, ante las oscuridades y dudas, a la oración… Ese encuentro con Cristo siempre fortalece la Fe y el envío a la misión.
También, nosotros, en este texto recibimos la llamada a fortalecer nuestra fe. Como Iglesia, como comunidad, como creyentes… queremos seguir a Jesús, desde nuestra fragilidad, como Pedro en este pasaje, palpamos con frecuencia lo quebradiza que es nuestra fe… frente a las dificultades, los miedos, nuestra confianza hace aguas, nos hundimos. Y, como él, solo vemos la fuerza del viento contrario, las olas amenazadoras… Y nos olvidamos de la presencia cercana de Jesús, que nos llama y nos promete “yo estoy con ustedes hasta el fin de los siglos”.
… La fe es luz en la noche, fuerza en la lucha contra el mal, contra miedo; seguridad y refugio, protección en la tormenta, paz en la zozobra, consuelo en el dolor… Por la fe, sabemos que Dios es fiel, confiamos en su Persona y su Promesa… y sentimos que su brazo nos protege, que su mano nos sostiene en nuestro caminar peregrino por la historia…
Tener fe es fiarse, confiar, aferrarse… e incluso, aunque esta fe se sienta amenazada, acosada por dudas y oscuridades, “sabe”, confía en que puede caminar sin hundirse, caminar sobre las aguas movedizas, agarrada a la mano salvadora del Señor.
(Música, Señor, ¿a quién iremos?, Cristóbal Fones)
Como Jesús nos enseña, precisamente en el texto que hemos leído, vamos a terminar este encuentro, orando a Dios nuestro Padre, para que nos salve de la tormenta con la fuerza de su amor, DIGÁMOSLE JUNTOS: Señor Jesús, fortalece nuestra fe en Ti.
Pidamos al Señor, en primer lugar, por la Iglesia, extendida por toda la tierra, para que en medio de las tormentas que la amenazan, mantenga viva su fe en la Persona y la Promesa de Jesús, “Estoy con ustedes hasta el fin de los siglos”. Oremos, Señor Jesús, fortalece nuestra fe en Ti.
Señor, te pedimos por el Papa, sucesor de Pedro, por los Obispos y todos los pastores de tu iglesia, sacerdotes, diáconos, animadores de comunidades, catequistas, para que mantengan viva su fe y ayuden a fortalecerla en las comunidades. Oremos, Señor Jesús, fortalece nuestra fe en Ti.
Acuérdate Señor, de los que dirigen los destinos de los pueblos, desde la política, la ciencia, la economía… para que, con tu ayuda, busquen siempre el bien común y tomen sus decisiones desde la verdad, la justicia y la solidaridad. Oremos, Señor Jesús, fortalece nuestra fe en Ti.
Ponemos en tus manos, Señor, a todos los que sufren, a causa de la injusticia, la violencia, la enfermedad, la falta de oportunidades… que encuentren en las comunidades cristianas la ayuda y solidaridad que necesitan, para que, juntos trabajemos por construir un mundo según el deseo de Dios, nuestro Padre. Oremos, Señor Jesús, fortalece nuestra fe en Ti.
Te pedimos, Señor, por las víctimas de la pandemia que asola al mundo: los que padecen la enfermedad, los que los cuidan; por las consecuencias económicas, laborales, dificultades familiares, y carencias… que sean fortalecidos por la esperanza de una pronta solución. Te pedimos por los científicos, y la política farmacéutica, para que trabajen sin desfallecer por encontrar el remedio necesario y, olvidando intereses, ambiciones y competitividades, lo pongan a disposición y justa distribución para todos los pueblos. Oremos, Señor Jesús, fortalece nuestra fe en Ti.
Señor, acuérdate de todos nosotros, para que, ante las dificultades, oscuridades y tormentas, te sintamos cercano, sostengas nuestra fe, y nos des confianza en tus promesas. Oremos, Señor Jesús, fortalece nuestra fe en Ti.
Pedimos para que, todos los difuntos de nuestras familias, los que han muerto víctimas de la Covid-19, del hambre y de la guerra, se encuentren ya gozando de tu amor misericordioso. Oremos, Señor Jesús, fortalece nuestra fe en Ti.
Con la seguridad de que Dios fortalece en nosotros la fe confiada en su amor paternal, oremos con la misma oración que Jesús nos enseñó.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
Y líbranos del mal. Amén
El Señor nos bendiga nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
Estamos finalizando el programa de hoy, me despido de todos ustedes, agradeciendo su presencia, desde sus casas y la oportunidad de vivir juntos este compartir. Deseo que el Señor, les muestre siempre su rostro cercano, tierno y misericordioso, para poder hacer con gozo el camino de la vida… Siempre contamos con la fuerza de Dios que nos sostiene, sobre todo, en medio de las normales dificultades y tormentas que puedan amenazarnos…
Ha sido una alegría pasar este rato con ustedes, tengan todos un ¡feliz domingo!
Hna. Soledad, misionera claretiana
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación Social, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Es la voz de la Iglesia santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Caminar contigo, Tony Rubí)